Capítulo 19: Reunión editorial
La suite, que ocupaba casi todo el piso, tenía una de sus paredes íntegramente cubiertas por ventanales inmaculados. Desde ahí, Haru podía ver la luz del sol de media mañana iluminándolo todo. Ginebra se extendía a sus pies como si fuese una hermosa y muy detallada alfombra.
A sus pies, una alfombra de verdad le hacía saber que eso era sólo una comparación metafórica. Lo único que podía llegar a impedirle una vista perfecta, era el sillón Voltaire blanco de tres piezas que estaba apoyado en el ventanal. Asus lados, dos sillones, también Voltaire y también blancos daban un ambiente tranquilo y donde claramente se podría usar esa mesa ratona blanca y adornada con dorado para tomar algo y relajarse.
¡Como si pudiera, con ese piano de cola, también blanco, a pocos pasos de los sillones! ¡O el bar, que sólo vio corriendo al piano, que estaba en su espalda! ¡O las puertas! Que por supuesto, fue a abrir inmediatamente. Una llevaba a una habitación con una cama matrimonial, y un walk-in closet, con baño privado, y la otra llevaba a una habitación con baño privado, armario empotrado, dos camas gemelas individuales, y el micro escritorio más pequeño, blanco y elegante que Haru había visto en su vida.
Ambas habitaciones, sin embargo, coincidían en el hermoso ventanal que daba a una especie de lago gigante que Haru no sabía qué era, y en que tenían luces a las que podía regular el brillo y color (que era la primera vez que veía también) y que cada habitación podía ajustarle la temperatura como quisiera, con dos sistemas de medición, (Fahrenheit y Celsius) Mientras miraba todo, como si estuviese en un sueño, notó las rosas blancas dejadas en el piano blanco, (posiblemente por el personal de limpieza), y no pudo evitar sonreír, estaba encantada y aterrada.
Hasta que escuchó la puerta abrirse atrás de ella.
Helada, se giró recordando que todo eso era posiblemente pagado por la mafia, y todos sus miedos de media hora antes, pensando en que, tal vez, era alguien para deshacerse de su tío.
Pero no, de hecho, sólo era su tío, que reaccionó igual que ella ante el excesivo lujo de toda la habitación. Lo primero que vio, fue a ella, y le sonrió yendo a abrazarla. Pero mientras estaba en eso, vio el piano detrás de ella. Y después los sillones, y después el bar. Y por último, entendiendo cómo se sentía, ella le señaló en silencio las habitaciones. Cuando volvió, él la miró consternado y le dijo con duda.
—Cometieron un error al asignarnos esta habitación... ¿verdad?
Ambos se sentían así. Lo cierto, era que parecía así sin dudas.
Así que bajaron ambos juntos para reclamar. En la recepción, se encontraron con lo que parecía un tomate con cuerpo y bien vestido: así de rojo estaba Enma Kozato de hablarle a las recepcionistas. Apenas balbuceaba algunas pocas sílabas incoherentes, pero sólo con eso se notaba que estaba seriamente tratando de comunicar algo en inglés. La sola escena era suficiente para robarle carcajadas a Pierre, pero la cara de ternura infinita de su sobrina y la recepcionista hizo que toda esa risa desapareciera. ¿Podía ser que.... Enma había aprendido que su mejor punto era la ternura? Luego le vio la cara al niño, y se dio cuenta que no: él trataba de comunicarse en inglés, para quejarse de algo, pero no podía pronunciar correctamente nada. Ahí le volvieron las risas y no dudó en pronunciarlas, apoyando una mano en el hombro del pelirrojo.
—Yeah, actually... we had the same issue: our rooms are probably wrong. Can you check please, sweetheart?
Si sus problemas pronunciando inglés lo habían puesto rojo, la solvencia de Pierre lo relajó inmediatamente. Le dedicó una tímida sonrisa, hasta que vio a Haru y su cara volvió a ser tanto o más bordó que antes.
—T-te queda bien el corte...
O por lo menos, eso quiso decirle, pero enredado con las palabras y las emociones como estaba, sólo terminó mordiéndose la lengua. Pero, (y para aprobación a regañadientes de Pierre), eso logró que Haru se acercase más y lo calmase con mucha más ternura que su primer comentario hubiese logrado. Para envidia del hombre de pelo negro y patillas rizadas que observaba toda la escena desde una puerta de ascensor que lentamente se abría.
