Capítulo 29

Tu corazón es puro y noble, eres un guerrero, nunca lo olvides.

Nota de Alice Ridger (67) a su nieto Derek (13)

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Podía sentir el estado semi inconsciente de Logan a través del vínculo de sangre, en su mente el lobo pardo temblaba de rabia mientras trataba de sanar las heridas de Emmy. Seth tenía tres costillas rotas, milagrosamente ninguna dañó sus órganos vitales.

En la cabeza de Derek rondaban muchas preguntas y la rabia acumulada en el interior estaba llevando al lobo peligrosamente al borde en el que se convertiría en una bestia furiosa. Respiró, le costaba darle crédito a la veracidad de la situación en la que se encontraba, esto se parecía a una auténtica pesadilla. Pero el dolor que sentía, era tangible, real.

Esto era real.

Jeanine se mantuvo junto a él, un hervidero de crudas emociones enzarzadas en el instinto defensivo que tensaba su cuerpo listo para reaccionar. En otro caso él habría permitido que el orgullo creciera en el corazón, pero Derek no podía evitar sentirse culpable una vez más, nuevamente sus acciones cobraron un serio costo para él, la olla se había destapado y ahora la verdad estaba al descubierto. Y Jeanine estaba en medio de un enfrentamiento que le obligaría a elegir entre su lealtad y su pareja..., no era algo justo para ella y eso hizo que la culpa aumentara todavía más, junto a la fría rabia animal.

— ¿De qué orgullo hablas? —Vociferó Jeanine—. ¿Qué clase de sucia treta es esta Elliot?

El lobo frente a él gruñó fuerte, un intento por amedrentarla, sin embargo Jeanine era más que belleza, era poder, fuego.

—Este supuesto juicio no tiene valor alguno —replicó, luego giró para descargar su furia contra todos los presentes—. Y ustedes... ¡¿Cómo se atreven a ponerse en contra de su alfa después de todo lo que ha hecho?!

Derek sintió las miradas acusatorias, cargadas de decepción y desprecio, fijarse en su cuerpo como cuchillos afilados, estaba expuesto, vulnerable.

—Tobías —llamó—. ¿Qué fue lo que hizo Derek cuando descubriste que tu lobo escogió a un hombre como compañero? ¿Acaso te expulsó por eso? ¿Te obligó a rechazarlo o abandonar el clan?

—No —respondió, vacilante.

—Y tú Alan, ¿qué hizo Derek cuando los guardianes te encontraron en el territorio al borde de morir de hambre?

—Me alimentó.

—Eddie...

— ¡Suficiente! —Exclamó Elliot de forma abrupta—. Los testimonios de esos dos Cazadores jóvenes no sirven para redimir todo lo malo que ha hecho.

Los labios de Jeanine se abrieron, mientras lo veía con absoluta incredulidad en su perfil, el café oscuro se llenó por el amarillo casi desvanecido, furia salvaje corría por su cuerpo, Derek podía sentirla. Así era su sensibilidad respecto a ella.

— ¿Malo? ¿Estás englobando quince años de liderazgo como algo malo? ¿Es que todo el clan ha perdido la cabeza? —Jeanine rió bajo, sacudiendo la cabeza—. Por Dios, Elliot, esto suena cada vez más absurdo.

—Absurdo es que lo defiendas mientras él se esconde detrás de ti como un cobarde, ¿es que no tiene argumentos para demostrar su inocencia?

—Yo no soy inocente —Derek habló, reclamando la atención de Elliot—. Lo que has dicho, todo es verdad.

Por primera vez Derek dirigió la mirada a todos los presentes, en especial a Elías y sus sirvientes del Consejo que manejaba a su antojo. Estúpido código maldito, si atacar a los ancianos no estuviera prohibido él ya se habría deshecho del viejo que no le permitía quitar la espina del puritanismo enterrada desde que se fundó el clan.

—Es cierto, hay una enfermedad que causa una degeneración en el cerebro de los lobos, la cual produce comportamiento errático, agresividad, problemas en la transformación, cambio irreversible y ataque cardíaco. Esta enfermedad es altamente contagiosa, ha dejado doscientos ochenta y nueve infectados registrados, solo treinta y nueve quedan con vida.

Entre ellos, Isaac Meyer, quien todavía seguía en pie.

—He ocultado todo porque preferí evitar el pánico, el clan es seguro.

