Veintiuno
Nunca en la mi vida había conocido a papá, digo... al zombi de aquella manera, después de todo no éramos tan diferentes, es decir, ambos vivimos el sentimiento de no sentirnos entendidos por nuestros padres. Bueno, con la diferencia de que la abuela no estaba mal. Ella sólo hacía lo mejor para él... Odiaba haberme vuelto tan reflexiva.
Me ocultó esta historia por tanto tiempo, temiendo a que yo pensara que era un mal padre, pero eso no pasó.
Llegamos a casa de mi abuela cuando aún no era la hora de comida, sin embargo, ambas teníamos demasiada hambre y frío para que eso fuera importante. No es que el desayuno de Lucy fuera insuficiente, es sólo que cualquier viaje abre el apetito.
La temperatura era más baja de lo normal, así que le dije a mi abuela que se fuera a abrigar mientras yo preparaba una sopa de verduras que retara al frío. El Mini Cooper se había quedado estacionado a un costado de la casa. Mi abuela quería pagar porque le construyeran una cochera, pero a mí me parecía un gasto inútil, así que dediqué los siguientes días a buscar libros de carpintería que me permitieran idear una manera de construir yo misma esa cochera.
No quería que la abuela tuviera que llenar el tanque a cada rato, así que tomaba el autobús para ir a la escuela. Siempre rodeada de extrañas miradas de todos aquellos que no leían en el camino: "¿Cómo ser un experto en el martillo?".
Mientras mi mente seguía llenándose de ideas sobre cómo construir la cochera, mi interés por fotografiar edificios de volvió más grande.
Había una foto de mi pequeña colección que me parecía maravillosa: era un edificio bellísimo y enorme que era contemplado por un arquitecto que lucía diminuto a su lado.
Cuando la tomé no dejaba de admirarla, me hacía pensar una sola cosa: Era una obra maestra haciendo suspirar a su creador. ¿Cómo era posible que la mente pudiera crear algo que sobrepasara la grandeza de ella misma? Por otro lado, había otras personas que parecían evitar que su grandeza se mostrara.
—Lo siento, perdedora, ahora tendré que guardar tu almuerzo —dijo Blaire al tiempo que me quitaba el sándwich de las manos.
Le lancé una mirada de odio antes de sacudir las moronas de mis manos y suspirar.
—Oye... —me dijo una voz que llegaba por la derecha. Cuando voltee noté que había una chica delgada con lentes grandes que tomaba asiento junto a mí en la cafetería. No portaba el uniforme de la escuela, sino un grueso abrigo negro y una falda y blusa rosas.
—No dejes que te moleste, Blaire puede ser una bruja —dijo con seguridad mientras me sonreía.
—Claro, y tú eres...
—Soy Morgan, lo siento —expresó acomodando sus lentes.
—Lindsay —respondí sacando unas monedas de mi saco—... y bueno, ¿quieres comer algo?
—Sí, me encantaría —declaró ella levantándose conmigo para comprar un par de sándwiches y jugos.
Después de obtener el preciado tesoro nos sentamos juntas y me dispuse a devorar mi comida.
—Nunca te había visto —dije con la boca llena.
—Por supuesto, yo estoy de visita. Me gradué hace un año —expresó ella tomando un sorbo de su jugo—. Es extraño cuánto quería probar estos sándwiches de nuevo.
—Si ya no estudias aquí, ¿cómo conoces a Blaire? —pregunté y ella sonrió antes de acomodar su pajilla.
—Blaire reprobó un año, debería haberse graduado en mi generación.
—¿En verdad?
—Sí, claro. Fue cuando comenzó todo lo del divorcio, a ella le afectó mucho —relató con tranquilidad.
—¿Divorcio? —pregunté tomando una servilleta para limpiar la mostaza de mi barbilla.
—Fue oficial hace un mes, pero su casa era un completo caos antes de eso. Supongo que también ahora.
Justo hacía un mes que nos habían castigado juntas. Vaya, parecía que Blaire la había pasado realmente mal todo este tiempo.
Morgan y yo seguimos charlando durante la hora del almuerzo. Me contó también que antes de que todo eso pasara, Blaire era muy diferente. Ella era popular, siempre lo había sido, tenía ese ángel con el que agradaba a todos, la diferencia era que antes todos le agradaban a ella también.
