👑🌹 Capítulo 44

Por la mañana, los rayos del sol entran por los pequeños huecos de las persianas, colándose en la habitación y clavándose en mis párpados cerrados. Los aprieto por la molestia que me causa de primeras y respiro hondo mientras me estiro sobre el colchón para despertar cado uno de mis músculos. Pero cuando realizo esta acción, mi pie desplaza algo hacia un extremo y, seguido de esto, un golpe seco resuena por el lugar acompañado de un gemido adolorido.

Abro los ojos y me quedo mirando hacia la nada por unos instantes. En el momento en el que reacciono, me incorporo y miro el lado de la cama en el que se debía de encontrar Axel, no obstante, no está. Pienso en lo que ha sucedido segundos atrás y comprendo lo que he hecho. Me desplazo hacia la derecha y me asomo al borde de la cama. Mi novio se encuentra tirado en el suelo, boca arriba, vestido únicamente con unos calzoncillos y con las manos rodeando la parte trasera de su cabeza; seguro que se ha hecho daño ahí al caer.

—Hasta que no me has tirado, no has parado —se queja él, mirándome con una expresión de dolor en su rostro.

—Lo siento. —Me tapo la boca con la mano, ahogando la carcajada que lucha por salir.

—Ayúdame a levantarme —me pide tendiéndome una mano.

Aparto las sábanas y las mantas de encima de mi cuerpo. Después me coloco en condiciones la camiseta que Axel me dejó ayer para dormir, ya que esta se encuentra retorcida alrededor de mi torso intentando asfixiarme. Acto seguido le doy la mano y tiro de él hacia arriba, pero no consigo levantarle, la acción sucede al contrario.

Él pega un tirón de mi brazo, haciéndome caer sobre su cuerpo de forma inmediata. Reprimo un grito en mi garganta al notar como mi codo se estrella contra el suelo y un hormigueo me sube por el brazo con rapidez. Apoyo la frente en su pecho y sufro en silencio por el tremendo porrazo que me he dado.

—Jódete —dice entre risas al darse cuenta de ello.

Levanto la cabeza y le miro a los ojos. Me está observando con una sonrisa de medio lado en sus labios, mostrándome parte de su dentadura. Apoyo las palmas en sus hombros para despegarme de él y poder así colocar mis piernas a ambos de sus caderas, pero cuando hago esto, mi rodilla va a parar a un lugar estratégico que acaba por hacer abrir los ojos de par en par al chico que tengo debajo.

—Eh, cuidado. Estás aplastando una zona peligrosa —me advierte—. Reina, los huevos. Aparta.

Dirijo la vista hacia abajo, percatándome de que, efectivamente, he calculado mal y le estoy haciendo daño en sus atributos. Sigo dormida, no es mi culpa, es del sueño.

—Entre Phillip y tú acabareis dejándome estéril —añade, agarrando mi pierna para intentar apartarla.

Me apresuro a levantar mi extremidad de su entrepierna y ponerla en el lugar donde tenía pensado dejarla, quedando así a horcajadas sobre él. Williams suelta un suspiro de alivio y yo me inclino hacia su cara.

—Jódete —repito contra sus labios y él se ríe—. Menuda forma de despertarse.

—Culpa tuya.

—Sí, cierto —admito.

Él despega la espalda del suelo y se incorpora poco a poco hasta quedar sentado. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y su cabeza se acurruca en mi clavícula. Dejo las manos sobre su nuca, acariciando su piel mientras que siento como sus dedos se enredan en el dobladillo de mis bragas, jugando con la tela de las mismas.

—¿Tienes prisa? —me pregunta en un susurro.

Su cálido aliento choca contra mi cuello, haciendo que me estremezca.

—Creo que hoy puedo permitirme llegar más tarde al trabajo —respondo—. ¿Por qué?

Ya no hay nada que tenga que hacer, terminé todo el papeleo ayer. Lo único que falta es que Marshall me diga si las pruebas que recogí son válidas o no; la mañana pasada dijo que las llevaría al laboratorio para que las analizasen. Espero que no hubiese ningún infiltrado entre ellos, porque si no... lo llevamos claro. Supongo que el señor Meadows habrá tomado medias al respecto, ya que él sabe sobre las personas que andan por comisaría queriendo tapar la verdad sobre el caso. Confío en que ha hecho todo lo correcto para que nadie nos vuelva a engañar más veces.

—Porque me gustaría preparar tortitas contigo para desayunar. —Aleja su cabeza de mí y me mira con una cálida sonrisa en sus labios—. ¿Te apetece?

