Capítulo 25: Sed intensa (parte 1/3)

Era de día. Él podía verlo, incluso desde el reducido espacio en el que se encontraba. Escuchó un par de pasos frente a él, y se giró a ver al bebé que lo veía desde el otro lado de la puerta de rejas de su prisión. Parecía eternamente preocupado, incluso a través de su casco de motociclista.

Quiso sonreírle, pero el reflejo del visor espejado pudo ver lo patético que resultó, así que lo dejó estar. Skull, el ex-arcobaleno inmortal, lo miraba preocupado.

— ¿Estás bien, Enma? Ninguno te hizo daño, ¿no es así, chico?

Él negó, lo repensó, y volvió a negar. No estaba bien, pero nadie le había hecho daño... a él. El doble de acción debió suponerlo, porque se sumió en un incómodo silencio, y bajó la vista. Esa situación se mantuvo por un tiempo. Hasta que finalmente, el bebé decidió hacer a lo que había ido. Lo primero, fue dejar su casco a un lado. Lo segundo, fue arrodillarse, y lo tercero, inclinarse hasta que su frente tocase el piso. Enma estaba totalmente incrédulo ante lo que veía. ¿Ese... era Skull, cierto? ¿El orgulloso Skull?

—O...Oye...

— ¡Mis más sinceras disculpas, Enma! ¡Si tan sólo... si tan sólo hubiese sabido...!! – Comenzó a temblar así, hecho una bolita, bajando la cabeza, y pretendiendo que no estaba llorando lo mucho que lo hacía — ¡Si hubiese sabido que eras cercano a Pierre Blanche jamás hubiese consentido el plan! Lo juro por mi vida y mi nombre. Supe desde el inicio que seríamos usados para eliminar a los Chienz du Chaze; ¡pero jamás me importó mientras pudiese cumplir mis propios objetivos! Incluso si no es suficiente, usaré esta vida inmortal mía para poder compensarte.

Hubo otro silencio. Enma debía digerir lo que acababa de ver y escuchar. Y aunque no quería volver a llorar, (que era a lo que se había dedicado toda la noche), terminó llorando otra vez. Pero eran lágrimas semiamargas. Porque el recordatorio del falle... del asesinato de Pierre era doloroso, pero que Skull, el bebé orgulloso que ni siquiera había querido pedirle ayuda para liberarse de su maldición, se inclinase frente a él, para pedirle perdón, le decía lo muy sinceras que eran esas disculpas. Skull era un buen amigo. Él sabía que era cierto: si hubiese sabido, jamás hubiese consentido el ataque.

Pero... ya era tarde para decirlo.

—Está bien, Skull, te creo. Pero... creo que deberías dejar de buscarle la guerra a Vongola. O tu familia estará en riesgo... o te podría tocar eliminarme.

Nuevamente, otro silencio. Uno tenso. Enma se dio cuenta tarde de lo que había dicho, pero trató de enmendarlo de todas formas. Sólo resultó en su amigo bebé levantando la cara y asintiendo.

—Lo sé. Lo hablé con mi jefe. Esa era la última oportunidad. Y fallamos. Hay negocios más redituables, y hay que aprovecharlos, antes que ellos nos ganen de mano. Pero dime... ¿tú estás bien? – Enma negó, sonriendo – Me sorprendí cuando te encontramos. Agradezco el maldito sempai hubiese estado ahí, para variar. Si no te hubiésemos traído, posiblemente estarías muerto, Enma... ¿qué pasó ahí?

— Me adelanté, porque quería evitar que Pierre entrase en ninguna trampa... y resulta que justo llegué demasiado tarde. Llegué a ver el momento justo en el que él caía. Y el culpable me tiró una granada a la cara. Recuerdo haberla desviado, pero eso es lo último. Dime, ¿Tienes lo que te pedí?

Skull asintió, y le tendió una serie de papeles.

—Esto es todo lo que pude reunir del contacto, y de la organización que lo respalda. Pero... es extraño.

Enma no quería creer a sus ojos cuando lo vio. Miró a Skull, para encontrarse con su mirada, más seria que nunca. Ni siquiera le salía preguntarle si eso era una broma, pero era claro que no lo era. O por lo menos, que Skull no pensaba que lo fuera.