Con este enorme secreto revelado creí que tenía una enorme ventaja, sin embargo, algo me decía que esperara el momento apropiado para voltearle a la rubia su chantaje. Después de todo, en la guerra y en las riñas de preparatoria siempre se ha ganado con inteligencia. Morgan se despidió y yo dejé pasar ese encuentro desapercibido por varios meses.
No crean que con todo lo de Blaire me olvidé de construir la pequeña cochera. Había aprendido mucho sobre carpintería, al punto en que le hice una silla mecedora a la abuela, ella, por supuesto, se oponía a que yo construyera la cochera por mí misma, así que mientras yo compraba algunos libros extras sobre construcción de cocheras de madera, ella me mostraba opciones para dejar mi auto cuidado en la ciudad.
Finalmente ella cedió y aquel día nublado me decidí a toma mi cartera y las llaves del Mini Cooper para conducir hacia el lugar más cercano en donde podría encontrar materiales de construcción: la tienda de Gwynaeth.
Había hecho una lista de compras, algo poco propio de mí, pero creí que sería muy útil para ahorrar tiempo y lograr alcanzar la luz del día (quería iniciar cuanto antes). Apenas había tachado dos cosas de mi lista cuando comprendí que un carrito normal no alcanzaría para cargar mi material, así que decidí regresar por uno de los largos a la entrada. Y ahí estaba ella.
Lo sé, era mi culpa, ir a buscar materiales a la tienda en donde trabaja alguien sin esperar encontrármelo era muy tonto. Es que quizá era lo que quería. Me escondí rápidamente detrás de unos estantes. Ella no me notó, así que salí silenciosamente de mi escondite hasta alcanzar un estante más. Parecía haber triunfado hasta que mi cara chocó con alguien... Era Harry.
—¿Lugar equivocado? —me dijo señalando con la cabeza a la pelirroja que estaba de espaldas.
—No esperaba encontrarla —susurré jalándolo detrás de una pila de papeles de baño.
—¿Vas a construir un arca? —preguntó soltando una risa al mirar las tablas de madera que alcancé a poner en mi carrito.
—No, tonto. Es una cochera —aclaré dándole un ligero golpe en la cabeza.
—Interesante. La estadounidense constructora —bromeó el chico sonriéndome.
De repente un estruendoso golpe inundó el lugar y cuando busqué con la mirada alcancé a notar a Gwynaeth que nos miraba desde una esquina con un montón de latas de atún a sus pies.
Lucía incómoda y molesta, como la última vez. Aquello se convirtió en un breve juego de pinball en el que ambas movíamos nuestras pupilas en todas las direcciones para evitar la mirada de la otra.
Decidí poner fin al extraño momento y rompí el embrujo dándole una palmada en el hombro a Harry para salir de ahí sin uno sólo de mis materiales. Parecía que todo el plan tendría que esperar.
Qué tontería, ahora no podía ni siquiera comprar madera sin que ella estuviera ahí. Mi abuela decía que todo este conflicto tarde o temprano se solucionaría, eso parecía una verdadera fantasía.
Regresé a casa cansada y molesta, aun así me alcanzaron las fuerzas para preparar una rica sopa de papa para la abuela. Vimos televisión un rato antes de que los ojos se nos cerraran solos y nos despedimos para después caer rendidas.
Esa noche soñé con mi padre. Lo había hecho muchas noches desde que me enteré de su historia. Es que no podía dejar de pensar en lo que había hecho, en cómo se sentía estar arrepentido. Tenía tantas ganas de hablar con él y de decirle... No lo sé, que lo comprendía.
Todo se gana con inteligencia, dije hace poco, así que había estado formulando la manera perfecta para decirle a Blaire que ya sabía por qué se comportaba así. La había estado observando y me parecía que nadie más que sus compañeros de generación y yo lo sabíamos. No me refiero a que lo ocultara, para nada. Ella hablaba de sus padres y de la maravillosa vida que tenían todo el tiempo, siempre hacía parecer que no existía ningún problema ente ellos y que los tres vivían felices en su preciosa casa en Edimburgo. Entonces me di cuenta de lo poderosa que era la información que poseía.
—Lindsay, ¿por qué no nos dices de qué trata tu relato? —preguntó la profesora de literatura haciendo alusión a la tarea.
—¿Sabe escribir? —susurró Blaire a su amiga mirándome con desafío. Era suficiente.
