5: Quidditch para todos
Celebrando fin de año y recibiendo el 2015, ¡Leyla está con ustedes en estas fiestas! Felicidades a todos.
Capítulo cinco: Quidditch para todos
El campo desierto del que me hablaron los Weasley es perfecto para jugar Quidditch: amplio y sin casas cerca. Ginny dice que hay una familia de magos que vive por la zona, los Lovegood, pero aparte de ellos no hay mucha gente en esta parte del país. Y entonces me doy cuenta de que no tengo idea de si tenemos vecinos en la casa Blair-Black, porque paso muy poco tiempo allí (por suerte), y ese escaso tiempo lo uso para buscar la manera de contactarme con ayuda para que me saque de allí. Por eso jamás me enteré de algún vecino muggle o mago.
La primera vez que vinimos aquí armaron dos equipos: Fred y George por un lado, y Ron y Harry por el otro. Una Quaffle, dos guardianes y dos cazadores. Suena bastante triste, pero a pesar de todo fue interesante de ver. Yo no jugué por dos razones: primero, porque Ginny ya me había pedido que me quedara con ella, sentada en el pasto para mirar; y segundo... porque soy un absoluto y completo desastre en Quidditch. En realidad, soy un asco en cualquier cosa que implique un poco de movimiento y coordinación.
Así que el primer partido de la temporada Weasley se basó en mirar a los chicos jugando, escuchar a Ginny hablando de las habilidades de Harry, y comer unos bizcochos que nos preparó amorosamente la señora Weasley.
Después de despedirnos de la señora Weasley y de Percy, que se queda estudiando, nos dirigimos todos al campo desierto y en el camino convenzo a Ginny de al menos intentar jugar. Como le da demasiada vergüenza estar en el mismo equipo que Harry yo propongo que las dos vayamos juntas con Ron, y que los gemelos vayan con Harry.
—¿No creen que es injusto? —dice George—. Nosotros tres somos del equipo de Gryffindor y tenemos más práctica. ¿No conviene que yo vaya con Leyla y Ron y que Ginny venga aquí?
Me sorprende su propuesta, pero todos aceptamos.
—¿Cazadora o guardiana? —me pregunta Ron.
—Creo que eres buen guardián, y prefiero perjudicar al equipo lo menos posible.
—Muy bien, entonces George y tú serán cazadores.
—Y no te preocupes por el equipo, Leyla —me dice George—. Es solo un juego, y ni siquiera tenemos buscadores y golpeadores. Lo harás bien.
—Lo dudo mucho, pero gracias por intentar animarme.
Él me guiña un ojo, y decido que los dos podemos ser parte de este juego. Y no me refiero al Quidditch. Le guiño yo también y pego una patada al piso para elevarme en mi escoba. Cuando todos estamos en el aire Fred lanza la Quaffle hacia arriba y comienza el partido. George sale disparado hacia delante, compitiendo contra su hermano.
"Leyla, debes moverte para jugar".
"Cállate, voz," me respondo, "ya me había dado cuenta".
Ahora, ¿cómo hay que hacer para moverse en esa cosa?
—¡Leyla!
—Dije que ya oí, voz... Oh.
Fred acaba de hacer un tanto. No me di cuenta de que Ron me estaba llamando en lugar de mi vocecita.
—Fue mi culpa, ¿verdad?
Ron está por decir un enorme SÍIIIII, pero George lo interrumpe.
—No, solamente tienes que concentrarte un poco más en la Quaffle. Si tienes problemas para arrancar puede ser que sea la escoba, está un poco vieja...
—Definitivamente no es problema de la escoba.
—Te ayudaré.
Ron pone la pelota en juego y seguimos. Cuando trato de encontrar la Quaffle que perdí de vista cuando una mariposa me golpeó en la cara, siento una mano en mi espalda y de repente estoy avanzando. Me encorvo un poco, pegada al palo de mi escoba, y logro darle dirección a mi vuelo. George me dio un envión muy bueno, ¡y aún no me he caído!
Ahora el problema es despegar mis manos del palo para, ya saben, agarrar la Quaffle y tratar de jugar. Creo que la señora Weasley tendrá, ahora sí, que usar su copia de "El Curandero Encantador", por Gilderoy Lockhart, para arreglar los desastres que me haré.
Después de una increíble derrota de ciento ochenta puntos contra veinte, siendo diez puntos del equipo contrario un tanto en contra que marqué yo, volvemos a la Madriguera. Sigo entera y Ron aún no me ha matado por arruinar la jugada, y, a pesar de que fue en contra, ¡logré marcar un tanto! ¡Leyla Blair marcó un tanto en Quidditch!
—Percy —dice George cuando llegamos a la casa—, deberías jugar al Quidditch alguna vez en tu vida.
—Hasta yo jugué —digo, y Percy me dedica una mirada bastante poco simpática.
Durante el resto del mes vamos varias veces más a jugar al Quidditch, aunque no siempre vamos los mismos. Ginny algunos días prefiere quedarse con un diario rosa (¡hasta ella tiene un diario! Maldito tío Lucius). Ron más de una vez tuvo que quedarse a ayudar a su padre con algún artefacto muggle, y Harry y lo acompañó. Pero Fred y George siempre están para practicar conmigo, y finalmente logro tener buenas conversaciones en las que no me sonrojo o me pongo verde de envidia cada dos minutos.
