6: Retrasos y reencuentros

Capítulo seis: Retrasos y reencuentros



Las vacaciones han llegado definitivamente a su fin. Hicimos los baúles hace unos días tal como la señora Weasley nos pidió, pero recién ahora, con todos nosotros en una larga fila frente a la puerta, me percato de lo cerca que estamos de ir a Hogwarts. Del regreso. Espero tener mejor suerte este año, sin trolls ni piedras filosofales, y sin malentendidos con Snape. Estoy muy intrigada con lo que tenga para contarme, pero no sé si seré capaz de plantarme frente a él y pedirle explicaciones o si tendré que ser pasiva en ese aspecto y esperar a que él se decida.

El ulular de Hedwig, la lechuza blanca de Harry, hace que mi cabeza baje de las nubes y vuelva a la cálida sala de estar de la Madriguera. La señora Weasley está delante de todo, al lado de la salida, mirando su reloj (el de tiempo, no el mágico que tiene a todos los Weasley en él).

—¿Qué estamos esperando? —pregunto—. ¿Para esto nos levantamos a las cuatro y media de la mañana?

—Tiene que llegar papá —dice George—. No sé qué fue a hacer al Ministerio, pero no puede tardar mucho más en regresar. Oye, ¿y tu lechuza?

—No tengo. Mi mascota es una lagartija, ¿la recuerdas?

—Ah, cierto. Tenía un nombre extraño —dice Fred—. Algo como Papas o Bigotes...

—Barbas —digo entre risas—. Barbas de Merlín. Mírenla. —Abro mi baúl para mostrarles a mi mascota, pero a pesar de que revuelvo todo no logro encontrarla. —Mmm... Ya aparecerá.

—¡Aquí viene! —anuncia la señora Weasley—. Espero que ya haya desencantado ese auto...

Cierro rápidamente el baúl y le pido a los cielos que Barbas aparezca pronto. Comenzamos a cargar el equipaje al baúl mágicamente expandido del Ford Anglia turquesa del señor Weasley.

—Así que con éste volaron desde Surrey, ¿verdad? —pregunto a Harry y a Ron.

—Sí. Fue bastante asombroso —admite Ron después de verificar que su madre no esté cerca—. Una lástima que Fred haya conducido y no yo, pero ya tendré mi oportunidad.

—¿Pero tu padre no lo desembrujó ya? —pregunta Harry.

—No en realidad. Le hace creer a mamá que sí para que no se preocupe.

—¡Vamos, vamos! ¡Si seguimos así perderán el expreso! —apura la señora Weasley.

Pronto todos estamos en el auto. Sí, somos nueve personas en un Ford Anglia, pero el baúl no es la única parte expandida por magia: en la cabina entramos todos realmente cómodos. Yo me siento entre Harry y Ginny, ya que ella se negaba a viajar directamente al lado de él.

—Lo siento... lo siento... —dice Harry al acomodar la jaula de Hedwig entre nuestras piernas—. Oye, mira, allí está Barbas.

Saliendo del baúl aparece una lagartija azul que es demasiado traviesa y le da trabajo a su dueña. Guardo a mi mascota en el bolsillo de mi blusa y ruego que se quede allí.

Apenas comienzo a pensar en cuánto extrañaré la Madriguera y a preguntarme cuándo volveré, cuando George grita:

—¡Nos hemos olvidado las bengalas del Doctor Filibuster!

El señor Weasley clava los frenos y damos una gran sacudida. Hemos avanzado solamente diez metros y ya tenemos una interrupción. Cinco minutos más tarde tenemos que frenar de nuevo porque Fred olvidó su escoba.

—Ginny, tienes tu diario, ¿no? —le pregunto, y ella asiente—. Sólo me quería asegurar de que no tendremos que frenar de vuelta.

El señor Weasley mira su reloj con desesperación. Vamos muy atrasados.

—Molly, por favor...

—No, Arthur.

—Mira, con este botón que he instalado el auto se vuelve completamente invisible... Nadie notaría. Yendo por las nubes llegaríamos en diez minutos, completamente seguros y escondidos de los muggles...

—He dicho que no, Arthur. No podemos arriesgarnos a eso a plena luz del día.

