Capítulo 29.


«On a Wednesday, in a café I watched it begin again».

-Taylor Swift.

~*~

SIV AUBRIOT.

Pensaba que volver a Liberté sería una experiencia que me relajase, que me hiciera aliviar las penas y, sobre todo, que me hiciera sentir mejor conmigo misma debido a todas las cagadas que había acumulado durante la semana.

Pero no, a mí es que la vida no me da tregua y los malditos empresarios han decidido joderme la existencia hasta el final de mis días.

Nunca se empieza feliz cuando te toca rendir cuentas con un hombre tan suntuoso y maquiavélico como Isaac Fitz y aun menos cuando entro en mi establecimiento y veo a un arquitecto midiendo planos con Gian.

—¿Qué se supone que está pasando aquí? —No soy discreta, no busco causar buena impresión.

—Buenos días para ti también, rubia.

—Cállate porque no me he despertado de buen humor y no parece que tú vayas a mejorar la situación —Examino el local y busco a Lauren con la mirada, ella debería estar aquí—. ¿Dónde está Reed?

—Le he dado un descanso, te dije que esta librería necesitaba una remodelación.

—¿Le has dado un descanso a mi trabajadora sin consultármelo?

—A nuestra. —puntualiza.

Me quito la rebeca y la dejo bien doblada en un cajón. Para pelear hay que sacar uñas, pero también estar cómoda.

—¿Y en qué momento crees que es adecuado tomar una decisión que debe ser conjunta por ti mismo?

—En el momento en el que somos tres socios y cumplimos mayoría absoluta en las decisiones.

—O sea que te alías con Fitz para joderme. —Cada día odio más su apellido tan complicado de pronunciar para los fonemas con los que cuento.

Mira de reojo al arquitecto y me doy cuenta de que está sintiéndose muy incómodo de tener que hablar conmigo de esta forma frente a una persona ajena.

A mí es que los modales ya empiezan a darme igual.

—Cenicienta, yo te jodo como tú quieras, pero no en este caso —Se acerca, acortando distancias y suplicándome con sus preciosos ojos color ámbar que mantenga las formas—. Debí comunicártelo, lo sé, pero ibas a darme largas, así que tuve que actuar rápido.

—Creo que como mínimo tengo derecho a ser informada, aunque sea evidente que mi voto no cuenta, finge por un momento que sí.

—Cuenta, claro que cuenta, pero somos dos y tú eres una. Sabes tan bien como yo que esta remodelación es necesaria.

—Ah bueno, no sabía que Fitz y tú os habíais vuelto besties.

—Deja las ironías... —Me reprende—, sabes que es necesario.

—Pero no con tus métodos, Gian. Me haces sentir que no tengo voz y que mi voto es mero trámite burocrático para poder cubrirte las espaldas, me siento ninguneada de que ni me hayas informado.

—Si hay algún problema, podemos concertar una cita en otro momento, es evidente que a su mujer no le gusta su regalo y... —El arquitecto que lleva un pantalón de chándal y algunos planos bajo el brazo interrumpe nuestra discusión.

—Exmujer. —puntualizo sin poder evitarlo.

Si Gian quiere guerra, tendrá guerra.

—Eso si que no me lo esperaba. —El hombre parece totalmente encantado con su nuevo descubrimiento.

—Verá, este local me lo regaló mi exmarido por nuestro compromiso y debe entender que los negocios no deben influir en la relación interpersonal que nosotros tenemos.

—Por supuesto —concuerda él—. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

—Smith, Ashley Smith —Tiendo mi mano y le ofrezco mi sonrisa más sincera mientras que aprovecho para mirar al hombre que tengo a mi lado y guiñarle un ojo—. ¿Y usted es...?

—Nelson Cobb, un placer conocerla, señorita Smith, debo decir que su acento es peculiar.

—Emigré a Bélgica cuando era pequeña y aprendí inglés en un colegio de habla francesa, disculpe si soy incapaz de pronunciar alguna palabra correctamente. ¿Podría ponerme al corriente de las ideas que mi ex tiene?

—Siv... —Escucho cómo me llama en bajito e ignoro sus llamados—. Ashley, ¿qué estás haciendo?

