45: Sangre, tinta y lágrimas de fénix
Atención: No me decido por un título para el capítulo. Los invito a sugerir buenos títulos, y el que elija recibirá una dedicatoria y una mención especial por su ayuda :)
Ganador: HolbrookJr :)
*Preparados*
*Listos*
*YA!!!!!!!!*
Capítulo cuarenta y cinco
Mi cabeza da una y mil vueltas, mezclando palabras peor que lo normal: Riddle, Voldemort, el diario... Nada tiene sentido y, sin embargo, todo encaja perfectamente.
—Lord Voldemort —dice Riddle— es un nombre que me creé en Hogwarts para usar entre mis compañeros para desprenderme del absurdo nombre muggle que mi madre me dio. Soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, y no podía hacerme respetar con un nombre de pobres impuros. Por ello, Lord Voldemort era perfecto. Y desde ese mismo momento, supe que todo el mundo mágico temería pronunciarlo. El nombre del mago más poderoso de todos los tiempos.
Harry hace algo parecido a una sonrisa, cargada de odio.
—Pero no lo eres —dice—. El mago más poderoso del mundo es Dumbledore. Ni siquiera cuando estabas fuerte te atreviste a tomar Hogwarts por miedo a él. Aún le tienes miedo, por eso te escondes.
La sonrisa de Riddle desaparece poco a poco.
—¡Eché a Dumbledore del castillo tan sólo con mi recuerdo! Eso es poder.
—Dumbledore nunca abandonará el colegio mientras haya una persona aquí que le sea fiel.
Riddle está por contestar, pero se calla. Todos mantenemos silencio, y nuestra respiración se vuelve tan escasa como la de Ginny. Levanto la cabeza y miro, busco, trato de hallar de dónde proviene la extraña melodía. Pronto aparece Fawkes, que había estado conmigo en el camino hacia aquí, y baja volando como una gran gaviota roja que ha encontrado algo en el mar. Se posa cerca de Harry y muestra su complicidad con él. Riddle entrecierra los ojos, pero luego se echa a reír.
—Mira lo que te trae la salvadora ave de Dumbledore, en recompensa a tu fidelidad —dice en burla—. Un fardo de harapos y un pájaro cantor.
En efecto, Fawkes tiene en su pico el Sombrero Seleccionador, más andrajoso que nunca. No es muy alentador ver esto. Riddle vuelve a tener las de ganar.
—Dos veces nos hemos enfrentado, y dos veces he fallado en matarte. Ahora, dime cómo sobreviviste. Cuanto más hables, más tardarás en morir.
Y cuanto más tiempo tardemos, menos vida le quedará a Ginny. Espero que Harry esté consciente de ello.
—Nadie sabe bien por qué perdiste tus poderes aquella vez —dice Harry—, pero sé que me salvé porque mi madre me salvó con su muerte. Sí, mi vulgar madre nacida de muggles evitó que me mataras. Y te vi el año pasado; eras una ruina y vivías en la nuca del profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Eres asqueroso.
—Así que fue la muerte de tu madre la que marcó la diferencia. ¿Sabes, Potter?, tú y yo tenemos mucho en común: somos mestizos, huérfanos, los dos criados por muggles. Quizás seamos también los dos únicos que hablamos pársel en toda la historia de Hogwarts después de Slytherin. Hasta nos parecemos en apariencia. Pero parece que la suerte fue lo único que te salvó de mí. Y, claramente, esta vez no tienes la suerte de tu lado.
Intento pararme, el odio me lleva a hacerlo, y luego de fracasados intentos me incorporo.
—Maldito —le digo—. Maldito seas. No eres más que un pedazo de basura que se alimenta de la pobre Ginny.
Riddle tiene una expresión extraña en su rostro, y noto que está mirando mis manos. No puedo ocultar las chispas en ellas, pero tampoco puedo usarlas contra él. Es un milagro que esté de pie.
—¿Cómo haces eso? —me pregunta—. ¿Es natural?
—¿Y a ti qué te importa? ¿Acaso una climaga también fue la causa de tu ruina?
Tengo ganas de taparme la boca. He hablado de más, de nuevo.
—Así que una climaga. ¿Quién es tu madre?
Maldición. Lord Voldemort buscaba climagas, quería estudiarlas, intentar usar su poder, buscar la fuente de origen de la magia de los elementos.
—No hace falta que lo digas —dice Riddle, triunfante—. Ella es Alesia Black. —Es obvio que está leyendo mi mente—. Debí saberlo. Y tu padre... No puedo creerlo, ¿eres descendiente de Eileen Prince?
—No.
—No me mientas. Yo sé que ella era tu abuela. Eres hija de Severus Snape.
Me quedo muda. Quiero decirle que es mentira, volver a llamarlo basura y a maldecirlo, pero no tengo palabras. Por alguna razón no puedo contradecirlo. Miro a Harry, él me mira, y me apoyo en su hombro para no caer.
—Si tan sólo... —dice Riddle, levantando la varita—. No, no puedo arriesgarme a experimentar ahora. Me tendrás que esperar, pequeña, y ver a tu amigo morir. —Conjura un hechizo y me envía hacia atrás, y caigo sobre mi trasero en el piso—. Ya llegará tu hora.
