Si fuera un colibrí,

volaría bien lejos de aquí.

Si fuera una alondra,

de esas que temprano se levantan,

me despertaría cada mañana

contenta por mi existencia,

y no deseando un fin

a esta continua, interminable tragedia

que es mi vida en la tierra. 

Si fuera un benteveo, mi único deseo

sería la libertad de irme

a cantar feliz por ahí,

sin deberle explicaciones a nadie,

sin tener que escuchar

un millón de ofensas, y de ultrajes

a mi serenidad e integridad.

Si fuera un canario,

tan dorado sería el mundo

como el amarillo de mi plumaje,

y si ese fuera el caso,

en mi cara no habrían trazos

ni vestigios de cualquier tristeza,

fuera esta permanente,

o meramente pasajera.

Si fuera un ave,

no estaría enjaulada,

atada a una casa que detesto,

con sincero y honesto entusiasmo.

Sería libre de planear sobre mis alas

y sentir la brisa helada

besar mis plumas estiradas,

acariciadas por el viento y por las nubes.

No creo en los milagros,

pero este es uno de mis sueños más idílicos:

Irme de aquí como un fío-fío

escapando del calor brasileño,

cambiándolo por el frío

y agradable clima de Santiago.

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Nota de la autora: Mi familia es de Brasil y no los soporto porque son demasiado conservadores y por eso las fiestas de fin de año en mi casa son un infierno. Escribí esto porque genuinamente quisiera ser un pájaro ahora mismo e irme de aquí.