Asiento con la cabeza sin pensármelo dos veces. Me levanto de encima de él y, cuando estoy en pie, le tiendo una mano para ayudarle a levantarse. Axel la estrecha entre sus dedos y se levanta con un impulso de la mano que le queda libre. Acto seguido, tira de mí hacia su cuerpo y aprovecha nuestra cercanía para dejar un pequeño beso en mi frente.

El móvil de Axel suena por la entrada de un mensaje, interrumpiendo nuestro momento. Él se separa de mí y recoge su dispositivo de encima de la mesita de noche. Tras desbloquearlo, su ceño se frunce con cierta confusión. Esto hace que yo realice su mismo gesto.

—¿Pasa algo? —indago.

—Jayden me ha dicho que ponga las noticias. —Se encoge de hombros—. Ve a la cocina y mira si tenemos lo necesario para las tortitas, ahora voy.

Dicho esto, sale de la habitación, desapareciendo así de mi vista. Yo me agacho para coger mi teléfono de dentro del bolsillo de mis vaqueros, los cuales están tirados a mis pies. Una vez que lo tengo en mis manos, lo desbloqueo y me asusto al ver que tengo montones de llamadas perdidas de mi madre, de Marshall... ¡Incluso de mi padre! Me quedo totalmente descolocada por la insistencia que han tenido ayer en la noche y hoy en la madrugada para contactar conmigo todos a la vez. ¿Qué es lo que habrá pasado?

Camino hacia el salón, con pasos lentos y sin apartar la mirada de la pantalla. Continúo deslizando por la barra de notificaciones para ver cuántas veces más me han estado telefoneando. Llamadas no es lo único que tengo, también hay varios mensajes de mi tío Hank; me suplica que le conteste o que le coja el teléfono a mi madre. Acentúo el ceño, con el corazón desbordado al no estar entendiendo nada. ¿Le habrá pasado algo a alguno de mis abuelos? No creo, si así fuera, el señor Meadows no me habría estado llamando. Y mucho menos mi padre.

Al llegar al salón, veo como Axel enciende la televisión y busca el canal que le ha indicado el dilatas. Opto por dejarle a solas mientras hace lo que Jayden le ha pedido y entro en la cocina para preparar los ingredientes de nuestro desayuno. Al mismo tiempo que estoy revisando los armarios superiores, busco el contacto de mi madre para poder preguntarle qué es lo que pasa. Sin embargo, la vibración del dispositivo por la entrada de una llamada me lo impide. Es Cristty. Que oportuna.

—Eh... Kelsey —me llama mi novio—. Ven, por favor.

—Dame un minuto, mi madre me está llamando —le pido.

Estoy a punto de descolgar el teléfono, pero la voz temblorosa de Axel vuelve a hacerse presente en el lugar.

—¡No lo cojas! —grita él—. Ni cuelgues, no toques nada. Solo ven aquí.

Le hago caso, con el corazón en la garganta, y sin tocar ningún botón del móvil, me encamino hacia el salón. Williams se encuentra mirando el televisor, expectante, con su pecho subiendo y bajando muy rápidamente. Cuando este se percata de mi presencia, pone sus ojos preocupados en mí, logrando asustarme.

—¿Qué ocurre? —cuestiono acercándome a él, lentamente.

—Que... que estás muerta —contesta en un hilo de voz apenas audible.

La respiración se me corta por unos instantes. Cuando siento que mis pulmones arden por la falta de aire, vuelvo a respirar e intento hacerlo con normalidad. Noto como el móvil deja de vibrar entre mis dedos y, en cuanto Axel regresa sus ojos a las noticias, yo hago exactamente lo mismo.

La reportera está justo enfrente de la entrada de comisaría, comentando la situación mientras la graban y la gente se amontona a su alrededor para ver qué es lo que ha pasado. Policías y bomberos aparecen en escena, saliendo del edificio a la vez que intercambian algunas palabras que no se alcanza a escuchar. Todo el lugar está acordonado con cinta policial de un color amarillo, marcando el perímetro para que los civiles y demás personas no autorizadas no accedan al interior.

De entre todos los presentes, reconozco el rostro de Rosa, quien llora de forma desconsolada a pocos pasos de las cámaras, y el del señor Meadows. Él se encuentra hablando con unos agentes, cerca de la entrada del edifico. También está llorando, pero, a diferencia de Rosa, sus lágrimas son reales.

Lo único que sabemos sobre la víctima, por el momento, es que se llama Kelsey Davenport, que tiene veintidós años y que trabajaba en el caso de asesinato de Axel Williams Hale, quien fue declarado inocente hace apenas unas semanas —comenta la mujer—. Una de las cámaras de seguridad ha sido rescatada hace unas horas y, junto con ella, la grabación de lo sucedido.

