👑🌹 Capítulo 37

Son las dos de la mañana, en comisaría no hay casi nadie. Solamente los policías de guardia. Hace media hora que llegamos, con una historia falsa de lo sucedido que relatar. Antes de llamar a la policía, ideamos la mentira que deberíamos soltar al llegar.

El calor del despacho en el que nos encontramos esperando a que llegue nuestro turno de declarar, penetra en mi piel, músculos y huesos. Mi organismo agradece esta sensación. Y puedo asegurar que el resto de mis amigos también.

Todos nos encontramos sentados en una de las varias sillas que hay en el lugar, pero cada uno estamos en una punta de la habitación, sumidos en nuestros pensamientos hasta que Jayden vuelva. Él ha sido el primero en ir a la sala de interrogatorios, con la intención de tantear el terreno y ver quién es la persona que nos hará las preguntas.

No es algo nuevo lo de los infiltrados. Eso es lo que más temíamos al venir aquí. Ellos harán todo lo posible para tapar el asesinato de Andriu, así como los Cobras hicieron con los homicidios de los que a Axel se le acusaba. Es increíble cómo la gente con poder puede mover los hilos a su antojo, para que todo lo que ellos quieran salga a pedir de boca. Lo bueno de esto, es que siempre dejan algún cabo sin amarrar, lo que sentencia su destino, ya sea a largo o a corto plazo. Todo depende de lo atentas e interesadas que estén las personas del cuerpo policial en el caso que están tapando.

Ahora, la personita que más me preocupa es Phillip. Apenas ha intercambiado dos palabras desde lo sucedido, un simple "estoy bien". El niño está sentado sobre las piernas de su hermano, acurrucado contra su pecho mientras disfruta de la calidez que desprende los brazos que Axel tiene a su alrededor. El muchacho se ha mantenido neutro a todo lo que estaba pasando en su entorno.

Ann tiene los codos apoyados sobre sus rodillas, y sus manos entrelazadas sujetan su frente. Ella sigue llorando, veo como las lágrimas chocan contra el suelo.

—No quiero estar aquí —susurra Lipy.

Desvío la mirada hacia a él en el momento en el que le escucho a hablar.

—Lo sé —admite Axel, abrazándole con mayor fuerza.

—Se está repitiendo. Ha vuelto a pasar —prosigue Phillip—. Quiero estar con mamá.

Su hermano le aprieta contra él, para después dejar un largo beso sobre su coronilla. Williams, al notar que les estoy observando, me mira abatido.

Es obvio que Lipy lo está pasando mal desde hace tiempo, y su hermano lo sabe. Estoy segura de que esto tiene mucho que ver con el comportamiento que ha ido presentado estos días atrás. Creo que es hora de buscar a alguien que pueda ayudarle.

La puerta de la oficina se abre de golpe, dejándonos ver a un Jayden consternado y cansado.

—Es un infiltrado —nos hace saber en un tono de voz lo bastante bajo para que solo nosotros podamos oírle.

No hace falta preguntar a quién se refiere, sin duda alguna es el policía que nos interrogará. Los Árticos lo tenían todo muy bien pensado. Jayden cierra la puerta a su espalda y, luego, camina hacia un asiento libre para sentarse.

—Hay una cosa que no entiendo. —La voz de Ann hace acto de presencia.

Fijo la mirada en ella, quien levanta la cabeza para poder vernos. Sus ojos y mejillas están enrojecidas y húmedas debido al llanto.

—Si querían matar a Axel para atrapar a Kelsey, ¿por qué no lo hicieron de igual forma? —indaga.

—Porque ya hirieron de gravedad a Andriu —responde el dilatas—. Tenían todo planeado para un "suicidio". Dos el mismo día y a la misma hora iba a levantar demasiadas sospechas; incluso con gente tapando lo ocurrido. Por eso le dejaron libre.

La pelirroja, al escucharle, vuelve a la misma posición de antes, sin decir ni una sola palabra al respecto. El silencio vuelve a reinar en el lugar. Al cabo de un tiempo, un policía entra en el despacho. No hace falta que diga nada, Ann es la siguiente en levantarse y salir de la habitación junto al uniformado.

