👑🌹 Capítulo 43
La pistola tiembla entre mis manos a cada escalón que subo, al igual que mis rodillas. Avanzo con lentitud en el instante en el que me estoy acercando a la planta en la que él reside. Por muchas ganas que tenga de correr a su lado, no puedo permitírmelo. Si hay alguien que lo tenga retenido, que esté ahí con Axel todavía, me escuchará y ya no le serviré de ayuda. No podré salvarle en el caso de que siga con vida, no puedo arriesgarme a que me descubran, al menos no aún.
Solo espero es que no se lo hayan llevado a otro sitio, lo último que quiero es tener que buscarle sin saber por dónde empezar. No quiero verme en la situación de llegar "demasiado" tarde. No quiero tener que pensar que podría haberle salvado si hubiese sido un poco más rápida. No quiero verle morir.
Lo único que puedo escuchar en el lugar, es mi respiración agitada y las gotas de agua que resbalan por mi cabello y ropa, colisionando contra las baldosas del suelo. El repiqueteo de las mismas me pone nerviosa, temo que hasta ese simple sonido pueda llegar a ser escuchado.
Cuando llego al último tramo de escalera, me asomo un poco en la dirección en la que se encuentra su puerta. Está cerrada y no considero que haya sido forzada, no hay signos que me indiquen que la hayan estado golpeando para poder acceder al interior. Trago saliva y aprieto el arma entre mis dedos, sin dejar de apuntar hacia el frente.
Me acerco a la entrada, con cautela y notando la inquietud recorrer mi cuerpo. En cuanto llego, me posiciono enfrente de la puerta y pongo una mano sobre ella. La empujo hacia adentro varias veces, con la intención de comprobar su estabilidad, pero parece estar en buenas condiciones; nadie ha intentado entrar a la fuerza. Acerco mi rostro y apoyo el oído en la madera de la misma; tras unos segundos en los que no consigo escuchar ni un solo sonido, me alejo unos centímetros hacia atrás. No sé si el silencio que reina en el lugar es una buena o mala señal.
Es entonces cuando me doy cuenta de que voy a tener que hacer mucho ruido. Tengo que echar la puerta abajo para poder entrar. No veo otra forma de hacerlo. Empuño el arma y apunto hacia donde puede que aparezca mi objetivo. Las piernas y los brazos me tiemblan, no sé si por el frío o por el miedo a lo que me pueda llegar a encontrar. Las lágrimas amenazan con salir a la luz en cualquier instante, en convertir el barranco de mis ojos en una cascada.
Lleno mis pulmones de aire con una sola bocanada, preparándome para lo que estoy a punto de hacer, para armarme del valor que me falta en este preciso momento. Sin perder más tiempo, alzo la pierna derecha y hago colisionar la planta de mi pie contra la puerta. Como era de esperarse, no la derribo, pero eso no me impide volver a intentarlo. La golpeo una segunda vez, con mayor fuerza que antes, logrando que un crujido salga de esta.
Me dispongo a propinarle un tercer golpe, pero ya no es necesario. La puerta se abre con rapidez, dejando escapar la cálida luz del interior. Subo los ojos hasta los de la persona que tengo enfrente y le apunto con la boca de la pistola, decidida a apretar el gatillo. En cambio, al ver el rostro confundido y atemorizado de Axel, las lágrimas que llevaba reteniendo tiempo atrás, caen por mis mejillas desencadenando mi llanto desconsolado.
—¿Qué mierda pasa, Kelsey? —cuestiona él con seriedad.
Hago un rápido escaneo de su cuerpo, asegurándome de que no se encuentra herido. No hay ninguna mancha de sangre, ningún rasguño en su piel. Axel está sano y salvo.
Bajo el arma y me precipito hacia a él, rodeando su torso con mis brazos para unirle a mí en un fuerte abrazo. Él se tambalea un poco hacia atrás por la fuerza con la que le he embestido, pero enseguida me corresponde.