Mon Dieu, cómo me pone que me esté siguiendo el juego porque sabe que si va contra mí voy a hundirlo a la altura que lo hizo el mismísimo Titanic.

—Su... su socio, ¿puedo considerarlos socios?

—Sí. —decimos al unísono.

¡Por fin estamos de acuerdo en algo!

—Piensa que sería adecuado quitar un par de estanterías y crear como una pequeña sala de lectura que puede adaptarse para convertirla en una sala de reunión.

—Una sala abierta y acogedora para las presentaciones de las novedades literarias y esa es la idea del tercero en discordia, como nos gusta llamarlo cariñosamente. —matiza Gian.

—El problema es que se queda siendo la mitad del local y no hay cabida para casi libros. —No estoy de acuerdo con lo que estoy escuchando y si hace falta que me encadene dentro para evitar a los constructores, lo haré.

—Ahí es donde entra mi propuesta y la ideal —Gian aprovecha para posicionarse detrás de mí y agarrarme con disimulo de la cintura—. El local de al lado está en venta y ya está apalabrado y les he dado ya la fianza, usaríamos este como almacén; podríamos dejarlo un poco más pequeño y juntar el otro con lo que sobre de éste, creando dos salas distintas, uno que conforme la idea de la presentación de libros y la otra ala que sea exclusivamente para estantes repletos de libros.

No pienso reconocer en voz alta que me gusta esa idea.

—¿Qué hay de los baños?

—Se mejorarán, eso que usas no pasaría la inspección de sanidad, Siv... Ashley.

—Tendría que verlo gráficamente, como idea... no me desagrada.

—Por supuesto —Nelson empieza a frotarse las manos—, puedo tener preparados los planos y el presupuesto en tres días.

—Que sea en dos, estamos a finales de junio y la temporada de novedades literarias empieza a finales de agosto, si mis cálculos no fallan, una remodelación del calibre que este establecimiento necesita y las obras para juntarlo con el otro, va a llevar tiempo y como entenderá, Cobb, el mío y el de mi exmujer, valen mucho.

—El trabajo bien hecho necesita su tiempo, señor McMahon.

—Cobra por horas, Nelson, no le voy a pagar un día de más porque a usted le apetece hacer el vago cuando ambos sabemos que es lo suficientemente eficiente como para tenerlo listo en un día y medio.

Es su técnica, no va a perder dólares por gusto propio, pero va a decirle lo que necesita escuchar para motivarlo, para hacerle sentir útil y para que se ponga las pilas.

Gian es demasiado bueno en su trabajo.

—Nos vemos en dos días, tendrá su presupuesto y sus planos gráficos. Voy a hacer que no se arrepienta y quiera darnos el proyecto, señor McMahon.

—A mí no me tiene que convencer, yo soy un mandado —Se frota las manos y sé que va a darme a mí la responsabilidad—, la que es un hueso duro de roer es mi exmujer. —Sonríe con parsimonia y me pellizca la piel de la cintura.

Merde... lo he cabreado y mucho.

Se despide de nosotros y abandona el local, no sin antes hacer una fotografía nuestra en la que Gian consigue girarme para que sólo se me vea desde atrás.

—Gracias... —Llevo mis manos a su corbata y me sorprende cuando rechaza mi toque. Está muy enfadado.

Se dirige hacia la puerta de la librería, pone el cartel de cerrado, se asegura de cerrar con llave y se gira hacia mí con las manos en las caderas y frunciendo el ceño.

—Tú valoras tu privacidad, ¿por qué cojones estás exponiendo la mía?

—Porque estoy harta de que no se me tenga en cuenta nunca, Gian. ¡Ni siquiera me has mandado un maldito mensaje explicándome la situación!, es el simple detalle de avisarme.

—¿Te hubiera sentado bien que te dijera "oye, Siv, pues que Isaac y yo estamos de acuerdo con empezar la remodelación cuanto antes y aunque tu opinión me interesa, no va a contar mucho"?

—No, por supuesto que no, pero al menos no me sentiría defraudada y ninguneada. ¿Qué pinto yo en este grupo de socios? Soy como un comodín para que el día que tengáis opiniones contrarias me toque decidir y cargarme con la puta responsabilidad, ¿no?