Los minutos pasan con lentitud. He desarrollado un tic nervioso en la pierna derecha durante toda mi estancia en este lugar. Mis ojos están pegados en la puerta de la sala en todo momento, esperando con impaciencia a que la pelirroja vuelva aquí y así poder avanzar lo más rápido posible.

Cuando ella llega, no dice nada. Simplemente se sienta en su respectivo asiento y vuelve a colocarse como antes.

El policía se queda esperando en la entrada a que la siguiente persona decida moverse e ir con él. Voy a hacerlo yo, pero Axel se me adelanta. Él aparta a su hermano de encima de sus piernas, aunque el niño no está por la labor de dejarle marchar. Cuando este consigue deshacerse con suavidad del agarre de Lipy, camina hacia la salida de la oficina.

Phillip cruza los brazos sobre su pecho, no muy contento por el abandono de su hermano. Este se sienta en la silla en la que estaban los dos antes y se mantiene enfurruñado hasta que, al cabo de diez minutos, Axel vuelve a aparecer.

El niño no tarda en alzar su trasero de la silla y acercarse corriendo a su hermano para darle la mano. Últimamente está siendo muy dependiente de Axel. En cuanto estos dos se posicionan en su lugar, yo procedo a levantarme y a salir del despacho junto con el hombre que me observa de reojo.

En el instante en el que el uniformado cierra la puerta, me hace un gesto con una de sus manos para que comience a caminar. Le obedezco y me dirijo hacia las escaleras que llevan hasta la siguiente planta, en la que están las salas de interrogatorios, el calabozo y la habitación de los informes.

Siento las pisadas del policía detrás de mí, esto me hace sentir como si fuese la culpable de un asesinato. Una vez que he llegado a mi destino, entro en la sala activa. Thomas, el compañero que tanto me ha estado fastidiando durante mi tiempo en comisaría, es quien me espera sentado a un lado de la mesa; sabía que este no era trigo limpio. Camino hasta la silla que hay al otro lado y me siento en ella. No pasan ni dos segundos de esto hasta que él comienza a hacer preguntas.

—Bien, cuéntame tu versión de los hechos —pide entrelazando sus dedos sobre la mesa.

Trago saliva.

—Encontramos a mi amiga en un descampado, cerca de las afueras —contesto con el falso testimonio del que habíamos hablado antes de venir—. Ella aún seguía con vida, así que nos la llevamos con nosotros para intentar salvarla. No lo conseguimos.

En la última frase se me quiebra la voz.

—¿Qué le ocurrió? —Esta pregunta la realiza con una sonrisa de medio lado en sus labios.

Está disfrutando con nuestro dolor. Sabe que nos duele mentir.

—Creo que se suicidó —respondo en un hilo de voz apenas audible—. Al menos eso fue lo que ella nos dio a entender en sus últimos minutos.

—¿Sabes por qué? —indaga.

Agacho la cabeza mientras que un par de lágrimas resbalan si permiso por mi cara.

—Llevaba unos días rara. Nos contó que lo estaba pasando mal por algo que no llegó a mencionar —miento.

—Está bien. Las pruebas del forense nos dirán si tus amigos y tú decís o no la verdad —comenta, mirándome orgulloso—. Puedes irte.

Está claro que esas pruebas concordarán con nuestro testimonio, y él lo sabe de sobra.

Cuando dice esto, no tardo ni un segundo en levantarme del asiento y caminar hacia la salida de la habitación. Pero en el instante en el que tomo el picaporte de la puerta, Thomas me frena.

—Ya te dije que esto no era para una cría como tú —me recuerda con soberbia.

Ejerzo fuerza en el pomo. Me permito unos segundos para coger aire y expulsarlo con lentitud para relajarme. No es un buen momento para ceder ante sus provocaciones.

En cuanto me veo más calmada y sin tanta rabia en el cuerpo, abro la puerta y salgo. Bajo las escaleras con las piernas temblando sin parar, me tomo mi tiempo hasta que llego a la primera planta. Tras cruzar los brazos sobre mi pecho en busca de algo de calor para mis manos, camino hasta el despacho en el que me encontraba antes con el resto. Justo en el instante en el que llego, Marshall aparece ante mí, de espaldas, hablando con Axel y los demás.

Frunzo el ceño un tanto confundida y doy un paso hacia el interior. Al hacer esto, llamo la atención de todos los presentes, lo que hace que mi jefe se gira para recibirme.