—Mi relato trata sobre una familia. Una familia adinerada y de categoría —inicié mirándola desde mi asiento—. Tenían una hija que era horrible y muy tonta, aunque, eso no afectaba la gran imagen que tenían ante los demás. Lo que nadie sabía es que todo era una enorme fachada. Los padres de la horrible niña se estaban separando y poco a poco iban perdiendo sus bienes, cuando la compañía familiar se caía a pedazos —expresé enfatizando la última frase.
Blaire había bajado la mirada y se había puesto roja.
—Interesante, señorita Parson. Hacer una referencia hacia la importancia de la imagen social —explicó ella anotando en su cuaderno. Mientras tanto mi sonrisa encontró los azules ojos de Blaire que se escondían detrás de su amiga.
—¿Qué es lo que sabes, Parson? —preguntó ella cuando la clase había terminado y la profesora estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar.
—¿Qué te imaginas?
A esas alturas nos habíamos quedado solas en el salón de clases. Yo esperaba que ella reventara o comenzara a insultarme. Ya estaba preparando mis argumentos sobre lo importante de mi chantaje cuando la rubia hizo lo menos esperado: Comenzó a llorar.
Las lágrimas no dejaban de caer desesperadamente por sus mejillas. Y el rojo se había encendido aún más hasta dejar una Blaire irreconocible que lloraba sobre sus manos.
—No seas ridícula, deja de llorar —dije dándole una palmada forzada en la espalda.
Ella comenzó a balbucear algo inentendible al tiempo que su cabello comenzaba a mojarse también. La guíe con cuidado hacia una de las bancas y me senté a su lado confundida.
—Cálmate, Blaire —exclamé con suavidad mirando alrededor.
¿Cómo era posible que una chica como Blaire pudiera desmoronarse de aquella manera? Suspiré con incomodidad y después me llené de fuerza para pronunciar las siguientes palabras.
—¿Quieres hablar?
Y me miró de aquella forma en que todos me miraban cuando hacía algo así: con duda.
—No me burlaré, no diré nada —expresé con sinceridad—. Mira, no significa que seamos amigas o algo parecido, ¿me entiendes? Es sólo que, a veces, se necesita hablar con alguien.
—Bueno... yo... nunca he hablado de esto con nadie —dijo ella tratando de recuperarse—. Yo... no dejo que nadie sepa de mi vida. No quiero que nadie lo sepa.
—Pero, ¿por qué? —pregunté mientras ella colocaba su cabello detrás de la oreja.
—No lo sé... ¡Es que esto es tan horrible! ¡No puedo soportarlo! No sé qué hice mal. Yo siempre fui la hija perfecta.
Por un segundo mi mente conectó un par de ideas que no habían surgido jamás y me quedé un momento sumergida en mis propios problemas.
Ser una hija perfecta... Jamás me había preocupado. En realidad mi meta parecía ser lo contrario. Exasperar a mis padres lo mayor posible hasta... ¿hasta qué punto en realidad? Porque, cuando por fin decidieron enviarme a Edimburgo, yo reaccioné de la peor forma y los odié tanto. ¿Qué objetivo tuvo eso?
—Creo que eso no tiene nada que ver —expresé al tiempo que ella calmaba su respiración y se acomodaba el cabello—. Nacimos de ellos, ¿no? Es fácil pensar que todo está relacionado pero creo que... hay cosas que no son nuestra culpa. Cuando realmente es tu culpa, es porque has decidido cruzar esa línea...
—¿A propósito? —preguntó Blaire como si supiera que ya no hablábamos de ella.
—Inconsciente —dije limpiando la lágrima que ahora resbalaba por mi propia mejilla—. Te das cuenta y a veces es tarde.
—En ocasiones llego a pensar que los padres sólo existen para atormentarnos —comentó Blaire sin mirarme—. ¿Seremos iguales de mayores?
Recordé a mi padre mientras escuchaba esas palabras. Lo imaginé corriendo lejos de su casa, con una maleta en mano, y me vi a mí, corriendo detrás de los indómitos en cada fiesta. Pensé que alguien no puede desaparecer dentro de sí mismo y que el hombre que dejó su continente para perseguir un sueño seguía dentro de papá. Él era papá.
—Somos iguales a ellos ahora —respondí dedicándole una sonrisa empática. Blaire soltó una ligera risa y después se levantó para agradecerme con la mirada.
Yo era igual a ellos.
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-Sweethazelnut.
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