Veintitrés


Harry me había puesto en un punto verdaderamente complicado. No quería ayudar a preparar una sorpresa para la pelirroja que había arruinado la primera amistad decente que conocía, pero algo dentro de mí quería lo contrario. Probablemente era aquello lo que me tenía tan distraída mientras la profesora de literatura explicaba el proyecto final y me miraba tan fijamente como si...

—¡Señorita Parson! ¿Me está escuchando? —preguntó la mujer con la frente roja.

—Lo siento, no —respondí sinceramente y me acomodé en el asiento.

—Es muy importante que todos presten atención a estas indicaciones —dijo la mujer suspirando con resignación—. Escogerán el autor que más les haya gustado durante el curso. Quiero que preparen una exposición sobre el mismo, resaltando la época en que escribía, las corrientes literarias que seguía el escritor y un análisis sobre el contenido de la obra. Esto representará su calificación total, muy importante para la universidad a la que asistirán.

—¿En este trabajo también cuentan los autores para niños? —preguntó Blaire mirándome con burla.

—Todos los que fueron asignados —expresó la profesora sacando una lista de nombres y un bolígrafo—. Para que no haya trabajos repetidos necesito que levanten la mano para que pueda anotar el escritor en el que trabajarán.

En cuanto la última palabra rozó los labios de la mujer, mi mano se estiró por lo alto hasta provocar una risa de mi rubia enemiga.

—¿Sí, señorita Parson?

—Frances Hodgson Burnett —expresé sonriendo con satisfacción.

—Quién lo hubiera imaginado —expresó Blaire causando las risas de su séquito.

—Le pediré, señorita Prescott, que se abstenga de sus comentarios —reprendió la profesora haciéndome mostrar una sonrisa de satisfacción.

La clase terminó justo en el momento en el que mi celular comenzó a sonar. Me di cuenta de que era Harry, así que el breve periodo en el que pude liberarme de mis dilemas para pensar únicamente en mi proyecto final de literatura, había terminado

—¿Qué quieres? —dije sosteniendo el teléfono mientras guardaba mis cuadernos en la mochila.

—Necesito que terminemos de planear lo de Gwynaeth —expresó con preocupación por el auricular.

—Te veo a las cuatro en The Meadows —finalicé antes de colgar el teléfono.

El salón estaba completamente vacío para cuando guardé mi iPhone en el bolsillo. Cada que lo tomaba, recordaba lo mucho que me había emocionado el día en que lo recibí.

Me disponía a caminar por el pasillo cuando escuché unos pasos detrás de mí y me giré para encontrar a Blaire sonriendo con su bonita mochila cruzada.

—Parson —saludó emparejándose a mí.

—¿Se te perdió algo? —respondí soltando una risa.

—Oye, quería decirte un par de cosas —comenzó a decir ella metiendo las manos en las bolsas de su saco.

—Es un país libre. Libre y muy frío.

—Claro que sí —expresó soltando una fresca risa—. Lo que hablamos esa vez en el salón... Me ayudó mucho, ¿sabes?

—¿Cómo han ido las cosas? —pregunté como un impulso.

—No puedo detener el mundo, eso es seguro. Pero puedo comprender más por qué ha pasado todo esto de mis padres y... creo que entiendo otras perspectivas sobre el tema. ¿Me entiendes? —Afirmé con la cabeza y ella volvió a sonreír—. Pensé que lo peor ya ha pasado y el mundo no terminó como pensaba al inicio.

—Casi nunca lo hace. —Reí al recordar las veces que yo sentía lo mismo.

—Te quería agradecer de otra forma —dijo ella deteniéndose un momento para abrir su mochila y sacar un pequeño folleto—. ¿Ya tienes universidad?

—¿Qué?

—Yo no sé si regresarás a Estados Unidos o te quedarás pero, si te interesa... —Extendió el folleto hacia mí.

Decía en bonitas letras cursivas "Universidad de Edimburgo" y mostraba hermosas fotografías del campus, además de estéticos planes de estudio sobre la impresión.

—No lo entiendo —admití mirando el folleto con interés.

—Mi padre es amigo del rector —comentó ella sin dejar de sonreír—. Me pidió que anotara el nombre de mis amigos, para que podamos aplicar para una... interesante beca en esa universidad. Claro, después de pasar un examen y tener los créditos, no soy tan turbulenta como tú, Parson.

—¿Qué quieres decirme?

—Anoté tu nombre en esa lista —dijo Blaire señalando una anotación en la última página del folleto—. Esta es la fecha de aplicación del examen. Si te interesa puedes ir, es una oportunidad única.

—¿Es real? —Ella asintió con sinceridad y yo admiré el folleto nuevamente. Mi corazón sintió la emoción recorrer cada arteria.

—Si te admiten, puedes renovar tu visa de estudiante. Claro, no significa que seamos amigas o algo parecido. Es sólo que, a veces, se necesita del apoyo de alguien.

Me quedé un rato pensando antes de soltar una carcajada de alegría. Guardé el folleto en mi mochila mirándola con complicidad y ambas seguimos caminando hacia la salida.

—Espero que no seas tan tonta como para reprobar el examen. Tienes que estudiar duro —expresó Blaire mientras bajábamos por las escaleras de la entrada.

