👑🌹 Capítulo 17

"Perdónale.

Perdóname."

Termino de escribir la carta que había decidido comenzar a redactar antes de ir al juicio.

Los pocos días que quedaban para que este momento llegara pasaron más rápido de lo que pensaba. Apenas pude ver a mi tío, él estaba muy ocupado poniendo todo en su sitio con Axel. Mientras tanto, yo he estado pasando tiempo con Phillip y ayudando a hacer las pequeñas tareas de la comisaría, debido a que mi trabajo terminó en cuanto le di el USB a Hank. Aunque eso Marshall aún no lo sabe.

Dejaré el trabajo esta tarde y me iré con el hermano de mi madre a Arkansas. Ya está todo preparado y hablado con Andriu. Ella misma me ha dicho que le parece bien que me marche, pues tengo los medios para hacerlo y así podré salir del mundillo. Me ayudará a cubrirme en el bando junto con Ann, Fred y Jayden. Me pone triste dejarlos atrás y propuse echarles un cable en lo que fuese para que ellos también pudiesen salir, pero la pelo azul se negó rotundamente a que yo siguiera metida en esos problemas teniendo una vía de escape en las palmas de las manos y una familia que me quiere. Me aseguró que no había nada que yo pudiera hacer por ellos y que me largase todo lo lejos que pudiera; aquello me entristeció mucho.

En cuanto al tema del robo de las pruebas del caso, no se sabe quién entró en mi despacho para cogerlas. Las cámaras dejaron de funcionar a las nueve de la noche del día anterior y no grabaron absolutamente nada. Aunque yo sigo creyendo que fue Lina; es la encargada de la limpieza. Ella debe quedarse hasta tarde para limpiar el lugar, pero eso ya no importa. El objetivo es conseguir demostrar la inocencia de Axel y eso está a punto de suceder. Así que ya no pinto nada aquí.

Dejo el bolígrafo sobre la mesita del salón y me dispongo a doblar el folio hasta formar un cuadrado perfecto. Hecho esto, escribo una última cosa en una de las caras.

"Léelo, Axel. No la rompas."

Suelto un suave suspiro y me muerdo el labio inferior. ¿Estoy haciendo bien? Me llevo las manos a la cabeza para después echar mi pelo hacia atrás; venga, Kelsey. Todo va a salir bien.

—Phillip —pronuncio su nombre dirigiendo la mirada hacia la puerta de mi habitación—. ¿Estás listo?

Espero durante unos segundos alguna respuesta a mi pregunta, pero ni un solo ruido sale del interior. Me levanto del sofá al mismo tiempo que guardo la carta en uno de los bolsillos delanteros de mis pantalones vaqueros y, luego, me dispongo a caminar hacia mi habitación. Cuando accedo a ella, Phillip aparece en mi campo de visión tumbado, de espaldas a mí, en la cama; está vestido con una camisa blanca de botones y unos pantalones negros.

—Phillip. Sé que estás despierto —admito cruzando los brazos sobre mi pecho.

Este mueve su cabeza un poco hacia mi dirección, para así poder echarme una rápida mirada por el rabillo de su ojo. Me aproximo a la cama y me siento en el borde del colchón, justo a su lado.

—¿Qué te ocurre? —inquiero un tanto confundida.

—No quiero que te vayas —responde en un hilo de voz apenas audible, pero he conseguido escucharle.

—Debo hacerlo... —Acaricio su cabeza.

—No, eso es mentira —espeta apartándose de mí de forma brusca—. Si te vas es porque quieres.

—Phillip...

El sonido del timbre de casa, me interrumpe, provocando que mi corazón pegue un vuelco al instante.

—Ponte los zapatos, tenemos que irnos —le pido y me levanto de la cama.

Echo un último vistazo al hermano de Axel antes de irme; no se mueve ni siquiera un centímetro. Lo siento, Lipy.

Tras soltar un leve suspiro, me dispongo a salir de la habitación. Al escuchar nuevamente el sonido del timbre, acelero el paso para llegar cuanto antes a la entrada. A unos pasos de la puerta, a Andrea el alien se le ocurre pasar por entre mis piernas, persiguiendo a Bagheera, quien huye otra vez del pobre Sparkie; ya pasa de correr tras los felinos. Esto provoca que un grito agudo salga del interior de mi garganta y que mis pies vacilen hasta perder el equilibrio por unos instantes en los que pienso que voy a comerme el suelo sin ninguna duda, sin embargo, la pared del pasillo me salva de dejarme la dentadura en las baldosas.

