Capítulo 13: Vientos de cambio

El choque, los movió literalmente. El marrón y el rojo se encontraron sin quererlo, sin pensarlo, y se quedaron enganchados cuando ambos quedaron mirándose a los ojos. No era la primera vez que se veían, pero si era la primera vez que se veían así. Enma nunca le había prestado atención a Haru, porque cuando por fin había hecho las paces con el décimo, se habían ido. La recordaba levemente, pero apenas.

Por su parte, Haru sintió una descarga eléctrica corriéndole por el cuerpo. Creía poder reconocerlo, pero la última vez que lo había visto, había sido cerca de dos años antes, antes del estirón que tenía ahora, y sin duda esos dos años los habían cambiado.

Hubo sonrisas nerviosas y disculpas. Sobre todo, hubo disculpas.

Cuando por fin salieron del frenesí de las disculpas, y las inclinaciones, se sonrieron, y se sumaron a las carcajadas de Pierre. No entendían muy bien por qué, pero eran contagiosas, y la situación no lo impedía, así que se rieron.

—Voy a dejarte esto en tu habitación, cariño. Espérenme aquí.

Indicó Pierre, mientras los dejaba convenientemente solos. Enma se sintió profundamente intimidado. Su falta de experiencia con las chicas lo llenaba de inseguridad. ¡Y alguien tan bonito como ella! Pero, de repente, algo apareció frente a él. Le costó darse cuenta de que era la mano de ella. Levantó la vista y le vio la cara. Le sonreía, pero no se reía de él.

¿Podía alguien enamorarse de tan poco? Pues parecía. Su corazón latía rápido como nunca.

Tomó la mano de ella, y quedó sellado el apretón de manos.

—Me llamo Haru Miura. Encantada.

—E...Enma. El placer es todo mío. ¡Enma Kozato!

La corrección a último minuto la hizo reír, pero una vez más, no era una risa malvada. Era una risa de sorpresa. Rojo igualmente, no pudo evitar rascarse la nuca. A pesar de los nervios, se sentía cómodo.

Entonces, llegó Pierre, y ella pidió permiso para ir a su habitación. No necesitaba más instrucciones así que desapareció por la pequeña perta de servicio que conectaba con el departamento de Pierre. Una vez que los dos hombres estuviesen solos, la cara, (pálida de por sí) de Enma, se volvió incluso más pálida.

Se giró a Pierre, y empezó a balbucear cosas que ni él sabía qué querían decir. El hombre mayor lo vio, y se puso serio. Era una de las pocas veces que la sonrisa abandonaba ese rostro.

Haciendo sonar los nudillos, se puso frente a Kozato, dejándolo entre la biblioteca detrás de él, o enfrentar a Pierre. Lo notaba recién ahora, pero... incluso con el estirón que había pegado, Pierre le sacaba una cabeza y media de altura aún. Y era imponente. ¿Siempre había tenido los hombros tan anchos y los brazos tan firmes? ¿Siempre había dado tanto miedo? Si, siempre lo había dado. Los rumores de masacres protagonizados por el hombre frente a él, le llenaron la cabeza, pero aun así, el adolescente apretó los puños y los dientes, manteniéndole la vista todo lo posible.

De repente, sintió las manos de Pierre en cada hombro, y vio cómo la expresión del hombre se alivianaba hasta tener una sonrisa que ya no escondía las ganas de reírse que Pierre tenía.

—Cuidado con ella, tigre. Si se da, me la mimas que es mi pequeña princesa.

Enma volvió a respirar en ese momento. No se le escapaba ni que la flor del centro de su corbata era una piedra de la tormenta, ni que no era la única que Pierre tenía encima. Asintió, y lo miró a los ojos directamente, para darle a entender lo muy sincero y muy serio que era al decir lo siguiente:

—Si ella quiere salir conmigo, va a ser mi reina. Prometo hacer todo lo posible.

Un brillo de aprobación del hombre lo relajó al punto que sus piernas casi caen, pero no le dio tiempo a pensarlo.

—¡Bueno, entonces tienes mi aprobación para intentarlo! ¡Ve entonces a comprarle a esta reina un pastel más! ¡Haremos una fiesta del té por su llegada! ¡Cierra la librería por hoy!

Enma asintió, feliz de la vida, y salió disparado a una pastelería que estaba a pocas cuadras. Pierre lo vio irse sonriendo, y sin cambiar su expresión facial, sacó de su bolsillo el teléfono y le dio una simple orden a la pareja más joven de su famiglia.

