Capítulo 11


—No te burles, yo sé que también te derrites por alguien que parece inalcanzable.

—Pero al menos ella me corresponde.

— ¿Se supone que eso debe doler? ¿Y qué me dices, lobo, ella realmente te corresponde?

Conversación entre Derek Miller y Sean Wells.

゜・。。・🐺🌙🐺・。。・゜★

La sorpresa en su bello rostro era algo agradable de ver, pero Derek tuvo que frenar al impulso que hizo latir su corazón como loco, le estaba costando cada vez más desde que comenzaron a llegarle los permisos de cortejo de varios lobos solteros.

Nervios de acero, era todo lo que necesitaba para detener al animal que deseaba marcarla para hacerles saber a los demás que ella no estaba disponible.

— ¿Estás seguro de que es el momento indicado?

Ella no sabía cuánto le afectaba el solo sonido de su voz, y no debía saberlo, por el bien de ambos.

—Madeleine no puede vivir encerrada en casa, tiene que salir, recuperar su vida.

Ella era fragilidad pura, no tardó en ganarse a su lobo con unas miradas, eso y su carácter dulce y sumiso que llamaban al instinto protector. Derek quería darle todo para verla sonreír, no se separaría de ella, era deber de hermano aunque fuera menor que ella. Además de que estaba de buen humor, por fin podría saber lo que se sentía tener hermanos.

—De acuerdo, pero debes estar preparado, los ancianos darán pelea.

Derek le miró a los ojos, perdiéndose en la inmensidad oscura de la loba que le atraía de una forma en la que ya no podía detenerse. Jeanine inhaló, capturó el movimiento de sus labios. Esto era difícil. Escasos centímetros les separaban, y todo lo que le detenía era la prudencia que luchaba contra el instinto.

—Jeanine —dijo saboreando ese nombre en sus labios, tan único y perfecto que quería marcarlo en su alma—. Ya he aprendido a lidiar con eso.

Una pequeña sonrisa, demoledora en su misma esencia.

—Y también aprendimos a no confiarnos demasiado. —Su tono formal le molestó, ella estaba demasiado inmersa en su papel siendo su consejera, mano derecha, lugarteniente. Todo menos lo que él realmente quería—. Solo, ve con cuidado.

Derek le respondió con otra sonrisa, se sentía tan bien cuando estaba con ella, sin nadie observando, nada que esconder de la mirada pública, él realmente podía actuar de la forma en que quisiera, ella jamás le juzgaría.

— ¿Eso es todo?

Había un deje de suspiro en esa pregunta, Derek lo consideró, ¿debía decirle? El lobo rechazó ese pensamiento, pero el que mandaba era el hombre no el animal, así había sido desde siempre, esa fue la diferencia tajante entre Derek y los anteriores, él doblegaba al instinto sin perderlo por completo, era lo que le permitía ver más allá, no ceder ante el poder, volverse incorruptible en favor de ofrecerles una vida mejor a cada uno de sus protegidos, aunque él agonizara en silencio y lentamente.

—Tengo que decirlo, me han llegado varias peticiones de cortejo que tienen tu nombre como objetivo.

Jeanine alzó una ceja y luego, simplemente, se tomó el puente de la nariz.

—Los lobos y su formalismo —masculló, pero tenía un borde divertido en sus labios, ella quería reír—. ¿Por qué han hecho tanto trabajo?

—No lo sé, ¿quizá porque saben que crecimos juntos, y que por lo tanto si rompen tu corazón yo romperé cada uno de sus huesos?

«Su corazón es nuestro» Derek calló la voz que le susurraba cosas prohibidas en su mente, alegando que este era el momento necesario, por fin los pretendientes se estaban animando a cortejarla, pronto hallaría una pareja digna con la cual ser feliz. «Nadie es digno de ella»

¿Quiénes son?

Derek negó.

—Sabes que no puedo, confidencialidad ante todo. —Sonrió, estaba roto—. Pero ya los verás rondando cerca.