—Siv...

—Soy francesa, Gian, no suiza, tengo opinión propia y eso significa que no soy neutral.

—¿Y tienes que joder mi prestigio como consecuencia? Creo que estás siendo un poquito exagerada, puedes explicarme las cosas de forma civilizada sin llegar a meterme en problemas.

—¿Me has llamado exagerada?

—No desvíes el tema, francesita, ¿por qué cojones has hecho eso?

Me encojo de hombros y decido no responder a su pregunta, más bien, molestarle un poco más.

—Busca en Wikipedia, McMahon, ahora eres un empresario felizmente divorciado, ¡enhorabuena!

—No me lo puedo creer... —El sonido de una llamada entrante silencia su réplica y abre con amplitud sus ojos mientras mira la pantalla de su móvil y luego a mí—. Es mi abogado, un momento —Descuelga la llamada—: Vamos a ver, Hyland, si me hubiera casado tú habrías sido el padrino de bodas, ¿cómo puedes pensar que estoy siquiera divorciado? ¡No es un malentendido! Es que a mi francesita le gusta jugar conmigo y con mi crédito...

«Mi francesita».

Nunca un pronombre posesivo había sonado tan erótico.

Cuelga y espera a que me justifique.

—¿No te alegras de estar divorciado?

—Deja el sarcasmo, rubia —Camina hacia delante y yo por inercia lo hago hacia atrás hasta topar con una de las estanterías y quedarme atrapada entre los libros y su cuerpo—. ¿Qué has hecho?, esto va más allá de las obras, estás enfadada conmigo y estás boicoteándote.

—Te mostré mis debilidades, te he dicho miles de veces que odio cuando me quitan la voz y el voto y tú no paras de hacerlo una y otra vez. ¿A qué estás jugando?

—Estoy arreglando tus desastres, ayudándote con tus putas deudas y caminando un paso detrás de ti por si la jodes poder solucionarlo antes de que te caigas.

—Tengo veintiséis años, no necesito esa mierda y tampoco te la he pedido. Ahórrate el discurso de salvador, porque yo no quiero uno ni tampoco voy a quedarme callada cuando eres injusto y decides ayudarme por gusto propio. No te debo nada.

—Pues madura un poco, Siv, porque parece mentira que estés a menos de dos meses de cumplir los veintisiete.

Podría insultarle, retarle o hacerle la ley del hielo debido a su insolencia.

Sin embargo, decido hacer otro movimiento.

—Entonces, ¿no te hace ilusión ser un treintañero que se ha divorciado y ahora puede hacer lo que le dé la gana con su vida? —Sus brazos me enjaulan y su aliento está cerca del mío—. Ay, no, claro, si es que se me olvidaba que eres más de meterte en relaciones ajenas que disfrutar de las tuyas propias... ¡Qué torpe soy!

Tira de la tela de mi camisa y me acerca aún más a él, aprisionándome entre el estante y su cuerpo.

No tengo escapatoria ni tampoco la quiero.

—Eres una gran hija de puta. —Me sujeta por el mentón y me hace rodear su cuello con mis brazos.

—Y esta hija de puta te tiene a una palabra de hacer que te arrodilles.

Gian no se sorprende ante mis provocaciones ni a mi me molestan sus insultos, me los he ganado a pulso.

—¿Vas a pedirme que te folle, rubia? —Siento su aliento y huele a café suave, de esos que le gustan a él, bien llenos de azúcar.

Lo deseo demasiado como para pensar en mis miedos.

Necesito romper esta tensión entre los dos, necesito saciarme de él y necesito poder pasar página para huir tranquilamente.

—Voy a pedirte que me hagas rogarte y que me des permiso para que te la chupe —Bajo una de mis manos y juego con su corbata hasta llegar a su cinturón y toquetear la hebilla de metal de su cinturón—. Vamos, Gian, estoy esperando órdenes.

—Muy bien... —Lleva su mano a mi nuca y me mantiene con la cabeza elevada y con un picor bastante placentero mientras tira de mi cabello—. Voy a concedértelo, voy a bajarme los pantalones y quiero que me marques con el rojo de tus labios.

