CAPÍTULO 12
Estaba gritando, o eso intentaba.
La voz de Lucian abarcaba cada centímetro de mi cabeza. Sus dedos entraban y salían de mi centro con tanta ferocidad que me palpitaba debido al ardor. La humillación era insoportable, sobre todo cuando entendí que se deleitaba al ver que me orinaba encima.
En la oscuridad, por extraño que pareciera, pude distinguir su rostro. Quise suplicarle que se detuviera, pero algo me retenía la lengua, y cuando creí que había recuperado el habla, la silueta de Lucian se dividió en dos.
Tenía a dos monstruos frente a mí.
Y grité.
Un estruendo me despertó. Encontré a Derek sosteniendo un palo de escoba como si de un arma se tratara. y observaba alrededor con el rostro asustado y el cabello revuelto.
No tenía a Lia a mi lado, pues ya no estaba en el hotel, así que me abracé a mí misma. El brillo de la bombilla provocó que me ardieran los ojos y mi mente me llevó al recuerdo de Anne y Karla cuando ambas habían ido rescatarme. Casi esperé verlas allí, contemplándome con ojos sobresaltados. Parpadeé, y siguió siendo Derek quien me observaba en su lugar. Vestía una playera enorme con pantalones cortos, además de calcetines.
No me llegaron las palabras de disculpa, ambos sabíamos exactamente lo que había ocurrido, exactamente lo mismo que la noche anterior desde que regresé del hotel. Todavía me sentía aterrada como si aún estuviera dentro de ese sueño, con la garganta palpitándome.
Al comprobar que no habían sido nada más que gritos por causa de una pesadilla, Derek suspiró y se llevó una mano al cuello. Nos rodeó un silencio tenso, y al final lo escuché murmurar algo.
Se aproximó y echó un vistazo por la ventana, posiblemente para asegurarse de que el auto vigía que nos habían asignado como medida de seguridad seguía allí. Cuando me enteré de este, descubrí que no me sorprendía. La presencia de los hombres del detective Jayson era algo con lo que comenzaba a acostumbrarme, por no decir que me reconfortaba un poco.
Pero nada podía hacerse por mis pesadillas.
Al darse la vuelta, Derek se percató que seguía sosteniendo el palo de escoba con fuerza, así que se relajó.
—Yo... lo siento, creí escuchar... —tragó saliva—. ¿Estás bien?
Preguntas. Odiaba las preguntas. Me tensé y no respondí.
Era la primera vez que se animaba a preguntarme algo justo después de una pesadilla, la noche anterior había vacilado tanto pero limitándose a llevarme una taza de té que nunca bebí. En ese instante, Derek se dio cuenta que sencillamente no podía hablar. Posó el peso de su cuerpo de una pierna a otra, inseguro. Al cabo de unos segundos, checó su reloj del teléfono.
—Pronto va a amanecer, ¿tienes...? Digo, supongo que dentro de poco te dará hambre. ¿Qué tal unos panqueques? A mí se me dan de maravilla.
Mi silencio fue la misma respuesta.
Indeciso de cómo continuar, carraspeó.
—Sí, creo que eso haré. Me da tiempo de sobra para hacerlos y alistarme —comenzó a alejarse hacia la puerta, pero vaciló—. No dudes en llamarme si necesitas algo, ¿vale?
Esperó, atento a cualquier respuesta de alguna de sus preguntas, pero continué sin emitir palabra. Finalmente, con un último vistazo incierto, tomó un par de cosas del ropero y cerró la puerta. No apagó la luz, gracias a los amantes.
Observé la cama. Debajo de mí encontré una enorme mancha de orina.
Poco después de cambiar las sábanas y murmurar una serie de disculpas con cara abochornada, ya estaba bañada y un poco más calmada, aunque no con más ánimo.
Me mantuve encerrada en esa habitación hasta que el aroma de los "maravillosos" panqueques de Derek me llegó a la nariz. Mientras comíamos, él devoró su plato y el mío a penas lo pellizqué. Como siempre, no pronunció ninguna palabra al respecto, y minutos después se despidió de mí para ir al trabajo.
El resto de la mañana fue una larga tortura de espera. Dormí casi todo el día, despertaba y tomaba un vaso de agua, fui prejuzgada por las paredes mientras lo hacía y regresé a la cama para mecerme entre las sábanas. Cuando Derek regresó con comida y con el anuncio de que me llevaría con Dafne esa tarde, casi salté de alivio.
Hasta que me encontré frente a frente con Dafne, lista para mi sesión de preguntas, porque sin duda las habría.
—Háblame un poco de lo que es vivir con el señor Hard —dijo para dar inicio—. ¿Te sientes cómoda estando con él?
Me removí. ¿Tendría que decirle sobre las paredes?
—Es amable —respondí—. Siempre se ofrece para todo, incluso diría que demasiado.
—¿Eso lo consideras bueno o malo?
Dudé. Definitivamente no era la amabilidad de Derek lo que me inquietaba.
—Es que, no puedo evitar pensar que ese no es mi sitio.