El viaje resulta bastante estresante, tratando de esquivar a todos en la autopista para llegar más de prisa. Nadie habla, aunque Fred y George murmuran lo que supongo que son chistes para pasar el rato, pero hay tanta gente entre ellos y yo que no oigo. A las once menos cuarto llegamos a King's Cross, y prácticamente gateo por encima de las piernas de todos para llegar afuera, porque de ninguna manera aguantaría esperar a que todos bajen.

—Perdón... permiso... lo siento, Scabbers, no quise pisarte...

Caigo de bruces contra el piso, pero me incorporo y corro a la parte posterior del coche. Tengo las manos raspadas y una rodilla que arde en dolor como el mismo infierno, pero no podemos permitirnos más retrasos. El señor Weasley nos abre el baúl y sacamos el equipaje. Un hombre muggle nos trae carritos para empujar los equipajes, y el señor Weasley tiene que esforzarse para no atiborrarlo a preguntas.

—Hoy no, Arthur, por favor... —dice la señora Weasley evidentemente cansada—. ¿Estamos todos? ¡Vamos, vamos!

Corremos, pasando plataforma tras plataforma, hasta que llegamos al espacio entre la nueve y la diez.

—¡Vamos nosotros! —anuncian Fred y George y toman impulso con los carritos. Cuando llegan a la barrera pareciera que la pared de ladrillos se los tragara.

—¡Es tarde! Arthur, deja ese cacharro y acompáñame.

—Claro, querida.

Ginny y yo nos apresuramos para pasar, dándonos de la mano, y al segundo nos encontramos en la plataforma nueve y tres cuartos. Después de tan larga espera me encuentro de nuevo aquí...

Los señores Weasley aparecen detrás de nosotros, apurándonos, y rápidamente subimos el equipaje al tren. Percy parece ofendido por ser el último en pasar, lo cual es ridículamente gracioso.

—Yo te ayudo —dice George cargando mi baúl.

—Gracias. Aquí está la de Ginny...

—Hola, Leyla.

Detrás de mí está Cedric Diggory, el imposiblemente guapo buscador de Hufflepuff. Estoy roja hasta las orejas cuando le devuelvo la sonrisa.

—Hola, Cedric. ¿Cómo estuvo el verano?

—Bien, aunque un poco aburrido por la rutina de siempre. Ya sabes, practiqué Quidditch...

—¿Puedes creer que yo también?

Su cara es de sorpresa, pero no parece escéptico.

—Apuesto a que eres buena. ¿En qué posición te entrenas?

"Entrenarte... Sí, claro, Leyla."

—Cazadora.

—Genial. Espero verte este año en los partidos, entonces.

—¿No tienes miedo a que te gane? —bromeo.

—Correré ese riesgo para jugar contigo.

—Ah, oye, no pude agradecerte antes por la carta que me enviaste a fin del curso pasado...

—¡Cedric! —exclama un hombre con un vozarrón—. ¿Hablando con chicas ya el primer día? Ése es mi muchacho.

—Leyla, él es mi padre, Amos Diggory.

—Un gusto —digo, un tanto incómoda. Estoy conociendo demasiados suegros este mes.

—Papá, ella es Leyla Blair-Black.

El señor Diggory me sonríe.

—Mi hijo es un gran muchacho. Ya no hay muchos como él, no señor. —Le despeina el cabello a su hijo con felicidad, aunque a mí me parece que lo trata como a un cachorro de perro. —Mi gran Ced...

Cedric hace una mueca incómoda, y yo simulo ver a alguien a lo lejos para excusarme. Pronto cruzo caminos con Neville.

—¡Recibí tu carta! —me dice—. Pero no pude responderte, mi abuela se puso como loca porque una chica me escribía.

—Eso es porque no me conoce. No, en realidad sí me conoce, ¿recuerdas que el año pasado se quedó sola hablando de mi madre?

—Sí. Pero ahora estoy solo, mi abuela tuvo que irse... a un lugar. A visitar a alguien.

—Está bien, Neville. ¿Creciste en los últimos meses?

—¡Suban todos! ¡Vamos! ¡Se hace tarde, chicos! —La señora Weasley se quedará pelada como su marido si sigue tirándose así de los cabellos. Para evitar que eso suceda corro al vagón y me trepo, aunque necesito un par de manos que me ayuden a subir.

