Capítulo 29: Dejar todo atrás y volver a empezar por segunda vez.

Ricquert la vio irse, ciertamente preocupado, pero imposibilitado de decirle nada. Porque ya llegaba tarde cuando decidió detenerse a chequearla, y porque sabía que insistir más sería empeorarlo todo. Siguió camino, en la dirección opuesta a la que ella iba. Al lado del centro comercial había una pequeña peluquería que tenía un pequeño y bonito cartel de "Cerrado". Entró de todas maneras.

Sonrió al ver ahí reunidos a Jacqueline, Bianca y Jean Jacques. Los dos últimos estaban tomados de la mano. Los tres lo miraron sin entusiasmo, más como si le reprocharan el llegar tarde que otra cosa.

—Entonces... ¿no quieren que la princesa sea la nueva líder?

Dijo, mientras tomaba una silla y se sentaba. Los demás asintieron, con seriedad.

—La niña no tiene la madera necesaria – opinó Jacqueline, acompañando sus palabras con un gesto de desprecio en su mano –. Y realmente no parece querer hacerlo. Y sobre todo... yo no voy a seguir las órdenes de nadie que no sea Pierre, ¿sabes?

La parejita asintió.

—No estoy seguro de que ella pueda hacerse cargo de todo. Y menos ahora...

Bianca sonaba legítimamente preocupada, al igual que novio.

—Además... ella es débil. No creo que pueda levantarse de esta.

Ricquert los escuchó a todos, y se acarició la barbilla. Pensaba seriamente en todo lo que le acababan de decir.

—Si, pero hay algo más... ¿qué es lo que más les molesta de ella?

Al procesarlo, Hibari se fue, haciéndole un gesto a Haru de despedida.

Su cabeza estaba repasando todo. El dragón en la capucha, el ataque de dos frentes diferentes. El dragón en esos tipejos, que atacaban en manada. El tío de Haru estaba muerto. El padre de Haru estaba muerto.

Claramente esa chica estaba en el ojo de algún ataque Y ella no lo sabía. ¿Por qué no lo sabría? Y más aún... ¿por qué alguien la atacaría... pero no a ella, sino a su familia? Claramente, no era para hacer enojar a Tsuna. Él apenas se había enterado. Y no tenía ningún sentido que matasen primero a Pierre y después a su cuñado si lo que querían era hacerlo enojar. Así que, claramente, el objetivo era Haru... pero ¿por qué?

Haru lo vio irse, y decide irse a su casa y dormir. Cuando llegó, Enma no estaba más. Le manda un mensaje de voz, diciéndole que estaba bien, que había estado con Ricquert, y se tiró a dormir, por primera vez en dos días. Su cuerpo no tardó en quedarse completamente inconsciente. Aunque unas horas después, la despertó el hambre. Recordándole que no había comido casi nada en todo el día. Así que tomó algo de lo que estaba hecho en el freezer, y lo descongeló, mirando las cartas que todavía estaban arriba de la mesada. Suspiró, y tomó la segunda.

Sabía que necesitaba hablar con alguien. Pero no quería llamar a Kyoko. Temía interrumpirla, o que se pusiera a hablarle de Tsuna. Por otro lado, I-Pin era muy pequeña, y Chrome no le respondía sus llamadas. Al mismo tiempo, no podía hablarles de problemas de mafia a sus compañeras de la escuela. No creía que entendieran primero, y si algo salía mal... o incluso si ellas sabían algo...

Ellas podían tener el mismo destino que Haru: verse envueltas en algo que les quitase el futuro.

Aparentemente, lo único que tenía era eso...

Pero de todas formas, no creía que la leyera nadie, porque la única que la llamaba así era su tío, y sólo muy pocas ocasiones. Pero podía ser divertido. Como... tener un diario. Eso era algo que no había tenido en años.

Así que le escribió, a ese "amigo" suyo. Le contó que temía no ser buena en nada. Le contó que la vida de otras personas le cortaron su futuro. Que ella lo había empeorado con decisiones que había tomado sin darse cuenta, y que ahora no sabía qué hacer.

Cuando su horno microondas le anunció que su comida estaba lista, la sobresaltó, porque se había enrededado en lo que le daba miedo. ¿A qué le temía más? ¿A no estar a la altura? ¿A la altura de qué? ¿De no conseguir sus objetivos?

Pero, más que nada...

—Dijo que vino a Francia a ser "libre", ¿no? ¿Pero qué significa eso para ella?

De pronto estalló Blanca. Eso puso en silencio a todos los demás, que asintieron.

—Creo que Blanca por fin llegó al fondo de todo... ¿qué quiere esa niña? ¿Por qué vino a Francia? "ser libre" no es una respuesta. Necesito saber qué quiere ella. De verdad.

Asintió Jacqueline, haciendo sonreír a Ricquert. Por fin, la solución estaba a la vista. Y, teóricamente a su alcance.

Abrió la boca para decirlo en voz alta, pero entonces se dio cuenta de algo.

No lo sabía. Ella no tenía idea de qué quería ahora. ¿Qué objetivos? Miró el pedazo de papel estirado en su mesa por un tiempo que le pareció eterno. Por fin, terminó de comer, y volvió a dejarse caer en la cama, hasta que su despertador sonó el día siguiente.

