Capítulo 8


¿Realmente crees que ella es la indicada?

—Sí.

—Pero he visto la amistad que tiene con la otra chica, entre ellos dos...

—No habrá nada distinto a eso. Estoy seguro de mí decisión, ella es la indicada.

Conversación entre Marcus Anderson y Brad Miller.

゜・。。・🐺🌙🐺・。。・゜★

La zona de entrenamientos era un amplio claro artificial rodeado de bosque, de casi un kilómetro de ancho y repleto de elementos y aparatos de ejercicio, todos destinados a refinar las destrezas de combate de los lobos, estos se disponían en un circuito arduo que era un desafío incluso para los más experimentados, y que se modificaba constantemente.

Jeanine colgó la llamada y regresó al grupo, estaban debajo de un pilar de seis metros con astas para trepar, en cuyo extremo se anudaba una soga que conducía a la siguiente parte del circuito.

Cinco lobatos jóvenes se mantenían firmes rodeando a un escuálido y débil coyote que temblaba y gruñía con feroz determinación.

— ¿Qué se supone que significa esto? —Vociferó el anciano Elías—. ¿Por qué no le matan de una vez?

Jeanine inspiró, luego se dirigió al viejo lobo que ni siquiera se dignó en voltear, aquel que cada vez que podía se aseguraba de hacerle sentir que no merecía el aire que respiraba, que era un ser inferior sin voz ni voto, Elías jamás aceptó su puesto ni el hecho de que fuera más poderosa en rango que cualquier otro lobo.

Nunca existieron lugartenientes en el clan, mucho menos segundos al mando que fueran mujeres.

Jeanine era la primera y la única.

—Derek está avisado, vendrá pronto.

El viejo murmuró entre dientes, la rabieta no pasó desapercibida por los lobatos que dejaron de custodiar a Madeleine para prestarle atención al viejo.

—Ojos en el objetivo —ordenó Seth.

Elías bufó con desdén.

—Te has vuelto blando cachorro, un buen líder ya habría dado un correctivo más duro.

Seth no se inmutó por la crítica mordaz del viejo, continuó mirando alrededor buscando señales del alfa.

—La violencia es el último recurso, si se usa constantemente solo conduce al miedo.

—Y con el miedo se mantiene el orden.

El rastreador sonrió, y giró su vista al viejo.

—La libertad se pierde.

La cólera se elevó en el aire.

—Baja la mirada Beta —Elías le amenazó—, un lobo manchado como tú no puede dirigirse de esa forma a un alto miembro del Consejo.

Jeanine intervino antes de que el problema pasara a mayores, Seth continuaba siendo inestable y no dudaría en atacar ante el primer signo de ofensa, sin importar de quién se tratara.

Herir a un anciano del Consejo le traería problemas severos.

—Le advierto que esa forma de hablarle a un líder no es aceptada en el clan.

Elías pasó de ella, de nuevo le ignoraba. Jeanine llamó a su loba.

—Elías...

— ¿Qué está pasando aquí?

Derek cortó la ácida tensión al aparecer desde un extremo del bosque, seguía llevando su ropa de trabajo, aunque su chaqueta gris ya no estaba y todo lo que cubría su amplio pecho era una camisa blanca.

—Alfa —Elías se le anticipó, el viejo se inclinó ante Derek—. Estos cachorros han encontrado un intruso en el territorio, yo sugerí seguir el reglamento pero Seth Meyer lo ha desoído permitiéndole seguir y...

—Y ha hecho bien —interrumpió, Derek correspondió con un saludo formal como lo exigían las normas de conducta ante un anciano y luego se acercó al rastreador—. Aleja a los rastreadores.

Seth asintió.

—Dejaré a los más grandes, por si acaso.

—No será necesario.

El rastreador más experimentado quiso debatir la decisión, pero se arrepintió a último momento y se dirigió a sus lobatos.

—Ya oyeron al Alfa, andando.

Los seis se alejaron, Elías los siguió con su ácida mirada hasta que desaparecieron del otro lado de la zona de entrenamiento.

Jeanine regresó su atención al Coyote que se replegaba hacia atrás, mirando a Derek con nerviosismo en sus ojos oscuros, como el caramelo fundido. Sentía la incomodidad del ambiente, no estaba segura de si debía permanecer ahí o irse y continuar con el resto de sus labores, después de todo ya había acudido y alertado de la forma correspondiente, ya no había nada más que hacer... ¿O sí?

—Alfa, tiene que eliminar cualquier intruso no deseado.