La escena desaparece de la pantalla para dar paso a esas imágenes que han grabado lo que supuestamente me ha terminado matando. En ella puedo ver el pasillo que conecta varios de los despachos; está tranquilo, no hay ningún alma que lo perturbe. Al cabo de unos segundos, una chica hace acto de presencia en el corredor, caminando con precaución hacia el interior de mi oficina. Me fijo bien en ella: es morena, tiene el pelo suelto y lleva una sudadera con capucha que le tapa la cabeza y unos vaqueros negros.

Es mi ropa. Esa mujer lleva puesta mi ropa.

No tardo en relacionarla con Chelsea. Ayer se volvió a teñir de morena y recuerdo haberla dejado en casa antes de salir corriendo. Es ella.

Continúo viendo la grabación. Ahora ella entra en el despacho. Durante un minuto no sucede absolutamente nada. Estoy atenta para ver si hay una segunda persona, pero no hay nadie más. Antes de que pueda siquiera parpadear, la oficina estalla. Los cristales se rompen, la puerta sale volando y la pared se resquebraja hasta que se desmorona. Las llamaradas surgen del interior con fuerza, quemándolo todo a su paso.

Noto como el teléfono se me resbala y cae al suelo. Las palmas me sudan y me cuesta respirar. Los ojos se me llenan de lágrimas, que terminan por caer en cascada por mis mejillas.

Han matado a Chelsea. Chel está muerta por mi culpa. Tenía que haberme dado cuenta. Estuvo intentando conseguir que no fuese a comisaría. Y aquel hombre enmascarado lo logró. Intentaba ayudarme. Ambos intentaban ayudarme. Y yo he llegado a dudar de ella.

Las rodillas me tiemblan, prediciendo que me fallarán dentro de poco y dejarán que me desplome en el suelo. Axel se percata de mi estado, por lo que me coge en volandas antes de que eso suceda y me lleva hasta el sofá para sentarme allí. Sigo con la mirada fija en las noticias.

La reportera vuelve a aparecer ante nuestros ojos. Está preparándose e informándonos de que va a entrevistar a Rosa, quien está a su espalda.

Perdone, ¿conocía usted a la víctima? —le pregunta la mujer.

Rosa se sorbe los mocos y se aparta las lágrimas de la cara.

Sí, era mi compañera de trabajo. Y como una hija para mí —responde ella—. Anoche me dijo que iría a recoger unos papeles que nuestro jefe había dejado en su despacho y ahora... ahora ya no está... —solloza.

Aprieto los puños con rabia. Es una gran mentirosa.

Axel me rodea los hombros con su brazo y me pega a él en un abrazo.

—Es ella —le informo—. Ella es quien asesinó a tu madre.

Él desvía la vista hacia el televisor y arruga el entrecejo. Traga saliva y veo como aguanta las ganas de llorar.

—No la recuerdo —asegura con voz entrecortada.

—Tu mente ha bloqueado esos recuerdos por el trauma que sufriste —le explico—. Tienes amnesia disociativa selectiva.

Mi novio se aparta de mí y pega la mirada en sus piernas. Justo en ese momento, comienza a llorar, dejando escapar todo lo que lleva conteniendo desde hace mucho tiempo. Las lágrimas caen sobre su piel desnuda. Abrazo su espalda y apoyo mi cabeza en su hombro, acompañándole en su sufrimiento a la vez que él me acompaña en el mío. Como algo necesario para los dos, él entrelaza los dedos de una de sus manos con una de las mías, apretándolos con fuerza. El agua que emana de nuestros ojos se estrellan contra mis nudillos, fusionándose gota a gota.

El teléfono de Williams suena nuevamente, esta vez por una llamada. Es de Jayden. Él lo coge y, antes de descolgar, se aclara la garganta.

—Jayden —pronuncia su nombre—. Sí, Kelsey está bien. Está aquí conmigo. —Se sorbe los mocos y me echa un rápido vistazo—. De acuerdo, ahora se lo digo. Ahora nos vemos. —Cuelga.

Deja el dispositivo sobre la mesita de centro y suspira. Le observo a la espera de que me diga lo que me tiene que decir. Sus iris se cruzan con los míos.

—Vamos a aprovechar tu muerte para sacarte de esta mierda —informa—. No contestes ni mensajes ni llamadas, tampoco contactes con nadie.

Trago saliva y aguardo a que continúe.

—Vamos a llevarte a casa, Kelsey.

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