Veintiséis
Gwynaeth y yo fuimos al primer pub que visité. Nuevamente pedimos Haggis e Irn-Bru y esta vez todo me supo absolutamente delicioso. Cuando terminamos le pedí a Gwynaeth que me acompañara a un lugar especial. Quería enseñarle la hermosa colina a la que había llevado a Harry. Sabía que le fascinaría.
—Increíble —exclamó ella en cuanto nos bajamos del auto y comenzamos a subir la colina—. ¡Es realmente bonito!
—Casi mágico —dije mientras ambas nos sentábamos en el pasto.
—Aún recuerdo cuando odiabas cada centímetro de este país —comentó la pelirroja mientras el aire comenzaba a soplar con más intensidad.
Reí mientras escuchaba esas palabras. Era cierto. Todo había cambiado tanto y con la fuerte corriente de aire fría podía sentir cada aspecto que Escocia había transformado dentro de mí.
Ambas estuvimos un rato admirando la vista, hasta que comenzó a hacer demasiado frío para poder mantenernos al exterior con tanta despreocupación. Subimos al Mini Cooper y nos dirigimos a la casa de Gwynaeth.
El verde combinándose con el gris de la niebla y la música que se escuchaba en el viejo radio del auto, daban la impresión perfecta para poder estar dentro de una escena de película.
Mientras conducía volteé hacia Gwynaeth y ella me regaló una sonrisa sincera. No sabía cómo es que era posible, pero hasta ese momento entendí lo mucho que extrañaba a esa pelirroja. Lo divertido que es estar con un amigo, aún cuando no están charlando, sino sólo disfrutando de su compañía.
Llegamos a su casa justo antes de que empezara a lloviznar. Noté que su madre se asomaba por la ventana discretamente y giraba los ojos al tiempo que notaba mi presencia. Qué puedo decir, nunca he sido la favorita de los padres.
—Oye, ¿qué te parece si el viernes vienes a mi casa otra vez? —propuso ella mientras bajaba del auto y se asomaba por la ventanilla.
—Viernes, está hecho —exclamé antes de que se alejara del auto para que yo lo pudiera poner en marcha.
Vi que se despedía con la mano desde el retrovisor y no pude más que soltar una carcajada. ¿Cómo es que me fui a hacer amiga de esa chica tan rara?
Y sí, ahora "mejores amigas" ya no sonaba tan raro. Parecía más bien como si hubiera sido desde el inicio. Esa conexión entre Gwynaeth y yo. La energía de una amistad que necesitaba más de lo que me gustaría admitir.
Me estacioné junto a la casa de mi abuela y admiré todo el material para construir la cochera que seguía guardado en su pequeña bodega en el exterior.
—Abuela, ya llegué —dije contenta mientras notaba que tejía en su sillón preferido.
—¿Cómo te fue, cariño? —pronunció con una voz débil.
—¿Estás bien? —cuestioné al tiempo que me sentaba junto a ella con una manzana en la mano.
—Cuando se es anciana casi nunca se está bien —respondió ella soltando una risita.
—Oh, vamos abuela, ¡no seas negativa! —dije sonriendo—. Algo increíble me sucedió.
—¿Qué ocurrió, mi Lindsay?
—Harry no fue al que encontré en el museo hoy. En realidad Gwynaeth había enviado el mensaje... Ya hablamos —relaté con tranquilidad y la abuela empezó a mostrar una tierna sonrisa.
—Sabía que se arreglarían si tan sólo dejaran que sus corazones se abrieran —comentó y yo asentí con gusto—. ¿Te divertiste?
—Mucho —dije y dejé la manzana a un lado—. Oye, abuela. Gwynaeth me preguntó algo en el museo y yo contesté lo que creí correcto, pienso que era mejor preguntarte a ti... ¿La amistad tiene que ver con el tiempo? Quiero decir, si no se hablaron por mucho tiempo como Gwynaeth y yo, ¿la amistad desaparece?.
—Buena pregunta —respondió bajando su tejido—. Lo mismo me pregunté acerca de Lucy hacía unos años... ¿Qué crees tú?
