39: Licenciados en Aracnología
Capítulo treinta y nueve: Licenciados en Aracnología
-Sigan a las arañas, sigan a las arañas... -dice Ron-. ¿Es que a Hagrid no se le ocurre nada mejor? En serio que prefiero a Norbert.
Ya pasaron tres días desde que se llevaron al pobre Hagrid a Azkaban, y también son tres días desde que Dumbledore tuvo que abandonar el castillo.
Estamos todos a la deriva, perdidos, encerrados la mayor parte del tiempo en la sala común. Los profesores están cancelando clases para tener reuniones urgentes entre ellos, así que pasamos aún más tiempo en la Torre de Gryffindor.
Pero, durante el poco tiempo que vemos a gente de otras casas y salimos del confinamiento, vemos que Draco está bastante feliz. Supongo que tío Lucius le habrá dado un detallado informe de cuan miserable se veía Hagrid y de lo fácil que fue quitar a Dumbledore del medio. Y, lo peor, es que es cierto.
-Mi padre dice que están decidiendo quién será el nuevo director -oímos que dice a Pansy Parkinson, que está encantada con cada palabra que mi primo pronuncia-. Quizás sea Snape. Al menos eso espero. Sería genial que al fin los de Slytherin domináramos todo el colegio.
Al oír aquello, Harry se pone pálido, y Ron amaga vomitar. Pero a mí no me espanta tanto la idea: Snape, quiera admitirlo o no, me ha salvado muchas veces y me tiene un mínimo aprecio. Además, está al tanto de la climagia. Así que, tontamente, les digo a mis amigos que no estaría tan mal esa posibilidad.
Mala idea.
-Creo que oficialmente te has vuelto loca -dice Ron-. ¿Cuántos dedos ves? -pregunta, poniendo su mano delante de mi cara.
-Dos, y eso se hace para probar la visión de alguien, no la cordura -le digo.
-Nunca está de más intentar -dice, encogiéndose de hombros.
-Pero en verdad sería una locura, un infierno, que Snape fuera el director de Hogwarts.
-Nos enviaría a todos los de Gryffindor a limpiar inodoros tapados por Lockhart -se estremece Ron-. Creo que prefiero seguir a las arañas.
Luego de esta conversación delirante llega la profesora Sprout a buscarnos para llevarnos a los invernaderos. En el camino se unen los otros estudiantes, y Ernie se acerca a Harry.
-Hola, Harry, escucha... Sé que sospeché de ti y dije cosas acusándote de ser el heredero de Slytherin, pero ahora al ver lo que le sucedió a Hermione Granger, veo que no podrías haber sido tú. Son mejores amigos, ¿no?
-Sí.
-Quisiera pedirte disculpas.
-Eh... está bien, Ernie.
-Pero no olvides visitarla -me entrometo-; ella fue tu cita-de-evento-cancelado en San Valentín. Como mínimo tienes que ir y decir que quieres que vuelva a ser de carne y hueso, ¿no?
Ernie abre los ojos como platos, asiente nerviosamente, y sale corriendo hacia los invernaderos para sentarse lejos de nosotros. Sé que no estuvo muy bien lo que dije, y que fue solamente para descargar toda la frustración y el miedo que me acechan desde lo que le sucedió a Hermione. Y es que la extraño demasiado, y fue muy injusto que le sucediera a ella, ¡justo cuando descubrimos información que ella podría haber manejado tan fácilmente!
Pero, a falta de Hermione, estamos nosotros. Le debemos, como mínimo, intentar resolver esto, cueste lo que cueste.
Estoy pensando en cómo llegar a la Cámara Secreta mientras nos sentamos a las mesas en el invernadero, y Neville llega con las plantas de hoy.
-Quítala, quítala -dice de repente, sacándome de mis pensamientos-. ¡Tengo algo en mi mano!
Doy un manotazo en su mano y lo hago tirar la maceta que trae, pero al menos la araña que estaba caminando por sus dedos cae maltrecha y se aleja a toda velocidad. Neville está respirando agitado, tratando de recuperarse del susto y de ver si la maceta sufrió daños mayores, pero yo me quedo mirando el trayecto de la araña. Como si fuera una fila de hormigas, las arañas negras y llenas de patas marchan una detrás de otra, pasan por hueco en la ventana, y siguen.
-Harry, Ron, vengan aquí un momento -los llamo-. Vean esto.
Los tres nos pegamos al vidrio de la ventana, y entrecerramos los ojos hasta que vemos cómo las arañas siguen en fila hasta el bosque prohibido. Ron tiembla.
-No, no quiero volver allí -dice-. Seguramente Hagrid escondió un dragón enorme y le ató al cuello todas las respuestas que necesitamos. Ni loco.
