Capítulo 5
—Eres un Miller, porta el apellido con orgullo hijo, serás un gran alfa algún día.
— ¿Por qué debo serlo?
—Porque es tu destino.
Conversación entre Brad Miller y Derek (13)
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Esa mujer chillaba a través de sus dientes, tan apretados que los oía crujir, gritos agónicos se elevaban, llenando la recepción con el crudo olor a miedo y desesperación. Su lobo permaneció agazapado, identificando el rancio aroma mezclado, ella era cambiante, eso era indudable por la transformación que estaba conteniendo a duras penas, pero olía a algo más, algo humano, familiar.
Dash apareció con su botiquín metálico de herramientas, ni siquiera se tomó el tiempo de averiguar quién era ella o cómo llegó a esa situación, en sus ojos estaba la férrea determinación de salvar una vida.
—Tranquila, todo estará bien.
Las miradas curiosas comenzaron a llegar, Derek despegó la suya de la aterrorizada mujer para observar a los empleados, cambiantes y humanos por igual, que debido a la conmoción se acercaron para echar un vistazo.
— ¡Muy bien, todos, regresen a sus lugares de trabajo ahora mismo! —Ordenó— ¡Ya!
La recepción se fue vaciando de inmediato, hasta que solo quedaban Dash, Jeanine y Tammy.
— ¿Has podido saber algo de ella? —Le preguntó a su lugarteniente.
Alterada, ella negó, y en el movimiento, algunos mechones plateados se deslizaron fuera de su coleta.
—Es un fantasma, no hay registros de ella en las bases oficiales.
— ¿Qué hay de la Infranet?
Derek cambió el rumbo de su atención cuando las quejas dejaron de oírse, ambos voltearon hacia la mujer de enredados cabellos negros.
— ¿Murió?
Dash no respondió, giró con cuidado el collar ilegal que le rodeaba el cuello, cambió de herramienta reiteradas veces hasta que se escuchó un fuerte sonido metálico, como un suave crujido y el objeto se abrió, pero en solo segundos sus puntas filosas se activaron y alcanzó a arrojarlo al suelo antes de que lastimaran sus dedos.
— ¡Maldición! —Exclamó—. Creí que esas cosas estaban prohibidas.
—Dile eso a los humanos —masculló Tammy.
—Dash...
—Está viva, se ha desmayado. —Dash acomodó a la mujer de espaldas, al percibir algo extraño frunció el ceño y la giró para poder ver su nuca—. Esto no es bueno.
— ¿Qué tiene? —Cuestionó Jeanine.
—Un inhibidor —respondió, su tono era molesto, Dash estaba tenso—. No les bastó con el collar para mantenerla en forma humana, bastardos...
— ¿Puedes quitárselo?
Dash asintió apenas pronunció las palabras.
—Debo hacerlo de inmediato, o de lo contrario cuando despierte no será capaz de controlar el cambio y terminará con un ataque al corazón.
Derek se llevó una mano al cabello, pensando, no la conocía, ni siquiera podía identificar qué tipo de cambiante era, pero necesitaba ayuda con desesperación, tenía su vida en sus manos.
—La llevaremos al clan.
—Espera, ¿qué?
Jeanine miró a la mujer con recelo en sus ojos oscuros.
—No llevamos desconocidos al seno del clan.
Ella fue objetivo de la mirada furiosa de Dash.
— ¡Necesita ayuda!
Derek intervino antes de que sucediera el arduo debate en donde era probable que solo perdieran tiempo valioso, ya que ninguno podría ganarle a la terquedad del otro.
—Toma a la mujer en brazos y llévala a mi automóvil —ordenó—. Tammy, cancela cualquier reunión que tenga por la tarde.
—Sí, señor.
Derek le hizo un gesto a Jeanine, pronto estaban en marcha rumbo al corazón de su territorio, con el lobo inquieto por la presencia de esa mujer, condujo al tope de velocidad para llegar lo más pronto posible a la zona de aparcamiento privada. Dash la cargó en brazos hasta su cabaña y la recostó en su sillón.
—Jeanine, ver por los suministros, están en una caja roja debajo de mi cama.
Ella obedeció y se fue, reapareció cargando el pesado objeto.
Mientras Dash intentaba quitarle el inhibidor incrustado en la piel, Derek comenzó a sentirse extraño a medida que le observaba más y más. Ella se veía de su edad, quizá mayor, tenía el cabello rizado, sucio y enmarañado, de alguna forma le resultaba familiar y eso era escalofriante porque jamás le había visto.
—Menos mal que es de los sencillos —dijo Dash, sus manos estaban cubiertas con látex ensangrentado—. Ha salido bien.
Un gemido ahogado le hizo darse vuelta de inmediato, el hombre rubio inspiró aire.
—Y ha sido justo a tiempo —terminó.
Jeanine se irguió, y de pronto todos estaban viendo la misma cosa, un par de ojos ambarinos que se abrían de par en par con miedo.
—Hola, pequeña —saludó Dash con una enorme sonrisa cordial.
