Parte Única
El salón entero está vacío, envuelto en el frío del abandono mientras una única melodía pasea por él en una danza casi melancólica pese a no poseer sentimiento similar alguno en ella. Sus manos toman con gracia su violonchelo y continúan creando un ritmo lento, su única compañía en lo que es ahora una vivienda antigua ya abandonada. El tiempo ha hecho de las suyas y el desgaste es obvio, por supuesto eso solo le da más atractivo para una velada en solitario mientras degusta su preciado té.
Al menos ése era el plan hasta que un suave click a sus espaldas se escucha, sus manos dejan de moverse.
— Apuntarme con un arma no es la forma en la que pensé que querrías acabar con mi vida — lejos de miedo, hay un tono decepcionado en su hablar. Una risa estruendosa recorre el salón, creando un fuerte contraste a la melodía suave que antes era posible escuchar.
— ¡Oh Dos-kun! ¿De verdad creías que un método tan sencillo y barato sería mi solución para deshacerme de ti? — Esa voz tan peculiar y sus risas son inconfundibles incluso entre las multitudes y Fyodor lo sabe mejor que nadie.
— Por supuesto que no.
Nikolai sigue riendo, su habilidad le ha dejado materializar su cuerpo completo ahora y el arma ha sido abandonada en algún lugar a 30 metros o menos de ellos. No es información relevante para Dostoyevski de todos modos.
— Entonces — él continúa — apreciaría saber el por qué de una interrupción tan poco afortunada. Si no es para matarme, espero que tengas una mejor razón.
— La paciencia es considerada una virtud, Dos-kun. Si te dijera que estoy aquí para matarte antes de hacerlo lo haría aburrido, casi tan aburrido como lo es apuntarte con un arma. No puedo dejar que una bala haga todo el trabajo por mí — la calma con la que el peliblanco habla de asesinar a alguien es comparable a quién solo habla del clima con un café acompañándolo. Salvo que Nikolai no es una persona que solo hablaría de algo tan trivial con bebidas tan simples como un café cuando se trata de Fyodor Dostoyevski.
— Por supuesto que no — con una respuesta corta, el azabache simplemente acomoda su violonchelo a un lado de su silla, misma donde cuelga su abrigo y ushanka, éste último vuelve a su cabello cuando Nikolai vuelve a hablar.
— Dime, Fedya — hay un tono particular en la voz de Nikolai mientras se acerca al azabache, con una expresión sonriente —, ¿Te gustan las preguntas?
— No.
— ¡A mí sí!
Fyodor rueda los ojos, era de esperarse que Nikolai le restará importancia a su respuesta y continuó hablando mientras le seguía fuera del salón principal del edificio.
— Yo adoro las preguntas — él alarga innecesariamente la primera "o" de la palabra con una sonrisa de mejilla a mejilla adornando su rostro —. Así que te tengo una pregunta para ti, Dos-kun.
A Fyodor no puede importarle menos lo que el bufón tiene para decirle y sin embargo, voltea su vista de reojo hacia el albino para dar paso a sus palabras. Después de todo, una persona tan poco común como Nikolai debería tener la capacidad de sorprenderle siempre, un atractivo para Fyodor.
— ¿Qué crees tú que estoy haciendo aquí?
Nikolai exclama con una energía comparable a la de un niño que disfruta su festejo cumpleaños, sin ninguna preocupación más que comer cuántos dulces pueda soportar hasta caer dormido. Para desgracia de Fyodor, Nikolai es una máquina de energía que no termina jamás de consumir su combustible.
— Si no estás aquí para matarme, ¿Acaso buscas mi atención? — sus ojos violetas se posan sobre la cabellera blanca de su ajeno y luego en su rostro, la sonrisa que Nikolai da suficiente respuesta —. Vaya forma de interrumpirme.
— Aww, ¿Qué sucede, Fedya? — la mano oculta debajo de su capa se materializa encima de la cabeza del ruso, dándole ligeras palmadas en ella, desacomodado su ushanka y causando la evidente molestia del mismo —. Tengo tu atención, ¿No es así? De una u otra forma, sencilla o arriesgada, tus ojos están sobre mí solamente.
Fyodor suspira y responde apartando su vista del ucraniano mientras se dirige a la salida del lugar hacia los jardines.
— Claro.
Los ojos impares de Nikolai parpadean en confusión. ¿Es todo lo que Fyodor planea decirle?
— Fedya — lo llamó, sin obtener respuesta alguna — ¡FEDYAAA!