Se vuelve hacia Harry.
—Ahora, enfrentemos los poderes de Lord Voldemort, el heredero de Salazar Slytherin, y el famoso Harry Potter, que porta las penosas armas de Dumbledore. —Mira con sonrisa burlona a Fawkes y al Sombrero, y luego camina hacia el otro lado del salón. Harry me echa una rápida mirada.
—Olvídate de mí, concéntrate en Riddle —jadeo.
Riddle está de frente a la inmensa estatua de Slytherin, y produce unos silbidos que sé que son la lengua pársel. Harry le entiende, y por su expresión veo que no es nada bueno.
A continuación, el enorme rostro de la estatua deja abrir su boca hasta que parece un túnel enorme del que sale algo verde. Si fuera de la nariz, pensaría que es un moco, pero claramente es el basilisco. Harry cierra los ojos de inmediato y yo lo imito, pero tampoco me siento muy segura estando ciega cerca de Riddle y la serpiente.
El salón entero se estremece, el frío piso de piedra tiembla bajo mi cuerpo, y pierdo la estabilidad.
Vamos a morir vamos a morir vamos a morir...
Ni siquiera Francesca puede mantenerse con la cabeza fría. Estamos perdidos.
Termino abriendo los ojos, justo a tiempo para ver cómo Fawkes se acomoda y levanta vuelo, dando unas vueltas por el aire a gran altura.
Riddle vuelve a hacer sus silbidos extraños, y es entonces cuando Harry se tensa y parece perder el equilibrio.
Con lo poco que me queda para moverme me incorporo y tomo su brazo.
—Tranquilo, Harry, tranquilo, yo confío en ti... Todo saldrá bien...
Siento el basilisco acercándose a mis espaldas, y tiemblo. Harry se tapa los ojos.
—Vete, Leyla, vete. Tú estás a salvo, pero él me matará, eso es lo que le indicó.
—No te dejaré.
La serpiente gigante se arrastra detrás de mí, puedo oír sus escamas contra el suelo. Me doy vuelta y grito:
—¡A Harry no!
Con los brazos hacia delante, echo una cantidad considerable de agua proveniente de una fuente desconocida. Pensé que me había secado. Miro a un costado y veo que hay grandes piletas, una a cada lado del salón, y el agua viene de allí ante mi llamada. Después de todo, el elemento de Slytherin es el agua, así que no me sorprende ver esto aquí. Miro a Ginny, y su pecho está quieto. Cuando ha pasado un rato y el agua sigue obedeciendo, formando un escudo entre nosotros y el basilisco, me atrevo a mirar.
Dicen que la curiosidad mató al gato. En este caso, petrificó a Leyla.
El agua deja de salir de mis manos y se mantiene unos segundos suspendida en el aire, mientras que en mis extremidades siento algo muy distinto al agua. Todo mi cuerpo se pone rígido, no puedo mover los brazos, no oigo mi sangre circulando. Hasta recién sonaba como tambores en mis oídos, pero ahora se ha callado.
Sigo parada en mi posición, sigo viendo y oyendo, pero ni siquiera puedo mover los ojos, y nunca pude mover las orejas.
—¡Leyla! —grita Harry. Quiero decirle que se olvide de mí, que siga, pero no puedo hacer nada más que mirar. Lo que me sorprende también es que Madam Pomfrey estaba equivocada; las personas petrificadas sí podemos oír y ver lo que sucede. A menos que no me cuenten como persona.
Oigo otra vez el canto del fénix, y veo a Fawkes dar una vuelta por los aire. Aterriza frente a la cara del basilisco, que quedó un poco confundido por el agua. El ave entonces le arranca los ojos con su pico filoso y sus garras en las patas. Ahora podemos mirar a la enorme serpiente sin peligro, lo que es un alivio, aunque no la hace poco peligrosa: tiene dos largos colmillos teñidos en algo verde que seguramente es veneno, tiene el cuerpo del tamaño de un gigante, y sus escamas verdes brillan y le dan magnificencia.
Harry está avanzando con los ojos cerrados y tropieza, y pronto la sangre sale de su boca. Abre los ojos. Se equivocó, pero ya no corre peligro, pues el basilisco perdió su visión, algo que agradezco tener en estos momentos.
Riddle ha dejado de reír, y ve a la vez que yo, con espanto, cómo Fawkes sigue picando al basilisco por todas partes. De la serpiente salen oscuros y gruesos chorros de sangre. El basilisco está ciego y golpea su cabeza contra las columnas. Riddle está al borde de la desesperación. En su rabia, el basilisco muerde el Sombrero Seleccionador y lo arroja lejos. Harry lo atrapa y vuelve a cerrar los ojos, doblado en dolor por el golpe que se dio. La serpiente se acerca peligrosamente y está a pocos metros de él.