Pero la reacción de la mujer fue alejarse, su cuerpo magullado se pegó contra el respaldar del sillón y su mirada buscó desesperada cualquier salida.
— ¿Dónde estoy? —Inquirió— ¿Qué me han hecho?
—Tranquila, estás en territorio seguro.
Derek quedó inmóvil cuando se cruzó con esos ojos tan idénticos a los suyos. Y sintió como si le conociera, como si fuera parte de él, su lobo saltó al frente, intrigado por el metálico aroma familiar. Quiso acercarse pero dudó demasiado, ella se arqueó gritando de dolor.
—Va a cambiar —anunció Dash—. Aléjense, denle espacio.
Jeanine se movió, imponiendo su cuerpo como escudo ante el coyote que surgió en segundos, largando un chillido, replegó las orejas y mostró la hilera de dientes en sus fauces negras. Estático, Derek reprimió el gruñido amenazante que peligraba salir de su garganta, volvió a verle, el terror abarcaba la oscuridad en sus pupilas rodeadas por un anillo ámbar. Era como verse en un espejo, excepto que el animal que tenía en frente era un coyote de espalda gris y no un lobo negro.
—Derek, ¿estás bien?
Jeanine se puso a la defensiva mientras que Dash se mantenía a su derecha.
— ¿Qué hacemos? Se ve peligrosa.
—Solo es un coyote —murmuró—. En un clan de lobos, yo me encargo.
Avanzó, recibió fieros gruñidos de amenaza y temor, Derek dejó al lobo ascender para que se encontrara con ella, y en un arranque de imprudencia gruñó, provocando un ataque defensivo.
— ¡Cambia! —Ordenó.
Pero ella retrocedió, y su mirada volvió a buscar una salida.
—Estás en territorio de lobos, no tienes a donde ir.
Un sonido similar a un aullido bajo acompañó sus movimientos evasivos, tenía miedo, y Derek era el lobo grande y malo que podría devorarla en cuestión de segundos, el depredador más fuerte.
La fuerza bruta no servía con una mujer aterrorizada.
—No vamos a hacerte daño —aseguró, bajando los brazos y relajando su postura—. Cambia, y podremos hablar.
Ella pareció escucharle, pero no hizo caso, se hizo un ovillo sobre el sillón y desde ahí lo miró, el pelaje de la espalda se aplacó a medida que sus ojos le analizaron con detalle.
—Dash, ve por una manta.
—Sí, enseguida.
Jeanine se movió, era puro instinto protector en ese momento, que al ponerse junto a él reflejó el poder de su loba. La mujer era fuerte, determinada, no solo su belleza le atraía como la tierra a la luna, ella tenía disposición a saltar al frente, a liderar, proteger, de haber sido un hombre libre habría estado orgulloso y locamente feliz de que al menos le dedicara una sonrisa de afecto.
"No te pongas así, no es una amenaza"
Podrían prescindir de la comunicación sub-vocal, pero a él le gustaba escucharla de esa forma, porque parecía que su voz se quedaba en su mente, emulando lo que tanto anhelaba, un emparejamiento, dos partes de un todo, unidos en corazón, cuerpo y mente.
"El deber de un lugarteniente es proteger al alfa y el clan, está en mis obligaciones"
Derek sintió su corazón ablandarse, al lobo abandonar la intriga que le provocaba el coyote y retomar su atención a ella.
"Mírala, está indefensa, y nosotros somos lobos"
"Nunca está de más ser precavidos"
—Ahora podrá cubrirse. —Dash le dejó una manta negra encima del sillón y luego, prácticamente les ordenó que voltearan. A Derek no le agradaba la idea de quitarle la vista a un desconocido, se sentía vulnerable, pero por esta vez, podía hacerlo un par de segundos—. ¿Ya estás de regreso?
Oyó su respiración agitada.
—Sí... —balbuceó.
Los tres voltearon, ella estaba envuelta en la manta, no dejaba de mirarle y había intriga en esos ojos... Esos ojos color miel igual a los de su padre, la misma tonalidad que los que él portaba.
— ¿Quién eres? —Cuestionó, un nudo se ajustó en su garganta al verle directo.
—Tú eres... ¿Eres Derek Miller? —Preguntó, emoción en su voz.
—Sí.
La mirada adoptó el brillo de las lágrimas.
—Yo soy..., yo soy..., somos hermanos...
Y de repente sintió sus piernas temblar, el aire se le escapaba en fuertes respiraciones, todo parecía encajar, el olor metálico difuminado en dulces notas, la miel y el ámbar de sus ojos..., pero no entendía..., sintió la boca seca y ahora las palabras estaban atascadas en el borde de su lengua, su mente se redujo a los baches que crearon sus dudas. Hasta esa mañana Derek Miller era hijo único y ahora resulta que tenía una hermana..., pero ella era un coyote, ¿dónde estaba la lógica en eso?
—Eso no puede ser posible —consiguió decir.