"No quiero asesinos cerca de mi morada. Asegúrense de eso".

Haru vio salir a Enma desde la ventana de su habitación. Podía notarse sonriendo. Las mejillas ligeramente enrojecidas porque en la cama de su habitación, había una rosa blanca y una carta que en un prolijo japonés estaba dedicada "A mi primavera".

Sabía que era obra de su tío, nadie más la llamaba así. Pero no se lo esperaba. Abrió la carta con ternura, para encontrarse con un simple y tierno "¡Bienvenida a Francia! Como siempre, puedes responder, dejando la carta en el buzón delantero"

Alrededor de las palabras, primorosamente dibujado, un marco de lirios blancos.

Haru levantó la vista al cielo, terminando de cambiarse por un vestido cómodo y bonito. Se sentó en la cama, para oler la rosa.

Este viaje parecía que iba a funcionar.

Comenzaba a sentirse bien con respecto a todo eso. Sentía que iba a ser divertido.

Y en eso mismo pensaba Enma, llegando ya a la pastelería. Al entrar notó que le llegaba un mensaje. Hizo su pedido y revisó su teléfono. La sensación agradable se convirtió en amargura rápidamente al ver en el aparato, el número de Reborn. Preocupado y serio, lo abrió y lo que leyó le revolvió el estómago.

"Vongola a partir de ahora no reconoce como su aliado a Miura, Haru. De encontrarla, proceder con cautela, debido a que está siendo investigada. Abstenerse de atacarla sin orden de la décima generación. Cualquier registro de ella, por favor informar inmediatamente".

¿Qué carajos...? ¿Miura Haru? ¿ESA Miura Haru? ¿No era amiga de Tsuna?... momento... ¿¡No era PAREJA de Tsuna?! Necesitaba respuestas. Su cabeza giraba al punto que estuvo por irse sin pagar. Volvió con Pierre que se había acomodado en la cocina y hacía té para los tres. En esa cocina todo estaba tan tranquilo que lo miraba llegar desde antes de que llegase siquiera al departamento. Sonreía expectante.

—¿Qué pasa, Enma? Estás pálido...

Sonreía, y lo decía como si se riera, pero se lo notaba preocupado. Enma dudó. Era sabido que a Pierre no le gustaba Vongola. Aparte de la matanza a Varia, era conocido que habían abiertamente rechazado las ofertas de unión ya fuese en misiones solas o en sumarse a la alianza.

Pero también....

Se aclaró la garganta y lo volvió a pensar. Cuando los conoció, había pensado que Haru y Tsuna salían, pero según Tsuna se había equivocado. Podía equivocarse ahora de nuevo. No era algo tan raro en él. Le dijo a Pierre lo que le había llegado. Y por qué le llamaba la atención. Pierre, confundido, le pidió más información.

Mediante Enma le iba comentando lo que sabía, la cara del hombre iba cambiando.

Enma pensó que se enteraba se todo esto por primera vez, pero en realidad, sólo estaba atando cabos. Asentía distraído. Ni siquiera pidió ver el teléfono, aunque Enma no podía recordar su contenido exacto. Lo único que hizo fue levantarse de repente y dar dos zancadas decididas por la habitación, y ante la sorprendida mirada del adolescente, apagar el agua que ya hervía para el té.

Calmadamente, dejó caer el agua, ayudado por un trapo, y le dijo, como si no hubiesen estado discutiendo nada, que iba a buscar a su sobrina.

Mientras iba, su cabeza procesaba todo, hasta que un espejo llamó su atención.

Era un pequeño regalo de su esposa, un cuadro donde había una familia feliz: ellos dos y Haru entre los dos. Pero su cara había sido reemplazada por un espejo, significando que, aunque él envejeciese, iban a seguir siendo una familia feliz.

Pero ese día, ese espejo le recordaba algo más: aunque envejeciese, él era el padre de la familia. Él era el que debería protegerlos. ¿Qué les iba a dejar?

Recordó nuevamente el contenido del mensaje. Sabía perfectamente qué significaba todo eso: Timoteo de Vongola le temía. Le había temido siempre, desde que se habían conocido. Pero sabía igual de bien que eso era una sola parte, porque él también los respetaba y quería muchísimo. Reborn había reportado su pequeño encuentro en el aeropuerto. ¿Quizás algo más? Nono estaba simplemente protegiendo a la familia de la que él era padre. ¿Y Pierre?

¿Cuál de esas dos relaciones les iba a dejar a su familia? ¿Qué los teman? ¿Solos contra un mundo de enemigos?

