Capítulo 27: Sed intensa (Parte 3/3)
El morocho tuvo que hacerle una seña a su jefe, y salir del café del hotel donde estaban almorzando, para poder seguir la conversación que su amigo italiano necesitaba tener. Se encerró en su habitación, y escuchó de Gokudera todo el encuentro. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que podía lastimarlo enamorarse de alguien.
Las palabras realmente herían a Yamamoto Takeshi, que se terminó tirando boca abajo en su cama, para que no se escuchase por el teléfono que lloraba. Entendía el punto de Gokudera. Haru había estado claramente fuera de sí. Y entendía. Con lo de su tío...
Pero igual... envidiaba y se apiadaba de Gokudera a la vez. Quería haber estado con Haru, por supuesto... pero no como había estado su amigo. Eso sonaba peor que ser el chico de rebote.
No entendía qué le pasaba a Haru. Una vez que estuvo seguro de que podría hablar, le prometió a Gokudera que averiguaría qué pasaba, pero que estuviese tranquilo, que más parecía al revés, que Haru se había aprovechado de él. Que no la perdiese de vista, y que lo llamaba más tarde.
Así que llamó a la persona que creía que conocía mejor que nadie a Haru.
—Residencia Sasagawa...
—Oh, ¿Hola Kyoko? Necesito hablar contigo.
Charlaron por varios minutos. Una idea se empezó a formar en la cabeza de Yamamoto. La charla con Kyoko fue más o menos como él esperaba. Así que era posible que Haru...
Se despidió un poco atolondradamente de Kyoko, apero ella logró retenerlo unos segundos más, sólo para decirle.
—Oye, Yamamoto... si hay algo que pueda hacer para ayudar a Haru... lo que sea... sólo llámame. Haré todo lo que esté en mi poder para ayudarla. TODO.
Él asintió, y logró terminar la conversación. Le gustaba que Kyoko sonase genuina. Él sabía que ella apreciaba su amistad con Haru después de todo. Tras eso, llamó a la hermana de Gokudera. No había hablado nunca demasiado con ella, pero confiaba en ella. Parecía una mujer que entendía a los demás. Y los había ayudado mucho en distintas situaciones.
—¿Sí?
— Hola... ¿Hermana de Gokudera?
Sabía que no era lo mejor, pero sabía que preguntando así, las presentaciones serían más cortas. Ella en seguida entendió.
—¡Oh! Tú eres el amiguito de Hayato... El beisbolista.
—Si, así es... necesito su ayuda con algo... Una amiga mía está empezando a desesperarse... ¿cree que alguien podría... tener relaciones con otras personas por desesperación?
Hubo un par de preguntas antes de la respuesta afirmativa de parte de la mujer. Por supuesto, le aclaró que dependía de persona a persona. Dependía de desesperación a desesperación. Y, sobre todo, dependía de capacidad a capacidad. Porque conocía mujeres que de seguro lo intentarían, pero no podrían lograrlo. Pero lo más importante que le dijo, y lo que más asustó a Yamamoto fue:
—Depende de mujer a mujer, pero no hay nada que una persona realmente desesperada no le dé a su locura. Porque... si no lo llevan al extremo... muchos temen que todo lo anterior se haya desperdiciado.
—Gracias. Debo correr ahora.
No la dejó entretenerlo por más tiempo, cortó y se fue corriendo adonde Gokudera le había dicho. No le dejó ninguna excusa a nadie, pero Tsuna no lo vio, y Reborn no lo necesitaba.
Una vez llegó a la plaza que su amigo le dijo, abrió el GPS de su teléfono. Estaba seguro de qué buscaba: según Gokudera, Haru olía a alcohol. Empezó a buscar en todas las tiendas. Como los nombres estaban todos en francés, él no podía saber qué tienda era qué... pero supo cuándo tenía que dejar de buscar. Encontró una tienda que tenía un perro blanco de tres cabezas con una especie de flor roja en el centro. Lo recordaba de su reunión con los demás jefes del día anterior. Sabía que tenía que ver con Pierre. Así que se dirigió ahí sin pensarlo demasiado.
Le sorprendió encontrar ahí una librería con un cartel que él supuso decía "cerrado". Y que, aun así, en el mostrador había una chica. Era una chica bonita. Tenía unos hermosos ojos chocolate, el pelo negro, apenas pasando los hombros, ondulado. Ella estaba encorvada, con los ojos hinchados y ojeras muy importantes debajo de los ojos. Y su estilo de vestimenta había cambiado a un punto de no reconocerla. Pero, en el momento en el que él tocó el vidrio para llamarle la atención, él reconoció a Haru en esa chica. No tanto por el "HAHI!" que no logró escuchar de ese lado del vidrio, sino porque encontró los ojos de esa chica. Y sólo Haru tenía ojos tan puros. Sólo ella. Yamamoto se encontró sonriendo sin siquiera quererlo.
—Yo, Haru. Seguro que pasó mucho tiempo.
Ella murmuró algo del otro lado. Él supuso que su nombre. De nuevo, no podía escuchar nada de lo que pasaba dentro de la librería. Le hace una seña de que abriese la puerta, y ella fue a hacerlo. Se saludaron, sin poder creer lo que veían. Ella no podía creer que lo encontraría usando un conjunto tan occidental pero tan casual. Siempre que se lo cruzaba solía estar usando conjuntos muy japoneses. Él sencillamente no podía creer que ella era la misma Haru que se había ido de Namimori... hasta que entendió que, posiblemente, ella no lo era. Seguramente había crecido. Era obvio que cambiaría
– Primero que nada... mis condolencias, Haru. Realmente... no puedo imaginar por lo que estás pasando ahora – pudo ver cómo los ojos de ella perdían mucha de la luz que los caracterizaban. Pero él siguió – Pero... Quiero que charlemos un poco. ¿Por qué no vamos por ahí? ¿Conoces algo divertido para hacer por esta zona?