Agh, me los cargo.

Una vez que he conseguido recuperar el equilibrio, me aparto de la pared y doy los pocos pasos que me quedan hasta llegar a la puerta. Tras abrirla, mi tío Hank aparece en mi campo de visión, vestido con un traje negro; la chaqueta la lleva abierta, dejando al descubierto la camisa de botones blanca que lleva debajo y la corbata gris que tiene rodeando su cuello. Su pelo está ligeramente peinado hacia atrás con algo de gomina, ya que eso no tiene pinta de que se vaya a despeinar ni con la ventolera más fuerte.

Cualquiera piensa que vamos de boda, vaya. Bueno, menos yo, ya que solo llevo una blusa grisácea con unos pantalones vaqueros de un azul oscuro.

—Buenos días, tío —saludo mostrándole una cálida sonrisa.

—Buenos días, sobri. Llegó el momento —comenta con cierta emoción en su voz.

Llegó el momento, sí. Y yo no puedo estar más nerviosa.

—¿Estáis listos? —Echa un vistazo a mi espalda, seguro que en busca de Phillip.

—A Phillip le queda un poco —contesto y desvío la mirada hacia el suelo.

La sonrisa que tenía plantada en los labios desaparece de mi rostro al recordar lo molesto que está el hermano de Axel conmigo por la decisión que he tomado de irme de aquí.

—Pues que se dé prisa, que el juicio es a las seis y queda menos de una hora.

Al decir esto, hace el ademán de entrar en mi casa, lo que provoca que yo me eche a un lado para dejarle pasar. Cuando mi tío está dentro, sus ojos se posan en Bagheera, el cual descansa sobre uno de los brazos del sillón que se ve desde aquí. El gato logra captar por completo su atención, lo que hace que Hank se dirija hacia él con una tierna sonrisa en sus labios para acariciarlo.

Mi tío fue quien me regaló a Bagheera. Se lo encontró entre unos contenedores de basura, en un día lluvioso, cuando tan solo era un bichito pequeñito. Él lo recogió y lo trajo a casa de mis abuelos cuando yo aún no había decidido mudarme a Nueva Orleans. Desde ese momento Bagheera se convirtió en un miembro más de mi familia.

En cuanto me saco estos pensamientos de la cabeza, procedo a cerrar la puerta, pero algo me lo impide. Antes de que la puerta toque el marco de la misma, esta frena en seco, como si hubiese chocado contra algo al otro lado.

Con el ceño fruncido y una notable confusión en mi rostro, vuelvo a abrirla con lentitud. En ese instante, sus ojos marrones dan con los míos, haciéndome sentir indefensa ante su mirada. Él también lleva puesto un traje negro; la chaqueta del mismo está abotonada, por lo que la camisa blanca que lleva debajo queda oculta. La corbata ni siquiera la lleva atada. Esta se encuentra alrededor de su cuello sin más, con ambos extremos colgando.

—Axel... —murmuro.

No esperaba verle aquí, la verdad. No creí que fuera a presentarse en mi casa.

—¿Puedo pasar? —me pregunta llevándose una de sus manos a la cabeza, cosa que aprovecha para alborotarse el pelo, consiguiendo que luzca más despeinado que antes.

Oh...

—Eh... sí, sí. Claro, pasa —me apresuro a decir después de mi embobamiento de unos cuantos segundos.

Me aparto hacia un lado para dejarle paso y, una vez que él ha entrado, cierro la puerta a su espalda. Él se queda parado en la entrada, con la mirada fija en el suelo y sin decir ni una sola palabra. Estoy unos instantes observándole con detenimiento, guardando en mi memoria al Axel con traje que tengo enfrente.

Santo cielo del Olimpo, se te ha perdido un dios griego.

—Oye... —Carraspeo con la garganta—. Llevas la corbata desatada. —La señalo con un leve movimiento de mi dedo índice.

Él sube la mirada hasta a mí y luego hasta la prenda nombrada.

—Es que no sé cómo... mierda se ata esta cosa —se queja a la vez que hace un intento fallido de ponérsela como debe.

Una breve risotada sale del interior de mi garganta, haciendo que los ojos de Axel se fijen en mí de nuevo.

—Déjame hacerlo a mí —susurro y me acerco a él la poca distancia que nos separa.