— Yo también pienso que se trata de un error. Después de todo, los Dragones Affemes tendrían que estar muertos hace años. Así que no sé cómo logró comunicarse a través de sus medios. Pero algo es seguro, niño... Esa persona nos vendió todo lo que necesitábamos para el asalto. La ubicación, los pases, las trampas y las armas. Fue a un precio básicamente regalado, y sé que era porque él esperaba que la mayoría de los Calcassa murieran. No estaba tan equivocado, después de todo... Pero mi punto es... ese tipo era muy serio con lo de lograr matar a su objetivo. Por favor, tengan cuidado a partir de ahora, ¿sí? Tú y tu adorable noviecita.

Le abrió la puerta al ruborizado Enma que trataba de dar explicaciones. Se miraron unos segundos. Él parecía emocionado.

—Skull... ¿estás seguro de esto?

—Si, si, déjalo en mis manos. Yo soy inmortal. No quiero que los demás vengan a este lugar y se desate una lucha ahora. Ni ustedes ni nosotros estamos para eso. Incluso el jefe lo entenderá.

Enma le agradeció de nuevo, apretó los papeles contra sí, activó sus llamas de tierra y salió disparado lo más rápido posible. Le había sorprendido que no le sacasen sus armas, pero si Skull lo había estado protegiendo ese tiempo, tenía sentido ahora.

Le mandó un mensaje a su familia, viendo que tenía miles de llamadas perdidas, y fue a ver a Haru. Si a él le dolía, ella debía estar absolutamente destrozada.

O eso quería hacer, porque al final, los mensajes de su familia, de que estabas preocupados, y demás casi le sobrecargan el teléfono. Debió frenar a llamarlos primero, y explicarles por qué se había desaparecido, y que había estado haciendo. Ninguno de sus subordinados podía creerlo. En seguida quisieron declararle la guerra al hombre, pero él los detuvo. Les dijo que lo mejor era contar con un plan. Y después de eso, los dejó. Ya estaba cerca de la librería, y eso significaba que Haru lo podría ver. No quería que lo hiciera estando él listo para la batalla.

Se acercó lentamente. La pudo ver, apoyada contra una de las ventanas, con un papel en la mano. Tenía la mirada totalmente perdida. Se le rompió un poco más el corazón, al verla así. Las lágrimas se le escapaban de los ojos, y ella ni siquiera parecía darse cuenta. Pero ni bien entró al perímetro del edificio, ella volvió en sí, y lo miró. Tardó unos segundos, pero lo reconoció. Se sonrieron, felices y dolidos, como hermanos por el dolor.

Ella le hizo señas de que la esperase, y él pudo ver cómo desaparecía, cerrando la ventana. Después de un tiempo, apagaba las luces, y finalmente aparecía por la librería.

Se encuentran abajo. De cerca, ambos podían ver lo mal que estaba el otro: ojeroso, con los ojos y la punta de la nariz roja. Ambos tenían los restos de llanto por toda la cara, y él todavía usaba su ropa sucia del día anterior.

—Necesito tu ayuda, Enma.

—Claro, Haru, con lo que quieras – le respondió él, antes de darse cuenta de las implicaciones — ¿Qué necesitas?

—Quiero emborracharme – le confesó ella, con los ojos brillando – No puedo soportar más estos pensamientos. Sé que no es una buena idea, pero... Si me voy a dormir voy a soñar horribles. Si me quedo despierta, voy a sentirme horrible. Por favor... necesito sacarme todo esto de encima por un rato. Es... demasiado para mí. Lo siento.

Él negó. La entendía. Aunque le parecía una mala idea. Aceptó. Pero le preguntó antes de iniciar toda esa mala idea.

—¿Por qué yo?

—¿No es obvio? Porque confío en ti. Si me voy a emborrachar, me pondré muy vulnerable. Necesito que estés a mi lado si eso pasa.

El corazón de Enma se saltó un latido. Esas palabras significaron tanto para él, que no se había dado cuenta de lo mucho que las deseaba hasta que las había escuchado. Asintió, feliz. Feliz y confiado de poder hacer ese trabajo. Porque se lo pedía ella.