— ¿Por cuánto tiempo? —Inquirió Elliot—. ¿Cuándo planeabas hacer correr la información? Ya hubo un enfermo sospechoso que generó el temor en el clan, ¿recuerdas lo que pasó con Shane? —Derek gruñó amenazante—. Ese lobo defectuoso huyó como un salvaje del territorio, yo mismo lo seguí para atraparlo, se veía igual que Isaac, rabioso y perdido, con ganas de asesinar.

Derek miró a Jeanine, ante la falta de respuesta y la débil sensación de culpa ajena, Derek supo que Elliot sabía de antemano lo de la enfermedad. Al lobo no le gustaba que le haya ocultado eso, pero lo resolvería después de sacarse a Elliot de encima.

—El caso de Caleb fue una afección derivada de su latencia, los exámenes médicos concluyeron en lo mismo: exceso de presión.

Una risa baja, una burla.

—Puedes decir cualquier cosa para desmentir los hechos, pero dudo que alguien te crea, ya has perdido nuestra confianza y después de hoy cada lobo Moon Fighter te verá como un traidor.

— ¡No! —Gritó—. ¡Ustedes no entienden!

Elliot comenzó a rondar otra vez, un lobo acechando.

—Entenderíamos si hubieras dicho la verdad desde un principio, pero tú escogiste no confiar y tratarnos como un montón de chiquillos histéricos. —El tono de Elliot se endureció.

Tenía el rostro ladeado, cubierto de sudor seco y tierra esparcida en su frente, mejillas y parte de la oreja, los arañazos del cuello estaban diluyéndose, mientras que los fieros desgarros provocados por Emmy todavía permanecían como un remanente de carne expuesta.

—No tienes el poder —masculló Derek—. Tú no eres nada.

El lobo frente a él esbozó una sonrisa animal, perversa y torcida, cargada de suficiencia, como si estuviera saboreando una victoria invisible.

Derek se arrepintió de haberle permitido quedarse, Elliot tendría que haber sido expulsado con los siete lobos Alfa que quedaron en el clan cuando tomó el lugar de su padre.

—Señor Elías, ¿quiere ser el mediador?

El viejo cruzó el arroyo sin inmutarse por la frialdad que conducía el agua. Derek advirtió la presencia de Lyra, con sus ojos grises mirándole fijo en una apariencia fantasmal, nunca antes le pareció tan escalofriante esa mirada como en el momento en que parecía devorarle.

—Las transgresiones que usted ha cometido no pueden ser pasadas por alto —dijo, deteniéndose a considerable distancia—. Esta completa falta de respeto hacia la integridad y confianza de los miembros del clan no será tolerada.

Derek sonrió de lado, mostrando los colmillos que parecían vibrar sintiendo la violencia cerca, entendiendo a qué iba esto, era la jugada perfecta, un momento de descuido y lo tomaron con la guardia baja. Llegando más lejos hasta podía aventurarse a creer que Elliot solo era un peón en el juego de Elías, y que el objetivo era borrarlo del mapa para restaurar todo a como era antes de que Bradford ascendiera como alfa.

—Siempre quisiste esto, ¿cierto?

Elías permaneció impasible.

—No es personal, es hacer justicia ante el quebrantamiento de las reglas que usted conoce bien, las que ha corrompido incluso con la condena impuesta hace veinte años.

—Yo no he transgredido la condena —replicó.

Elías enarcó una ceja, confiado.

— ¿No? Entonces, dígame, ¿compartió usted una habitación con la señorita Jeanine?

El interior de Derek... Tembló.

—No.

— ¿Dónde pasó la noche?

—En la calle —respondió irónico, sus defensas se estaban terminando y algo le decía que Elías sabía dónde estuvo y con quien—. Ya me harté de todo esto. —Regresó su mirada a Elliot—. Vamos a probar cuanto valor tienes, pequeño alfa.

Si quería el puesto, Elliot debía arrancarle el corazón para tenerlo.

—Derek, no...

Detuvo las réplicas desesperadas de Jeanine. Despedazaban su corazón, queriendo volverlo añicos dentro del pecho.

—No puedo negarme a una lucha —habló con la verdad.

Sus ojos cargaron contra él, dolidos, la emoción impactándole con fuerza arrolladora. Un nudo ajustándose para impedirle hablar.

—No es legítimo.

—Te equivocas.

Ella negó.

—Esto no es justo, tendieron una trampa, ellos armaron todo esto...