Llevo mis manos hasta los extremos de la corbata, cosa que provoca que él aparte las suyas. Espero unos segundos a que él se aleje de mí o algo, pero eso no sucede, por lo que comienzo a anudarle la prenda en condiciones.

—Podría habértela anudado yo si me lo hubieses pedido —interviene Hank desde el salón.

Él se encuentra con Bagheera entre sus brazos, acariciándolo con suavidad, cosa que el animal disfruta todo lo que puede.

—No, cállate —refunfuña Axel como respuesta al comentario de mi tío.

Reprimo una carcajada en el interior de mi garganta ante esto. Noto su mirada recorrer cada parte de mi rostro, lo que hace que me estremezca en el sitio mientras sigo con la acción.

—Ya está. —Es lo único que digo al terminar de ponerle la corbata.

Mis manos bajan hasta su pecho y, durante escasas cifras de segundo, las dejo descansar ahí. Luego acabo por apartarlas de su cuerpo. Al hacer esto, un suave olor a tabaco se desprende de la chaqueta de su traje.

—Sigues fumando —afirmo y le miro a los ojos.

—Estoy nervioso, ¿vale?

Arruga el entrecejo, como si mi comentario le hubiese incomodado. Durante unos instantes, ambos mantenemos la mirada fija en el otro, hasta que su ceño, acaba por relajarse al poco tiempo.

—¡Axel! —La voz de Phillip se hace presente en el lugar, a mi izquierda.

Williams y yo desviamos la vista hacia esa dirección, viendo así al pequeñajo en la otra punta del pasillo mirando a su hermano con los ojos vidriosos y una sonrisa de oreja a oreja en la que enseña todos sus dientes. Este, sin poder aguantar más tiempo, corre hacia nosotros hasta que sus brazos se enrollan en la cintura de su hermano mayor. Él le corresponde el abrazo sin pensárselo dos veces y, seguido de esto, deja un pequeño beso en la coronilla de Lipy.

—Venga, pongámonos en marcha —avisa mi tío.

Deja a Bagheera en el suelo y luego pone sus manos a ambos lados de su cadera.

—Vamos, no me miréis así. Llegaremos tarde —añade—. He pedido dos taxis, uno para ti y Phillip y otro para mí y Axel. No creo que pueda acercarse todavía a su hermano, así que es mejor llegar por separado al lugar.

Axel y yo asentimos con la cabeza. Phillip deshace el abrazo con su hermano y corre hacia el salón. Un minuto más tarde, llega con Sparkie en brazos y una correa.

—¿Puedes ayudarme con las maletas? No tengo suficientes manos —me pide él, acercándose a nosotros con pasos lentos.

—Claro.

Antes de que pueda siquiera dar un paso, Hank me frena comentando lo siguiente:

—Oye, no te van a dejar entrar a un perro en el juzgado.

—No te preocupes. Ann se quedará con él fuera —le hago saber, para luego dirigirme hacia mi habitación.

En un principio iba a ser Andriu, pero ella se negó rotundamente, ya que no quiere comprobar si Axel la despreciará o no. Aparte de que tiene miedo de que algún policía la reconozca desde lo de la otra vez. Su pelo es azul, mucho no hay que pensar para atar cabos. Así que ofreció a su hermana para el trabajo sin ni siquiera preguntarle primero.

🐈

En el momento en el que el pequeño Williams y yo bajamos del taxi, procedo a sacar sus maletas del interior del maletero. El hermano de Axel sigue mis pasos animando a Sparkie a caminar con un suave tirón de la correa que este lleva enganchada a su collarín.

—¿Dónde están mi hermano y tu tío? —pregunta el niño en cuanto una de sus maletas toca el suelo.

Al escuchar su pregunta, echo un vistazo a mi alrededor.

—Deben de estar ya dentro. Su taxi llegó antes que el nuestro —respondo sacando la última maleta del maletero.

Tras cerrarlo, agarro ambas maletas y me dirijo hacia la ventanilla del conductor para poder pagarle lo que corresponde. Una vez hecho esto, camino hacia la entrada del juzgado, lugar en el cual se encuentra la pelirroja observándonos con detenimiento. Phillip y yo caminamos hacia ella con pasos acelerados para no hacerla esperar más.

—Gracias por venir —agradezco al llegar a su lado.

—No hay de qué. —Me muestra una cálida sonrisa.

—Cuida bien de Sparkie —le dice Phillip tendiéndole la correa.

—Por supuesto, cielo.

