👑🌹 Capítulo 6
Mis ojos ruedan de un lado a otro de la puerta que pertenece a la antigua vivienda de los Williams, buscando las fuerzas para poder llamar y que los nuevos inquilinos me abran. Pero todos los pensamientos de que, quizás, me estoy metiendo en el terreno sentimental de Axel invaden mi cabeza, haciéndome darle vueltas a la opción de que él se enfade aún más cuando se entere de esto.
Era su casa. Donde vivió por diecisiete años. Es donde tuvo lugar el asesinato de su madre, cosa que él presenció. Siento como si estuviera a punto de entrar en sus recuerdos más tormentosos. Y a nadie le gusta que hurguen en esos recuerdos, ya que estarías abriendo una herida ya cicatrizada. Sin embargo, debo hacerlo para sacar algo en claro y ayudarle.
Después de haber respirado con lentitud durante unos segundos, golpeo la madera de la puerta con mis nudillos, provocando un sonido leve que consigue resonar por el lugar a causa del eco que hay en todo el pasillo.
—¡Ya voy! —Una voz suave, perteneciente a una mujer, entra en mis oídos.
Rebusco entre los bolsillos de mi abrigo la placa policial mientras espero a que me abran. Una vez que mis dedos rozan el material frío con el que está hecha, la agarro con fuerza contra la palma de mi mano, como si la situación me provocase demasiados nervios. La puerta de la casa se abre de repente, haciéndome pegar la mirada en la joven mujer de cabellera rubia que me observa sonriente desde el interior de su piso.
—¿Puedo ayudarte en algo? —inquiere ella con dulzura.
—Sí. —Asiento con la cabeza al mismo tiempo que saco la placa del bolsillo y se la muestro—. Kelsey Davenport, de la policía de Nueva Orleans. Debo pedirle que me deje entrar un momento a su vivienda.
La sonrisa de la chica cae en picado, mostrándome una expresión seria y de confusión en su rostro.
—¿Pasa algo, agente? —pregunta en un hilo de voz apenas audible.
Vuelvo a guardarme la placa en el bolsillo.
—No, solo vengo por el asesinato que tuvo lugar aquí hace seis años. No sé si sabe lo que ocurrió —explico.
Saco la orden de registro y se la enseño, dándole el tiempo suficiente para que ella pueda leerla. La mujer se acerca y la ojea por encima. Tras unos minutos en los que no dice nada debido a lo concentrada que se encuentra leyendo el impreso, sube sus ojos hasta los míos.
—Sí, sé lo que ocurrió —afirma—. Pero mi familia y yo llevamos viviendo aquí algo más de un año, no creo que pueda encontrar pista alguna sobre los asesinatos.
—Lo sé de sobra, solo quiero echar un vistazo. —Guardo la hoja donde estaba.
—Oh, pues entre. —Se echa a un lado y me hace un gesto con la mano para que haga lo propio.
Después de mostrarle una leve sonrisa en mis labios, entro con pasos lentos en la antigua casa de Axel y su familia. El salón es lo primero que aparece en mi campo de visión; es amplio: a la derecha se encuentra un pequeño espacio para el comedor, en la que hay una gran mesa con cinco sillas y, luego, a unos metros de este, está el sofá. Enfrente de él descansa un mueble con distintos estantes en el que hay una pequeña televisión en el hueco que se halla en el medio. A mi izquierda se ve, lo que parece ser, la cocina y el pasillo que conecta el salón con el resto de habitaciones que hay más adelante.
—¿Habéis cambiado la distribución de la casa? —le pregunto a la mujer dándome la vuelta para poder verla.
—No. —Niega con la cabeza al mismo tiempo que cierra la puerta a su espalda—. Está todo igual que antes. Solo hemos cambiado los muebles que había, ya que el dueño del piso se los llevó en cuanto lo pusieron a la venta.
—De acuerdo.
Desvío la mirada de ella, observando las cosas a mi alrededor con mucho detenimiento para que no se me pase ni el más mínimo detalle. Mientras tanto, saco las fotografías del escenario del crimen del bolsillo que hay en la parte de dentro de mi abrigo y después comienzo a ojearlas.
—Si necesita algo estoy en la habitación que hay al fondo del pasillo. —La voz de la mujer me saca de mis pensamientos, haciendo que vuelva a mirarla.