—Si me hubieran preguntado antes, seguramente hubiera dicho que la amistad con distanciamiento no existe —reflexioné mirando hacia arriba—, pero, hoy sentí como si la amistad con Gwynaeth tuviera un interruptor y hoy regresó a estar encendido. Es como si nunca hubiera habido una pausa.
La abuela me miró a los ojos y suspiró como lo hacía al recordar el pasado.
—Yo tuve la misma sensación con Lucy... Tengo la impresión de que la amistad, la verdadera amistad, esa que es igual al amor, no sufre con las pausas...
—Como las películas —completé y mi abuela se acercó con interés—. Las que no te son tan interesantes, si las pausas, a veces olvidas que están ahí. Las buenas películas, con las que has hecho una conexión, regresas a verlas en cuanto puedes y se siente así, como si no la hubieras detenido.
—Es cierto —afirmó mi abuela soltando una risa.
—Y dicen que no soy profunda —bromee causando otra carcajada en la querida abuela Aileen.
Vaya qué día.
A la mañana siguiente era domingo, así que solía despertarme un poco más tarde ante de bajar a hacer el desayuno para mi abuela.
Me encontraba recostada en mi cama cuando unos ruidos me despertaron. Se asemejaban a los ruidos de llaves y cadenas. Mi mente apenas asimilaba lo que sucedía cuando desperté de repente con la idea de que alguien podría estarnos robando.
Di un brinco espectacular para levantarme y tomé el perchero más cercano para bajar armada con él.
Busqué con cautela por toda la casa, afortunadamente mi abuela seguía dormida. La puerta de entrada estaba cerrada y las ventanas también.
Ya había terminado de asegurar el área cuando los ruidos se repitieron. Ahora sí escuché que provenían de la zona en donde debería ir la cochera y en donde se encontraba mi Mini Cooper.
Salí con el mayor sigilo posible y solté un grito al estilo guerrero con la intención de intimidar a las dos personas que sacaban mi material de la bodeguita. Claro, todo parecía tan valiente hasta que comenzaron a reír.
—¿A quién ibas a matar con un perchero, Lindsay? —dijo Harry partiéndose de la risa junto a Gwynaeth.
—Oh, lo siento. Es sólo que no tengo un rifle junto a mi cama a las seis de la mañana —expresé soltando el perchero en el césped.
—No me sorprendería que sí lo tuvieras —expresó Gwynaeth limpiándose una lágrima que derramó por la risa.
—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —pregunté colocando mis manos sobre la cintura.
—Bueno... Harry me dijo que querías construir un arca y que necesitabas ayuda —respondió la pelirroja y yo le hice un gesto de burla.
—No, Lindsay, en serio, venimos a ayudarte —dijo Harry tratando de recuperarse de su pequeño ataque de risa—. Yo nunca olvido lo que acuerdo.
—Será divertido —agregó Gwynaeth sonriendo.
Estaba a punto de lanzar algún tipo de broma o insulto que amenizara la situación y que quedara conmigo, pero realmente me sentí demasiado conmovida por aquel gesto.
Obviamente dudaba que Harry fuera a cumplir lo que acordamos y es que ni yo misma lo recordaba. Recibir ayuda con la construcción de mi cochera, sólo era la excusa para poder ayudarle con Gwynaeth sin sentirme una completa tonta.
Los sentimientos me atacaron tan rápido que mis ojos empezaron a humedecerse. No quería llorar en una situación tan simple, así que mis labios sólo pronunciaron:
—Iré a avisarla a mi abuela para que no se preocupe —dije y me di la vuelta para volver a entrar a casa.
—Mi Lindsay si no usas un suéter más grueso te vas a enfermar —decía la abuela mientras bajaba por las escaleras.
—¿Te despertaron los ruidos, abuela?
—Sí, sí, pero me asomé por la ventana y vi que era Gwynaeth —respondió con tranquilidad y yo solté una risita.
—La ventana, claro... Voy a cambiarme rápido y pasaré el día con ellos, ¿está bien?
—Les haré algo delicioso para la tarde —afirmó y se acercó a la cocina para empezar a preparar su té matutino.
Me alisté tan rápido como pude y saque de mi mochila los planos que había desarrollado en mi "gran" experiencia en construcción, claro, adquirida de los libros que tenía.