—Estás bien, estás vivo... —sollozo contra su pecho.
—Claro que lo estoy, cariño —afirma, preocupado.
Sus manos acarician mi espalda mojada.
—¿Qué es lo que te ha hecho pensar lo contrario?
Me separo de él y me sorbo los mocos. Saco del bolsillo trasero de mis pantalones la nota que me dio aquel hombre y se la entrego. Axel arruga el entrecejo y comienza a leerla.
—La misma persona que me ayudó la vez anterior, la que te envió mi localización para que vinieras a por mí, es quien me la ha dado —le explico mientras me seco las lágrimas con la manga de mi camisa, aunque de poco sirve, porque estoy enteramente empapada, otra vez—. Joder, pensé que podrías estar...
No me deja terminar de hablar, ya que sus brazos envuelven mi cuerpo y me hace regresar a su pecho.
—Estoy bien, estoy aquí, ¿vale? —susurra contra mi oído.
—Quiero quedarme contigo. —Me aferro a su torso.
Hoy no va a haber nadie que me separe de su lado, no después del susto que me he llevado.
Él, tras darme un pequeño apretón, deja un largo beso en mi cabeza.
—Voy a por una toalla para que puedas secarte. —Pone sus manos sobre mis hombros para despegarse de mí.
Asiento con la cabeza a la vez que intento tranquilizarme. ¿Qué pretendía el chico dándome ese mensaje? ¿Me estaría avisando de algo que pasará? ¿Axel está en peligro de muerte? Al fin y al cabo, todos lo estamos, no es algo que no supiera ya. O... ¿es que solo estaba intentando que no fuese a comisaría? Si es así, lo ha logrado.
Cuando mi novio cierra la puerta de casa, me toma de la mano y tira de mí con suavidad hacia su habitación. Su tacto es cálido a diferencia del mío, me pasaría horas pegada a su piel para entrar en calor. Es lo más parecido a una estufa, nunca le he visto con frío.
Una vez que estamos en su cuarto, él me suelta de su agarre y se dirige al armario. Allí busca entre sus diversas prendas de vestir, una toalla con la que pueda quitarme la humedad. En cuanto la encuentra, vuelve a acercarse a mí para pasarla por encima de mis hombros y arroparme con ella. Agarro los extremos de la misma para evitar que se caiga al suelo.
—Gracias por venir a salvarme —me dice con voz ronca, al mismo tiempo que me quita el arma para dejarla sobre el escritorio que hay a mi espalda.
Su comentario me roba una breve risotada que acabo por contagiarle. Acto seguido, sus manos se posicionan a ambos lados de mi cara, sosteniéndola con delicadeza. Sus ojos oscuros miran los míos con ternura, para luego desviarlos hasta mi boca. Axel se muerde el labio inferior y sin yo esperármelo, se lanza a besarme con ganas. Nuestros labios se mueven a un ritmo lento, lo que aprovecho para saborearle por un periodo de tiempo que hago que dure poco, ya que no tardo en romper nuestra unión.
—Has perdido —le hago saber, recordándole la pequeña batalla a la que nos hemos sometido esta mañana.
—Digamos que te he dejado ganar. —Sonríe.
No pasan ni dos segundos desde que dice esto hasta que vuelve a juntar nuestras bocas, y esta vez no planeo detener tan deliciosa acción. Suelto los picos de la toalla y la dejo caer hacia atrás, pudiendo así rodear el torso de Axel para estar lo más pegada posible a su cuerpo. Perfilo sus labios con la lengua, pidiendo entrar en su cavidad bucal, cosa que él no duda en hacer realidad. Nuestras lenguas juegan, entrelazándose y separándose en varias ocasiones.
