Capítulo 16: Llamada
Los sakura estaban en flor. La primavera había llegado a Japón.
"Primavera"
Esa palabra molestaba muchísimo a Hayato Gokudera, que caminaba con las piernas abiertas, como un pandillero de anime de los años 80s, mirando con odio a todas las flores que empezaban a brotar mientras caminaba sin entusiasmo a su segundo día de universidad.
Había llegado la primavera, pero no había llegado Haru. Habían llegado las flores, pero no el perfume que él quería. Habían florecido las plantas, pero su primavera estaba en Francia.
Para él, no llegaba las subidas de temperatura que afectaban al resto del mundo. Un conocedor podría notarlo, pero los conocedores no lo hacían. Él suponía que la única que lo miraba al final era Haru.
Mientras llegaba a la universidad, y veía la escena en su conjunto, con un suspiro, se corrigió mentalmente: ellos ya no eran mocosos de secundaria, cada quién tenía sus problemas de vida adulta. Imitando al estúpido pelo-césped, Yamamoto no había esperado a terminar de cursar en secundaria para rendir exámenes de admisión a una beca deportiva, que le fue dada rápidamente, así que ellos dos irían a una universidad diferente a la que él se dirigía, una universidad que era conocida por su campus deportivo en la zona. Por fin, esos dos, el niño-vaca, y Hibari dejaban de interponerse en su camino. A la universidad, iban él, el décimo, y la novia del décimo. El décimo seguía un poco preocupado por la forma en la que el dueto-piña se había desaparecido ni bien Haru dejó el país, pero a él no podía importarle menos. Bueno, sí: el décimo se preocupaba, así que él se preocupaba también. Y también estaba la posibilidad de...
Con movimientos rápidos y certeros, tomó un cigarrillo, y lo encendió para dejar de pensar en la posibilidad de que en realidad, Haru y ese grupo se hubiesen fugado juntos, y que todo ese tema de los Chienz du Chase era una ilusión montada por ellos. Si aún pensaba en eso, era únicamente, porque eso sin dudas lo relajaba más que la idea de Haru yéndose por propia voluntad con esos monstruos. Aunque lo que había visto...
—¡Kya! ¡G-Gokudera-san!
El grito, asustado y sorprendido de Kyoko lo arrancó de sus cavilaciones. Al parecer, sin mirar dónde iba, se había dirigido a la cafetería de la universidad, donde estaban el décimo y su novia. Su jefe tenía cara apenada. No tanto como durante la graduación, pero.... podía imaginarse qué había interrumpido. Se inclinó a modo de disculpa, y sonrió, diciendo energéticamente que vigilaría que nadie más entrase hasta que el jefe quisiera, y aprovechó esa excusa creíble para irse de inmediato. Por supuesto, no le permitía alejare mucho, pero aún le permitía no verlos.
No quería verlos. O, más correctamente, le dolía hacerlo. Por supuesto que no quería apartar sus ojos de las acciones de su jefe, pero... desde que se había ido la mujer estúpida todo le molestaba. ¡Principalmente las parejas!
Ya había pasado un mes, así que había tenido mucho tiempo de reflexionar, y sabía qué era. Lo sabía muy bien. Y no era tonto, sabía que eran celos y nada más. Entendía que no decirle todo a su jefe sólo le haría más daño a sí mismo. Pero, al mismo tiempo, condicionaría su actuar. ¡¿Y él, condicionar a su jefe?! No, no sería él el que hiciera eso. Primero comería la comida de su hermana. ¡¡CON GUSTO!!
Sobre todo, después de la graduación. Sentía que nada de esa relación debía ser mencionado cerca de su jefe, después que lo hizo ir a buscarlo al Love Hotel. El eco del sonido de puertas abriéndose lo sacó de sus recuerdos. Imbuido en su propia fuerza de voluntad, vio la hora, dio tres golpes suaves y discretos en la puerta de la cafetería, escuchó que cambiaba el peso en la silla, y supo que no debía entrar. Desde fuera, anunció.
—Décimo, es hora de dirigirse al aula.
Nunca se enteró de lo feliz que hizo a su jefe.