Yo asiento con la cabeza dándole a entender que la he escuchado y que puede marcharse. Ella se dirige con pasos despreocupados hacia el pasillo hasta desaparecer de mi campo visual, así que vuelvo la vista hacia las fotografías. Analizo el salón para situarme en los hechos y me posiciono justo en el centro del lugar, donde las tres víctimas murieron una tras otra.
Alzo la cabeza, recordando el testimonio de Axel, y poso los ojos en la esquina izquierda del salón, dónde debió de estar Charlie tirado en el suelo mientras esperaba a que su hijo, quien estaba en la esquina contraria, le trajera el arma para cometer el crimen. Recorro la estancia con la mirada hacia mi derecha y visualizo a Margott y Phillip acurrucados ahí, donde la madre de ambos murió a manos de la asesina.
Respiro hondo y regreso la atención hacia la esquina derecha, donde se encontraba Axel observando lo que pasaba. Me acerco con lentitud hacia ahí mientras que guardo las fotografías donde estaban antes. Me escondo tras la pared del pasillo y me agacho un poco, simulando la altura de Axel a la edad de diecisiete años, pues supongo que mediría unos cuantos centímetros menos, aunque estoy segura de que no muchos. Una vez hecho esto, estiro los brazos hacia el frente como si estuviese empuñando un arma y miro el lugar en el que el primer hombre calló abatido.
Está claro que desde esta distancia tan escasa no es imposible matar a alguien, por lo que esta prueba no valdría a la hora de exponerla en un juicio. Estoy segura de que, aunque diga que el tiro de Axel fue directo a la rodilla, el juez creerá lo que pone en el informe. Me incorporo, soltando un suspiro de frustración, y camino hacia el centro del salón. Aquí no voy a conseguir nada.
Me doy la vuelta y me quedo mirando el interior de la cocina, ya que la puerta de la misma está abierta. Pero al hacer esto, mis ojos se fijan en la ventana que da al patio común del edificio, viendo así a un anciano observándome desde la ventana del piso de enfrente, con seriedad. Ese debe de ser Dorian.
A los pocos segundos, el anciano baja las persianas de golpe, haciendo que yo frunza el ceño con confusión. Vaya, que simpático.
—Agente, me acabo de acordar de que tengo algo que puede serle de ayuda. —La mujer hace acto de presencia en el pasillo.
Me saca del interior de mi cabeza una vez más, lo que hace que siga la dirección de su voz. Ella aparece a los pocos segundos en mi campo de visión con una caja de cartón entre sus brazos.
—¿Qué es eso? —indago con confusión.
—Son unos cuantos álbumes de fotografías y libros de texto del anterior dueño de la casa. —Se encoge de hombros—. Cuando la compramos, esto estaba repartido en diversos muebles que no se llevó, así que los guardé hasta que volvieran a por ellos, pero parece que ya no los echan de menos.
Desgraciadamente, nadie va a venir a reclamarlos.
—Puede que le sirvan —añade.
Sin hacerle esperar más, la tomo entre mis brazos, notando una pequeña punzada en la herida de mi hombro, pero es soportable.
—¿Puedo saber por qué están investigando ese caso de nuevo? Tengo entendido que se cerró hace mucho tiempo —cuestiona con curiosidad.
—Es confidencial —le digo, disculpándome con la mirada.
—Oh, tranquila. —Me muestra una cálida sonrisa—. ¿Necesita algo más?
—No, ya me iba —respondo señalando la puerta con un leve movimiento de cabeza—. Gracias por esto —agradezco refiriéndome a la caja que tengo sujeta.
—No hay de qué. —Vuelve a sonreírme.
La mujer se dirige a la entrada y me abre la puerta. Tras colocar mejor la caja entre mis brazos para tenerla bien sujeta y que no se me caiga al suelo, me dispongo a salir.
—Adiós y gracias de nuevo —me despido de la inquilina.
Esta ensancha la sonrisa en sus labios y, después, cierra la puerta. A continuación, desvío la mirada hacia la entrada del piso perteneciente a Dorian y me debato entre si hacerle una visita o esperar unos días antes de interrogarle, pero decido hacerlo ahora y no perder más tiempo.