—¿Vas a correrte en mi boca como castigo?

—Voy a correrme dentro de tu coño, se acabaron los juegos, Diosa, ahora mando yo.

Sin darle opción me agacho y desabrocho su pantalón para bajarlos completamente junto con su ropa interior.

Tiene la polla prácticamente erecta y a mí eso me excita lo que no está escrito.

Quiero llevarlo rápidamente al límite y que pierda el control de sí mismo, quiero que se enloquezca una vez más mientras lo chupo y lo manejo con una de mis manos.

Empiezo suave y voy añadiendo intensidad mientras que me deleito masajeando sus glúteos.

Mon Dieu... ¿hay algo que este hombre no tenga trabajado?

Sus manos viajan a mi cabello y sé que va a decidir el ritmo de la mamada y me encanta sentir que por fin está dejándose llevar, mostrando al hombre dominante que hay en él.

Sus embestidas son duras, salvajes, potentes y marcan una autoridad que consigue mojarme por completo. Bajo con disimulo una de mis manos y me aplaudo mentalmente por haberme decantado por una falda.

Echo el tanga hacia un lado y busco darme placer. Estoy rendida a los pies de un hombre que representa todo lo que odio, lo que evito y lo que me aterra.

—Ni se te ocurra tocarte, Siv, no tienes ese derecho. —Su voz suena más grave de lo normal incluso cuando trata de controlarse por no mostrar el placer que le estoy dando.

Miro hacia arriba sin quitarme su polla de la boca y creo que mi mirada de viciosa le gusta porque es incapaz de reprimir un gemido.

En respuesta, araño con mis uñas la parte interna de sus muslos, sin llegar a hacerle daño, pero marcándolo de una forma primitiva.

Debería molestarme que me niegue el placer y sin embargo estoy chorreando por la autoridad con la que me obliga a castigarme.

Me suelta el mechón de pelo y se deshace el nudo de la corbata por completo antes de retirarse de mi boca. Pasea su glande por mis labios, como si estuviera jugando y tentándome con la única intención de llevarme al límite.

Ni siquiera sé cuándo se ha quitado la americana y desabrochado todos los botones de su cara camisa, pero soy incapaz de no fijarme en su musculoso cuerpo, en las venas marcadas de sus ingles, el poco vello que tiene en su pecho y el incipiente recorrido de pelo que va desde su ombligo hasta su pubis.

Me levanto sin permiso y apoyo la espalda en los estantes, desesperada por saber qué está pasando por su mente y qué planes tiene para nosotros.

—¿Puedo? —pregunta dulcificando sus gestos y llevando sus manos a los bordes de mi camisa.

—Tú mandas, Gian, tú conoces mis límites, no te sobrepases y demuéstrame cuántas ganas me tienes.

Parece que mis palabras le activan porque me quita la camisa y me baja la falda.

—Quítate el tanga. —ordena mientras se deshace de sus pantalones y calzoncillos, tirándolos a un lado del suelo donde también acaba mi ropa.

—¿Qué vas a hacerme?

Envuelve su brazo en mi cintura y pega mi pecho al suyo.

—Consentirte —confiesa—. Me la pone dura saber que estás disfrutando.

Acalla mi respuesta con un beso, uno dominante y a la vez lleno de necesidad. Nuestras lenguas se enzarzan en una lucha por el poder que ninguno está dispuesto a perder, pero que al mismo tiempo no nos importaría ceder.

—¿Vas a dejar que me corra? —Me atrevo a preguntar cuando nos separamos.

—Diosa... —Sus dedos acarician mis hinchados labios y no duda en morder el inferior antes de resolver mi duda—, no es que vaya a dejar que te corras, es que yo no pienso hacerlo hasta conseguir agotarte.

—Confío en ti, Gian —Trago saliva y rodeo con mis brazos su cuello—. Fóllame tal y como lo estás imaginando ahora mismo en tu cabeza.

Mi consentimiento le activa, vuelve a besarme y me aprieta contra su polla. Ahora mismo no hay ninguna barrera entre nuestros cuerpos.

—Dime que tienes condones.