En el instante en el que su rostro se aleja del mío unos centímetros, sus dedos se enredan en los botones de mi camisa, queriendo quitármela de encima. Pongo un poco de distancia entre nosotros para poder darle un mejor acceso a la prenda de ropa con la que se está peleando para deshacerse de ella. Cuando termina, sujeta los extremos superiores de la misma y los desliza por mis brazos hasta que logra dejarme en sujetador.
Junta su frente a la mía y acaricia la piel que ha dejado al descubierto, erizándome el vello de la mejor manera. Miro sus ojos brillantes y procedo a levantar su camiseta para despojarle de ella. Hecho esto, la lanzo a algún rincón de la habitación que no me detengo a ver. Él se dispone a desabrocharme los pantalones, pero yo le paro para que no siga por ese camino todavía.
Rebusco por uno de los bolsillos delanteros de los vaqueros el preservativo que juraría haber visto antes, con la mirada de Axel siguiendo cada uno de mis movimientos. En cuanto doy con él, se lo muestro.
—No quiero tener que llevarme otro susto —declaro.
Él lo toma entre sus dedos y luego me observa con los ojos muy abiertos.
—Lo siento —se disculpa.
—No tienes que disculparte, los dos tuvimos la culpa. —Me encojo de hombros—. Ninguno nos acordamos de este pequeño detalle.
Me río al recordar nuestra primera vez y él se une. Éramos los dos tan inexpertos e inocentes en ese ámbito, que no sabíamos ni qué hacer. Me acuerdo de las dificultades que tuvo Axel para quitarme el sujetador y deshacer los cordones de mis zapatillas, no atinaba. Ambos estábamos muy nerviosos, y creo que ahora mismo también.
—Mi madre me compró una caja de condones y se ha dedicado a meter un sobrecito en todos los bolsillos de mis pantalones, sudaderas, chaquetas... —le comento—. Que hoy tengamos uno es gracias a ella.
Una carcajada sale disparada del interior de su garganta. Puedo notar como intenta disimular la rojez de sus mejillas.
—Ahora entiendo muchas cosas —afirma.
Pienso en que se referirá en la vez que Cristty estuvo a punto de preguntarle si sabía lo que era un preservativo. O la vez en la que se me calló uno del abrigo y Phillip no tardó en burlarse.
—¿Continuamos? —Me enseña el sobrecito plateado.
Asiento con la cabeza y, tras rodear su cuello con mis brazos, le beso. Él me corresponde a la vez que me desabrocha los vaqueros. Con solo un tirón hacia abajo, los hace caer al suelo. Me separo de él y me agacho para poder descalzarme los pies. Axel ya estaba descalzo cuando he llegado, así que, mientras yo estoy a lo mío, él se quita la parte inferior de su vestimenta, quedando tan solo en calzoncillos.
En cuanto vuelvo a ponerme en pie, únicamente vestida con la ropa interior, pongo las palmas de las manos sobre el abdomen de Axel. Sin embargo, al hacer esto, él pega un brinco hacia atrás, alejándose de mi tacto. Le miro con confusión.
—Tienes las manos congeladas. ¿Qué eres? ¿Un zombie? —se queja.
Enseguida me acuerdo de que sigo teniendo la humedad de la lluvia impregnada en mi piel. A pesar de que hago mi mayor esfuerzo para reprimir una sonora risotada, no soy capaz, acabo por dejarla escapar.
—No te rías, por tu culpa ahora voy a tener los huevos como canicas.
—Pero qué exagerado eres —expreso entre risas.
—¿Eso crees? Los vas a ver dentro de muy poco, ya me dirás como están.
La sangre se me sube al rostro ante su comentario y no puedo evitar ocultármelo con las manos mientras las carcajadas siguen saliendo una tras otra de mi ser. Axel toma mis manos y se las acerca a la boca, para después expulsar aire caliente y así calentármelas un poco. Se mantiene así por unos segundos y luego me las suelta.
—Vale, ya puedes tocarme todo lo que quieras —asegura.