—¿Qué es lo que ha pasado, Kelsey? —inquiere con preocupación—. Me llamaron diciendo que había un grupo de jóvenes declarando sobre un caso de suicidio y que tú estabas entre ellos.

Estoy durante un lapso observándole sin contestar a su pregunta. Les echo una rápida mirada a mis amigos, en busca de algún gesto que pueda indicarme qué es lo que debo hacer. Sin embargo, todos ellos desvían la mirada de mí y la pegan en algún punto perdido de la sala.

Agarro mi labio con los dientes y me armo de valor para decir lo siguiente:

—Debo contarle unas cuantas cosas, señor Meadows.

Las lágrimas se amontonan en mi barbilla, y los ojos de Marshall se abren con sorpresa y confusión.

No puedo aguantar más el peso de todas las mentiras que he ido diciendo desde que comenzó mi primera misión. Marshall, por muy cascarrabias que haya sido conmigo, me ha ayudado como nadie. Por ello, quiero confiar en él para esto también. Necesito su ayuda. Necesitamos su ayuda. No podemos seguir con esta batalla nosotros solos. La mitad del cuerpo de policía está en nuestra contra, son infiltrados. El señor Meadows, parece que es una de las pocas personas que está al margen de este enfrentamiento.

No soy capaz de seguir con este embuste por más tiempo.

Me doy la vuelta y cierro la puerta de la habitación. Tras echar el cerrojo, me vuelvo hacia los presentes. Esta vez, todos tienen sus ojos fijos en mí, pero ninguno me dice si lo que estoy a punto de hacer está bien o mal. Jayden, quien es el que más me interesa debido a que conoce bien la situación, simplemente espera a que continúe hablando. Puedo ver hasta como asiente de forma casi imperceptible con la cabeza, animándome a que prosiga.

—Le he estado mintiendo durante todo este tiempo, señor —confieso en un susurro, para evitar que otras personas puedan llegar a escucharme.

Mi jefe tuerce la expresión, como si no entendiera o no quisiera entender lo que estoy diciendo.

—Empecé a mentirle cuando me asignó la vigilancia de Axel. Me di cuenta de que él era inocente y no quería meterle en más problemas —prosigo—. Luego comenzaron a amenazarme porque hay personas que no quieren que se sepa quién es la verdadera asesina —sollozo y me aparto las lágrimas con las manos—. Me metí en un bando que se dedica a la venta de drogas y a hacer pasear a gente inocente por una viga a metros de altura solo para que mi identidad no le fuese revelada a Axel. Necesitaba seguir en ese caso para demostrar su inocencia, no podía dejar que llevase una carga que no le pertenecía sobre sus hombros. Ellos también están metidos en esa mafia. —Miro a mis compañeros—. Ahora me quieren matar porque, desde que se celebró el juicio de Axel, descubrieron que soy policía. Quieren callarme. Y lo mismo pasa con los aliados de la asesina de Margott. Y como ellos me están ayudando, también quieren matarles. —Señalo a mis amigos con un leve movimiento de mi brazo—. Lo de hoy no ha sido un suicidio. Ha sido un asesinato.

Cojo una bocanada de aire y la suelto de golpe. Me entretengo mordisqueando mi labio inferior, a la espera de que mi jefe diga algo al respecto, pero está tan atónito, que ni un sonido sale de él. Dirijo la mirada a mis acompañantes, estos observan al señor Meadows con paciencia.

—Debiste decirme esto mucho antes, Kelsey —me hace saber Marshall.

—Lo sé —admito con la voz quebrada—. Pero no sabía qué hacer... Dijeron que debía mantenerme callada y...

—Está bien —me interrumpe—. Entiendo por qué lo has hecho, pero no puedo decir que has actuado de la mejor manera.

—Lo siento —me disculpo con sinceridad.

—Formas parte del cuerpo policial y tienes compañeros en los que debes confiar para que, entre todos, nos podamos ayudar —añade—. No diré nada acerca de las muchas reglas que has roto, creo que ya eres muy consciente de ello.

Asiento con la cabeza repetidas veces.

—En realidad, ella ha actuado bien —interviene Jayden.

Todos posamos la vista en él.