Jeanine se tragó tantas palabras de reproche como pudo, Elías siempre estaba como una sombra sobre Derek, recordándole constantemente las normas de conducta, el código y el reglamento, era un lobo fastidioso, el único miembro del Consejo que se tomaba esa tarea de andar detrás del alfa viendo qué hacía y qué no.

—Conozco bien el reglamento Elías, no es necesario que me lo recuerde.

Derek cometió otro desliz, voltear completamente dándole la espalda a otro lobo, en ese momento Jeanine decidió quedarse, al margen, pero ante cualquier movimiento extraño ella estaría ahí para él. Nadie en el clan creería que el respetable Elías tuviera otras intenciones que fueran distintas a la de consejero, pero desde que ella fue nombrada lugarteniente comenzó a ver comportamientos extraños, miradas y gestos cargados de ira que iban dirigidos al alfa.

—Alfa...

—Puedes irte Elías —sugirió Derek con amabilidad. El alfa se agachó al nivel del Coyote—. Regresa a tu forma humana, por favor.

—Es un intruso.

Derek no le escuchó, retrocedió cuando Madeleine se transformó apareciendo su cuerpo desnudo y magullado desde la piel animal. La espalda de Derek se tensó, claramente furioso al ver los golpes y las cicatrices de la mujer.

—Por Dios, esto no es lo correcto —masculló Elías—. Usted no debe...

—Absténgase de seguir hablando —ordenó Jeanine.

Por primera vez cruzó miradas con el viejo.

—Tú no me das órdenes mujer, en todo caso, ni siquiera deberías estar cerca del Alfa.

Derek gruñó molesto. Alejando su mirada de la desnudez de Madeleine, se quitó la camisa y envolvió su cuerpo en ella. Luego murmuró cerca algunas palabras suaves, órdenes sutiles llenas de afecto que a Jeanine le hizo querer abalanzarse.

—Tratarás al lugarteniente del clan con respeto —ordenó dando vuelta y enfrentando al lobo viejo, sus ojos destellaban en el color ambarino—. O de lo contrario tendré que tomar medidas más severas contra tus ofensas y no quiero levantarme en contra de un anciano.

Elías le mantuvo la mirada por varios segundos. Alrededor el olor a violencia se desprendió, llamando a su loba a reaccionar, Jeanine la contuvo, repitiéndose que debía mantenerse al margen de la situación, no podía rodear a Derek con su fuerza protectora aunque quisiera, el alfa debía ser el proveedor, protector y guía, así eran las cosas.

—Usted sabe que lo hago por su propio bien, las normas, el reglamento y el código están por una razón.

—Me los sé, conozco cada punto como la palma de mi mano, no debes repetirme lo que debo hacer, ¡yo soy el alfa!

Su voz se endureció, la gravedad vibró a través del sonido que le erizó la piel.

—Y sin embargo desoye cada cosa a su antojo, ¿por qué esa intrusa sigue respirando?

— ¡Porque es una mujer! —Exclamó—. Maldición, Elías, ¿qué tienes en la cabeza? ¿Cómo es que tienes ganas de acabar con la vida de esta mujer sin preguntarle por qué ha llegado aquí?

Elías sonrió, pero había amargura en su mirada.

—Generalmente, cuando permitimos el ingreso de intrusos, ocurren las peores tragedias. Es bueno aprender de los errores del pasado, se supone que los Moon Fighters no tenemos misericordia, ¿es esa reputación una mentira?

—No...

—Entonces, cumpla con las reglas.

Derek gruñó, esta vez más fuerte, lo suficiente como para que el viejo volteara la mirada sometiéndose, el lobo alfa se enderezó, mostrando todo su poder, luego retrocedió hasta quedarse al lado de Madeleine, sin quitarle un ojo de encima.

—De pie, iremos a mi cabaña.

Los ojos del anciano voltearon desorbitados.

—Usted camina solo —recordó con crudeza, Jeanine sintió el cambio que abordó a Derek, la sutil estela de dolor y el lobo furioso queriendo salir—. Ninguna mujer debe pisar su lugar de descanso.

— ¿Qué clase de cosas podría hacer con ella? —Cuestionó en tono provocativo—. Ella es mi hermana, vendrá conmigo si quiero, y se quedará en mi guarida donde pueda cuidarla.

Al viejo ya no le quedaban fundamentos, el alfa le había tomado por sorpresa, Derek sonrió apenas y se inclinó de forma respetuosa para irse. Dash apareció de un extremo con ropa en sus manos, con el rostro enrojecido corrió hacia ellos.

—Alfa..., Elías..., Jeanine...