— No hace falta gritar — el ruso suspira, cansado. Cuando da la vuelta observa que Nikolai lo está siguiendo con una evidente expresión de drama, ofendido al parecer —. ¿Qué sucede Kolya?
Su pregunta parece no hacer otra cosa más que ofenderle más, Fyodor ríe, pues ha sido a propósito el tono de su pregunta, sugiriendo que no tiene una sola idea del motivo del enojo del ucraniano. Solo estaba divirtiéndose un poco.
— Deja de ser dramático, Kolya.
Fyodor no escucha respuesta por parte del bufón, en cambio nota que se ha quedado en la barda con su mentón apoyado por sus manos, cuyos codos reposan en la barda. Tras acercarse en un silencio que solo es armonizado con el viento que golpeaba los árboles y las plantas. Los ojos de Nikolai se encuentran en un punto fijo al que Fyodor luego puede notar, se trata del nido de un par de aves, ambas buscan organizar los diferentes materiales que han traído para armar lo que será su hogar en el futuro próximo.
— Oye, Fedya.
El ruso ladea su rostro con duda, Nikolai ha abandonado todo rastro de esa euforia que lo caracteriza tan a menudo, su vista aún está posada sobre las aves, incluso cuando una de ellas ha volado lejos del nido.
Fyodor no responde y deja que el albino continúe hablando.
— ¿Te gustan las aves? — él pregunta.
— Prefiero a las ratas — incluso cuando difieren, Nikolai solo ríe brevemente y continúa.
— Las aves son animales hermosos — comenta —. Son seres tan libres, mientras que los humanos si bien somos inteligentes, sabios y sensatos cuando se relacionan con otros y aún así permanecen atados por esas mismas relaciones a sus emociones terrenales... Incluso cuando las aves son libres de volar a donde quieran e irse, también terminan atadas con sus emociones.
Hay un breve momento en ese silencio donde Nikolai retira el pequeño sombrero que lo acompaña, junto al naipe de su ojo derecho.
— ¿Tú lo sabías, Fedya? — continúa —. Muchas aves son monógamas, cuando se enamoran es de por vida. Construyen un nido juntos, una familia y si la pareja muere son capaces de morir por la tristeza de no tener más a su amor con ellos. Ni siquiera las aves que se ven tan libres en el aire cuando vuelan, pueden escapar de las emociones. Son más parecidas a nosotros de lo que pensamos, ¿No lo crees, Fedya?
El rostro de Fyodor no ha movido ni una sola expresión durante el pequeño discurso de Nikolai, oyendo atentamente durante un silencio que parece eterno mientras sus facciones, algo desgastadas aún así encuentran la manera de aparentar ser tan suaves como la tela más fina en las cortinas de la antigua casa en la que se encuentran ahora mismo de pie, en sus afueras.
— Es interesante cuanto menos.
Como Nikolai esperaba, no recibe una respuesta extensa de parte del ruso, su sola presencia ha sido más que suficiente, después de todo, aunque un ave puede irse volando se queda por cuenta propia a petición de sus sentimientos, ¿No es así?
— Me gustaría ser un ave.
Nikolai comenta, dirigiendo por primera vez su vista a Fyodor, quien ha notado que con el oscurecer del cielo, ambas aves ahora se encuentran dedicando sus últimas energías del día en acurrucarse en el nido casi finalizado.
— Ser un ave libre, con el viento corriente por mi cuerpo sin ninguna atadura en mí...
— ¿Ni siquiera una emoción? Querido Kolya — el ucraniano ríe.
— Oh, Fedya. ¿Por qué crees que busco matarte? Cuando acabe con tu vida, desharé las ataduras que me mantienen en esa jaula dorada que no me permite volar lejos de la casa.
Fyodor ríe. Lo ha entendido desde el inicio y sin embargo ha conseguido que Nikolai lo mencione con sus propias palabras finalmente. Sin embargo, lejos de que Nikolai termine su punto ahí, la voz y palabras del ucraniano deciden sorprenderle una vez más.
— Y entonces... como toda ave cuyo par se ha ido, mi vida también será cobrada. ¿Qué haré sin la única persona que me entiende aquí? — El tono suave que se encuentra en la voz de Nikolai es genuino, el ruso puede sentirlo, ni un solo rastro de bromas o ironías en ella.
Vaya persona tan curiosa resulta ser Nikolai Gogol...
— Estaré esperando ese día entonces, Kolya.
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