Ella bufó aparentando molestia, pero por el brillo de sus ojos Derek pudo ver que estaba emocionada. No tendría que haber dolido tanto, él ya había pensado una y mil veces sobre esto, la posibilidad de verla irse lejos con otro que le diera lo que él no podía, pero ahora mientras reconocía la anticipación emanando de ella, golpeándole tan duro que le destrozaría de nuevo su ya fragmentado corazón, quemaba, porque veía a Jeanine lista y decidida, disponible para darle una oportunidad a un hombre que no sería él.

—Pronto tendré el honor de oficiar tu Ceremonia —dijo, su corazón se estrujó de solo pensarlo.

Ella volvió a sonreír, calentando su sangre.

—Una cosa a la vez Derek.

No dejó que ella percibiera su dolor hasta que la despidió, y ella le dejó solo con su esencia y el lobo angustiado. Solo en ese momento Derek se permitió derrumbarse en la silla giratoria de su escritorio, restregó los dedos por su cara y miró al techo, preguntándose cuánto más podría aguantar, ser alfa no era tan difícil como estar enamorado y no ser correspondido, ver como la mujer que amaba con su alma seguía su vida, sonreírle a pesar de estar muriendo por dentro, ¿cuánto más podría tolerar?

Alguien llamó a la puerta, Derek desplazó los pensamientos y la angustia lejos, respiró profundo preparando la fachada de alfa que ocultaba todo y les hacía creer que él estaba en perfectas condiciones.

—Adelante.

Seth Meyer ingresó, al detenerse a dos pasos del escritorio se inclinó con respeto, Derek asintió aceptándolo, el rastreador levantó la mirada. Cuando vio la cicatriz que le cruzaba el lado izquierdo del rostro, sintió pena, apenas un mes atrás fue secuestrado por dos cambiantes lobo, uno de ellos era Adrien Renan quien lo sometió a tortura cortándole con un cuchillo de acero bañado en Amonium caliente para dejar marcas en la piel, su pareja, Reed Dickson, lo encontró tarde, ya había sido herido y sin embargo lo salvó. Ahora ambos estaban juntos y el rastreador se recuperaba de las secuelas.

Cuando regresó, Seth era otra persona, menos infantil, la experiencia lo hizo de hierro. No obstante, a Derek le preocupaba que el cambio en su personalidad fuera tan drástico que parte de su espíritu noble y amable se perdiera.

Debía vigilarlo, Seth era valioso para el clan, y un leal amigo para él.

— ¿Algo de lo que deba preocuparme?

Seth negó, del bolsillo de su chaqueta negra sacó un papel doblado.

—Oh, por favor, dime que no han secuestrado a otro de los nuestros.

El rastreador se rió.

—No, esto es del gato alfa.

Derek alzó una ceja, cruzándose de brazos se reclinó en el respaldar de la silla.

— ¿Cuál de los dos?

—El puma.

Intrigado Derek le extendió la mano y Seth entregó el papel.

— ¿Por qué nunca envía un correo cifrado? —Preguntó mientras desdoblaba los pliegues.

—La tecnología no es segura, ni siquiera la nuestra.

— ¿Quién te lo dio?

—El mismo de siempre, Kyon.

Seth colocó las manos por detrás de su espalda, poniéndose en posición de guardián mientras Derek fijaba su vista en la prolija caligrafía de la nota. Sean Wells podía ser un puma bastante molesto, pero se notaba su obsesión por la prolijidad y el orden.

"Supimos sobre otro infectado, solo es un rumor, pero hay muchas pruebas. Necesitamos una reunión lo más pronto posible"

Suspirando, Derek giró un poco la silla doblando la pierna sobre la otra, había pasado un buen tiempo desde el último infectado que encontraron, tenía la inocente esperanza de que el brote estaba en un estado de remisión, o había desaparecido como esas extrañas enfermedades del pasado que aparecían de forma masiva y luego se desvanecían para el desconcierto de los médicos.