—¿Sabes, Prescott? Nunca estuvimos destinadas a ser amigas, pero me ayudaste más de lo que crees —dije provocando que ella se soltara a reír.

—Es la vida, Parson. Los roles, ya sabes. Tú eres la extraña chica rebelde de la clase y yo... La hermosa reina malvada —comentó acomodando su cabello rubio cenizo.

Me reí mientras levantaba una mano para despedirme.

Otra decisión que tomar.

Caminaba de camino al hermoso parque escocés cuando me topé con algo maravilloso. De la bellísima heladería del centro salía una familia con sus dos hijas. Parecían llevarse unos dos o tres años y aun así vestían de la misma forma y se agarraban de las manos con cariño.

Saqué mi cámara de inmediato y alcancé a capturar el momento exacto en el que la hermana mayor embarraba juguetonamente un poco de helado en la mejilla de su hermanita. Salió perfecta. Ambas salían riéndose, era hermandad y amistad pura.

Llegué al parque e increíblemente me puse a adelantar la tarea mientras llegaba Harry. Nuevamente, jamás me hubiera reconocido a mí misma en Edimburgo. Mi mente no pudo ser desconcentrada hasta que encontré el folleto que me acababa de dar Blaire.

¿Qué era lo que debería hacer? El plan original era regresar a Estados Unidos cuanto antes, pero entre más tiempo pasaba en tierras escocesas mejor me sentía, más cosas entendía. Por otro lado, ni siquiera sabía qué carrera estudiar como para pensar en aplicar a un examen para la Universidad de Edimburgo.

Unos fuertes y rápidos pasos provocaron que guardara todo rápidamente y levantara la vista para encontrarme con la persona esperada.

—Lindsay —dijo Harry jadeando—. Vine lo más rápido que pude.

—Sígueme —respondí colgándome la mochila en los hombros sin dejar tiempo a Harry para que se recuperara.

Avanzamos por las calles sin que yo le diera indicio de nuestro destino. Aquel día no había traído el Mini Cooper, y lo agradecía, ya que no hay otra cosa igual a caminar por esas hermosas calles en búsqueda de inspiración.

Llevábamos caminando varios minutos y el chico derramaba gotas de sudor de vez en cuando. Yo, por otro lado, me encontraba tan divertida, tan relajada, que no sentía el cansancio de haber caminado tanto que habíamos dejado el centro atrás y ahora seguíamos nuestro camino entre césped y fresca naturaleza.

—¿A dónde vamos, Lindsay? —preguntó Harry recargándose sobre sus rodillas para descansar un segundo.

—No seas un bebé llorón —reí mientras subía por un pequeño monte—. Sólo tienes que subir aquí y se habrá acabado el camino.

Harry tomó todo el aire que pudo y se impulsó para subir el pequeño monte con todo el esfuerzo de su corazón, sus pulmones y sus piernas.

Apenas alcanzó el punto en el que estaba, abrió los ojos de manera descomunal y todo el aliento que había guardado para subir el monte se escapó en un solo segundo.

—¿Qué es este lugar? —preguntó admirando el hermoso paisaje.

El pequeño monte al que habíamos subido daba una perfecta vista a un cúmulo de neblina que se había formado. Era tan densa que asemejaba a las mismísimas nubes del cielo y, por consiguiente, te traía la sensación de estar en la cima del universo.

—Maravilloso, ¿no?

—¿Cómo supiste de este sitio? —preguntó sentándose en el pasto para admirar mejor el paisaje.

—Lo vi en internet y creí que sería perfecto para mi proyecto de fotografía —expresé sacando mi celular para capturar todo.

—Es realmente bonito —comentó mientras yo tomaba asiento junto a él.

—Bien, manos a la obra —expresé sacando un pequeño cuaderno de mi mochila—. Sólo nos faltaba escribir los últimos detalles, obviamente ir a comprar lo necesario y citar a la susodicha en el lugar pactado.

—Perfecto —comentó él desanimado.

—Creí que querías hacer esto. Recuerda, ella no sabrá que yo estuve involucrada. ¿Qué te pasa? —cuestioné mirando su cara preocupada.

—¿Crees que funcione? —inquirió con la mirada clavada en la niebla.

—Pues, gastarás los ahorros de toda tu vida y tendremos que despertarnos muy temprano ese día. Creo que tiene que funcionar.

—Lindsay —dijo con severidad.

—Bueno, bueno... El punto es que no podemos saber con certeza qué pasará. Estoy segura, a pesar de ello, de que todo saldrá bien. Es decir, no importa si eres o no para ella. Ella es la única que puede decidir, la única con control sobre su vida y su felicidad.

—A veces odio que seas tan directa —comentó soltando una risa mientras leía lo que habíamos apuntado en el cuaderno.

Le sonreí antes de ponernos a terminar los detalles de nuestro plan.

Al siguiente día, pasé por él en mi auto para comprar todo lo necesario para cumplir con nuestro proyecto. Mientras escogíamos lucecillas económicas y bonitas, la universidad volvió a cruzar por mi mente. Y es que ahí estaba la nueva incógnita: ¿Debería quedarme en Edimburgo o regresar a Nueva York? 

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-Sweethazelnut.

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