Los Príncipes
En el reino de Karmaland, ser príncipe no es tan sencillo como todos creen. Debes mostrarte pulcro, elegante, alegre, siempre con buena imagen, debes ser una persona respetuosa y vulnerable.
Es tan aburrido.
Por suerte Raúl estaba lleno de amigos dentro del castillo. Pero... ninguno como él.
No, nadie como él.
Lo conoció hace ya muchos años atrás, cuando eran solo unos niños. Sus padres los presentaron en cuanto se unieron para firmar la paz entre ambos reinos.
Ese día, el Rey Therenas Menethil caminaba elegantemente sobre la alfombra roja que se dirigía a los tres tronos. El más bajo ocupado por la Reina Jaina Alvarez, el segundo por Anduin Alvarez y el tercero, y más pequeño de los tres, por Raúl Álvarez, el príncipe de unos cortos doce años de edad.
El Rey Menethil se detuvo delante de los tres, colocó una mano en su pecho e hizo un reverencia. El Rey Álvarez se puso de pie y caminó seriamente hasta quedar frente a éste, lo observó en silencio durante varios segundos y una sonrisa se formó en sus labios.
-Es bueno verte, viejo amigo.
Se dieron la mano y, aprovechando que solo su familia estaba presente, se abrazaron después de tanto tiempo.
Raúl observaba la escena sorprendido por la falta de etiqueta de su padre, el mismo que siempre le regañaba por su rebeldía. Se fijó mejor y logró ver una tercer figura detrás del invitado.
El Rey Menethil se volteó a verlo y sonrió.
-Me encantaría presentarles a mi hijo, el Príncipe Renato Jackson Menethil Tercero de Los Santos.- Dijo con orgullo.
"Joder, puto nombre más largo." Pensó Raúl.
Los menores de edad fijaron su mirada en el otro durante unos segundos, Renato fue el primero en apartarlo.
-Se llevará muy bien con mi hijo, estoy seguro de ello.- Volteó a ver el trono. -Esa bella dama, es mi esposa, Jaina. Y el niño a su lado es mi hijo, el Príncipe Raúl Álvarez de Karmaland.
La Reina se puso de pie y tendió la mano a su hijo, quien la aceptó de inmediato, dando un pequeño salto para bajar del trono. Bajaron unos pequeños escalones y llegaron al lado de su padre.
-Es un placer.- Respondió la Reina con una reverencia.
-Podemos hablar de los documentos en mi despacho.- Dijo el Rey. -Raúl, querido. ¿Por qué no le muestras a Renato eso que tanto te gusta?- El pequeño asintió inseguro. -Excelente. Sígame, por favor.
Los adultos se retiraron bajo la atenta mirada de los menores. Raúl fue el primero en hablar.
-Tienes un nombre muy largo.
-Lo sé.
-Yo soy Raúl, eh... Primero, Álvarez de Karmaland.
-Eso escuché.- Se cruzó de brazos.
Raúl frunció el ceño, el chico parecía haberse dejado el humor en casa. Negó con la cabeza y recordó las palabras de su madre: "Sonríe, siempre tienes que sonreír." Y eso hizo.
-Ven, voy a presentarte a Luziana, te encantará.
Raúl comenzó a caminar. Renato suspiró y dejó caer sus brazos antes de seguirlo. "Puto niño".
Caminaron por extensos pasillos y bajaron unas anchas escaleras, atravesaron el salón principal y salieron al jardín real. Llegaron hasta un hermoso y bien mantenido lago, estaba rodeado de hermosas flores y lleno de bellos animales, como cisnes.
-¡Luziana!- Gritó desde la orilla.
Renato le miró como si estuviera loco. Pero grande fue su sorpresa cuando el agua dejó ver a una hermosa mujer de cabello negro y lacio que le sonreía al niño.
-Mira, él es Renato. Su padre es amigo de papá...- Le explicó.
La bella mujer le tendió la mano al chico, quien dudoso, acabó estrechándola.
-Ella es muda... Pero sabe cantar muy bien, y su risa es muy bonita.
Raúl se sentó en el suelo mientras que la veía con su imborrable sonrisa.
Luziana le miró con complicidad y con la fuerza de sus brazos, salió del agua, dejando ver una hermosa cola de brillantes escamas verdes. Renato casi se ahoga verla.
-¿Las sirenas existen?- Dijo por fin.
-La estás viendo, ¿no?
Renato suspiró sorprendido y tomó asiento, sin salir de su asombro. La sirena rió alegremente y comenzó a cantarle a ambos niños.
Raúl se sobresaltó, recordando algo importante. Estiró su cuerpo hasta tomar dos flores de un arbusto y arrancarlas, luego, le ofreció una a Renato, quien le miró extrañado.
-El canto de una sirena es una maldición... Hará que te hechice, y no queremos eso. Estas amapolas son las favoritas de Luziana, debes ponerla tras tu oreja...- Dijo haciéndolo. -¡Así, para que no te afecte!
Renato lo hizo, no muy confiado de su palabra.
Los niños se quedaron jugando con la sirena que disfrutaba de verlos reír mientras les salpicaba agua con su cola.