Pero, en el caso de la Enfermedad L, esto estaba lejos de suceder. Tan solo rogaba que ese nuevo infectado no estuviera cerca de su territorio, de lo contrario, las cosas se pondrían feas.

Incorporándose, Derek sacó una hoja de papel del cajón inferior del escritorio, la dobló por la mitad, cortándola, tomó una parte y redactó sobre ella la respuesta, luego volvió a doblarla dos veces y se la extendió a Seth.

—Confidencialidad ante todo —le dijo.

Seth asintió.

— ¿Alguna otra cosa que decir? —Le preguntó cuándo no hizo otro movimiento.

—No.

Esa aparente falta de palabras le preocupaba.

— ¿Vendrás a la Ceremonia de Caleb?

Seth sonrió, la piel alrededor de su cicatriz se arrugó.

—Claro que sí, no me lo perdería por nada.

«Tenemos que planear la suya» Pensó, pero descartó la idea de comunicarle lo que pretendía, Seth todavía no se sentía seguro de su aspecto, y Reed llevaba pocas semanas viviendo en el clan, era muy pronto para anunciar su Ceremonia, ambos tenían asuntos personales que agregar antes de consolidar su relación.

—Bien, si eso es todo, puedes retirarte.

Seth se retiró, despidiéndose con un gesto en silencio, apenas cerró la puerta, Derek se ocupó con los archivos ocultos en la Infranet que su clan manejaba. Esa fantástica invención de su abuela le permitía guardar toda clase de información pertinente a los cambiantes, él había echado el rumor de que solo se podía acceder una única vez, esa mentira la impulsó para tener un mejor control. Analizó lo que ya sabía, los reportes de ataques, los números de infectados, los informes médicos y los más recientes estudios en sus laboratorios privados. Gracias al cielo y a Seth por caer en el CIG, gracias a Vladimir Lébedevich por otorgarle un competente equipo de bioquímicos e investigadores para acelerar los estudios. Necesitaba una cura para esa enfermedad, y rápido.

Lo curioso de su examen fue saber que los pumas no habían agregado información nueva a la base de datos, eso le desconcertó, si Sean sabía sobre un nuevo caso, ¿por qué no envió la información?

Su lobo susurró en su mente que el puma estaba comenzando a dejar de lado este asunto, pero Derek se negó a dejar de confiar en Sean, era un buen tipo, un gato fastidioso, pero un alfa con el que se podía razonar, sus impulsos pasionales solo se demostraban en escasas ocasiones, el resto del tiempo se mostraba calmo y apacible.

Sean era confiable.

Tras una tercera revisión, Derek cerró los archivos y se desconectó. De la parte oculta bajo el escritorio sacó una botella de licor refinado y un vaso, no correspondía al reglamento que bebiera estando a horas de una Ceremonia, pero él había dejado de obedecerlo desde mucho tiempo atrás.

Solo necesitaba refrescarse, un poco de valor, algo de motivación que le permitiese mostrar orgullo y felicidad, aunque lo último fuera imposible. Caleb y Eleine se merecían algo inolvidable y mágico, Derek se los daría, era su deber, su responsabilidad, tenía que tragarse la amargura que le subía por la garganta. Envidia. No necesitaba eso.

Luego de pasar el resto de la tarde resolviendo algunas trivialidades de los jóvenes, Derek dedicó un tiempo a estar con dos de los recién nacidos. Eran adorables, tiernos, gorditos y cálidos, le daban ganas de tener diez de ellos, un deseo tan inocente como lejano, cada vez que los dejaba en los brazos de sus padres se iba con pesar y tristeza.

Procuró de dejar un espacio para hablar con Madeleine y asegurarle por décima vez que todo iba a salir bien, necesitaba de su cooperación, que creyera en él. Ella iba a caminar con orgullo, nunca más con tristeza.

