Epílogo

Tsuna eligió quedarse en Italia, para ver la reunión Nono-Haru en persona. Y, mientras esperaba, pasaba el tiempo con un Enma profundamente deprimido. Ese pasatiempo le tomaba la mayoría de su tiempo, debido a que el pelirrojo no le confesaba qué pasaba y cada vez se lo veía peor. 

Tanto era así, que no notó aquel día en el que Gokudera no le dirigió la palabra en todo el día, desde media tarde hasta media tarde, hasta que el muchacho se disculpó. 

Fue el único que no lo notó. Y Bianchi, su principal aliada en esa escapada, se había asegurado que ese día Tsuna estaría lo suficientemente ocupado que no notaría la ausencia. Ella había hecho todo lo posible por ayudar a su hermanito, pero, (y se lo dejó muy en claro) no porque pensara que lo que estaba haciendo era lo mejor, pero entendía. Y respetaba las decisiones que tomaba el hermanito que debía admitir, estaba creciendo en un adulto serio y que la enorgullecería algún día. Había llegado a puntos insospechados, como pedirle al padre de ambos el avión privado, y estar al borde de forzar dolores estomacales agudos en todos los miembros de la décima generación metiéndose en la cocina con Kyoko, pero por suerte, con la amenaza de hacerlo y lo que Enma los estaba ayudando sin notarlo, pudo mantener a orden a todos los guardianes por un día, y Tsuna no notó nada. 

Gokudera dejó Italia en el mayor de los secretos, y logró llegar a Japón sin inconvenientes. Por suerte, Namimori tenía un pequeño aeropuerto local, y de ahí a su destino, eran apenas unos minutos en auto. 

Se bajó del taxi, recordando la última vez que había entrado a esa casa con un nudo en el estómago. Apretó fuertemente la pequeña cajita afelpada que tenía en uno de sus bolsillos y que parecía quemarlo por dentro. Desde la última vez que había entrado en esa casa, había pasado frente a ella todos los días, con la esperanza de poder ver lo que estaba viendo en ese momento. 

Tocó el timbre con el corazón galopándole en el pecho, mientras veía la silueta de Haru acomodando valijas en el living. Parecía estar bailando al compás de una música que él no escuchaba. Ella lo vio en la entrada,  y actuó sorprendida, pero no tardó en ir a la puerta a atenderlo. Él clavó una rodilla en el piso, aún sujetando con fuerza la pequeña cajita afelpada que guardaba un único anillo. 

Iba a sacarla, pero cuando ella abrió la puerta, y él pudo ver a Ricquert detrás de ella, supo de inmediato que no era una buena idea. Simuló su posición atándose los cordones de su zapatilla, y se levantó lo más rápido posible, sacudiéndose los pantalones, siendo recibido con su esperado 

—¡Hahi! ¡Gokudera-san! ¡No te esperaba sino hasta mañana! ¡Pasa, pasa! Disculpa el desorden, por favor...

Como se lo indicaban él entró. Le sorprendió ver dentro a todos los Perros y a Kusakabe. Ambos aliados de Tusna se quedaron mirando, como desafiándose, en lo que Haru se dirigía  a la cocina a hacer té. O por lo menos, lo hicieron hasta que unas pausadas, y casi silenciosas risitas de parte de Ricquert interrumpieron los rayos que les salían a ambos. Cuando se giraron a verlo, el demente estaba acomodando una pistola, y la guardó con una sonrisa que no disminuía en lo más mínimo. 

Ambos lo tomaron como una amenaza, y decidieron postergar cualquier pregunta hostil hacia el otro, mientras la cara de Haru se asomaba por la puerta abierta de la cocina. 

—Gokudera-san. ¿Te gusta el té Oolong? ¿O prefieres té verde? Sólo tengo esos dos, los demás están guardados...

—Ah, estoy bien con agua. 

— ¿Eh? ¿En serio? Bueno ¿Oolong, no Kusakabe-san?

—Si, muchas gracias, Miura-san.

—Oh, pero Haru, no te gaste. Kusakabe y yo iremos a buscar la camioneta ahora -- dijo repentinamente Ricquert, apoyándose en el marco de la puerta -- Ya que la almejita está por aquí, podemos salir en tres horas, y llegar a pasar por Troyes antes  de ir a la casa de Tim, así que nosotros nos vamos a ir. Jean Jacques y Blanca se pueden hacer cargo de lo de la inmoviliaria, y nosotros moveremos las valijas. 

—¿Seguro? Puedo ayudar... 