Reborn pensó seriamente interrumpir la escena, motivado únicamente por los celos, pero repentinamente, el recuerdo del hombre que lo había abordado en el aeropuerto y había reducido a toda la Décima generación a rehenes estaba demasiado presente en su memoria, así que decidió sólo subir a las habitaciones antes de siquiera registrarse. La amenaza era estricta y él sabía que los perros de caza estaban lo suficientemente locos como para cumplir con la promesa de torturar a I-Pin si ellos le hablaban a Haru antes de la reunión.
Esperaba no encontrarla de nuevo.
No podía contar con que, justo en ese momento, un ignorante Tsuna, salía de las puertas del ascensor y sus ojos reconocían a Enma. Por supuesto, lo primero que pensó fue en hablarle. Tardó en notar que su amigo no estaba hablando con un miembro de los Simone, o por lo menos, no unos que él conociera: estaba hablando con una chica de aparentemente su edad y dos ancianos. Ella tenía un pelo negro brillante, y un conjunto deportivo pero delicado. No sabía cómo expresar eso, pero la chica inmediatamente le dio cosquilleos en todo el cuerpo, lo que inicialmente lo asustó un poco. Así como a su novia, le había dado un poco de miedo este viaje, siendo que seguramente se encontraría chicas hermosas como la que tenía en frente, temía serle infiel a su novia. Encima las cosas estaban un poco tensas entre ellos todavía... Sin embargo, se dio cuenta que este cosquilleo era muy diferente del que sentía cuando veía a Kyoko, y se relajó. Era más... profundo, y ligero, fácil de ignorar. Y si tuviese que asimilarlo a una emoción, sin dudas, sería nostalgia. Pero... ¿Por qué?
Decidió acercarse y averiguarlo por sí mismo, cuando sus ojos pasaron al último miembro del grupo, (uno de los ancianos se había ido) y miles de millones de alarmas se dispararon en su conciencia. Rápidamente se puso en guardia y abandonó la escena en silencio.
Sabía que era un enemigo muy por fuera de su liga en ese momento, así que optó por irse. Aunque detestaba la idea de dejar a Enma sólo con ese tipo, parecían llevarse bien, así que decidió creer en su amigo y en su capacidad de juzgar a la gente por el momento.
Él, por su parte, fue a encontrarse con Nono. Necesitaba hablar con él.
Por suerte no les habló. Porque, incluso más que las consecuencias que Pierre habría llevado a los Vongola, la pena que le daría a Enma descubrir que lo había visto hablar con Haru, podrían más que el joven mafioso. Sin embargo, cuando de repente Pierre sonrió aprobadora y maliciosamente, Enma miró automáticamente alrededor, imaginando lo que había pasado, pero no había nadie ya. Miró a Pierre sin entender, pero no obtuvo ninguna respuesta, más allá que la de la recepcionista informándoles que no había ningún error con sus habitaciones, y que a todos se las habían indicado correctamente. Lo cual era un verdadero shock para todos, que estaban acostumbrados a que los lujos se pagaban caros.
Por fin, Pierre confesó que tenía una idea de por qué podía ser: él llevaba tiempo en buenas relaciones con el dueño del hotel y su cadena, pero como lo reconocía como hombre de negocios jamás le pediría quedarse gratis en ese lugar y mucho menos en una suit como la que le había reservado. Los otros dos asintieron, incrédulos por la idea.
Al parecer, Enma y su famiglia tenían el piso de abajo de Haru y Pierre, y cada uno tenía una habitación casi tan lujosa como la del tío y la sobrina, aunque mucho más chicas.
Pero al parecer, no había demasiado problema con eso, debido a que según le informaron en ese momento a Haru, el viaje (o por lo menos la reunión) sólo iba a ser durante ese día, si todo iba bien. Pierre le informó aparte, que él le había comentado a un amigo, que quizás debían pedir habitaciones en el hotel para quedarse, por si las negociaciones duraban mucho. Pero, cuando al llegar se enteró que le había reservado semejante suit, se había acobardado un poco. Posiblemente, era demasiado. Por otro lado, todo iba a estar bien siempre y cuando su amigo no se las cobrase, porque estaba seguro de no poder pagar una noche en ese lujo.