Tras horas de repasar el territorio en piel animal, Derek aulló una hora antes de la media noche, señal de que todos los que quisieran presenciar la Ceremonia y ser testigos de su bendición acudieran al sitio. Él se detuvo en uno de sus escondites naturales en donde guardaba mudas de ropa, se vistió y recorrió el último tramo hacia el sitio en donde se realizaban las ceremonias.

Había pocos lobos en el lugar y eso le preocupó, no por Madeleine, el rumor de su existencia se diseminaría como fuego en pólvora, pero Caleb y Eleine... Necesitaban una muestra de aprecio y aceptación del clan, de lo contrario ya no regresarían a estas tierras.

Media hora antes comenzaron a llegar, Logan y Emmy, la mujer leopardo de las nieves desencajaba con los demás lobos que se agruparon a la orilla del tranquilo río, luego apareció Raven, la hermana de Logan, y su pareja, Yulian, que también era como Emmy. A su vez, ambos leopardos pertenecían al clan Ice Daggers, y todavía no eran reconocidos dentro del clan.

De entre unos arbustos salió Seth, solo, un pedazo de su piel estaba sin pelaje en el mismo sitio de su cicatriz. Arif se quedó junto a él, y minutos más tarde Jessie se les unió. A casi quince minutos de la medianoche, veinticinco lobos estaban reunidos tanto en las orillas como en las piedras que sobresalían en el medio del río, tres ancianos —Elías, Marcus y Nick—, fueron casi los últimos en llegar.

Jeanine saltó las rocas con agilidad, su pelaje blanco brillaba a la luz de la luna en cuarto menguante. Derek contuvo el aliento mientras la veía acercarse a paso confiado, no importaba en cuál forma estuviese, ella era hermosa a sus ojos y apenas podía contenerse. Como siempre, Jeanine se inclinó frente a él con respeto y luego se sentó a su derecha sobre la piedra amplia y plana cuyo extremo besaba las aguas del río.

Derek esperó mientras todos aguardaban en silencio, con el ruido suave de la corriente de fondo. Caleb y Eleine llegaron minutos después de la medianoche, tomados de la mano subieron a la piedra y se detuvieron.

Derek los recibió con una sonrisa, el nerviosismo de Eleine lo podía sentir fluyendo con fuerza, sin embargo, Caleb estaba más relajado. Les ofreció una inclinación de respeto, ellos correspondieron de la misma forma, luego Jeanine se puso de pie y se acercó, deslizó suavemente su mejilla por sus manos, luego los miró con aprobación y retrocedió a su lugar.

—Bajo el brillo de la luna, dos almas se unen ante nuestros ojos, somos testigos del vínculo que no los ha de separar, su fuerza, amor y poder serán invencibles. —Derek se acercó, Eleine exhaló un suspiro bajo, y Caleb le acarició la mano—. Caleb, Eleine, me siento orgulloso y honrado de poder ver a dos cambiantes vincularse.

También sentía dolor, mucho dolor, proveniente del lobo que veía a otra pareja unirse mientras que ellos seguían solos.

Reunió fuerzas, no era el momento.

—Ya es hora.

Ambos se giraron, quedando frente a frente, el brillo de la luna comenzaba a aproximarse a la piedra. Sostenidos de las manos, sus miradas conectadas de una forma íntima, Caleb comenzó:

—Soy un lobo. Jamás camino solo, por las noches la luna me protege, por los días el sol me da su abrigo. Soy un Moon Fighter, uno con el clan y el clan es uno conmigo. Familia, afecto, protección, y ahora mi alma la comparto contigo.

De su bolsillo Derek sacó las alianzas hechas para ellos y las dejó entre sus manos unidad.

—Ahora repite conmigo —Caleb le dijo a Eleine—. Yo te elijo.

—Yo te elijo.

—Para estar a mi lado y correr conmigo.

—Para estar a mi lado y correr conmigo.