—Basta —Derek le calmó, no como quería hacerlo, entre sus brazos y muy cerca de su corazón, para que ella encontrara la paz que alejara el miedo al oír sus latidos—. Retrocede —se impuso, lastimándose por tener que doblegarle—. Es una orden.

Ella gimió bajo, un lamento casi silencioso que advertía lo que era probable, Derek lo aceptaba. Y exigiendo con su mirada, acalló todas sus protestas y ella dejó de insistir, se alejó hasta quedar junto a Emmy quien seguía firme junto a Logan.

Dash tiene que atenderlos después de que esto termine —le dijo en la frecuencia sub-vocal que solo ella podía oír, anteponiendo una vez más las necesidades de los demás, de otra forma le habría dicho cuanto le amaba, se habría despedido.

Porque en un duelo entre lobos por el puesto, solo uno conservaba la vida. La muerte era un camino inevitable, a menos que se considerara clemencia, pero eso jamás pasaba, la muerte era preferible antes que la lástima. Un Miller no concedía tal regalo deshonroso a un rival, por eso el linaje se había mantenido intacto desde que el clan fue creado.

Derek regresó al frente dispuesto a demostrar su fuerza, todo lo que acontecía, cada maldita cosa que le preocupaba se bloquearon de su mente, solo el lobo consumía los pensamientos deseosos de sangre y muerte, venganza por este descaro, por el cruel y despiadado comportamiento hacia Logan y Seth, por Elijah..., ahora entendía la razón por la que su mejor amigo siempre le aconsejaba que no se fiara de Elliot.

—Jamás serás olvidado —le dijo, las palabras salieron rígidas por la tensión—. Todos recordarán la cobardía de tus actos, cómo apuñalaste a tu alfa por la espalda.

Elliot movió los hombros, distanciándose.

—Ya veremos cuál historia será contada.

Fue el primero en cambiar, y en el momento en que lo vio erguido en todo su porte, Derek se halló a sí mismo en un callejón sin salida. Elliot era masivo, del doble de su tamaño, pelaje gris como cenizas esparcidas en la tierra y ojos oscuros, caramelo quemado inyectado con dominio y furia.

Derek dejó salir al lobo que era su segundo latido, torpemente apareció del cuerpo humano, el manto negro moviéndose al son de la brisa susurrante, extendiendo las garras contra la inestable tierra cargada de humedad acumulada. La diferencia de tamaños era considerable, a simple vista, por la fuerza y salud, Elliot tenía numerosas ventajas, pero Derek todavía poseía algo de vigor en su maltrecho lobo, no se la dejaría fácil.

Se rodearon como enemigos mortales, exponiendo los dientes ansiosos por aniquilar, erizando el pelaje del lomo, llenando el ambiente por los feroces gruñidos amenazadores. Esperando para ver quién daría el primer golpe. Derek se dio cuenta que ya no tenía sus reflejos afilados, pues la velocidad de Elliot fue una bala impactando contra su espalda, atinó a agacharse para retener parte de la fuerza contenida, el choque de colmillos buscaba inmediatamente las vértebras del cuello.

Derek no podía alcanzarle, giraba pero el peso del lobo gris lo obligaba a ladear el cuerpo para no perder el equilibrio. Forzado, se echó y rodó para alejarse y volver a enfrentarlo, echó un gruñido rabioso, replegó las orejas tratando de verse más grande. Intentó hacer memoria, recordar todas las técnicas de pelea que su padre le enseñó en los entrenamientos, pero Brad cometió el error de jamás llevarlo al límite, pues nunca le enfrentó a un rival tan grande.

Elliot sería su fin.

Decidió ir por todo. Morir con honor. Saltó, pero el giro leve hizo que en vez de tomar el pellejo del cuello, sus dientes se aferraran a la oreja. Elliot lanzó un gruñido doloroso, su mordida quemó en el hombro, sintió la piel desgarrarse, el líquido caliente fluir por un costado.

Gotas tiñeron sus fauces cuando lo soltó, perdió el agarre. La danza inició de nuevo, uno de los dos debía vencer llevándose la vida del otro.

Resopló, el dolor le cobraba la energía, Derek no estaba en condiciones para pelear de esta forma y el lobo... Hacía todo por mantenerse firme y no desfallecer.

De reojo vio una sonrisa satisfactoria proveniente de Elías. Por supuesto, ya anticipaba quién sería el flamante vencedor.

