Capítulo 38: Preparaciones del contraataque.

Por suerte, antes de cortar la comunicación, Blanca encontró al culpable. El lugar parecía simple: ellos lo conocían, lamentablemente. Era de donde Pierre los había salvado de convertirse en seres incluso más raros de lo que ya eran. Si no habían modificado nada, conocían el mapa del edificio.

Adelheid pide el mapa; mientras, les aclara a todos que tenían media hora para prepararse.

—Miura, ¿Puedo encargarte hacer un ataque frontal? – Haru asintió sin dudarlo – Large, Shitt-P, Aoba y yo iremos por la derecha. Yamamoto, Gokudera, Hibari, que vayan por la izquierda. Quiero que la mayoría hagamos este ataque. Vongolas, cuento con ustedes también. Sawada, tú, Julie y Mizuno se escabullirán por esta puerta – señaló una de las puertas traseras del edificio — y tratarán de sacar a Enma disimuladamente. Cuando ellos lo saquen, Skull, ¿puedes traerlo aquí, y avisarnos? –el motociclista empezó una larga perorata de ser capaz, de que se lo dejasen a él, pero rápidamente, la mujer retomó la palabra con frialdad — ¿Todos de acuerdo? Si quieres ayudar, Reborn, te pido que estés en el ataque frontal.

Inmediatamente, la gran mayoría asintió. Todos menos Tsuna, que no estaba seguro acerca de Haru. Temía por ella. ¿Realmente era lo suficientemente fuerte? Estaba hablando de los secuestradores de Enma. ¿Ella estaba como para sobrevivir a esa situación? ¿Estaría bien? ¿Y si se asustaba? Decidido, objetó.

—No. No estoy de acuerdo. ¿Estás segura de dejar a Haru a cargo de uno de los ataques?

Hubo un silencio tenso. Ella parecía incrédula. Adelheid se veía que realmente no tenía tiempo para esas cosas. Miró a Haru, invitándola a defenderse. Ella iba a hablar, pero Gokudera la tapó.

—¡Décimo, por favor no se preocupe por eso! ¡Yo voy a proteger a esa mujer estúpida así me cueste la vida!

Haru le dedico una mirada conflictuada, primero a Gokudera, y después a Hibari. Claramente estaba dudando. Por un lado, le dolía que dudasen de ella y de su famiglia al punto de directamente ignorarla, pero por el otro lado... aún querían protegerla. Aún se consideraban sus amigos. ¿Debía sentirse feliz o insultada? ¿Debía hablarlo, o sencillamente mantener perfil bajo, y definir en batalla si aún necesitaba ayuda? Sabía que Hibari la había "graduado", pero sentía que no estaba lista para esa graduación todavía...

¿Entonces qué debía hacer?

No era la única que estaba dándole vueltas al asunto en su cabeza. Hibari la vigilaba de reojo, sin saber si quería que se defendiese, o no. Y Yamamoto estaba viendo a uno y a otro, preguntándose por qué Hibari no se quejaba de tener que estar en un ataque grupal.

Todavía sin decidirse si estar feliz o indignada, Haru llamó a Ricquert, y le comunica lo que van a hacer. Él se ríe y le dice que podrían dejarlos solos: los ataques llamativos y difíciles de controlar eran la especialidad de los Chienz du Chaze.

Notando la nube de dudas que había en el ambiente, y todo el trabajo que todavía debía ser hecho, Adelheid decidió terminar ahí la reunión, y los Simone, junto con Skull se fueron.

En el momento en el que quedaron solos, los Vongola, menos Hibari, se abalanzaron sobre Haru.

—¿Cómo estás?

—¿Qué está pasando acá?

— ¿Heredera de los Chienz du Chaze? ¡¿ESTÁS LOCA?!

—¿Qué te pasó desde que nos separamos?

—¿Estás segura de que puedes hacerte cargo del ataque?

—¿¿De dónde conoces a los Simone??

—¿Qué haces acá?

—¿Por qué ellos sabían y nosotros no?

La avalancha de preguntas no se detenía. Estaba nerviosa. No pensaba encontrárselos ahí, hasta que Jacqueline se lo había dicho, yendo a buscarla. ¡Todavía no sabía cómo responder a la mitad de esas preguntas!

Sus ojos rápidamente se volvieron dos espirales. Notando que la habían sobrecargado, Tsuna tomó una rápida decisión.

—Estamos sobrecargándola. déjennos solos.

—¡¿HAHIIII?!

—¿E-Está seguro, décimo?

—Si, Gokudera. No se preocupen. Sigue siendo nuestra Haru Puedo notarlo en ella.