Me acerco y, tras dejar la caja de cartón en el suelo, golpeo la puerta con los nudillos. Saco la placa policial del interior de mi abrigo nuevamente y espero a que Dorian me abra. Unos instantes después, lo hace, dejándome ver al anciano de antes con la misma expresión de seriedad en su rostro.
—Kelsey Davenport, de la policía de...
—Váyase —me interrumpe él, cerrando la puerta en mis narices.
¿Y a este qué le pasa? ¿Tiene complejo de Axel o qué?
—Oiga, señor. Debo hacerle unas preguntas —le hago saber en un tono de voz alto.
—No responderé a ninguna —sentencia este, notablemente cabreado.
Y ni siquiera sé por qué.
—Tiene que hacerlo. Sé que conoce a Axel y que es alguien importante en su vida. Así que, si quiere ayudarme a limpiar su nombre, ábrame la maldita puerta y colabore, señor —espeto con molestia, esperando a que él ceda ante mi mandato y haga lo propio.
Aunque lo dudo mucho.
—No diré nada hasta que el muchacho venga en persona a decirme lo que me está diciendo usted.
En cuanto estas palabras salen de su boca, los pasos del anciano alejándose resuenan por el lugar. Pues estamos apañados, entonces.
🐈
—Necesito tu ayuda —suelto de golpe.
—¿Qué parte de "vete a la mierda" no entiendes? —inquiere harto de verme cerca de él.
—Pues...
Axel agarra el picaporte, decidido a encerrarse en su casa para evitar seguir hablando conmigo, pero yo se lo impido interponiendo mi pie entre el marco de la puerta y esta. Consigo mi objetivo, sí. Sin embargo, no había contado con que esto me iba a doler tanto.
Apoyo la mano derecha en la pared y subo mi pie hasta que roza los dedos de la otra, a la vez que un sonido agudo sale del fondo de mi garganta por el dolor que esto me ha causado.
—¡Joder, Kelsey! ¿Te has hecho daño? —pregunta.
Él suelta el pomo y posa una de sus manos sobre mi hombro, queriendo brindarme apoyo. Cuando subo la mirada, sus ojos se quedan fijos en los míos, mostrándome preocupación en ellos y olvidándose por un momento de nuestra pelea.
—Un poco —contesto con el mismo tono agudo de antes.
Al momento, el ceño de Axel se frunce. Como si se hubiese acordado de que está enfadado conmigo. Poco ha durado esta tregua.
—Eso te pasa por hacer gilipolleces —asegura y se aparta de mí.
—Es que necesito tu ayuda, de verdad.
Aparto el pie de mi mano y me incorporo, volviendo a hacer una mueca en mis labios en cuanto mi extremidad adolorida toca el suelo. Tras unos segundos en los que Williams me observa con seriedad y sin decir absolutamente nada, cierra la puerta, dando un fuerte portazo. A tomar por culo.
Pienso un momento en las palabras que estoy a punto de pronunciar y, tras darle un par de vueltas en mi cabeza a esa opción, creo que sería lo mejor.
—Si me ayudas prometo dejarte en paz. Te prometo que no me volverás a ver.
La idea de irme a Arkansas con mi familia materna no suena mal. Podría estar cerca de ellos y no tendría que estar detrás de Marshall para que me dé unos días de vacaciones para poder visitarlos. Además, Axel lo agradecería.
La puerta se abre de golpe, sobresaltándome un poco. El chico que tengo delante se me queda mirando unos instantes sin decir nada, lo que me hace tragar saliva por los nervios que ha logrado sacarme de repente.
—¿Lo prometes? —Arquea una ceja.
—Sí.
—¿Qué necesitas? —Un suave suspiro sale de sus adentros, mientras desvía la mirada hacia su derecha.
—Necesito que hables con Dorian para que me deje interrogarlo. Él es la única prueba sólida que tengo para demostrar tu inocencia —le explico—. No quiere decirme absolutamente nada hasta que hable contigo.
Sus iris vuelven a clavarse en los míos, neutros ante mis palabras.
—Ve mañana a interrogarle.
Dicho esto, regresa a las profundidades de su hogar.
Con una sonrisa victoriosa en mis labios, cojo la caja de cartón que había dejado en el suelo y emprendo mi camino hacia comisaría.
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