—Gracias —le digo a Cedric—. Dicen que es doloroso que un tren te aplaste, y no quería comprobarlo.

Ginny está a un lado, mirando, y juntas entramos a un compartimiento y saludamos a sus padres por la ventana. La señora Weasley le da una y mil recomendaciones hasta que el tren arranca.

—¡Y que tengan buen año! —es lo último que nos llega a decir antes de acelerar y perder de vista la plataforma.

Neville pide permiso para quedarse con nosotras en el compartimiento y yo los presento. Como ni él ni Ginny son muy charlatanes con personas nuevas trato de sacar tema de conversación, pero mis intentos no son muy efectivos. Por suerte al poco tiempo llega una niña rubia con ojos enormes que le dan un aspecto de estar perdida o soñando. Me pregunto si yo también tendré esa expresión cuando me comunico con mis voces interiores.

"Hay que comprobarlo."

Shhhh, ahora no.

—Hola, Ginny Weasley —dice la chica—. ¿Les molesta si me siento con ustedes?

—Eh... no.

—Ella es Luna Lovegood, una vecina —explica Ginny.

—Las dos somos nuevas. Dicen que este año será más duro para los de primero, ¿saben? ¿No? Está en la última edición del Quisquilloso, por supuesto, todos lo saben...

Veo pasar una melena marrón y enmarañada por el pasillo y me levanto de un salto.

—¡Hermione! —la llamo entre la multitud, y ella se da vuelta—. ¡Aquí, aquí!

—¡Leyla! Permiso, permiso... Oh, Leyla, estaba tan preocupada, no encontraba a nadie...

—¿Quieres decir que no has visto a Ron y a Harry? —Ella niega con la cabeza. —Deben estar con Dean o Seamus —digo, más para convencerme a mí que a ella.

—No, ya estuve con ellos. Pensé que ninguno de ustedes había llegado, pero tú viniste con los Weasley, ¿no?

—Sí. No entiendo... ¡venían detrás de nosotras! Aunque ahora me doy cuenta que en realidad no los vi pasar la barrera.

—Oh, no, oh...

—Bueno, bueno, tranquila. Ya vamos a hallarlos.

Pero después de buscar en cada maldito compartimiento no hay rastro de ellos. Y, peor, encontramos un compartimiento que me hizo recordar algo que no quería. Durante el verano me llevé muy bien con los gemelos, y se podría decir que pude retomar mi buena relación con George. Pero ahora lo vi en su compartimiento con Fred, Lauren Blue, Dala Henderson, Lee Jordan... y Angelina Johnson. Olvidé por completo que ella y George estaban saliendo, que ella es la razón de mi gran decepción de final de curso. Lauren tampoco parece muy feliz de estar allí, ya que ella era amiga de Angelina y salía con George antes del gran suceso.

—¿Estás bien? —me pregunta Hermione mientras volvemos al compartimiento de los raritos, con Neville, Luna Lovegood, Ginny... y la gran rarita: ¡Leyla Blair-Black! ¡Sí, señores! ¡Sólo por hoy, todos los raritos en uno!—. Oye, en serio, ¿te sientes bien? Ahora estás alzando los brazos como si sostuvieras un trofeo.

—Ah, sí, sí, todo... todo está bien —digo, volviendo a mi humor gris. En el compartimiento me hacen lugar en el asiento para que me acueste y allí duermo hasta que llega la mujer del carrito. Cuando despierto, lo primero que hago es comprarme una buena caja de dulces, y después noto la palidez de Hermione. Yo también estoy preocupada por Harry y Ron, pero decidimos con una mirada no decir nada. No queremos preocupar a Ginny, ya que no necesita más presión en su primer día en Hogwarts.

El azúcar en los dulces es suficiente como para levantarme un poco los ánimos, y logro mantenerme despierta, aunque fracaso en cada intento de hacer reír a los que viajan conmigo. Luego llega la hermosa señal que avisa la proximidad a Hogsmeade, el pueblo mágico cercano a Hogwarts donde el tren se detiene. Nos ponemos las túnicas del colegio y Hermione y yo miramos a todos lados, ambas con la mínima esperanza de que los dos aparezcan por algún lado.