Todavía sin entender el verdadero motivo del recelo de sus guardianes, insistió, hasta que los dos restantes abandonaron la habitación, dejándolos solos. El corazón de Haru se disparó. No pensaba que eso terminaría así. Debía haber enviado a Jacqueline, ella tenía razón. ¿Debería llamarla? ¿Era muy tarde?

—Yo no me voy, herbívoro. Es sospechoso.

¡Y hablando de no esperado!

Ni Haru ni Tsuna esperaban que quien dijese sus quejas en voz altas, fuera Hibari. Sobre todo, que se quejase de separarse de un grupo. Se veía a simpe vista que no estaba cómodo con tanta gente.

—¿Hi-Hibari-san? ¿Sospechoso?

—Si. Es sospechoso que quieras quedarte a solas con ella. Sobre todo, porque si lo que la marean son preguntas, los otros pueden quedarse sin preguntar. No hay real necesidad de que se vayan, ¿no?

—Ja... Si me lo preguntas, Hibari-san, aquí el más sospechoso de todos eres tú. ¿Por qué te molesta que separe un grupo?

—Hump. No me molesta. Sólo me resulta extraño.

Tras "defenderse" de esa manera, Hibari optó por huir. Pero sabía que Haru estaba agradecida con él por intentarlo. Y eso al parecer, era suficiente para él. Se preguntaba, ¿qué la motivaría más para pelear? ¿La gratitud de ser protegida, la molestia por la ineptitud de sus amigos, o... lo que claramente le diría el herbívoro?

No quería que eso pasase. Temía que Haru quisiese irse con el herbívoro, y volviese a ser una herbívora ella. Si todo el trabajo de ambos se perdía... sería una enorme pérdida de tiempo.

Finalmente solos, Tsuna abrazó a Haru. Presa de un apuro que ella no entendía, y de una emoción que la ponía incómoda, le soltó todo un discurso, que llegaba más de seis meses tarde.

—¡Haru, me alegra tanto verte! ¡No te das una idea de lo mucho que te extrañamos todos en Namimori! Sobre todo, yo te extrañé – finalmente, separó su cabeza de la de ella (había juntado las mejillas de ambos al abrazarse). Veía sus ojos, casi desorbitados, y su cara de mezcla de emociones, pero lo interpretó de la forma equivocada, y decidió seguir – Me hiciste falta, Haru. Muchísima falta. Desde que te fuiste, me di cuenta de que te necesito a mi lado, Haru. Me equivoqué con Kyoko, te necesito a ti. Por favor, Haru, dame la oportunidad.

A ese punto, los Vongola dejaron de escuchar del otro lado de la puerta. Yamamoto se dejó caer por el pasillo, lejos, y Gokudera se fue hasta una ventana a fumar. Necesitaba nicotina en el cuerpo. Mucha. Yamamoto, que había pensado que renunciar a su idea de salir con Haru iba a ser más fácil de lo que le estaba resultando, quería sonreír y reírse de su propia idiotez.

Hibari no había estado escuchando, pero veía sus reacciones, y sabía que sus suposiciones eran correctas. Sin embargo... todo eso se sentía un poco... fuera de personaje para el pequeño herbívoro, ¿no era así? ¿O acaso lo conocían en absoluto?

Las emociones brotaban, se arremolinaban y salían de Haru a velocidades que ella no sabía que era posible. Tsuna le estaba diciendo que quería una oportunidad con ella. Tsuna le estaba pidiendo una oportunidad. TSUNA LE ESTABA PIDIENDO UNA OPORTUNIDAD. ¡¡¡TSUNA LE ESTABA PIDIENDOUNA OPORTUNIDAD!!!

¡¡¡TSUNA LE ESTABA PIDIENDO UNA OPORTUNIDAD POR SOBRE KYOKO!!!

...Tsuna le estaba pidiendo una oportunidad por sobre Kyoko...

Tsuna estaba pensando en dejar a Kyoko por otra, a sus espaldas, mientras uno de sus mejores amigos estaba secuestrado...

—Sencillamente... ¿en qué te convertiste?

No supo que le dijo eso hasta años después, su cabeza estaba muy difusa. Pero Tsuna si lo recordaría. Cada día de su vida a partir de ese segundo. Era la primera vez que veía una cara de conflictuado disgusto... no, más que disgusto, asco, de la castaña.

Ella sólo recordaba haberse dado vuelta, y salir del departamento. Mirar a Hibari, y preguntarle si la acompañaba o no, y que fueron al auto de Jacqueline juntos. No sabía nada más. Hibari y Jacqueline le comentaron, años después, que ella estuvo hablándoles todo el viaje que debía hablar con Kyoko, y que parecía muy pero muy indignada por algo, pero no importaba cuánto le insistieron, no les dijo con qué. Haru pensó por mucho tiempo que todo eso lo había pensado solamente, pero al parecer, su disgusto se había manifestado más fuerte de lo esperado.