Tsuna, (que estaba abrazando a Kyoko con la punta de los dedos, y viendo cómo le indicaba que, aunque estaban solos, no era lugar para iniciar nada), recibió esa indicación como venida del cielo.
—V-Vamos, Kyoko, no queremos llegar tarde, ¿verdad?
Ella trató de tentarlo con un puchero tierno, y abriendo descaradamente uno de los botones de su camisa, pero al ver que su novio era serio con eso, decidió dejar de tratar de tener relaciones con él por el momento, y se rindió, yendo obediente al aula. Tsuna se quedó solo por unos segundos, respiró hondo, y controló el violento temblar de todo su cuerpo. Levantó los ojos llorosos el techo, y se los limpió con rapidez. Tomó el café de un sólo sorbo, y como esperaba, se quemó la lengua. Salió a encontrarse con Gokudera, que no le preguntó nada al ver la cara de Kyoko, pero al verlo salir con ojos llorosos obviamente se preocupó.
—¡Déc...!
—E Queé a egua
Le indicó, mostrando lo irritada que tenía la lengua. Eso pareció calmar a su mano derecha momentáneamente. Hasta que insistió en que debían ir al hospital. Hablar le dolía a Tsuna, pero negó vigorosamente hasta que su amigo le propuso que debían ir a la enfermería. Allí se dirigieron, cada cual sumido en sus pensamientos, que eran parecidos aunque no tenían forma de saberlo.
Ambos pensaban en el amor. En qué era y cómo se debía sentir.
Porque los dos creían amar a alguien, y ninguno de los dos había tenido dudas hasta la graduación. Llegaron a la enfermería aún sin encontrar respuesta.
Al verla vacía Gokudera supo que algo malo pasaba. La enfermera era una mujer casada con su trabajo, orgullosa de nunca irse por nada.
Tsuna fue el primero en notarlo.
Logró tirar a su mano derecha al piso justo a tiempo. Caían cuando escucharon romperse el vidrio.
El proyectil se enterró en la pared de la enfermería, casi rompiéndola por completo. Parecía estar envuelta en llamas generadas por la fricción, pero finalmente redujo su velocidad y terminó cayendo al piso.
Ahí lo agarró Tsuna, mientras Gokudera se aseguraba que ningún otro proyectil similar llegase del mismo lugar que éste.
Al castaño le dio un escalofrío al notar qué era lo que casi destruía la pared.
Sabiendo al instante quién la había enviado, tomó la pelota de baseball y leyó lo que estaba anotado en ella.
"Reunión en tu casa por la noche hoy. Reborn".
El décimo temió. No sólo porque Reborn le había dicho que no se contactaría de nuevo a menos que fuese importante, o que tuviese vacaciones, y en parte porque no había sido personal. Era algo muy extraño para su tutor que no lo fuese a buscar personalmente.
Entonces escucharon unos pasos apurados, y la puerta se abrió de par en par repentinamente. Gokudera preparó varias tiras de dinamita, y enfrentó enojado la puerta, en la que uno de los profesores que ambos compartían estaba temblando, transpirado, y jadeando. Los miró a ellos y a la pared, y cuando volvió a mirarlos a ellos, se puso incluso más pálido que antes.
—J-Joven... ¿E-Eso es...?
Señalaba aterrado las dinamitas que Gokudera sostenía en la mano. Ante la mirada, y reconociendo al profesor, supo que debía apagarlos y guardarlos. Tsuna rápidamente fue a ver que su profesor, hombre mayor, estuviese bien.
—¡P-Profesor Indigo! ¡Pensé que no volvería de la junta hasta la semana que viene!
No logró distraerlo mucho, pero para cuando el hombre volvió a mirar a Gokudera, él ya había guardado las dinamitas, y eso confundió (y alivió) bastante al hombre, que siguió mirando a ambos como quien ve fantasmas. Les preguntó, balbuceante, sobre toda la situación, pero en respuesta ambos se miraron, como si no entendiesen, y volvieron a mirar al hombre, que evidentemente trataba de entender todo lo que acababa de ver. Se quedó balbuceando ahí, en la puerta, hasta que respiró profundo, y
—S-Si, hubo un descubrimiento en la excavación, así que volví antes a reportar los descubrimientos. ¿Ustedes qué hacen aquí? ¡Deberían estar allá! Incluso la enfermera está.