—Nuestro bando tiene varias personas trabajando en esta comisaría en caso de que necesitemos refuerzos —continúa hablando—. No puedes fiarte de nadie. Y eso es lo que ha hacho ella. —Me señala con un movimiento de su barbilla.

Marshall arruga el entrecejo y me mira.

—Necesitamos su ayuda. Necesitamos saber que estará ahí para apoyarnos —le hago saber—. Eres la única persona en la que podemos confiar.

El silencio reaparece entre nosotros, nuestras miradas vagan de unos a otros. El suspiro de frustración que mi jefe deja escapar, lo rompe.

—¿Cómo os puedo ayudar? ¿Qué queréis que haga? A ser posible, que no sea ilegal.

Algo en mi interior se ilumina al escuchar esas palabras salir de su boca.

—Me gustaría que te quedaras con mi hermano por el momento. —La voz de Axel hace acto de presencia.

Todos nos volvemos a mirarle. Este se encuentra con la vista perdida por el suelo mientras que Phillip le observa con espanto al no estar nada de acuerdo.

—Conmigo corre peligro —agrega, alzando la mirada.

Marshall asiente en respuesta afirmativa, cosa que Lipy no se toma a bien.

—No quiero irme con él, quiero quedarme contigo —se queja el muchacho.

—Esto no es algo que tú puedas decidir —sentencia su hermano con firmeza.

—¡No quiero! —grita.

Axel me echa una mirada cargada de tristeza. Pero es lo mejor, Phillip no estará a salvo con nosotros mientras estemos metidos en este tipo de temas.

—Cuidaré de él —le promete mi jefe.

Jayden se levanta de golpe de su asiento y, tras pasarse las manos por la cara un par de veces, se dirige hacia la entrada. Cuando abre la puerta, sale de la sala apresurado. Estoy unos instantes mirando hacia la dirección por la que se ha marchado, mientras las protestas de Phillip vuelven a hacerse presentes. No le doy más vueltas y decido ir con el dilatas.

Al salir, puedo ver como él camina de un lado a otro del pasillo, con la cabeza agachada y las manos sobre su nuca. Me acerco con pasos lentos, hasta que él termina por notar mi presencia. Jayden me echa una mirada decaída, con las lágrimas al borde del precipicio de sus ojos. Apoya su espalda contra la pared que tiene detrás y yo me posiciono enfrente de él, para poder verle mejor.

Nos mantenemos en silencio por unos segundos, observándonos el uno al otro.

—¿Alguna vez te has arrepentido tanto de algo que sabes que, aunque quieras, nunca podrás cambiar? —pregunta de forma repentina.

Niego con la cabeza, sin apartar la mirada de sus ojos azulados.

—Pues te puedo asegurar que se siente como si estuvieses muriendo, muy lenta y dolorosamente —comenta, con la voz un poco afónica—. ¿Y sabes lo peor?

No digo nada al respecto, espero a que él mismo responda a su pregunta

—Que no termino de morir —finaliza.

Una lágrima solitaria resbala por su mejilla derecha, lo que hace que él se la aparte rápidamente. Hecho esto, se sorbe los mocos.

—Estaba embarazada, iba a ser padre —confiesa—. Y lo único que se me pasó por la cabeza fue decirle que no quería tener un hijo. Tenía tanto miedo... No quería criar a un bebé estando los dos hundidos en esta mierda. Me gustaría poder cambiar eso. Haberle dicho que estaría con ella pasase lo que pasase, haberle protegido.

No puedo evitar volver a llorar. Andriu no tenía que morir, ella no merecía ese destino. Es a mí a quien tanto buscan, soy yo quien debería estar en su lugar. Si hubiese sido al revés... ¿Habría cambiado algo? ¿Serían ellos libres? O ¿Estarían sentenciados a muerte de por vida, igualmente?

No sé en qué momento ocurre, pero mis brazos se enrollan alrededor del cuello de Jayden y lo abrazan contra mi cuerpo con fuerza. Él me corresponde, quebrándose del todo.

—Rompí con ella para que mi tío no tuviese con qué hacerme daño. Para mantenerla a salvo —me dice entre sollozos—. Pero ha pasado igual. Mi pesadilla se ha hecho realidad...

Cada palabra suya consigue destruir un poco más mi corazón. Ahora, yo también tengo algo de lo que me arrepiento. Y es el no haber estado ahí para evitarlo.

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