Jeanine vio su desconcierto y le ayudó a centrarse colocando una mano sobre su hombro, Derek fue a reprender esa acción indebida pero se encontró con la determinación en sus ojos oscuros, ella no iba a ceder.
"Dash no dirá nada. Y si lo hace, le arrancaré la piel"
—Será mejor que te sientes —dijo Dash—. Viejo, parece que en cualquier momento vas a desmayarte.
Derek gruñó bajo ante la broma, pero al final terminó por obedecer y acomodarse en un sillón individual blanco.
— ¿Cómo es que somos hermanos? —Preguntó, la última palabra sonó demasiado despectiva.
Ella tembló al oírlo, pero no bajó la mirada, lo que le indicó una gran fortaleza.
—Brad Miller es nuestro padre.
Incrédulo, Derek pasó una mano por su cabello, como conteniendo su cordura que quería abandonarle, eso sonaba tan... Imposible, que hasta le daban ganas de reír.
—Mi padre en todo momento estuvo con su familia, con su clan, ¿dices que tenía otra vida lejos, que nos mintió?
— ¡No! —Exclamó—. Mi madre dijo que era un alfa explorador cuando lo conoció, joven, dieciocho años, ambos se enamoraron, me tuvieron, y a mis hermanos...
—Un momento, espera, ¿quieres decir que hay más?
—Chandler y Arejay.
«Y ahora resulta que soy el menor de cuatro hermanos» la ironía en eso era abrumadora.
Derek buscó fuerzas para comprender esto, Dash pretendía hacer oídos sordos y Jeanine se veía tan perpleja como él.
— ¿Tu madre cómo se llamaba?
—Dalia, la perdimos hace un dos años y medio junto a los demás.
Se tomó el puente de la nariz, aplicando presión, la cabeza estaba comenzando a doler.
—Lo lamento —dijo por obligación, y no sabía si quería seguir develando los secretos de su padre.
Brad Miller lo entrenó para ser el alfa que esperaba, todo lo que sabía de él era que ascendió como reemplazo de su hermano ya que no estaba destinado a ocupar el puesto, a los quince años ya había aceptado a su pareja destinada, así que cuando tomó posesión del cargo el clan obtuvo una pareja alfa.
Un recuerdo sobrevino con furia en su mente, la decepción en su rostro cuando rechazó a Lyra frente a todos.
Brad no se lo esperaba..., bien, ahora ambos estaban a mano.
— ¿De dónde vienes? —Jeanine preguntó.
La mujer se llevó una mano al cuello enrojecido por el collar.
—Del clan Dawn Edge.
Derek recordaba haber oído de ese clan cuando era pequeño, pero solo era un clan de lobos menor al otro lado del territorio, hacia el oeste.
— ¿Cómo terminaste con ese collar y el inhibidor?
—Mi clan ya no existe —dijo con pena—. Fue tomado por otro clan de pumas hace unos dos años, mi madre murió en el enfrentamiento, así como muchos de mis familiares. Los lobos tomaron la opción del exilio cuando el alfa fue derrotado, pero a nosotros nos capturaron bajo el argumento de que no éramos parte del clan por ser coyotes, nos hicieron prisioneros desde entonces.
— ¿Cómo escapaste? —Dash preguntó—. ¿Cómo sabías a dónde ir?
Ella miró a uno y a otro, con sus grandes ojos de miel, viendo el escepticismo presente.
—Mamá siempre habló bien de Brad, y dijo que su clan era próspero y grande, y que se situaba al norte rodeando una ciudad. Hace cuatro días uno de los guardias olvidó asegurar mis cadenas, entonces, cuando se fue, les dije a mis hermanos que traería ayuda y hui.
Abrumado por la cantidad de información que estaba recibiendo, Derek suspiró con pesadez.
—Derek...
— ¡Suficiente! —Cortó, quiso gritarle que todo debía ser un error pero luego recordó que ni siquiera le había dado su identidad—. Dime tu nombre.
—Madeleine.
Ahora el aire pesaba en sus pulmones.
Era el nombre de su abuela, Brad siempre habló de que si hubiera tenido una hija le habría puesto ese nombre, a primera vista cualquiera diría que podía ser una simple coincidencia, pero Derek ya no estaba tan seguro de eso.
De un salto se levantó, Madeleine se encogió en su lugar, algo parecido al sentimiento de protección surgió en su mente, estaba yendo demasiado rápido y ni siquiera tenía certezas... ¿Pero en qué rayos pensaba? Su padre, y Dalia, estaban muertos, ya no quedaban testigos, solo la palabra de Madeleine, ¿a quién más podía recurrir para que confirmara que ella era su hermana?
—Debo irme..., tengo..., asuntos que resolver.
Fue hacia la puerta pero antes de tomar la perilla se giró para detener a Jeanine y mirar a Dash.
—Queda bajo tu cuidado —dijo, y luego se apresuró a salir, a correr lejos y luchar contra sus propios pensamientos.
"Tengo una familia... Tengo una familia..."
Por primera vez en años, ya no se sentía tan solo...
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