Bajé las escaleras y volví a encontrarlos acomodando el material sobre el césped. También había tomado las llaves del Mini Cooper para poder moverlo de lugar mientras construíamos su refugio.
Y así, aquel proyecto comenzó.
Hacer algo de esa magnitud siempre se compone por varias partes. En primer lugar la de organización. Aquí, usualmente todos están medianamente de acuerdo con lo que se hará, pero nadie se queja demasiado o propone nuevas ideas... Claro, no se queda ahí, después llega la fase en la que todos comienzan a trabajar e inician las inconformidades como: "Creo que quedaría mejor si..." o "Pero, ¿no se arruinara si hacemos eso?". Finalmente llega la tercera parte en la que todos trabajan en armonía, hasta que se tiene una leve discusión acerca de cómo quedaría mejor todo y el ciclo vuelve a comenzar.
—Es madera, obviamente tiene que barnizarse, pero después de armar todo. —Así es, Gwynaeth en plena fase dos.
—¿Y si llueve mientras hacemos todo? —replicaba yo cargando el bote de barniz—. Se arruinaría todo el trabajo.
—Es que primero tenemos que lijar la madera, yo se los dije —agregaba Harry mientras todos suspirábamos.
Después de acordar cubrir la madera con el protector del auto si comenzaba a llover, lijar primero y finalmente barnizar, los tres nos dispusimos a entrar en la fase tres.
—Nunca te agradecí por ayudarme con la sorpresa para Gwynaeth —expresó Harry mientras lijaba una de las largas maderas—. Significó todo para mí. —Al decir esto observó con ternura a la pelirroja que se sonrojó, aún debajo de los lentes protectores.
—El mayor agradecimiento será la garantía de que no serán tan cursis frente a mí —dije con una sonrisa y ambos rieron con nerviosismo.
—Estamos conociéndonos todavía, digo, en esa fase que no habíamos visto del otro —expresó mi amiga y yo asentí.
—El lunes iremos al cine, te invitaríamos, pero... sabemos que eres una persona ocupada —dijo Harry burlonamente y yo me reí.
—A pesar de que adoraría ser la tercera rueda en su cita, lamento informarles que sí, estaré muy ocupada. Me quedaré en la biblioteca para preparar mi investigación del proyecto final de literatura.
—¿Ya casi es el final del año escolar? —preguntó Harry.
—¿Qué no vas a la escuela? —cuestioné sorprendida y él levantó los hombros.
—Me educaron en casa —respondió y yo hice una mueca de asombro.
—Seguramente es genial —dije tomando otra madera para comenzar a lijar—. No hay profesores gruñones, ni tantas tareas...
—Oh, piénsalo dos veces, Lindsay. Sólo hay un alumno, no hay espacio para ningún tipo de distracción. ¿Y las tareas? ¡Mamá las adora! Y no puedo inventar que no dejó ninguna —explicó el chico mientras daba un suspiro exagerado provocando nuestras risas.
—Yo también cerraré el año, pero no me siento nada presionada. Estoy al día con todo —dijo la pelirroja.
—¡No lo hubiera imaginado, señorita nerd!
—Ja, ja —expresó burlonamente y Harry volvió a darle un vistazo a mis planos.
—¿Qué harán después de la graduación? —preguntó el chico y un hueco se formó en mi estómago.
—Yo creo que tomaré un año para seguir ayudando en casa. Usaré ese tiempo para estar segura de mi decisión en cuanto a lo que estudiaré —dijo Gwynaeth con mucha seguridad.
—Es muy sabio —respondió Harry con admiración—. Yo creo que aplicaré para Leith pero, no lo sé. Tengo otras opciones.
—¿Y tú, Lindsay? —cuestionó la pelirroja y yo miré un segundo al cielo antes de hablar.
—Sí, no lo había comentado antes... Blaire habló conmigo —dije provocando que Gwynaeth abriera la boca.
—¿Hablas de Blaire, Blaire?
—Ella misma. Digamos que ya hicimos las paces, más o menos... El punto es que... me ofreció una oportunidad para entrar a la Universidad de Edimburgo.