Dafne ladeó la cabeza, señal de que esperaba a que me explicara, muchas veces me había dicho que era preferible que yo lo soltara todo a que ella preguntara.
—El primer día tuve la extraña sensación de que las paredes no querían que estuviera allí, como si todo en el lugar supiera que no era como Derek y que no tenía derecho a entrar. Hasta el momento no he podido quitarme esa sensación.
—¿A qué crees que se deba?
Lo pensé detenidamente.
—¿Tal vez por cómo fui criada? Me recordó un poco a mi antiguo departamento. Con mi padre.
Dafne asintió. Ya habíamos hablado acerca de eso, fue de las primeras cosas que abordó en las primeras citas.
—¿Y esto se lo has expresado al señor Hard?
—No.
—¿Por qué?
—Porque no quiero defraudarlo.
Por primera vez en todas las sesiones conseguí ver una emoción diferente en medio de su aura profesional. Me contempló con ternura.
—Samanta...
—Y ya no quiero regresar al hotel —la confesión surgió por si misma, como si hubiera esperado por salir todo el tiempo. ¿Porque estaba a punto de tocar mis sentimientos por Derek o porque necesitaba hacerlo? No pude asegurarlo, tal vez eran las dos cosas.
Dafne me examinó brevemente. Mi confesión salida de golpe debió de alertarla que había algo allí que no quería que supiera, pero en vez de presionarme, aceptó ese hilo de conversación.
—Creo saber por qué, —asentí—, sí, me informaron sobre tu encuentro con el señor Elliot.
Esperé a que ella me recriminara por mi reacción explosiva. ¿Por qué actué antes de pensar? ¿Es que no había aprendido nada con su técnica de cuatro pasos? Estuve a punto de excusarme, hasta que dijo:
—Entiendo que fue todo un choque de emociones para ti. Ver a alguien muy parecido al señor Jones que tú conoces, y que todo el mundo no hiciera nada. Debió ser un sentimiento demasiado fuerte.
Abrí la boca, sorprendida. En efecto, eso era lo que había sentido.
—Sí, lo fue.
Ella hizo un movimiento de cabeza y escribió en su tablilla.
Casi me eché a reír. A esas alturas ya debía de saber que con Dafne ser juzgada no sería algo que ocurriera en ninguna sesión. Comencé a relajarme de verdad.
Dafne procedió a hacerme preguntas de aquel encuentro, sobre todo para explicar mi punto de vista.
—Debes de saber que esto es únicamente por la investigación, no estás obligada a verlo sino lo deseas —dijo, luego pasó a otro tipo de preguntas.
Le hablé acerca de las pesadillas, algo de lo que ella aseguró que era normal y que dejaría de pasar con el tiempo. Mencionó algo acerca de un tratamiento, pero debido a mi debilidad por el alcohol y otras sustancias, terminó por decir que no lo veía "factible". Yo seguí sin estar segura, pero tampoco quise insistir. Después quiso volver a hablar sobre Derek, pero esta vez me limité a responder lo más cortante posible y al cabo de un par de preguntas abandonó el tema, lo que no significaba que no quisiera abordar aquella conversación para otro momento. Finalmente, hizo el intento de hacerme hablar sobre lo ocurrido con Lucian y lo que sabía. Mi cuerpo respondió con el mismo dolor y entumecimiento, limitándome a responder con un "No lo sé". Fue entonces que cerró su carpeta y dijo:
—Eso es todo.
Me tomó por sorpresa.
—¿De verdad?
—Exponerte a un simulador para revivir tu experiencia no lo veo recomendable ahora, dado lo ocurrido recientemente con el señor Elliot, y por supuesto, las pesadillas, que pudieron agravarse debido al encuentro, ¿no crees? —Ahora que lo decía, aquello era posible—. Lo mejor que podemos hacer es concederte un tiempo tranquilo.
—Pero, ¿eso no significará más tiempo perdido para ellas? ¿Para las chicas?
—¿Has empezado con lo de tu diario?
—No.
—Entonces, es cuestión de mantener la esperanza —pero me sentía desesperada—. Samanta, este caso no cae todo sobre tus hombros, tienes que identificar qué cosas puedes hacer y cuáles no. Tú no tienes la responsabilidad de dirigir esta investigación y encontrar a tus hermanas. Sólo puedes ayudar como testigo principal, más no como directora de investigación.
—Pero... es que si se acaba el tiempo...
—El tiempo es un arma de doble filo. Podemos verlo como si estuviera en nuestra contra, por ejemplo, con el señor Lucian consiguiendo no ser atrapado, pero también nos ayuda a reunir todas las piezas y dar con la respuesta sin cometer errores. Y para eso te necesito relajada.
Apreté la boca.
—Es que no puedo.
—Inténtalo —se levantó, dando por terminada la conversación—. Una mente descansada es más rápida y ayuda mucho más que una estresada. Ten fe en lo que digo.
Bueno, tal vez en eso sí que podía confiar.
—Lo intentaré.
Derek había esperado toda la hora en el auto con su radio al máximo volumen. Al verme regresar le bajó un poco y me recibió con una tenue sonrisa.