—Sé que puedes, pero, ¿A qué viniste realmente a Japón?

Desde la cocina, ella le sonrió con gratitud, mientras apagaba las hornallas. Él le lanzó un beso desde allí que sólo servía ara molestar a Gokudera, mientras los otros dos le indicaban al miembro del Comité Disciplinario, que saliera de la propiedad. 

Y de esa manera tan poco orgánica, Haru y Gokudera quedaron solos por primera vez desde...

Hasta que la puerta no se cerró, Gokudera no había pensado en  que esa había sido la última vez que habían estado solos. Al salir de la cocina y verlo, Haru supo exactamente qué estaba pensando, mientras le indicaba una silla, y dejaba una mesa ratona entre ambos, donde dejaba dos vasos, uno lleno de té frío, y el otro con agua, con algunas galletitas entre ambos. 

—Haru... ¿por qué... me llamaste?

—Gokudera-san... no se haga el tonto. Sé que sabe por qué lo llamé. Quiero hablarle sobre... la última vez que nos vimos. Ahora que todo... todo va a cambiar entre nosotros. 

Cuando Haru le mandó el mensaje avisándole que estaría esa semana en Namimori, que no le dijese a nadie, y que debía hablar con él en su casa, él había supuesto un par de cosas. 

Tomó aire, y valientemente le dijo.

—Yo... sé que te lastimé -- no se esperaba la mirada de sorpresa de Haru, pero decidió seguir— Tomé algo que le correspondía al Décimo, que seguramente nunca quisiste que yo tome de tí... ¡¡pero quiero que sepas que estoy dispuesto a hacerme cargo!!

Se arrodilló frente a ella, pero ella lo interrumpió con un gesto lleno de dulzura y ¿dolor? en el rostro, mientras negaba con una amable sonrisa.

—No, Gokudera-san. La que se debe hacer cargo aquí de las cosas soy yo. 

Hayato se preguntó e qué momento, Haru había pasado a la adultez. Se veía digna, con su espalda recta, sus manos cruzadas finamente sobre su falda, y sus piernas elegantemente dobladas. Al principio hablaba sin mirarlo, pero finalmente, desvió sus dos ojos a encarar los de él, en una mirada firme, dulce, y que parecía abrazar su alma. 

—Fuí yo quien tomó algo de tí sin pedirte permiso. Algo que yo no debía tomar. Decidí tener relaciones contigo, Gokudera-san. No tienes que tomar ninguna responsabilidad de nada — le sonrió amablemente —por suerte no estoy embarazada, y nadie juzgó las decisiones que tomé basadas en un dolor momentáneo. Quiero pedirte disculpas, Gokudera-san. La situación me superó, y tomé la decisión de aprovechar que me querías para tener relaciones sólo porque quería escapar del dolor de la muerte de dos de mis familiar — mientras decía esas cosas, ella se separó de la silla, y con una cara de dolor infinito se inclinó, dobló las rodilla, y continuó inclinándose hasta que su frente tocó el piso. A Gokudera esa parte de la disculpa le sonó rara. ¿Dos familiares? — No sé si vas a poder perdonarme en algún momento, pero aquí y ahora y hasta que pueda pagar la ofensa yo, Miura Haru, quedo en tu total deuda.  Y voy a hacer todo lo que esté en mi poder para poder pagarla. 

La mano de Gokudera se movió antes de lo que él podía. Presa de emociones cuyo nombre no conocía, que nadie se había molestado en enseñarle, no pudo evitar el movimiento de su cuerpo, y la terminó apretando contra sí en un extraño y forzado abrazo. Ella parecía resistente, pero no luchó en contra, más lucía como si no supiese cómo reaccionar ante la no calculada respuesta. 

Él entendía lo que ella quería decirle. Entendía perfectamente que eso significaba que ella lo había usado por su cuerpo, y que aquello había sido sexo, no hacer el amor, como él había pensado. 

Pero algo más había hecho click en su cabeza. Algo que no se había planteado hasta ese momento, debido a que siempre había visto su cara alegra, a que siempre había visto esa sonrisa. Debido a que no sabía que Haru podía hacer caras de dolor. 

—Entonces, me voy a cobrar esa deuda ahora mismo, y te voy a pedir que cada vez que sientas dolor, por muy pequeño que te parezca, vengas a contarme. Porque te amo, Haru. Y no sólo me refiero a que te amo físicamente. Quiero estar ahí para tí. Así que si tengo que obligarte, te voy a obligar, mujer estúpida, pero quiero que sepas que siempre voy a estar ahí cuando lo necesites. Voy a tratar de aliviar tu dolor, así me quieras por mi cuerpo, o me cuentes lo que pasa. Quiero que cuentes conmigo. 