—¡¿Qué!? —preguntó la pelirroja tapando su boca por la impresión.
—Puedo ir a un examen muy difícil y si lo paso tendré una beca para entrar la escuela, es sólo que... No sé qué hacer.
—¿Que no sabes qué hacer? —dijo Gwynaeth casi ofendida—. Lindsay, Darwin y Graham Bell estudiaron ahí, ¿y tú no sabes qué hacer?
—¿Ya revisaste los programas? —preguntó Harry que tenía los ojos muy abiertos—. Tienes que ir a ese examen.
—Es que... Se supone que cuando termine este año escolar, tengo que volver a Nueva York —solté y ambos se miraron angustiados—. No es que sea una obligación en sí pero... era lo planeado.
—No me gusta interferir en las decisiones de los demás, pero, deberías investigar un poco más acerca de todo y no precipitarte —dijo Gwynaeth tratando de ocultar su preocupación—. Después de todo ya hiciste una vida en Escocia, ¿qué harías en Estados Unidos otra vez?
El resto de la tarde aquella frase me rondó por la cabeza sin cesar. ¿Qué haría en Estados Unidos? Ya no tenía amigos allá. Bueno, creo que nunca los tuve... amigos verdaderos. Tampoco tenía a la abuela Aileen ni a todas las caras familiares que ahora tenía en Edimburgo. Es extraño que ni siquiera pueda recordar una sola cara neoyorquina, mientras que en este sitio puedo reconocer a las personas que van al supermercado de Harry y Gwynaeth o a los que siempre están en el parque o en la escuela.... ¿Qué haría en Estados Unidos?
—Abuela —dije aquella noche en la cena, cuando mis amigos se habían ido después de colocar la cubierta del Mini Cooper a nuestro pequeño avance y haber probado la deliciosa comida de la abuela Aileen—, ¿te gusta Estados Unidos?
—Claro que sí, querida —respondió ella acomodando su servilleta—. Cada lugar tiene su encanto.
—Pero, ¿prefieres Escocia? —cuestioné y ella me dirigió una mirada comprensiva.
—No existen países mientras estás con la gente que amas —expresó y yo regresé mi mirada al té que tenía frente a mí.
La gente que quería... Todos estaban aquí. Diablos, ¿por qué al pensar eso, inmediatamente aparecieron mis padres en la mente?
Como ya dije, habían estado rondándome como dos pájaros perdidos. Claro que en este caso, la única perdida era yo.
¿Por qué en todo este tiempo no me habían llamado?
Tenían mi número y nunca había recibido nada de ellos. Bloqueaba y desbloqueaba mi teléfono en la habitación mientras pensaba en todo eso. Quizá les resultaba incómodo y torpe hablar de esas cosas, como a mí todo el tiempo, pero... ellos eran los padres. ¿No se supone que sabrían sobrellevarlo?
Casi de inmediato mi voz interna repitió las mismas palabras que le había dicho a Blaire: "Ya somos como ellos."
Era tan difícil pensar en equiparar lo que yo sentía y pensaba con lo que hacían ellos. Sin embargo, era cierto que cuando tengo miedo, cuando estoy furiosa o tengo pereza de hacer algo, es muy probable que ellos también y no lo demuestran.
Entonces me imaginé a papá y mamá (ex-zombis) recostados en su cama, bloqueando y desbloqueando el teléfono a su modo, es decir, pesando en una excusa para hablar conmigo.
Hacer frente a las cosas no era mi mejor virtud, pero me pregunté, ¿qué es lo que más me gustaría que sucediera ahora? Si tuviera una varita mágica, seguramente pediría ayuda con esta incómoda situación. Bajo la lógica anterior, mis padres entonces deberían también estar esperando un milagro. Así que por primera vez, dejé a un lado cualquier pensamiento que se interpusiera entre mi objetivo y yo, y marqué el número de mi casa lo más rápido que pude. Decidí ser ese milagro.
—Hola, hablas a la casa Parson. Deja tu mensaje después del tono.
Bueno, mentí... Yo sabía que a esa hora no estaban en casa. Era más fácil enfrentar al contestador...
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-Sweethazelnut.
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