¿Qué pasa si lo raptaron a Harry? ¿Era eso lo peligroso de volver a Hogwarts, lo de la advertencia? ¿El muggle los raptó a ambos? ¿Hay un caza-chicos-con-cicatrices-en-la-frente en King's Cross? No, no, eso es muy poco probable, ya que debería haberme raptado a mí también. Con un respingo nos bajamos en la estación de Hogsmeade, donde Hagrid llama a los de primer año para cruzar el Lago Negro con botes.

—Buena suerte, Ginny —le digo, tratando de sonar alegre—. Y para ti, Lina.

—Me llamo Luna.

—Eso.

Las dos se juntan en el otro extremo de la estación con los otros de primer año, todos diminutos al lado del enorme Hagrid, que sostiene en alto su farol. Su cara de preocupación seguramente es porque no ve a Harry con nosotros. Debe estar tan consternado como nosotras. Neville también capta la atmósfera de velorio, pero no pregunta nada. Marchamos en silencio a los carruajes, según nos indican los prefectos (por suerte no Percy, y no solo porque es insoportable, sino porque sé que su hermano está perdido). Son como para cinco personas y están tirados por caballos invisibles, o se mueven solos, o algo por el estilo. Dos chicos de sexto refunfuñan antes de sentarse en nuestro carruaje, y cuando estamos avanzando veo a Violetta e Isabella a través de una ventana.

¡Ahora me acuerdo! Las trillizas que vienen después de mí, Abby, Maddy y Debby, están empezando hoy su primer año en Hogwarts. Ellas tres fueron siempre mi última esperanza, siempre pensé que lograría que fueran diferentes a todas mis hermanas, pero luego de yo misma haber empezado en este colegio me olvidé por completo de esa meta. Espero que no se hayan transformado en mini-Selenes, porque eran bastante potables.

Exhalo profundamente, como si quisiera sacar hasta la última gota de aire de mis pulmones, y me estiro en el asiento. Hermione y Neville están mirando el suelo, pero yo miro hacia delante y reconozco a uno de los chicos de sexto.

—¡Wood! Tú eres Oliver Wood, ¿verdad?

—Sí.

—Soy amiga de Harry Potter. —Duele mencionar su nombre y saber, o más bien no saber, en qué situación está. —Estuve practicando en el verano para jugar de cazadora, y quería preguntarte...

—No sé si tenemos lugar en el equipo. Todos los del año pasado juegan muy bien.

—Mmm... Bueno, gracias por dejarme terminar la oración.

El otro chico frunce el ceño.

—Oliver, al menos deja que termine de hablar antes de rechazarla. Con razón Karen te mandó al diablo.

Su nombre me enciende una luz en la nebulosa de mi cabeza. Karen... Recuerdo a Natalie hablando de Karen y su cita unos años más joven que ella, y entonces todo toma sentido.

—¿Karen? ¿Karen Blair?

—Sí —dice Wood sin mirarme.

—Ah, yo soy su... su hermana. —Jamás pensé que me gustaría pronunciar aquella oración, o que me serviría de algo, pero es efectiva: Wood ahora alzó la vista y parece dejarme hablar—. Si... si me dieras una oportunidad... quizás yo podría hablar con ella.

No puedo creer lo que estoy ofreciendo, pero al parecer Wood sí, porque lo considera un momento. Su amigo levanta los pulgares y hace gestos aprobatorios. Ese chico me cae bien.

—Entonces es un trato —dice Wood—. Pero esto no te asegura un puesto en el equipo, ¿de acuerdo?

—¡Oliver! —se queja el amigo, pero él lo calla.

—¿De acuerdo? —insiste.

—Sí. —Nos damos la mano para sellar el trato. —Entonces me dejarás...

—Hacer las pruebas, sí. Pero debes probar ser realmente buena.

—¿Pero no es que el puesto de Alicia Spinett está disponible? —pregunta el amigo, y Wood claramente lo quiere matar.

—Bueno saberlo —digo—. Lamento que no podamos seguir hablando, porque tus tratos son muy interesantes, Wood. Pero ya hemos llegado.

Nos bajamos del carruaje y Hermione y yo instintivamente buscamos a Harry y Ron entre la multitud. Nada. Esto me hace temblar. Es posible que el puesto de Alicia no sea el único vacío este año.


——-

¿Les gustó el capítulo? ¡No olviden votar y comentar!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top