Asiento.

—En el segundo cajón del escritorio.

—Date la vuelta e inclínate sobre uno de los estantes.

Me relamo los labios y sin dudar le obedezco. No se aleja, se queda admirándome y deleitándose con mi cuerpo.

Me da una nalgada fuerte y araña el lugar golpeado.

Otra más.

La tercera escuece, pero me hace lloriquear por la falta de una cuarta.

Gimo y me estremezco cuando siento su lengua recorrer mi espina dorsal hasta que se agacha y da unos cuantos besos por encima de los golpes.

—No te puedes ni imaginar las ganas que tengo de follarte por detrás.

Se incorpora y me agarra del cuello, teniendo mi espalda pegada a su pecho y su erección entre las mejillas de mi trasero.

Su mano acaricia mis pechos aún guardados en el sujetador de encaje y sus dedos bajan con suavidad por mi vientre hasta llegar al clítoris.

—Tan mojada..., ¿qué te ha excitado tanto para que estés chorreando, francesita?

No sé si espera una respuesta, pero desde luego que va a obtener una.

—Chuparte la polla me excita, Gian, pero hacerlo bajo tus exigencias, me vuelve loca.

Succiona la piel de mi cuello y es evidente que mis palabras lo terminan por descontrolar porque con cuidado mete dos dedos.

Me agarro como puedo al metálico estante y la sensación del frío en mi piel es infinitamente recompensada por el calor que emana mi cuerpo debido a lo que me está haciendo.

Deshace el recorrido hecho anteriormente y va dejando por mi vientre la evidencia de lo que es capaz de hacerme con solo tocarme.

—Quédate quieta, Diosa. —La piel de mi nuca se eriza por completo al escuchar su ronca voz susurrando.

Noto que pone su corbata alrededor de mi cuello y hace un nudo lo suficientemente ajustado como para darme la sensación de ahogo, pero sin llegar a hacerme daño. Es la presión perfecta, la sensación que necesito y la seguridad que sé que Gian siempre me dará.

Se aleja y sé que ha ido a buscar el preservativo. Estoy tentada en girarme porque quiero ver el movimiento de un hombre como él caminando. Debe ser espectacular, pero ahora mismo, desobedecerle no es una opción.

Tal vez en un futuro juegue con los límites de su paciencia.

No tarda en situarse en el sitio en el que estaba. Es rápido, tiene ganas de mí, las mismas ganas que yo tengo de él.

Esto va a suceder y soy consciente cuando oigo que rasga el envoltorio y gruñe al colocárselo.

—Abre las piernas, reclínate hacia delante y deja que me haga cargo de ti.

Giro la cabeza tras acatar su orden y me relamo los labios cuando posiciona su miembro en la entrada de mi coño.

—Espero que estés a la altura —Me muerdo el labio inferior cuando gruñe y desliza los primeros centímetros dentro—. Te tengo demasiadas expectativas, Gian —Lleva sus manos a mis caderas y entra un poco más—, no serás capaz de defraudarme, ¿no?

Y ese es el colofón, el golpeo que le activa por completo porque entra del todo y gimo ante la invasión de su polla.

Mon Dieu.

—Te gusta provocarme, francesita, te gusta explorar mis límites y saber hasta dónde estoy dispuesto a permitir —Tira de la corbata, obligándome a echar la cabeza hacia atrás y provocando que gima como nadie nunca lo había conseguido—. Y yo te lo concedo porque necesito complacerte, porque me pone hacerte feliz y porque me gustas demasiado. —Sus movimientos son certeros, sabe cómo moverse y sus embestidas son efectivas.

No soy capaz de emitir palabra alguna y le respondo mediante gemidos.

—Tócate, Siv, tócate mientras corrompo tu cuerpo y aprendes de una vez que entre nosotros hay algo, que tus palabras eran vacías cuando decías que tú y yo nunca pasaría.

Mis pezones se endurecen ante sus sucios comentarios y sus declaraciones llenas de rabia. No va a dejar que este sea un encuentro casual, tiene claro que, si se lo permito, va a reclamarme todas las veces que necesite recordar que él y yo somos algo.