Lo único malo es que en cuanto fueron llamados a comer, estaban empapados. Tuvieron que ser enviados al cuarto de Raúl, donde dos sirvientas se encargaron de secarlos y cambiarlos. Para el pequeño invitado tuvieron que darle lo más grande que tenían mientras su ropa se secaba, pero aún así le iba un poco chico puesto que el príncipe era bastante pequeño en comparación a él, mas no le importaba, había valido la pena.
Llegaron al gran comedor entre pequeñas risas, sus padres sonrieron al verlos entrar.
-¿Se divirtieron?- Preguntó el Rey Álvarez.
-¡Mucho, si!- Contestó el mayor.
Desde entonces, las cenas se han repetido muchas veces, ambos reinos se volvieron tan unidos como los propios príncipes. Cuando ambos salían a pasear por el reino, todos se quedaban admirando la hermosa amistad que llevaban.
Ambos niños crecieron demasiado rápido debido a sus importantes papeles, pero siempre había tiempo para el otro. Les encantaban hacer jugarretas a las personas; como la vez que, en medio de la celebración de la mayoría de edad de Renato, se arrojaron con sus trajes, e incluso coronas, al agua. Solo querían nadar con Luziana, quien obviamente había sido invitada.
Esa noche fue mágica, ambos salieron a la superficie en cuestión de segundos, riéndose del regaño que se llevarían. Sus prendas estaban empapadas, ceñidas a sus cuerpos, incluso las camisas dejaban ver el color de su piel mientras reflejaban la blanca luz de la luna que brillaba radiante sobre ambas figuras.
Dejaron de reírse en cuando se vieron fijamente. En un silencio nada incómodo, recorrieron con la mirada el busto ajeno, ya que el agua les tapaba hasta las clavículas. Las gotas recorrían sus rostros sorprendidos, algunas incluso morían en sus labios entre abiertos. Se miraron a los ojos durante largos segundos y sonrieron inevitablemente.
-Aún me debes mi regalo de cumpleaños... ¿Puedo tomarlo ahora?- Preguntó con una voz casi ronca mientras dejaba salir una mano del agua para acariciar su mejilla. Su pulgar se deslizó con especial delicadeza sobre el labio inferior ajeno que tanto tiempo había deseado. Retiró el dedo y se centró en su mirada.
-Por favor...- Respondió simplemente.
Renato se acercó a él con una sonrisa victoriosa y depositó un corto beso en esos hermosos labios.
-Eso no es ni el envoltorio del regalo, Jack...
Rodó los ojos y se lanzó a besar a su mejor amigo, colocó sus brazos alrededor del cuello de Renato, quien decidió abrazarle la cintura por debajo del agua para mantenerlo pegado a su cuerpo. Era un beso lento, suave, lleno del cariño que se tenían el uno al otro. Pero en el que siguió, dejaron ver un poco de la necesidad que tenían de probar los labios ajenos.
Pero aunque aquella amistad llena de amor iba transformándose cada día en algo más bello, lo mantuvieron en secreto.
Nadie debía saber que ambos príncipes ya habían elegido con quien compartir el trono. Querían tener privacidad, nada de ser obligados a ser algo más tan pronto.
Además, era gracioso. Ver las caras de sus padres sin saber que la pureza que decían tener, había desaparecido en el cumpleaños número dieciocho del menor.
Ese día despertaron abrazados, tapados únicamente por las sábanas blancas de aquella cama matrimonial que tenía el menor en su habitación.
Raúl observó de cerca aquellos ojos azules que le miraban con ternura, de por mientras acariciaba el pecho desnudo de su amigo, formaba algunas figuras abstractas con sus dedos. Renato le sostenía la mirada, aquella bicromía lo tenía enamorado.
Sonrieron cómplices y se acercaron para besarse con dulzura. Renato utilizó el brazo que tenía en su cintura para apegarlo a su cuerpo, necesitaba sentir su calor.
-Gracias por mi regalo, Jack...- Dijo entre risitas.
-Espero que te haya gustado tanto como a mi...- Volvieron a besarse entre risas genuinas.
Desde entonces, comenzaron a hacerlo cada que podían, y probaban distintas formas. A veces lo hacían en la cama, otras parados, en la ducha, el sofá de la habitación; incluso en otras áreas del castillo, con la adrenalina de ser descubiertos.
Pero lo que más les gustaba a ellos, era tomárselo como un juego, como un nuevo modo de ser niños. Por eso, les encantaba jugar con la ironía; si sus padres les decían que debían verse elegantes, se encargaban de desordenar la habitación, si debían ser delicados, entonces habían gritos, rasguños y duras embestidas aguardando, y sobre todo, si debían ser bien hablados, entonces utilizarían los sobrenombres más sucios que existieran.
Realmente se divertían muchísimo, no por nada eran los mejores amigos del mundo.
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Haloooooo~
Cap dedicados a todas esas personitas Bi, háganse presentes y demuestren que existimos B)
A quien le guste WoW y sepa del Lore quiero que sepa... QUE LO ESCRIBI DE NOCHE, OK? Hasta ahora que lo estaba editando me paré a pensar en que Jaina era la prometida de Arthas y por ende la nuera de Therenas. Pero... Ignoremos el lore jsjs
Btw... No, Reb no va a ser Arthas 2.0 😂
Espero que les guste el fic :3 Dudas por ahí --->
Semper Fideos bebés 💙
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