—¡N-Nosotros estábamos yendo! ¡Pero ahora es usted el que se debe apura...!
—¡¡¡AHHHHH!!! ¡¿QUÉ RAYOS LE PASÓ A LA PARED DE LA ENFERMERÍA?!
Entre los dos, lo tomaron, y diciéndole que no era nada, lo llevaron a una de las salas de conferencias de la universidad, esperando que fuese la correcta. Lo dejaron ahí, y luego fueron a buscar asientos dentro, escapándose entre la multitud de estudiantes.
Con sólo mirarse entendieron que ambos pensaban similar: ¿qué pasaría esa noche?
La charla de arqueología fue como lo podrías esperar: Tsuna se durmió, y Gokudera quedó extasiado por la gran cantidad de datos científicos extraños que recibió. Cuando tres horas después, finalmente finalizó esa exposición, ambos decidieron tomarse libre el día, y apurarse a llegar a la casa Sawada, llevando con ellos a Kyoko.
La preocupación en seguida se intensificó porque Nana no estaba. Un papel, escrito en su letra, le avisaba a Tsuna que se había ido "a reclamar ese premio que le había comentado". El chico, por supuesto, no pudo aclararle a su amigo ni a su novia de qué premio hablaba. Bianchi no estaba por ningún lado. Y no había ni rastro de los niños.
Los tres se mantuvieron a la espera mientras las horas pasaban, lentas y perezosas. Alrededor de seis horas después, llegaron Ryohei y Yamamoto. Y lo más extraño, fue que media hora después, llegaron Chrome y Hibari. Finalmente, llegó Reborn, arrastrando consigo a Lambo. Y por primera vez en mucho tiempo, la famiglia estuvo completa.
Y aunque no los tendría que sorprender, a Tsuna y a Gokudera les dio un escalofrío cuando el pequeño Reborn les dijo
—¿Y, Tsuna? ¿Para qué nos juntaste?
Hubo varios sonidos sorprendidos, porque al parecer no eran los únicos que habían sido citados por Reborn. En seguida pidieron explicaciones, y amenazaron con irse, hasta que una voz masculina se alzó por sobre todas las demás.
—Bueno, bueno, si son un grupo de almejitas crédulas, ¿verdad?
El grito de sorpresa fue incontenible.
—¡Profesor Índigo! ¡¿Qué hace usted en mi casa?!
Reborn se puso frente a todos, apuntándole entre los ojos al hombre mayor, que se sacaba un sombrero de vestir y hacía una reverencia. No porque realmente se animase a enfrentar al hombre mayor del avión, pero sabía que era el más cercano a un enfrentamiento. Los demás no tenían oportunidad.
—Buenas noches, Vongolas. Mi nombre es Ricquert Índigo. Segundo al mando de los Chienz du Chaze. Y hoy vengo a hablar con ustedes en ese rol.
—¿C-Con nosotros?
—Bueno, no con ustedes. Mi jefe debe haber llevado a su jefe a un lugar priado...— dijo el hombre, mientras abría una alacena y dejaba en ella una cámara encendida— Y yo estoy acá para asegurarme que no hagan nada estúpido.
Su sonrisa, normalmente amable durante clases, era cruel. Tsuna no sabía qué hacer pero en seguida notó que Mukuro se transformaba, a pesar de que Chrome no quería. Podía ver el miedo en los ojos de su guardián. ¿Qué rayos había pasado? Reborn también estaba en guardia, más de lo que lo solía ver. Le recordaba al caso Checker Face.
Del otro lado de la conexión de la cámara, Nono veía a la generación que debería heredarlo, y miró de nuevo a Pierre, que se reía como si no le importase lo que pasaba.
—Adelante – le dijo el francés – pero todo el castigo que los Simone reciban por desobedecer tus órdenes, será infligido a los pequeños ahí... awww... ¿quién es esa pequeña vaquita de ahí? Sería algo muy malo matar a alguien frente a él, ¿no? Es adorable su pijamita. ¿Qué tiene? ¿Cinco años?
La famiglia Ciegue recibió la repentina orden de irse, y abortar la misión de castigar al décimo Simone.
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