—Para protegerme, cuidarme y amarme, desde ahora y hasta lo que dure nuestro vínculo.

Eleine sonrió, un brillo se asomó en sus ojos oscuros.

—Para protegerme, cuidarme y amarme, desde ahora y hasta lo que dure nuestro vínculo.

—Yo seré tu sol.

—Yo seré tu sol.

—Y tú serás mi luna.

—Y tú serás mi luna.

Caleb separó una de sus manos para colocarle su alianza, ella hizo lo mismo. Derek sonrió, y prosiguió con la siguiente parte del ritual:

—Ante todos estos testigos, serán uno con el otro, dos partes de un todo, dos corazones un latido. Yo los acepto como miembros del clan, como Moon Fighters. Espero que su unión sea duradera, llena de felicidad y amor, para que así su vínculo llegue al emparejamiento. —Hizo una pausa mientras miraba a la pareja tan feliz y llena de amor, tuvo el desliz de bajar la mirada un segundo a la loba blanca que tenía a su lado, una punzada de triste anhelo le atravesó el corazón, él nunca podría tener esto—. Ahora pueden mirar las alianzas.

La sorpresa tiñó los ojos de la humana, y unos segundos después Caleb la besó, atrapándola en un fuerte abrazo. Eventualmente, sus miradas bajaron a la piedra que los sostenía, el brillo de cientos de miles de minúsculos cristales reflejaba la luz de la luna en el cielo.

Derek no sabía lo que sentían, algunos eran indiferentes a la paz que podía provocar, otros directamente no creían que hubiera algo que indujera a sus animales a fortalecer sus vínculos. Para él, este lugar tenía un significado más simbólico, era el sitio en donde la paz y el amor se sentían, como inmerso en las aguas del río, en la tierra húmeda y en los altos árboles.

Derek aulló al cielo y pronto el ambiente se llenó con la sinfonía animal, el canto de celebración, de aceptación, de la veintena y media de lobos, escuchó con deleite el hermoso sonido de Jeanine y al terminar, retrocedió dándoles espacio.

Ellos se sonreían mutuamente, y todos tenían buen ánimo. Bien, cambiarían pronto.

Girando hacia el punto exacto donde la veía a través de la oscuridad, Derek llamó:

— ¡Dash!

Un lobo delgado apareció, saludando a la pareja al avanzar, de todos era el más extraño, pues su pelaje tenía el inusual color de la arena. El silencio se hizo pesado, todas las miradas se centraron en el Coyote que caminaba detrás de Dash.

Madeleine tenía la mirada en el suelo, la postura tensa.

Derek percibió el cambio de Elías y lo detuvo justo a tiempo, no se permitían miembros en forma humana en la Ceremonia a excepción del alfa.

—Atención todos —habló—. Ella es Madeleine Miller. —La miró con verdadera alegría, pero ella no levantó sus ojos—. Mi hermana.

Ojos brillantes, de diversas tonalidades, lo miraron como si le hubiera salido un tercer ojo. Derek procedió a explicarlo, evitando los detalles suficientes para no dejar a la figura de su padre por los suelos.

—Ella será parte del clan ahora —dijo mirando a cada uno—. Entrará en la etapa de preparación para ser uno de nosotros.

Esta vez, Madeleine alzó la mirada, a la luz, el maltrecho pelaje se destacó de entre todos los demás, un marrón arenoso en el rostro, vientre, pecho y patas, mientras que en el lomo y la cola tenía distintos matices de gris.

—Todo aquel que esté en desacuerdo y le niegue el lugar que por derecho y sangre se merece, debe dar un paso y enfrentarme.

Para fortuna suya, ninguno hizo movimiento alguno, pero eso no significaba que la aceptaran.

—Pueden irse —ordenó—, la ceremonia ha concluido. —Se dirigió a Caleb y Eleine—. Lo siento por eso, tenía que hacerlo público.

Eleine le sonrió amable.

—No hay problema, alfa.

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