Así que, invitaron al pelirrojo a pasar a la habitación, para que se diera cuenta de lo que estaban hablando. Y así, el joven pasó unas horas agradables con el tío y la sobrina, hasta que unos golpes dudosos se escucharon en la puerta.
—Enma... ya es... hora.
—¡Eso viejo! ¡Deja de dormir la siesta y vamos!
A Haru se le fue todo el color del rostro sin que pudiese evitarlo. Por mucho que intentó que no la descubriesen, podría reconocer la voz de Blanca, su amiga de la Universidad, donde fuera. Trató de disimularlo, pero en seguida notó que los otros dos estaban muy ocupados por ocultarse ellos como para haberlo notado. Les sonrió.
—Parece que ya va a empezar la reunión. Ustedes vayan, yo me cambiaré, y voy a pasear un poco por el hotel.
Aliviados por la ayuda, ambos asintieron, le dijeron que se divirtiese, y rápidamente, se fueron, tratando de abrir la puerta la menos posible, para que no hubiese contacto visual de ninguno de los lados de la puerta.
Por su parte, Haru hizo exactamente lo que les había anticipado a sus compañeros: ella se puso un vestido formal, que era de una sola pieza, y se arregló un poco el pelo, para después bajar y dirigirse al restaurant que tenía incorporado el hotel. Tuvo que caminar bastante, y pasear por las diferentes partes del hotel: conoció el gimnasio, el spa y por un segundo, se planteó que fuese ese edificio que se podía ver atravesando el jardín, hasta que finalmente encontró un mapa que le informó que ese lugar eran los cambiadores de la pileta exterior. Aparentemente, el restaurante, estaba al lado de un bar, y podía llegar a ellos, o bien saliendo y caminando por la fachada del hotel, o bien atravesando el gimnasio. Tomó esa opción, debido a que tenía un vestido, y no le gustaba la idea de salir y estar a merced de los vientos. Volvió al gimnasio, y lo encontró bastante lleno. Le llamó la atención un grupo en articular. Estaban escuchando atentamente a un hombre de pelo violeta de innumerables perforaciones y tatuajes, y estaban hablando en italiano. Ella podía llegar a suponer algo, pero como sólo pasaba por al lado, no se quedó a escuchar lo suficiente como para identificar aquello que decían.
Rápidamente, fue a la otra puerta, que la primera vez había confundido con los cambiadores, y encontró el bar del otro lado. Iba a dirigirse al restaurante sin dudarlo, pero algo le llamó la atención. Ella tenía 18; y en Japón era ilegal beber a esa edad. Sin embargo... ¿En Ginebra? ¿Cuál era la edad legal? Por pedir una copa no la llevarían presa, eso estaba segura. Se sentó con cierta timidez, y miró al cantinero. Y después detrás de él. Pero lo cierto era, ¿Qué debía pedir? Nunca había bebido, así que no podría saberlo.
Mientras ella revisaba etiquetas, y trataba de recordar a los adultos de su alrededor tomando, revisemos qué pasaba, sólo a unos cuantos metros, detrás del restaurante, en la larga y lujosa sala donde estaban los líderes de la mayor comunidad de famiglia jamás creada, Vongola, siendo recibida por los locales Chienz du Chase.
Hubo algunos intercambios de protocolo, apretones de manos, murmuración de nombres y seudónimos, y una vez que todas las caras fueron vistas y asimiladas, Tsuna sintió un escalofrío al ver al frente de la familia al hombre que había estado charlando con Enma un tiempo antes. Algo acerca de él se sentía vagamente conocido o similar. A su lado, su antiguo profesor de universidad, y otras tres personas que él no había visto nunca. Dos de ellos parecían tener su edad, pero estaban lanzándoles miradas a todos los demás miembros de Vongola, de manera confiada y aburrida, como si estuviesen buscando algo. Algo que él era incapaz de detectar. Y, sin embargo, no parecían hostiles. Por fin entendía, incluso más que de rehén, el miedo que tenía Reborn cuando hablaba de los Perros de caza. Era difícil, incluso imposible, adivinar cuál sería el siguiente movimiento.