Sonrío y prosigo con lo que estaba haciendo. Vuelvo a poner las palmas sobre su abdomen, ya sin quejas de su parte, y le empujo hacia la cama. Este choca con el borde y cae sentado sobre el colchón. Hago que se tumbe y dejo que acomode su cabeza en la almohada para que no esté en una posición que acabe molestándole. A continuación, me pongo a horcajadas sobre su pelvis, lo que hace que él se remueva en forma de queja y me mire con cara de sufrimiento.
No tardo mucho en caer en la cuenta de que todo mi cuerpo está igual de frío que mis manos. Él no se ha parado a pensar en ello, por lo que veo.
—Demasiado frío para mí —confiesa con una sonrisa forzada que me hace mucha gracia.
Veo como deja el sobrecito con el preservativo a su lado, sobre la cama, y después suspira.
—Perdón. —Me inclino hacia su cara y dejo un pequeño beso en sus labios.
Al hacer esto, mi cabello cae un poco sobre él. Las gotas de agua que aún descansan en él se estrellan contra su piel, lo que hace que Williams vuelva a gimotear con molestia.
—Vale, esto no está funcionando. —Se ríe.
Mi novio separa su espalda del colchón, haciendo que yo también me incorpore. Aparta los mechones de pelo que me estorban en el rostro y los coloca detrás de mis orejas. Después, sus manos se dirigen a mi cintura; allí se detienen y me da un suave apretón al mismo tiempo que va dejando pequeños besos por mi cuello. Enredo los dedos en su cabello y le presiono contra mí.
Al cabo del tiempo, sus extremidades suben hasta el broche de mi sujetador e intentan hacer lo propio. Pero no consigue desabrocharlo. Una risilla burlesca sale de mi garganta. Axel abandona mi cuello para asomarse un poco por encima de mi hombro y poder observar qué es lo que está haciendo mal. Tras varios intentos, se da por vencido y apoya su frente contra mi pecho.
—Que desastre —murmura.
—Vas a tener que practicar más a menudo —comento en un tono burlón.
—Cuando quieras. —Aleja su cabeza de mí y posa la vista en los pocos hematomas que me quedan por el abdomen.
Sus dedos acarician la superficie morada, a pesar de que ya están casi curados y apenas se notan, puedo ver como una mueca de dolor se forma en sus labios.
—No duelen. —Niego con la cabeza.
Él me muestra una triste sonrisa. Sujeto sus brazos por los codos y los alzo, dirigiendo sus manos de nuevo al broche de mi sujetador para que continúe intentándolo. Axel se ríe, supongo que de sí mismo al no ser capaz de deshacerse de esa prenda que le viene tocando las narices desde la primera vez. Al cabo de un segundo, sus ojos se abren y siento como el sostén deja de hacer su función. Lo ha conseguido.
—Creo que ya le he pillado el truquillo —dice mientras desliza los tirantes hacia abajo y me lo quita.
Sonrío y le beso la mejilla. Williams me abraza contra su cuerpo y esconde su cara en el hueco de mi cuello. Sus manos descienden hasta mis bragas y me las va quitando poco a poco, hasta que las termina por tirar hacia el suelo. Me deshago de sus calzoncillos y él procede a abrir el sobrecito para después ponerse el preservativo.
Me inclino hacia él, pegando nuestros pechos y sintiendo mi corazón latir desbordado. Comienzo a besar suavemente sus labios mientras que noto como sus manos agarran mis glúteos por unos breves instantes. Sus dedos ascienden por mi columna vertebral y se clavan en mi piel cuando entra en mí. Un gemido ahogado sale de mi garganta, chocando contra su boca. Hago movimientos con mis caderas y nuestras respiraciones acaban compenetrándose.
Ambos nos miramos a los ojos, sin decir ni una sola palabra. Y puedo asegurar que mirar sus preciosos iris oscuros mientras hacemos el amor, es todo un deleite.
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