Cinco.
No signal. No signal. No signal.
¡Estaba harta de eso! Hacía tanto frío y comenzaban a temblarme las piernas. Me senté en la cama un rato pero nada funcionaba. No había más cigarrillos, no. Abrí la pequeña ventana con la esperanza de respirar un poco de aire que eliminara lo sofocante, pero lo único que encontré fue un aire extraño y muy denso, demasiado para mis pulmones.
—Pequeña, Lindsay, te traje una mantita por....
—¡Lárgate! ¡Lárgate estúpida anciana! —corrí hacia el baño y sumergí mi cara en el lavabo que había llenado hacía unos minutos.
—Si necesitas algo dime, dulzura.
Le azoté la puerta en la nariz, indudablemente. Después comencé a patearla tan fuerte que le arranqué un pedazo de madera. Me recosté en la cama sollozando, traté de cerrar los ojos, sentía la sangre correr por todo mi cuerpo, y el latir más fuerte que nunca.
Jamás lo olvidaré.
Esa noche no creo haber dormido, lo único que recuerdo es haber dado mil y una vueltas por esa habitación hasta que la luz irrumpió por mi ventana.
—Como no te gustó lo que hice ayer, mi pequeña Lindsay, decidí prepararte algo más americano: ¡pan tostado y mermelada!
—Esto no es americano, lo comen en todo el mundo —aclaré a la vieja que me servía el desayuno.
—Bueno, pues, así será más internacional.
La horrible sonrisa de la anciana se vio interrumpida por el sonido del carrito de compras y el llamado a la puerta.
—Creo que llegó Gwynaeth... Pasa, pasa, ¿no quieres un pan tostado?
—No, señora McGruffin, gracias, pero venía a algo en específico, además de entregarle su pedido de leche.
—Dime cariño.
—Vengo a invitar a Lindsay a conocer Edimburgo.
—Lindsay, una tarde ustedes dos juntas, será estupendo.
Por un minuto me recorrió el impulso de decirles que no, pero, ¿qué otra opción tenía? No podía hacer otra cosa más que salir de aquella pocilga el mayor tiempo posible y, considerándolo bien, una salida a Edimburgo podría ayudarme a concretar mi plan de huida.
—Estaré lista en un momento.
Finalmente, mi oportunidad de oro.
Tenía que conseguir información sobre el aeropuerto al que llegué. No tenía ni la más remota idea de en dónde estaba, pero algo era seguro... pronto iba a salir de ahí.
El autobús de la ciudad, según Gwynaeth, no llegaba hasta Pirefough, así que tendríamos que tomar otro que nos llevara al parque «The Meadows».
El horroroso ruido del transporte me producía dolor de cabeza, de por sí no lograba mantenerme tranquila desde una noche anterior, ahora estaba mucho más que irritada.
Era extraño porque no recordaba sentir tanto patriotismo jamás, pero al llegar a The Meadows no hice más que hacerle comentarios comparativos a Gwynaeth sobre Central Park, y no es que fuera precisamente desagradable, pero no entendía cómo toda aquella gente podía retozar sobre los verdes pastos con ese frío.
Mientras caminábamos para tomar el siguiente autobús pude ver por primera vez la ciudad.
Era... diferente. Definitivamente nada que hubiera visto antes.
—¿Cuánto falta? —pregunté mientras estábamos sentadas en el autobús.
—Sólo caminaremos un poco después de bajar, el museo está doblando la esquina.
—¿Museo?
—Es nuestra primera parada.
¡Vaya idea! ¡Un museo! Esa chica no tenía ni idea de lo que una buena salida representaba. Y al parecer todos lo que se encontraban en la entrada del lugar eran iguales.
—¿Qué basura es ésta?
—Es uno de los museos que más me gustan, cuando lo reinauguraron hace un par de años vine con mis padres.
El edificio era enorme, caminamos un rato mirando modelos y esqueletos. La chica se quedaba largos minutos observándolos.
—¿Qué tanto le ves a esa jirafa? —pregunté al exasperarme—. No sé qué le ves a éste lugar. ¿Qué no tienen zoológicos en Edimburgo? Ahí puedes ver a una VIVA.
—Lindsay... Lindsay, cálmate, escúchame.
—¡¿QUÉ?! —respondí provocando que otros visitantes se giraran a vernos.
—¿Qué es un museo para ti? —La miré como si la respuesta fuera estúpidamente obvia y ella suspiró—. Para mí es el mundo congelado. Un instante para mirar, para contemplar la belleza que en la vida común cambia en un segundo.
—Esa es la estupidez más grande que he escuchado... cuando termines de «admirar la belleza», voy a estar en la entrada.
—De acuerdo —contestó sonriendo y siguió viendo su jirafa.
Caminé lo más rápido que pude hacia la entrada y me senté en las escaleras principales. Escondí mis manos bajo las mangas de mi sudadera negra y sentí cómo me recorría el viento helado.
—¡Oiga! —Era mi oportunidad—. ¿Dónde está el aeropuerto?
—Buen día... sí, claro, está como a cuarenta minutos de aquí en autobús, sólo tiene que...
—¿Cuarenta minutos?
El hombre asintió, me di la vuelta y regresé a mi escalón, claro, después de patearlo. ¡Cuarenta minutos! Tendría que averiguar un poco más sobre los costos o resignarme a vivir aquí. Era innegable que yo no podría sobrevivir cuarenta minutos sola en Edimburgo, no, no podía. Una cosa era estar desesperada y otra era ser idiota.
—¿Lista? —Gwynaeth se acercó a mí y, después de rodar los ojos, la seguí.
Por alguna razón me sentía muy, muy ansiosa, no podía dejar de saltar aunque estuviéramos caminando. Doblamos a la izquierda por la esquina y, después de caminar un poco encontramos el lugar que Gwynaeth estaba buscando... un pub.
—¿Qué es esto?
—Es un pub, es precioso, solía venir a comer...
—¿Con tus padres?
—Sí —sonrió y me señaló un lugar para sentarnos, ella se fue a pedir la comida y regresó con un número—. Casi nos toca, ¿ya tienes mucha hambre?
—No... pero prefiero estar aquí que con la vieja.
—¡Oye! No le hables así.
—¿Qué te importa?
—¿Por qué odias a la señora McGruffin?
—¡Cállate!
—¿Orden veintisiete? —interrumpió el mesero.
—Sí, somos nosotras.
—¿Qué porquería es esta? —dije admirando el plato.
—Pedí Haggis e Irn-Bru para las dos.
No lucía como lo más apetitoso del mundo, aquel plato con una enorme bola medio marrón no me parecía confiable; tenía que comer algo, así que tomé el tenedor y con la mueca más profunda de asco hundí mi cubierto en aquella cosa tan distinta a todo lo que había visto en un restaurante.
Cuando el primer bocado tocó mi boca me levanté precipitadamente y entré como huracán al baño.
Asco. Mucho asco. ¡Qué horrible es vivir en Edimburgo!
—¡Oye! —gritó un anciano que estaba dentro del baño—. Este es el baño de hombres, ¡fuera de aquí!
Salí confundida y encontré a Gwynaeth partiéndose de la risa.
—Decía «Laddie»... significa «chico» —le dio un trago a su lata naranja con azul—. Tranquila le pasa a cualquiera.
Estúpida pelirroja, pero era la última vez que salía con ella.
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-Sweethazelnut.
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