Seguía sin querer pensar. Iba a emborracharse, pero recordar las palabras de Yamamoto la detuvieron. Miró el papel en la mesa. Se preguntó qué debería hacer. Suspiró, lo dobló y lo dejó en el buzón delantero de la casa, como la carta lo pedía. Y decidió ir a la Universidad.

Era un lunes radiante. Y pensar en otras cosas, quizás la ayudarían a no pensar en... su tío... y su padre... quizás la ayudase...

Suspiró, perdiendo cada vez más la fe. En la puerta del edificio, respiró profundo y se decidió a que iría dentro, pero al más mínimo cambio, al sentirse peor, se volvería a su casa, y vería series, y se dejaría caer hasta la depresión... o algo así.

Se llevó a sí misma hasta su primera clase del día, "Introducción al Diseño visual", y trató de concentrarse en lo que el profesor explicaba. No le fue difícil. Porque ese día, el hombre de casi tres metros, había tenido un horrible día, debido a que nadie hacía ropa de su talla, y debía vestirse con ropa para obesos. Así que decidió darles una rápida clase de diseño de ropa.

Sus ojos nunca habían pensado que verían las maravillas que vieron ese día. Historia de la moda, cómo hacer patrones y miles de pequeños datos que no sabrías a menos que hubieses trabajado en la agencia se manifestaron frente a sus ojos.

Y se dio cuenta... o, mejor dicho, por fin recordó: un mundo antes de Tsuna, haciendo todos los disfraces desde cero para las obras escolares. Yendo a las casas de sus compañeras, a ayudarlas a elegir ropas para sus citas, o diseñarlas desde cero, si tenían tiempo. Se había olvidado de lo divertido que era todo eso.

Una punzada en el pecho se sintió al bajar la vista para tomar notas, y su carpeta (que había elegida blanca de puntos rojos como un pequeño guiño al logo que su tío usaba en todos lados), y recordar la realidad: ella era de la mafia. No podía dedicarse a eso...

Pero su tío se había dedicado a ser escritorio. ¡E incluso Tsuna había debido ir a la universidad para aprender una carrera!

Debería tener una doble vida. Lo entendía. Pero... ¿quizás si pudiera?

El profesor, harto al parecer, revisó la hora, y les anunció que se había terminado la clase. Que se iría a quejar en las tiendas que había revisado. Así que ella fue a pasear por los pasillos, dándose cuenta de que tenía tiempo libre hasta la siguiente clase.

Mientras paseaba, vio un cartel de los clubes. Al parecer, el club de tae-kwon-do estaba solicitando gente. Y se le ocurrió una idea idiota. Se fue de la universidad, y corrió hasta donde, el día anterior, la habían emboscado. Por supuesto, que no entró por ese lugar de nuevo (la sola idea la asustaba), pero logró dar un rodeo, y encontrar la calle grande con la que conectaba. La siguió por un tiempo, y de repente: ¡Bingo!

Al ver a su objetivo, corrió hasta donde estaba. Llegó con él sin aire. Le sonrió a su cara fría y le preguntó qué tal el día. Al notar que él no quería hablar, asintió a su pedido silencioso, y le dijo.

—¡Necesito que me entrenes! ¡A este paso no voy a poder lograrlo!

Eso sí que sorprendió a Hibari.

—¿Lograr qué?

—Hacerme más fuerte. Necesito hacerme más fuerte para poder soportarlo – él iba a decir que esa no era motivación suficiente para soportar entrenar con él, cuando ella siguió – Si no puedo proteger a nadie, y todos se van a morir como mi tío y mi papá... no voy a poder soportarlo. Realmente no voy a poder aceptarlo. Voy a hacer lo que deba. Pero... ¡Si no me puedo parar ahora, no voy a poder hacerlo nunca!

Él suspiró. No quería mentirle, así que iría directo al punto.

—Mira. No soy un maestro. Y NO me gusta estar con gente. Los grupos son algo que me desagradan, por eso sigo en esta ciudad y no me fui con el resto – vio cómo la cara de ella perdía brillo y fuerza. Supuso que había requerido toda su fuerza de voluntad para hacerle el pedido. Y él lo entendía, darse cuenta de las debilidades de uno era algo muy delicado – Pero tu tío me mostró algo que nunca había visto. Y puedo ver que tú también lo tienes. Él se veía como una bestia al pelear. Y tú también. Podías pelear dormida. Yo voy a hacer lo más posible para sacar ese lado de ti. Lo demás no me importa demasiado. Si puedes lograr lo que quieres o no, dependerá de ti.

Ella asintió, sintiendo de verdad lo sola que estaba. Recibió una llamada, y tuvo que ir a las oficinas gubernamentales para declarar por la muerte de su padre. Se sentía deprimida, pero se daba cuenta por fin, del peso de las palabras de Yamamoto.

Ella estaba sola... pero ellos le habían hecho un camino, y la cuidaban. Ella sabía que la cuidaban.

Así que debía hacer el camino frente a ella lo más bonito posible. No le habían quitado todo el futuro. Pero le habían dejado sólo uno, protegiéndolo hasta la muerte.

Si ella no pensaba, si no decidía un camino para ella, entonces... todo terminaba en eso. Y la vida de su tío, de su padre y de su madre, se perdían. Para siempre. 

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