Dash jadeó por aliento y miró a Jeanine con el pánico abordando sus ojos cuando Derek se dirigió a él.

—Sígueme, iremos a mi cabaña.

Derek dirigió sus ojos de miel a ella.

—Tú también Jeanine.

Por prudencia, se puso al lado de Madeleine mientras los cuatro se alejaban del circuito de obstáculos, en un momento, Derek giró, Elías seguía en su lugar, estático y sorprendido.

—Que el Consejo se reúna en cuatro horas —ordenó—. Les explicaré todo ahí.

Con un gesto, reanudó la marcha. Jeanine observó a Madeleine de reojo, era totalmente absurdo la oleada de celos que le atravesó el pecho como un puñal, ella todavía tenía la camisa de Derek cubriendo su cuerpo. Volteó la mirada al frente, sintiéndose terriblemente mal por los pensamientos que surcaban por su mente, la mujer no estaba en las mejores condiciones, temblaba y no precisamente de frío. Jeanine dejó que su loba analizara las fuertes emociones que desprendía, miedo, preocupación, y la más fuerte de todas, sumisión.

No sabía mucho sobre los cambiantes Coyote, lo poco que arrojaban las investigaciones humanas dejaba mucho espacio a especulaciones populares. En el pasado existieron clanes, pero fueron eliminados debido a que se creía que ellos eran potencialmente peligrosos para los seres humanos, luego cayeron víctimas de los cazadores que los veían como un trofeo por su cuerpo y piel, actualmente estaban al borde de extinguirse.

Jeanine podía asegurar que apenas quedaban unos mil vagando por el mundo, solitarios, sabiendo que pronto serían parte de una de las subespecies de cambiantes extintas para siempre —junto a los leopardos de Amur—. Era triste tan solo pensarlo, eso le hizo mirar a Madeleine bajo otra perspectiva, si de verdad era hermana de Derek, entonces tenía sangre lobuna corriendo en sus venas.

—Dashiell es un médico de confianza —le dijo Derek una vez estuvieron en la entrada de su nido—. Revisará esas heridas para un informe de salud completo.

Madeleine alzó su mirada con algo de miedo, dirigiéndola desde Dash hasta su hermano.

— ¿Qué pasará conmigo?

Derek le ofreció una suave sonrisa amable, que sirvió para aplacar el temor de la mujer.

—Te quedarás aquí, un testigo seguro me ha confirmado que dices la verdad, por lo tanto, tienes sangre Miller, eres de la familia, y un Moon Fighter protege a la familia.

Hubo un atisbo de alivio en los ojos de la mujer Coyote, pero se dispersó rápido cuando Dash se le acercó ofreciéndole la ropa que cargaba en sus manos.

—Ven, tranquila, no te haré daño alguno.

Madeleine le siguió con recelo hacia el interior de la casa. Derek se quedó mirando el espacio que dejó antes de desaparecer entre las sombras, su hogar no era muy luminoso, ni grande, ni cálido, solo era una simple cabaña a mitad del territorio en donde no pasaba más de dos horas diarias a excepción de su tiempo de descanso nocturno.

—Es sumisa —habló Jeanine, estaba más alejada en el porche.

—Sí —respondió apenas—. Mi padre resultó ser una caja de sorpresas.

Jeanine quiso preguntar el nombre de ese testigo que le confirmó la identidad y procedencia de Madeleine, pero se retractó a último momento, no tenía permiso alguno para meterse en los crudos asuntos de la familia del alfa, según el nuevo anexo en el reglamento que se había agregado después de que Derek le designara como lugarteniente —hecho precisamente por los ancianos del Consejo para controlar sus derechos y obligaciones—, ella solo debía encargarse de mantener la estabilidad del clan, ocuparse de los asuntos cuando Derek no estaba, y solo en el caso de una ausencia prolongada ella podía tomar decisiones más importantes.

Querían mantenerle alejada de él a toda costa, y ella se había resignado desde hace mucho tiempo a cumplir con ese rol.

—Jeanine —Derek volteó hacia ella, el ámbar pasó a color miel en una fracción de segundo—. Quiero que investigues sobre el clan Dawn Edge ahora mismo.

Ella asintió sin emitir palabras y se movió para ir en busca de la computadora personal del alfa, a medida que pasó por su lado, Derek le siguió con la mirada, pero a diferencia de la protección en sus ojos de miel, ella intuyó que había algo más, algo que removió el deseo dormido por mucho tiempo, algo que pudo sentir en su propia piel, calando hasta lo profundo, invitando...

No, debía ser una tonta idea suya, una falsapercepción... 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top