—¿Tienes hambre? Conozco un sitio fantástico muy cerca de aquí.
Mi reciente conversación con Dafne todavía seguía siendo algo en lo que pensar, pero no fue el hecho de que debía relajarme (dudaba que pudiera hacerlo por más que lo intentara), sino por una cosa: ¿por qué no había sido capaz de hablar sobre lo de Derek?
Lo contemplé un poco antes de responder.
—Acabamos de comer.
—Yo acabo de comer —accionó el vehículo—. Pensé que tal vez te gustaría... —al ver mi expresión, vaciló.
Me volví hacia la ventana del auto.
—Sólo... vámonos.
Cualquier otro comentario que pudo haber dicho, decidió guardárselo.
Una vez en el apartamento estuve a punto de regresar a la pequeña habitación. Pero, ¿para hacer qué? ¿Descansar? ¿Cuánto iba poder descansar? ¿Y cuánto tiempo necesitaba para que todos los dilemas de mi cerebro me dejaran tranquila? Sino eran las pesadillas, eran las paredes, y sino era ninguna de las dos, era mi recuerdo de Lucian, mi ineptitud de dar con las chicas, y ahora con lo del señor Elliot... No, jamás encontraría descanso. En el hotel por lo menos podía pasar un tiempo con Lia, aunque a veces tedioso y aburrido, pero tenía a alguien que había vivido lo mismo que yo, que podía ver lo que yo era en realidad, en cambio, con Derek... Amantes, ni siquiera podía hablar con él o sobre él. ¿Qué diantres me pasaba? ¿Por qué diablos no era normal?
De pronto lo escuché decir mi nombre.
—¿Eh? ¿Qué?
Él estaba en la cocina, y vaciló.
—Sam, estaba diciendo... ¿Estás segura que quieres quedarte?
Su pregunta me dejó de piedra.
Derek esperó a que le respondiera, tal como había sucedido en la mañana, pero nuevamente no pude emitir palabra. Si le decía que no, entonces me sentiría obligada a explicarle el por qué, y eso no podía hacerlo con él. Además, si volvíamos, me encontraría con ese calco de Lucian y no podría soportarlo sin explotar, y todo el mundo regresaría al mismo punto, era como dar vuelta en un círculo interminable.
No sabía qué hacer, dónde estar, cómo dejar de sentirme como lo hacía sin caer en la desesperación. Era todo tan lioso y confuso. Tan difícil.
—Puedes regresar si eso quieres —murmuró.
—¡No! —exclamé angustiada—. No, por favor. No te preocupes por mí, yo estoy bien aquí. Es que... —me cubrí la cara—. Por favor, no me hagas volver.
—Wow, wow —lo escuché acercarse—. De acuerdo, ¿vale? Sólo era una opción. No te la plantearé nunca más.
Hubo un momento incómodo de quietud entre los dos. Decidí que lo mejor era mantenerme callada, regresar a la habitación. Estaba a punto de marcharme cuando dijo:
—Oye, tengo una idea. —Lo miré interrogativa. Su sonrisa había regresado—. ¿Qué tal una película?
Fruncí un poco el ceño.
—¿Una... película?
—Ya sabes, para antes de dormir. No nos vendría nada mal una cada noche. —Se encogió de hombros—. Será divertido.
Me mantuve desconcertada, pero al ver que no me negaba, él aprovechó para tomar su computadora y comenzar a llevar a cabo su plan. Noté que su entusiasmo comenzaba a florecer, y no se me pasó desapercibido que aquella idea tal vez la llevaba germinando desde hace tiempo. La emoción con la que acomodó las cosas, además de preparar un aperitivo, a pesar de que muy posiblemente yo no comería más que una pizca, todo ello era fruto de una ilusión guardada.
No tardó mucho en tenerlo todo listo, bajo mi cara todavía confundida. Derek nos ubicó en el sofá, y al ver que me sentaba de forma recta y tensa, pues aquel era el único sitio que mi presencia le había dado para dormir, sin decir nada, optó por acomodar un par de almohadones en el suelo y sentarnos en posición india.
Fue un gesto atento, y comenzaba a sentirme enternecida por el esfuerzo que hacía para hacerme sentir cómoda. De pronto, me recriminé por el hecho de que estuve a punto de abandonarlo apenas un par de días atrás.
—Derek...
Me chitó. Casi como un niño que va a empezar a ver su programa favorito.
No supe si reír o enojarme, pero al final opté por perderme igual que él en la historia de la pantalla de su computador.
No fui consciente del tiempo que transcurrió mientras la película corría. Al principio me costó acostumbrarme, pues al fin y al cabo estaba a solas con Derek, de noche, en su departamento y donde él dormía. Nuestros codos se separaban por un par de centímetros y no podía dejar de pensar en las veces que un cliente había pedido tenerme en esa posición para hacer conmigo todo cuanto quisiera.
Pero sabía que con Derek ese no era el caso. Él no era ningún cliente.
Era mi amigo.
Con ese pensamiento, pude por fin disfrutar de la película. Y de todas las que siguieron.
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