Ella accedió, le pidió que la disculpase, y subió a cambiarse. Bajó con un conjunto que, si bien era extraño verla así, se sentía natural. Ella tenía una pollera-pantalón parecida a la que usaban las tenistas, que era amarilla y negra, y una remera pegada al cuerpo, que tenía las palabras "wild legend" bordadas en dorado en su espalda. No era un conjunto femenino tradicional. Pero le quedaba demasiado bien. Más que aquel vestidito delicado que usaba en Namimori.
Ella lo llevó al centro comercial más grande de Troyes, y decidieron inmediatamente ir a los juegos. A Yamamoto en seguida le llamó la atención la carencia de juegos de grúa que había. Sin embargo, había muchos de esas máquinas de arcade viejos. Así que se pusieron a jugar a uno de pelea. Un clásico.
Ella eligió una de las chicas, y él eligió uno de los tipos musculosos con pinta de fuertes.
—Oh, ese personaje se parece a ti – le comentó como al pasar – es linda.
Ella sonrió, y él tomó nota. Mientras jugaban, él aprovechó para hacerle varias preguntas, como ¿qué había estado haciendo todo ese tiempo? ¿Cómo le iba con la universidad? ¿Tenía amigos? ¿Se había mantenido en contacto con alguien de Namimori?
En seguida notó que las reacciones de ella se revelaban profundamente en su cara, y en su forma de jugar. Las preguntas sobre las materias de la universidad eran seguidas de ella explicándole aquello de los profesores que más le gustaba o molestaba. Pero cualquier pregunta relacionada a amigos, tanto de Troyes como de Namimori, hacían que ella jugase mucho más agresivamente, y también, que su expresión también se ensombreciera significativamente.
Sin importar a qué jugasen, era lo mismo una y otra y otra vez.
Después de cerca de una hora de hacer lo mismo, ella se veía casi ida por completo. Eso marcó la línea que Yamamoto no querría cruzar bajo ningún concepto.
Un poco avergonzado, le tomó la mano, y ambos se quedaron viendo a los ojos.
—Haru... no quiero sonar denso. Pero quiero decirte esto como amigo. Porque realmente te quiero. Sé que todo esto es duro. Sé que es incluso peor de lo que yo creo que es. Pero no puedes ir por la vida tratando de no pensar. Eso es huir.
— ¿Y qué tiene de malo huir?
Ella sonaba un poco molesta, pero no como para faltarle el respeto. El suspiró.
—Que, si sólo huyes, una vez que vuelves... el dolor sigue ahí. Y va a seguir estando hasta que lo enfrentes. El miedo, y el dolor no se van a ir. Lamentablemente.
Dijo lo último con una sonrisa Ella lo miró. Pequeñas lágrimas se formaron en sus ojos. Él pensaba en el descubrimiento de que su padre se había muerto en el futuro. Desde ese momento, en el que había entendido el verdadero miedo, el verdadero problema de estar "jugando", a la mafia. Suponía que Haru estaba pasando por eso.
Haru se lo podía ver en la cara. Porque no se lo habían ocultado. Sin embargo las situaciones, según lo veía ella, eran completamente diferentes.
Para ella, nada de todo era un juego. Nunca había sido un juego.
Ella se había ido para reinventarse, para alejase de la mafia para siempre.
Y lo único que había logrado, era descubrir que jamás sería libre de nada de eso. Seguiría atada a la mafia, y a Vongola por el resto de su vida. A Vongola... y a un Tsuna que no la amaba.
Esos pensamientos, que la superaban y la abrumaban... quería escapar de eso. Se giró a Yamamoto. ¿Sería mucho intentarlo con él? Aunque fuese un rato...
Él lo notó. Algo alrededor de Haru cambió. De repente se veía más... sexy. Nada de ella había cambiado. Sólo el aire a su alrededor. Supuso de qué se trataba. Sabía que debía irse. Se levantó y le sonrió. No podía culparla. No cuando sabía lo aterrorizado que había estado de la mera idea de perder a su padre. Pero tampoco quería dejarla así. Quería explicarle. Respiró profundo, porque no quería decirle lo que le iba a decir. Pero, si ella no abría los ojos, podía causar mucho daño.
—¿Sabes? Gokudera me llamó hace un rato... — la cara de ella perdió todo el color, y su alrededor dejó de ser tan sexy – me llamó llorando. Dice que cree que abusó de ti, y de tu dolor. Pero... yo creo que es al revés. Lo convenciste de algo que él no haría normalmente. No voy a decir que él no dio su permiso y su consentimiento. Porque sé que dio su permiso. Pero voy a decir esto: no creo que encontrarte, acostarte con alguien y después sentirte incluso peor sea sano. Por favor, Haru... Ten en cuenta eso. Ten en cuenta que sólo lo sano te va a sacar ese dolor de encima. Todo lo demás lo va a esconder. Pero cuando dejes de hacerlo, vas a volver a ver lo que te duele. Y todavía más. Porque vas a ver lo que te avergüenza.
La dejó pensando en eso, mientras se iba, recibiendo un mensaje de Tsuna de que dejarían Troyes en media hora, y se irían finalmente a Italia, a la mansión Vongola.
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