Los ojos color chocolate de la chica se llenaron de lágrimas de felicidad al escuchar esas palabras, que provenían de la persona que ella menos esperaba, y que le sanaban una zona de su corazón que no sabía que estaba terriblemente herida. Le devolvió el abrazo, y lloró en él, sin tratar de sonreír, sin tratar de escapar. Estuvieron así por lo menos por una hora, hasta que finalmente, la curiosidad pudo más que él, y Gokudera le preguntó. 

—¿Cómo es eso de la muerte de dos familiares? 

Le costó mucho trabajo y cuidados a Tsuna que Enma confesase qué pasaba. Hasta que, por fin el último día, el pelirrojo le dijo lo que menos pensaba escuchar.

—Tsuna... te voy a pedir que no te enojes pero... me gusta tu novia – Tsuna podía ver que los ojos de Enma eran sinceros, y llenos de fiereza – ¡P-Pero no pienso intentar nada con ella! E-Es sólo que... me siento como un amigo horrible...

Tsuna lo entendía. Por supuesto, Kyoko era hermosa. Y si Enma encima se sentía mal... podía ver bien todo el problema. Le molestaba. Una negra bestia de celos se le instaló en las entrañas, pero le apoyó una mano en el hombro.

—Te entiendo. No eres un mal amigo por tener sentimientos por Kyoko, pero...

—¿Kyoko? No, no... yo me refería a Haru.

Tsuna se quedó completamente fuera de órbita con esa corrección. Y su amigo le explicó, que recordaba que Haru se había presentado como su prometida, pero que él conocía a Pierre, y él le había pedido que cuidase la librería, y haciendo eso había pasado tiempo con ella y se había enamorado de la castaña de una forma que no pensaba que podía... que incluso le había querido mandar cartas de amistad para acompañarla en todo eso, pero como temía que Tsuna las descubriese, las había hecho anónimas.

Lo tuvo que interrumpir ahí, incapaz de dejar a su amigo en esa ignorancia.

—No, Enma... Haru estuvo enamorada de mí mucho tiempo, pero... nunca fuimos pareja. ¡Y mucho menos comprometernos!

Su amigo lo miró, primero al borde de las lágrimas, y después con felicidad pura escrita en todo su rostro. La conversación los había abstraído tanto, que no vieron a Gokudera acercarse por el jardín en el que estaban.

—¿¡Entonces, puedo cortejar a Haru?! – Tsuna no pudo ver la cara de Gokudera de palidez y dolor, pero Enma si -- ¿Estás bien?

—Preocúpate por ti mismo, cabeza de fósforo. Décimo, el noveno lo está buscando. Va a empezar la reunión.

Ambos saltaron y se dirigieron a la sala de reuniones. Gokudera se separó de ellos, y fue por donde estaban entrando los subordinados, y se paró al lado de Yamamoto. Podía ver a Hibari un poco más allá, poniendo toda la distancia que podía entre él y el resto de los guardianes, sobre todo de Lambo. No supo si escuchó la conversación, pero de todas formas no le importaba.

—Kozato también está interesado en Haru. ¿Qué te parece que hagamos?

—Gokudera... — la voz, normalmente jovial de Yamamoto, sonó seria – La reunión de estrategia me dejó en claro que no me voy a quedar tranquilo sin luchar. Así que, a partir de ahora, cuéntame como rival también.

El grito de Gokudera tapó el grito de quien anunciaba a los Perros de Caza, pero de todas formas, el reducido grupo entró, con Haru en la cabeza. Como la había instruido Ricquert, tenía un traje pantalón, y caminó hasta estar a una cierta distancia de los dos jefes Vongolas. Después ella primero, y sus pocos subordinados hincaron una rodilla en el suelo.

—Vinimos a presentarnos nuevamente, esta vez como Aliados de la Familia Vongola. Mi nombre es Miura Haru, y recibí el título de líder de los Chienz du Chaze de la Hiedra Roja. Y prometo, a partir de ahora, trabajar en conjunto con ustedes.

Tsuna supo entonces, que todo iba a cambiar a partir en ese momento. No entendía por qué ni cómo había resultado así, pero... Sabía que su relación con su mejor amiga nunca iba a volver a ser la misma. 

Pudo entrever la revolución que aquello significaría... pero quiso pensar que no sería tanto. 

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