Luego, cambiando la dirección de la situación, Harry se pone el Sombrero en la cabeza y lo hunde hasta que le tapa toda la cara. Se lo saca al instante y mete la mano en el pedazo de tela andrajosa, de donde saca una larga espada con ornamentos en la empuñadura y esquiva los chorros de sangre que caen de la bestia, que se lanza contra Harry. Él la esquiva por poco, sin soltar la espada. La bestia embiste de nuevo y Harry levanta en alto la espada, sujetada con ambas manos, y la clava con todas sus fuerzas en el paladar de la serpiente.
Veo cómo la serpiente se estremece, y también como uno de sus colmillos se inserta en la carne del brazo de Harry. El basilisco cae con pesadez y Harry debe correr para salvarse de morir aplastado. Mis ojos no alcanzan para percibir la magnitud de lo que sucede. La bestia ha muerto, y Harry se arrastra por el piso como hacía su oponente en vida. Se tiene el brazo con una mano. El colmillo se ha clavado muy profundamente, pero tira e ignora el dolor. Una vez que se lo quita, su piel rápidamente pierde color. Su sangre se mezcla con el líquido verde del colmillo, e incluso así petrificada siento que podría vomitar.
Fawkes baja de su vuelo y aterriza junto a Harry, y con sus lágrimas baña el brazo de Harry.
—Estás muerto, Harry Potter —dice Riddle—. Tómate el tiempo que necesites, yo te veré morir. Hasta el pájaro tonto de Dumbledore sabe que no tienes remedio, ¡está llorando!
Pero lo que Riddle no ve es que las lágrimas de Fawkes están curando a Harry, quien recupera el color. Sus heridas sanan.
—Este es el fin del famoso Harry Potter —sigue Riddle, sin comprender lo que sucede—, que muere solo en la Cámara Secreta, sin un amigo que pueda ayudarlo. Lo ha vencido el poderoso Lord Voldemort. Nadie se puede salvar de él... Oh. —Harry se ha sentado derecho, y Riddle es ahora quien pierde el color—. Maldición. Las lágrimas de fénix. Tenía que ser un ave con poderes curativos, por supuesto, Dumbledore... Bueno, no pasa nada, te mataré con más dignidad. —Levanta la varita y apunta al pecho de Harry, pero Fawkes pega un salto para volar, y vuelve cargado con algo: el diario.
Lo deja caer y Harry lo atrapa. Riddle no puede estar más pálido. Ambos se miran por un instante, y luego Harry actúa: tomando el colmillo que tenía clavado en el brazo, lo inserta en el medio del diario, atravesando las páginas. Tal como salía sangre del basilisco, del diario salen chorros de oscura tinta, tan negra como el alma de Riddle, de Voldemort.
—No... no... —dice Riddle—. ¡Nooo!
Riddle cae sobre su espalda y se retuerce sobre el piso, gritando y revolviéndose, hasta que desaparece. La varita de Harry rueda sobre el suelo, y es lo último que oímos antes de que se haga el silencio. Lo único que se mueve ahora es la tinta que brota del diario.
Luego de estos momentos de quietud, después de que Harry tome una buena bocanada de aire, se levanta y junta su varita, el diario y el Sombrero. Camina hacia el basilisco, que parece una manguera muggle ridículamente larga y gruesa, y de un tirón extrae la espada de su paladar.
Y se oye una tos, acompañada por un gemido.
Harry casi se tuerce el cuello, y yo solamente puedo mirar. Ambos miramos a Ginny, en la otra punta de la Cámara, de vuelta con color en su piel y tratando de sentarse. Harry corre hacia ella, y ella mira toda la escena: el basilisco, la sangre, la tinta, Fawkes, yo petrificada... y el cuaderno que Harry lleva en la mano.
—Oh, Harry... Yo... Oh...
Su respiración se acelera y parece hiper-ventilar. No tarda en echarse a llorar.
—No, está bien, Ginny, no te preocupes...
—¡Intenté decírselo a ustedes tres en el desayuno! Pero estaba Percy y no me animé. Era yo, Harry, yo era la que hacía todo eso, pero no quería... Él, Riddle me obligaba a hacerlo, me engañó, me poseyó... Oh, ¿Leyla también ha sido petrificada?
Me mira con ojos rojos y vidriosos, temblando, sin saber que también la veo.
—¿Cómo lo venciste?
—Salió todo bien, Ginny. No tienes de qué preocuparte.
—¡Me expulsarán de Hogwarts! Siempre quise estudiar aquí, y vengo y en mi primer año... Oh, ahora tendré que irme y... mis padres... ¿qué pensarán ellos?
—Vamos, Ginny.
Ambos caminan hacia mí y me miran con rostros tristes y agotados. Progresivamente voy perdiendo la visión, y lo último que veo son los ojos verdes de Harry y a Fawkes, que es solo un borroso movimiento rojo detrás de él.
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Chan chan chaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan.
¿Quiénes se sorpendieron con LA gran revelación? ¿Cuántos de ustedes ya lo sospechaban?
Menciones del capítulo 44:
Primer comentario: AlexRoseznweig
Mejor comentario: CandelaCardoso
¡Saludos a Pocito0 por su cumpleaños y por batir un récord de comentarios!
BMW. (Besos, Madame Weasley. ¿Pensaban que hablaba de un auto?)
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