Una vez que estuvieron todos acomodados, unas jóvenes de pelo rosado y máscaras entraron, haciendo que escalofríos bajaran por la espina de Tsuna. Tenía muy malos recuerdos con esa organización. Las Cervello se presentaron con su habitual falta de entusiasmo como las mediadoras objetivas de esa reunión. Nadie lo discutió demasiado, aunque sí hubo algunos murmullos de sorpresa.
Ellas les dieron la palabra primero a los Chienz du Chase, que se miraron, como si no hubiesen preparado nada y después Pierre se levantó, consiguiendo con ese sólo gesto, sumir inmediatamente a toda la sala en silencio respetuoso. Se le notaba que no era un orador experto, pero sus palabras salieron con tanta fuerza que fue imposible ignorarlas.
—¡Gracias por haberse reunido hoy con nosotros! A mí se me conoce como la Hiedra Roja, y soy el líder del grupo apodado Los Perros de Caza. A pesar de los rumores que se esparcieron y lo que hice en el pasado, crecí para volverme un hombre que busca estar tranquilo, dedicarse a aquello que descubrió que le podía dar una vida en el mundo de los hombres civilizados. Ése fue el motivo que piense en una alianza. Y como Tim.... no, ¿debería ser formal, cierto? Como Timotteo di Vongola, aquí presente, me prometió su amistad y su alianza muchas veces, decidí dejarlos decidir a ustedes si dejarán que estos perros sean parte de su jauría o no.
Le indicó con la vista a Ricquert que debía hablar él, mientras se sentaba. Su mano derecha se levantó. Más de uno se acomodó en el breve discurso que le siguieron a las profundas y sinceras palabras de Pierre. Todos estaban pensando seguramente que, si bien Pierre podía ser un perro de caza, este tipo era, sin duda, una serpiente o una araña.
—Como dijo mi jefe, nos alegra que hubiesen aceptado nuestra invitación. Soy el dueño de este hotel, y me alegra ser capaz de recibirlos en él. Cualquier duda que tengan sobre nosotros, no duden en realizarla. Si tie....
Su discurso se vio interrumpido por una explosión y un largo, largo grito de mujer.
A Pierre y los otros Perros se les fue el color de la cara, y lo mismo a Enma, a Tsuna y sus guardianes. La décima generación tenía a duda a flor de piel.
¿Un ataque? ¡¿Ahora?! ¿Y por qué escucharían el grito de Haru ahí de entre todos los lados?
Pero no había tiempo para pensar. Los Perros rápidamente se levantaron, y sus genuinas caras de preocupación trasmitieron más de lo que podían hacer sus palabras.
—¡Jean! ¡Blanca! ¡Cuiden a las almejas!
Tras eso, todo se hizo caótico.
Las ventanas de la habitación explotaron, y también lo hizo la puerta de la sala de conferencias. Allí había un grupo de personas, que el décimo Vongola rápidamente identificó como Calcassa. Portaban ametralladoras en sus manos, y máscaras antigas.
Los miembros de la Alianza no pudieron saber si pensaban usarlos o no, porque en algún momento Pierre se había puesto en cuatro patas, ignorando su acomodado traje, y estaba saltando sobre ellos, arrancándoles la cabeza de un solo movimiento. Sin duda, sin piedad, sin siquiera preguntas.
Los tres hombres cayeron muertos.
La sangre brotó de ellos como cascada, y rápidamente el hombre que parecía tan pacífico segundos antes, ahora estaba rojo, bañado en esa misma sangre enemiga. Pero lo más aterrador, fue cuando se giró.
Tsuna tenía un historial de personas locas con las que había luchado, pero esos ojos... esos ojos no lo dejarían dormir en mucho tiempo.
—Si tocaron a mi princesa van a agradecer lo que acabo de hacerles.
Con esas palabras, Pierre Blanche dejó la sala, seguido del resto de los Perros y de Enma.
Tsuna intentó seguirlos, pero la mano, blanca firme y fina de la joven lo detuvo.
—No. No puedo dejar que usted vaya. Es peligroso afuera. Es más seguro aquí.
Rápidamente, Tsuna pudo ver cómo el chico se había acercado al Nono, y sacaba de Dios sabe dónde elementos de salud para él: desde ayudas respiratorias hasta.... ¿Eso era un desfibrilador?
Pero no podía ignorar el grito, y se giró a sus guardianes.
—¡Vayan y asistan a Pierre y los suyos en todo lo posible!
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