El "Plan" de los Chienz era sencillo: ellos atacarían primero. Irían con todo desde el inicio, no darían tregua, y no esperarían a nadie. Que pareciera que los otros se acoplasen al trabajo de ellos, y así el enemigo no esperaría su colaboración.

Apenas obtuvieron permiso, salieron a atacar, casi ignorando las palabras de consejo de parte de Adelheid. Haru tampoco recordaba mucho de todo eso, porque al poco tiempo de entrar, uno de los seguidores del demente que los estaba atacando, la golpeó en la cara, y eso sólo empeoró el enojo que tenía, al punto que dejó de verlo todo. Conocía esas regresiones: exactamente así eran las que tenía en la primaria. Eran mucho, muchísimo más difíciles de producir y de controlar que las que tenía enfrentando a Hibari, e incluso más profunda que la había tenido en el hotel Suiza.

Haru había mejorado mucho. Cuando recibió el golpe, los Vongola ya estaban dentro del edificio, y lo vieron. Muchos se preocuparon cuando vieron el golpe recibido, pero entonces pasó algo que ninguno esperaba. Llamas empezaron a salir de Haru. De la misma Haru, no de piedras, como las solía tener Pierre. Y, al contrario que él, que dejaba salir todas sus llamas juntas, ella era mucho más... "ordenada", si esa era la palabra. Al recibir el golpe, una espesa llama de tormenta brotó del golpe, derritiendo la mano. Sus compañeros se quedaron viendo la escena, sorprendidos. Y aún más cuando el hombre no daba signos de dolor, miedo ni sorpresa.

Entonces notaron que era un robot (principalmente por los circuitos rotos). Después, envolvió su puño en llamas del trueno, destruyendo la zona pectoral del robot, y deteniendo su funcionamiento. Tras eso, se vio envuelta en pocos segundos en llamas del sol, y eliminó los moretones, mientras se lanzaba ciegamente enemigo por enemigo.

Habían llamado a Pierre la Hiedra Roja porque era como la mala hierba: estaba en todos lados, pero no duraba en ninguno, y cuando pensabas que por fin lo habías eliminado de una zona, ahí estaba de nuevo. Pero esa chica... Esa chica era más como un zorro: movimientos rápidos y fluidos, mientras esquivaba y mordía como si defendiese algo, como si te engañase a la vez.

Ricquert no veía ese estilo de pelea desde Rose. Sonrió, lagrimeando. Hasta que notó que Haru no podía volver a conciencia, ni si quería. Ella estaba en una especie de coma, producido por la sed de energía que le generaban las llamas. Empezó a dirigir la acometida desde ese momento, con susurros airados y señas frenéticas a Jean Jacques y Blanca, mientras temía por su nueva jefa. Iba a tener que hacerse cargo de entrenarla a partir de ese momento, así como había ayudado a los hermanos.

Mientras tanto, el dueño del lugar estaba lívido. Veía a sus obras maestras caer como moscas. O, mejor dicho, caer como habían caído sus aliados tanto tiempo antes. Escuchó atrás suyo una risa.

—¿No te dije yo que no iba a perder ella?

Cegado por el comentario de Enma, y suponiendo que ya debía matar él mismo a Haru de todas formas, tomó una pistola de su escritorio, y vació el cargador en Enma, que no podría esquivarlo, a menos que se rompiese ambos brazos.

Enma no lo esquivó, no podía. Entre su herida sangrando por uno de sus costados, y las cadenas no podía moverse.

Pero no necesitó tampoco.

El pequeño erizo salido de la nada fue su espinoso escudo. Y también, el anuncio de que habían llegado sus refuerzos.

Hibari entró en la habitación con su oscura majestad robando la atención del secuestrados con un ataque directo a la cara del hombre, mientras Tsuna congelaba las luces anti tri ni sette con su Punto Zero, y los subordinados de Enma lo soltaban, ahora si con facilidad y fuerza bruta, sin hacerle daño. Una vez que el pelirrojo se levantó, la mesa oficialmente estaba dada vuelta. El atacante había perdido.

La llegada de Haru, atravesando una de las paredes, marcó el inicio del primer enfrentamiento, de Hibari y el secuestrador. Pero también, marcó la primera vez que Tsuna y Enma veían a Haru pelear. Ella estaba rodeada de enemigos (y partes de enemigos), y seguía alternando entre sus llamas, destruyendo todo lo que la tocaba, absolutamente fuera de sí, con una especie de sonrisa en los labios.

Ambos sintieron un profundo escalofrío recorrerles la espalda. 

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