—Estás mejorando —me dice George frente al lugar donde estarían los aros para anotar.
Es verdad, ya puedo tomar la Quaffle y lanzarla con buena dirección, y todo eso sin caerme de la escoba. Además, ya no necesito empujones para hacerla arrancar.
—Yo creo que me estás dejando hacer tantos, pero eso está bien para mi autoestima —digo—. Finjamos que estás siendo el mejor guardián de la historia, así me sentiré bien al anotar.
—Quizás hasta te dejen entrar al equipo este año —dice Fred.
—Lo veo difícil —digo.
—Estás jugando bien...
—No hay puestos disponibles, George.
—Cada año se hacen pruebas, lo sabes, ¿verdad?
—Espero que Wood las haga este año —dice Fred.
—No, chicos, no creo que el Quidditch sea lo mío. Aunque gracias de todos modos.
—Siempre que quieras —dice George—. Ahora creo que deberíamos ir... ¡Ey! —exclama cuando la Quaffle pasa por al lado de su oreja y entra al aro imaginario.
—Gané —digo con una sonrisa, y hago marchar mi escoba hacia delante. Él me sigue rápidamente.
—¡Esto no se queda así! —ríe detrás de mí. Yo giro hacia un lado y me desvío. Damos varias vueltas, y yo seguiría así hasta el fin de los tiempos, ahora que tengo equilibrio en la escoba, pero no quiero irme a la parte muggle del lugar. Bajo la velocidad y me dejo atrapar.
—Te tengo —me dice y envuelve sus brazos alrededor de mí. Me sube a su escoba y lleva la mía a un costado, como un sidecar.
Fred carraspea detrás de nosotros y nos soltamos.
—Tengo hambre —digo rápidamente.
—Sí, yo también, vayamos a comer algo —dice él. Fred sacude la cabeza y sonríe.
Volvemos a la Madriguera sin hablar. Mi cabeza está por las nubes, pero estoy tan feliz que las nubes esquivan mi cabeza, dejando que el sol me ilumine. No me molesto en intentar nada con mis poderes.
Cuando llegamos y nos sentamos a la mesa junto al resto de la familia, la señora Weasley mueve la varita y la comida llega desde la cocina.
—¡Pollo!
—Gracias, mamá, está delicioso.
—¿Cómo es que ya lo has probado, Ron? —dice la señora Weasley, y Ron se sonroja.
—Bueno, tenía un poco de hambre y faltaba para el almuerzo...
La mirada de Percy desaprueba el comportamiento de su hermano.
—No me sorprendería si fueras tú quien roba comida de las cocinas de Hogwarts.
Fred y George se miran y evitan tentarse, pero parece que solamente yo capto las miradas.
—Bueno, Percy, estoy realmente muy orgullosa de que seas prefecto, pero deja eso para Hogwarts —dice la señora Weasley—. No quieres estresarte antes de que empiecen las clases, ¿verdad? Claro que no. Ah, chicos, cuando terminen de comer y de sacar la vajilla de la mesa...
—¡Mamá! ¡Deja de darnos trabajo!
—...vayan a preparar sus baúles para Hogwarts.
Ya nadie se queja. En realidad, nadie puede articular una palabra. Todos la miramos boquiabiertos.
—¿Ya? —se sorprende Fred—. Pero si falta un montón...
—Estamos a veintinueve de agosto, chicos. El primero de septiembre debemos estar en King's Cross.
El tiempo se nos pasó volando a todos. A mí la noticia no me golpea tan duro porque sé que veré a todos en Hogwarts cada día, aunque ciertamente extrañaré el Quidditch y a la señora Weasley.
Terminamos de comer en silencio y hacemos lo pedido. Luego subimos a las habitaciones y Ginny y yo comenzamos a meter las cosas en nuestros baúles, y veo que entre sus pertenencias está aquel diario rosa.
—Yo siempre quise tener un diario, ¿sabes? —le digo. Ella levanta la vista y me mira de una manera extraña. Rápidamente tira el diario dentro de su baúl—. Ah, no te preocupes, no iba a leerlo... Como sea, mi tío no me dejó quedarme con el que encontré, así que debería conseguirme uno nuevo. ¿Dónde conseguiste ese?
Ginny está pálida. Supongo que es por los nervios de la proximidad de Hogwarts. ¡Yo casi vomito antes de ir a King's Cross el año pasado! Entonces recuerdo que fue ahí donde conocí a Neville, y me percato de que no le he escrito en todo el verano.
Saco un trozo de pergamino y garabateo rápidamente unas preguntas para Neville, le cuento que estoy pasándola bien en la Madriguera y lejos de mis locos familiares, y por último le digo que espero con ansias el primero de septiembre para volvernos a ver. Es un gran amigo, uno de los que estuvo conmigo desde el primer día.
—¿Tienes una lechuza, Ginny? —pregunto de repente.
Ella niega con la cabeza.
—Hay una de la familia, Errol, y ya está un poco viejo. O puedes usar a Hermes, de Percy, aunque eso ya es más difícil.
Parece avergonzarse por el hecho de que haya una sola lechuza de familia, y que sea tan vieja y poco eficiente. Yo le sonrío y digo:
—Creo que Errol estará bien.
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