Tristeza al aire libre

Vine al aire libre a meditar y a respirar.

A pensar sobre cómo calmo a mi mente.

Sobre cómo detengo a esos pensamientos acelerados,

intrusivos y malvados,

que la atormentan diariamente.


Vine al pasto verde a sentarme

entre las hormigas y las plantas herbáceas,

entre las abejas y las flores violáceas,

a tranquilizarme al mirarlas trabajar.


Todas en conjunto y en relativa paz.

Ellas tienen su propósito en su comunidad.

Ellas saben lo que hacer y cómo laburar.

Cómo cuidar la tierra y saber aprovechar

las luces del sol dorado, brillando en las alturas,

iluminando los prados, así como las llanuras.


Todo tiene su meta, todo tiene su lugar.

Pero yo me siento perdida en medio a esta inmensidad. 


Yo creo en la sincronicidad. 

No pienso que las cosas 

sólo pasan por pasar.

Pero estoy atascada a años en un mismo punto de mi vida,

sin saber para qué lado caminar, o qué dirección tomar.

Porque todo lo malo que me podría ocurrir ya me ocurrió.

Ya perdí amigos, amantes, empleos y yo

comienzo a pensar que la causa para todo esto

simplemente no existe, y el siempre hacerlo

me está rompiendo la cabeza.


Mi marco teórico, religioso y valórico ha sido corrompido.

Si no existe un sentido para todo mi sufrimiento, ¿para qué sufro?

Si no existe una razón para todos mis lamentos, ¿para qué lloro?


Mi salud fue arruinada por un virus maldito, 

que se llevó a decenas de mis seres queridos,

y aunque intente encontrarle un motivo

para nuestros jodidos destinos, 

no puedo.


Así que me siento en medio a la naturaleza a contemplar:

¿Cuál es el motivo para que yo exista? 

Miro a mi entorno y siento que quiero llorar.


Todos tienen un sentido de ser, de estar, 

menos yo, que continúo a deambular

sin rumbo fijo, como las nubes en el cielo, 

o las olas del mar.


Paraíso en mis cercanías, infierno en mi interior.

El viento me golpea y el sol con su calor

intentan levantarme los ánimos, 

intentan pedirme por favor,

que deje de ser tan pesimista. 

Que sonría, al ver el mundo y sus colores.

Pero no puedo. 


Me calmo al observarlo todo, sí...

Pero decir que estoy alegre es mentir.

Así como decir que no presiento que morir

sin plenamente vivir

es todo lo que el futuro guarda para mí.


Estoy cansada.

Estoy agotada.

Miro a los animales,

a la naturaleza,

a la nada, 

y me siento perdida.

Engañada por mis ideales.

Completamente derrotada. 

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