Trato de seguirle el ritmo y cuando estoy a punto de correrme, lo evita.

—Gian... —suplico porque necesito llegar al éxtasis, necesito gritar su nombre y que me folle tan duro que el placer y el dolor se entremezclen entre sí.

Se retira por completo y me gira.

Coloca bien la corbata y desabrocha mi sujetador, dejando que la tela quede perfectamente adecuada entre mis tetas.

Me hace rodear con una de mis piernas su cintura, alza mi mentón para que nuestras miradas conecten y con la otra se ayuda para atravesarme una vez más.

Cierro los ojos y siento un tirón en la corbata.

—Mírame, Siv, mira quien te está follando y mira a quién estás follando tú —En esta posición tengo mayor maniobra de movimiento y me siento victoriosa cuando me muevo y consigo arrancarle un gemido completamente gutural—. Eres una maldita Diosa francesa, joder...

Lleva sus dedos hacia mi entrada y empieza a jugar con mis fluidos, arrastrándolos a la parte de atrás, cuando cree tener suficiente lubricación en uno de sus dedos, me mira. Esperando que le rechace o lo acepte.

—Hazlo. —le ruego.

Y así lo hace, con un dedo me penetra por detrás y con su polla me taladra por delante.

Soy miles de sensaciones...

Soy miedo.

Soy placer.

Soy dolor.

Soy venerada.

Soy ilusión.

Soy de Gian en estos mismos instantes y lo soy por decisión propia, porque es lo que quiero y lo que estoy disfrutando.

Y cuando sus preciosos ojos color ámbar me desnudan el alma mientras que su polla me lleva al cielo, me corro.

Y él no tarda mucho en seguirme, acallando sus gritos en mi boca y besándome de forma tan salvaje que me encantaría alargar este momento toda la vida porque lo que viene después es la huida y nunca había tenido tantas ganas de permanecer en un lugar como ahora mismo.

Trago saliva y cuando ambos nos hemos recompuesto se retira y me baja. Mis piernas están gelatinosas y si no fuera porque él me sostiene estoy segura de que me hubiera torcido un tobillo.

—Gian... —Me abrazo a mí misma porque empiezo a sentir un montón de emociones dentro de mí y no sé cómo actuar, no sé cómo hacerlo. Tengo demasiadas carencias afectivas como para saber qué se hace después de acostarte con un hombre por el que sientes algo.

Me besa con ternura y me quita la corbata del cuello. Me abraza con ternura y me deja besitos por el cuello que me destensan casi por completo.

—Vamos a limpiarnos y te invito a desayunar.

—Pero...

—Empiezo a conocer tus reacciones y sé que estás asustada. —Entrelaza los dedos de nuestras manos y me aparta el pelo de la cara—. Si quieres huir de mí, no voy a poder impedirlo, tarde o temprano lo harás, pero al menos, déjame invitarte a desayunar. Si esto va a ser un adiós por tu parte, que sea en buenas condiciones.

—Sabes que si dejo que esto ocurra me harás cambiar de opinión.

—Pues la verdad es que no, Cenicienta, la decisión la tienes tomada desde hace tiempo, tú decides si quieres hacer caso a lo que sientes o seguir corriendo.

Acabo asintiendo, dándole ese capricho porque en el fondo, quiero pasar tiempo a su lado, quiero dejarme llevar y estoy dispuesta a ello.

—No voy a huir, Gian —Recojo la ropa del suelo y le doy el envoltorio para que tire el condón usado—, no sé qué es lo que me impide hacerlo, pero soy incapaz de salir corriendo.

Al menos, de momento.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

Hace un poquito de calor por aquí, ¿no?

¡No os olvidéis de votar y comentar si os ha gustado!

Mención especial a mi niña rosiibooks, gracias por todos los vídeos recomendando la historia y aquí está lo prometido, espero que haya valido la pena.

Bueno, espero que para todas vosotras esta historia esté valiendo la pena. Me hacéis muy feliz.

¿Quién es más dominante de los dos? A ver, contadme porque yo aquí tengo mis dudas JAJAJA.

¿Cuál ha sido vuestro momento favorito?

¡El miércoles habrá otro capítulo!

¡Os quiero!

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