O quizás...

Siguió caminando. Se detuvo frente a la habitación y golpeó suavemente la puerta. Mientras esperaba que su sobrina respondiese, los pensamientos seguían su curso.

¿Y si su sobrina, por su culpa, no volvía a ver a sus amigos?

¿Lo único que le iba a heredar eran soledades y enemigos?

No. Él no era así.

Abrió suavemente la puerta, preocupado por lo mucho que su sobrina aún no respondía, y la vio ahí, dormida pacíficamente, con los pies aún calzados, y la rosa que le había dejado entre los dedos. Al parecer, el jet lag había sido demasiado para ella. Sonrió.

La veía ahí, tan frágil y dulce, y estaba más seguro que nunca. No le iba a dejar nada malo a ella. Y tampoco...

Se levantó, la descalzó con sumo cuidado, y salió en silencio de la habitación.

Cuando Enma lo vio llegar, tenía el teléfono en la mano. Lo ignoró ligeramente, mientras iba a la parte de la librería. Volvió pocos segundos, junto con Ricquert y Jacqueline.

—Quédate aquí— le indicó a Enma, y al mismo tiempo, les indicó dos sillas a los otros dos. Tomó el juego de té y los dulces, cerró la puerta que conectaba con el pasillo de habitaciones, y sirvió el té. —Comienza, Ricquert.

—Como me dijiste, seguí a la niña desde Narita hasta que te viese. Pude confirmar tus sospechas: se codea con total confianza alrededor de las almejitas. Vi un movimiento extraño, pero no demasiado. Creo que tiene un admirador secreto en Japón – El estómago de Enma se achicó dos tamaños al escuchar eso —. Lo que sí me intrigó fue que el arcobaleno se fuese por separado y comenzase a seguirla en el traspaso. No fueron en el mismo avión, y parecía interesado en evitar que ella notase quién era. Iba... de civil.

Pierre y Enma se sorprendieron al escucharlo. Principalmente porque Reborn era una persona a la que el incógnito no solía pegarle: todas sus formas de civil eran famosos en diversos campos. Pero no dijeron nada, esperando a que él terminase el bocado que le había dado al cheese cake. Avergonzado por eso, Ricquert continuó.

—Ejem, como les decía, lo más extraño fue eso. Lo peor, fue el traspaso. La joven Haru se veía perdida, así que fuimos a interactuar con ella. Pero alguien nos ganó de mano: un hombre alemán o ruso, que trató de secuestrarla. Ella hizo una escena, y la situación se convirtió en una toma de rehenes. De ella como rehén...— dejó pasar unos segundos para pausa dramática y siguió — él trató de negociar con el secuestrador. Posiblemente su intención fuese intimidarlo. Y ella trató de escaparse. Le disparé al secuestrador, pero... llegué muy tarde. La edad se está llevando lo mejor de mí ahora...

Levantó las manos, que le temblaban. No de miedo, ni de impotencia. De edad. Pierre suspiró y asintió.

—Te entiendo, amigo. Puedo decir lo mismo de mí — a esa afirmación, todos se levantaron y negaron. Él los miró y se empezó a reír — Aunque les duela es cierto. Pero dime... ¿QUIÉN tocó a MI princesa?

No gritó. Pero el énfasis se notó incluso más de lo que los gritos podrían haberlo trasmitido. Su piedra de tormenta comenzó a arder, y no era la única: Enma podía contar otras tres llamas apareciendo de los bolsillos de su conocido.

Pero varias se detuvieron al notar que Jacqueline comenzaba a temblar violentamente.

—Les... dragones affemes.

Fue un suspiro, pero tenía toda la apariencia de haberlo dicho con intención de sonar fuerte. Pierre levantó las cejas.

—Pensé que habíamos matado a todos los de Europa.

—Si, porque no podíamos dejar el continente porque Jean Jaques era muy pequeño. Pero no matamos a los de Oceanía. Al parecer se estuvieron reagrupando... y tienen un nuevo líder. Alguien más los dominó.

Pierre suspiró, tomó a Jacqueline de las manos, y la miró fijamente a los ojos.

—No te preocupes. Esos bastardos no volverán a tocarte. Ni a Haru. Ni a nadie más. Voy a asegurarme de eso.

—¿Tienes un plan?

—Si, aunque necesito discutirlo con ustedes... Estoy pensando en que deberíamos tomar la alianza con Vongola. Que los perros tengamos una jauría más grande. 

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