Dejo las maletas junto a ella y me disculpo antes de marcharme, pues tenemos prisa y no podemos permitirnos quedarnos a charlar. La pelirroja lo comprende perfectamente, dice que no nos preocupemos porque Hank y Axel acaban de pasar, lo que me indica que no vamos muy tarde. Después nos desea suerte y el muchacho y yo nos encaminamos hacia la entrada del edificio. Una vez dentro, una serie de cuatro detectores de metales aparecen ante nosotros. Al otro lado de los mismos, se encuentran mi tío y Williams hablando con Marshall.

Sin perder más tiempo, nos dirigimos hacia el primer detector de metales, en el que se encuentra un guardia de seguridad.

—Buenas tardes —saludo al hombre.

—Buenas tardes —contesta él—. Pongan todos los objetos metálicos que lleven encima en la caja y pasen por aquí —nos dice indicándonos el procedimiento.

Phillip se echa un vistazo de arriba a abajo y luego me mira negando con la cabeza.

—Yo no llevo nada —asegura.

—Pues pasa por ahí. —Señalo el detector de metales.

Él me hace caso y pasa. La máquina no emite ningún sonido que indique que lleva objetos metálicos encima, por lo que procedo a sacarme todo lo que llevo en los bolsillos del abrigo para ponerlo en la caja y poder pasar yo. Hecho esto, paso por el detector, el cual no emite sonido alguno.

El guardia le echa un rápido vistazo a lo que he dejado en la caja, y al ver que solo se trata de las llaves de mi casa, la placa policial, la cartera y el móvil, me lo devuelve. Tras guardarme las cosas donde estaban, Phillip y yo nos acercamos un poco hacia donde se encuentra mi jefe y el resto

—¿Cuánto queda para que empiece el juicio? —inquiero con voz temblorosa, notablemente nerviosa.

—Ya mismo —responde Marshall—. Tenemos que entrar ya. Están todos dentro.

En el instante en el que dice esto, él y mi tío se dirigen hacia la sala que está en uso. Axel me echa una rápida mirada y comienza a caminar tras ellos. Phillip y yo le seguimos.

Al llegar a la entrada, Williams frena en seco, mirando el interior de la sala sin intención de entrar. Cuando llego hasta a él, le echo un rápido vistazo, para luego entrelazar mis dedos con los suyos en un intento de darle seguridad. Él se tensa al sentir mi piel contra la suya, pero no muy tarde, sus dedos se aferran con fuerza a mi mano.

—Todo va a salir bien —animo en un susurro.

Él coge una bocanada de aire y la va soltando de a poco. A continuación, aparta su mano de la mía y entra en el lugar con pasos firmes. Desvío la mirada hacia Phillip, quien se encuentra a mi lado, observando todo a su alrededor. Poso una mano sobre su espalda y le animo a andar hacia el interior mientras que los dos nos disponemos a buscar un sitio libre en los bancos que hay en la entrada, pero no hay mucho que buscar; están todos vacíos a excepción de cuatro. En uno se encuentra Marshall, en otro Dorian, en otro Dean, supongo que para comprobar que no se dirá absolutamente nada de la asesina, y en el último que queda está Fred. Nosotros nos dirigimos a este último para sentarnos con Turner.

—Hola. —Sonrío.

—Kelsey, hola. —Me devuelve el gesto.

—No esperaba verte aquí —confieso.

—Puede que él me odie y ya no me considere un amigo —explica señalando con la mirada a Axel—. Pero para mí sigue siendo un hermano y no pienso perderme por nada en el mundo su juicio.

En ese momento, una sonrisa aparece de nuevo en mis labios. Dirijo la mirada al frente y hago un rápido escaneo del lugar; al final de la sala se encuentra el juez y el estrado, enfrente de este se encuentra una señora que supongo que es el acta. A la izquierda está el hombre encargado de grabar todo lo que se hable en el juicio, a la derecha está el jurado. Y, por último, están Axel y mi tío a la izquierda, y en el lado contrario, los abogados que pondrán las pruebas en contra de la inocencia de Williams.

—Se abre la sesión. —La voz del juez se hace presente en el lugar, dando paso a un leve murmullo por parte de los presentes y el sonido de papeles siendo movidos.

La mano de Fred da con la mía, entrelazando sus dedos con los míos en forma de apoyo. Yo le tiendo la que me queda libre a Phillip, quien no tarda en estrechármela con fuerza.

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