Así que se dirigieron a un bar. Había pocos abiertos a esa hora, así que terminaron comprando bebida alcohólica de un muy sorprendido encargado de supermercado, y fueron al departamento. Ya que ahí no era necesario que ninguno de los dos guardase al otro, Haru puso dos vasos, y comenzaron a beber los licores que habían comprado. A los dos les gustaba lo dulce, así que habían decidido comprar tres botellas de bebidas dulces. Chocaron los vasos, y probaron la bebida. El olor era dulce y cargado, así que Haru tomó el pequeño vaso que se había servido de un golpe. El objetivo era emborracharse, así que no tenía sentido que tomase despacio y con cuidado, ¿no?

Enma optó por tomarlo de a sorbitos. Cuando terminó el suyo, Haru a llevaba tres. Porque el sabor era dulce, y el alcohol no se sentía. Era como beber un jugo espeso.

Se miraron, sonrientes. Y ella lo supo de inmediato: Enma estaba borracho. Él no podía mantenerse derecho sentado en la silla, tenía una sonrisa idiota en sus labios, y sus ojos miraban como si no viesen nada. Cada tanto, él soltaba unas risitas.

Ella se empezó a reír a carcajadas.

—¿¡En serio, Enma?! ¿Un sólo vaso?

Decidió tomar de la botella. La verdad, era que lo envidiaba. Ciertamente lo podía ver mucho más relajado que hasta recién. Él la miraba empinar la botella, y se reía, pero estaba un poco preocupado, así que trató de sacársela.

—NNNNNNno, Haruuuu... te farei dañoooo...

Las risas se le atragantaron con el líquido a Haru en la garganta por escuchar ese francés-japonés-italiano que Enma le había soltado, y tuvo que apartarse la botella de los labios. Pero no vio que Enma quería hacer lo mismo, ni él que ella se había apartado la botella, así que la misma, junto con uno de los vasos terminaron en el piso. Se pidieron disculpas, y él se dejó caer, para intentar agarrar la botella y el vaso. Ella entonces notó lo mal que él estaba. Así que con un suspiro, lo tomó, se pasó uno de los brazos de él por los hombros, y lo cargó.

Él se dejó llevar dócilmente hasta la habitación más cercana, (donde él se había estado quedando mientras cuidaba la tienda), y cuando ella lo soltó al lado de la cama, entendiendo, se dejó caer riendo de espaldas contra el colchón, y le tomó la mano a Haru. Ella lo miró algo sorprendida, pero sonriente también.

—¿Sabes Haru? Hic. Tenías rashón. No me acuerdo del dolor ahorra... todo... se siente... tan libre... que pareshshshse un sueño.

Ella sonrió, mientras algo en ella se quejaba. Otra parte de sus pensamientos estaba repasando formas de quitarse ese pesar de encima. Se sentó en el costado de la cama, mientras miraba a Enma mirarla, y pensaba. ¿Qué otras formas conocía? No era que hubiese investigado el asunto, porque se supone que ir a Francia era una forma de sacarse el dolor. Y hasta ese momento, había podido reprimirlo completamente. ¿Debería irse de ahí? Quizás tuviese sentido. ¿Qué haría ahora que no estaba su tío?

De repente, la mano de Enma llegó a sus muslos, y ella soltó un gritito, tomada en un descuido.

—Haru... ey... sé que no debería, pero te amo.

Ella lo miró, sin entender. Trató de ordenar la información en su cabeza, pero no pudo.

—¿Qué?

— Sé que eres la novia de Tsuna. Pero... no lo puedo evitar, ¿sabes? Te amo. Si pudiese, me encantaría hacerte mi esposa. Que seas mía para siempre... ¿Sabes? Pierre incluso dijo que si tú decías que si él estaría feliz.

Ella quedó helada. Y de repente, recordó una película que nunca le había gustado, porque estaba en contra de su mensaje. Y miles de canciones que decían lo mismo.

Todo su cuerpo tembló ante la idea.

Pero... si no era en ese momento, y con Enma ¿cuándo y con quién sería? Él estaba confesándose. ¿No era lo correcto?

De repente, algo que ella no pudo controlar a tiempo, movió su mano y sus labios antes de que fuese muy tarde para arrepentirse. Puso la mano de él bajo su pollera, y lo besó con insistencia.

—Enma... quiero que tomes mi virginidad – al ver que él tardaba en responder, amenazó –Si me amas, debes hacerlo. 

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