Elliot cargó contra él, Derek se agazapó y abrió, rodaron en la tierra, hiriéndose con mordidas y garras, quemando las pocas energías que le quedaban, aullando por la mezcla de dolor y adrenalina. Derek luchó, con cada minúsculo aliento, con cada remanente de fuerza, peleó en una batalla planeada en su contra, le hizo frente a la desventaja por cada uno de los que sufrirían si perdía.

Su preciosa hermana Madeleine... Arejay, Chandler, apenas los había encontrado y ya tendría que dejarlos... Sus amigos... Su cuerpo de líderes, tan leales... Aquellos inocentes que solo querían vivir en paz... Y Jeanine... Su dulce y noble Jeanine...

El terreno le jugó un grave error, sus patas delanteras resbalaron contra el lodo, y poderosos dientes se cerraron alrededor de la garganta, Elliot no escatimó fuerzas, Derek fue llevado hasta el suelo, sometido, la presión hizo que todo se pintara del rojo, sangre y muerte. Sentía la vibración de los incansables gruñidos quitándole lentamente el aliento.

—Suplica clemencia —oyó esa voz, herida, devastada—. Suplica clemencia, por favor, Derek... No me dejes... No... No, no, no...

Derek podía oler la sal de sus lágrimas, percibía la estela de dolor profundo llegar para desgarrarle por dentro, era el golpe final, estaba rendido. Lobo patético, tan débil y miserable, moriría frente a ella.

— ¡Clemencia! —Alguien gritó, pero no fue Jeanine.

— ¡Clemencia! —Otro más.

— ¡Clemencia! —Otra voz, aguda y femenina, desgarrada en llanto.

— ¡Clemencia! —Un grito más.

— ¡Clemencia! —Seth rogó en un suplicio agónico.

— ¡Clemencia! —Vociferó Emerald en un lamento doloroso.

—Clemencia —Jeanine susurró—. Por favor...

Pasos se oyeron, la figura de Elías.

«No, no, no, no me hagas esto»

—Clemencia —sentenció, alejando a Elliot.

Su rival lo soltó, y mientras Derek respiraba el doloroso aire, tuvo que escuchar el estridente aullido de victoria, que todavía sobre su cuerpo Elliot anunciaba a cada criatura existente que él era el nuevo dueño y señor de esas tierras.

Derek sintió la humillación inundarle desde adentro, un Miller... El linaje predilecto del clan Moon Fighters..., doscientos años de liderazgo..., habían caído con él. ¿Estarían sus ancestros presenciando su derrota desde allá arriba? La vergüenza no tardó en hacer crecer su desprecio.

El aullido terminó, y fue liberado. Elliot retrocedió, y regresó a la forma humana, orgulloso y heroico, vencedor.

—Levántate —ordenó.

Derek gruñó, mostrando el orgullo que estaba fracturado.

—Vamos, hazlo.

Destruido, tambaleante y agotado, Derek logró ponerse de pie y enfrentar la derrota.

—Haz peleado con valor y coraje, pero tu tiempo en este clan terminó. —Elliot sonrió—. La clemencia no fue por ti, sino por respeto a tu sangre, la de nuestro fundador. Ahora, como tu sucesor y nuevo alfa del clan Moon Fighters, yo te expulso del territorio por lo que te quede de vida.

Derek gruñó bajo.

—Ningún cazador irá tras de ti —aseguró, no había engaño en sus palabras—. Vete.

Su fuerza y tamaño se vieron reducidas a las de un lobezno destrozado. Esto era el fin. El último Miller le dio la espalda a su rival y emprendió la retirada siguiendo el contorno del arroyo que le llevaría al sur, donde se unía al río y se dividía en dos brazos que marcaban los límites con los dos clanes aliados.

Ya no tenía hogar, ni rumbo, daba igual en donde pisaran sus patas.

Lo que lamentó más que su derrota, fue haber ignorado la triste mirada de Jeanine al pasar junto a ella, pero ¿qué podía haber hecho? Que ella lo viera así intensificaba el odio que tenía hacia sí mismo, por no poder ser suficiente, porque al final su apellido pesó más y fue el salvavidas que nunca quiso, otra vez, la huella de sus ancestros quemando en lo profundo, era el peso con el que cargó toda su vida y sin embargo ahora, mientras dejaba atrás las últimas miradas de los Defensores, Derek se convertía tristemente en una sombra de lo que un Miller debería haber sido.

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