Pongo los ojos en blanco hacia Ron, y luego veo a Neville, que nos mira con una mueca. Dejo a los chicos y me siento con él.
-Sé que debes pensar que estamos locos -le digo-, y que te dejamos de lado, pero permíteme que te diga que esto es algo de lo que venimos hablando hace unos días, y no valdría la pena explicarte todo.
-Está bien, sé que la gente tiene conversaciones privadas. Mi idea no es espiarlos -dice-, pero hablan un poco fuerte...
-Bien. Ahora, tengo otra cosa para decirte... -Suspiro-. Mira, Neville, tienes que saber que eres un muchacho encantador. -Él asiente-. Eres un amigo de hierro. Siempre estás cuando te necesito y me quieres ayudar, y creo que no es justo que no te devuelva algo así.
Sprout mira hacia donde estamos con el ceño fruncido.
-Pero no sé cómo devolverte lo que haces. Soy un desastre de persona, soy a veces calculadora y me aprovecho de la gente sin querer, como si fuera una segunda naturaleza. A veces...
Neville y yo trasplantamos lo que hay en la maceta a un cantero para que parezca que prestamos atención a la clase.
-A veces, como ahora, estás conmigo en Herbología y no pienso en qué afortunada soy de tener a un amigo que quiere aguantarme en estas clases durante todo el año. No. Siempre estoy pensando en lo bien que me viene tenerte cerca para que hagas las cosas por mí y pueda aprobar y aplaques el enojo que Sprout siempre siente por mí.
Se cae tierra por todos lados, pero él no saca sus ojos de mí. Miro hacia el costado, avergonzada, pero sigo hablando.
-Pero tú no tienes por qué hacerlo, por qué aguantarme, ni por qué estar metido en todo esto. No te merezco. En San Valentín realmente quería ir contigo, pero también quería huir de responderle a otra persona, y luego te di un beso que probablemente no querías... Y sé que nos divertimos en la sala común bailando, pero siento que te uso, te uso y no lo hago totalmente a conciencia... Escucha. Te quiero, Neville, pero no sé demostrar afecto. Te repito, apesto. Apesto, apesto, apesto.
-No digas eso...
-No, tengo que decirlo. Es importante que lo sepas. No quiero usarte de terapeuta, solo te digo la verdad. Ahora la sabes.
Por detrás, Ron susurra a Harry:
-Leyla está muy emocional hoy. ¿Estará...?
Supongo que Harry le da un codazo, y al fin se van. Miro a Neville otra vez y trato de sonreírle, pero no puedo. Durante el resto de la clase seguimos trabajando con la planta, sin decir una sola palabra.
En Defensa Contra las Artes Oscuras, todos ponemos caras largas al ver que Lockhart no está en una de las reuniones de último momento. Tendremos que aguantar dos horas de su narcisismo.
Neville no parece muy afectado por lo que le dije, al menos no para mal, y se sienta bastante cerca de mi lugar. Sin embargo, el asiento de Hermione a mi lado queda intacto y vacío. No sé si nadie lo ocupa porque no quieren estar cerca mío, o por respeto a Hermione, o por miedo a que sea la silla maldita y que los transforme en las siguientes víctimas del heredero.
Me repito entonces que no habrá siguientes víctimas. No lo permitiré. Hermione quedó atrás, cayó en la batalla, pero no por ello vamos a abandonar. Hay que seguir adelante.
Y, además, mis ganas de hacer algo para encontrar al verdadero heredero y terminar con todo esto de una vez por todas crecen al oír al idiota de Lockhart.
-Ahora estamos todos más tranquilos sin ese peligroso gigante cerca, ¿verdad? No habrá más ataques, por suerte.
GRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR.
No sé cómo no se escucha por todo el castillo mi gruñido interior. Tengo ganas de explotar y que Lockhart sea la víctima de mi explosión, como nosotros fuimos víctimas de sus bombas fétidas naturales.
-Hoy -les susurro a los chicos-. No puede pasar de hoy.
Veo por el rabillo del ojo que asienten con furia. Lockhart nos despierta una pasión increíble por hacer algo para contradecirlo.
Cuando termina la clase, Neville se acerca y pide un momento para hablarme. Harry y Ron se van, y me prometen por lo bajo empezar ya mismo a idear un plan. Será difícil sin Hermione, y ya estoy temblando por todo lo que puede (y posiblemente vaya a) salir mal.
-No estoy enojado por nada de lo que me dijiste -dice antes que nada-. Fuiste muy honesta, y eso me parece bien.
-Pero fui honesta sobre cosas horribles. ¿Eso también está bien?
-Déjame terminar. Podemos hablar de eso en otro momento, pero ahora... Sé que estás planeando algo con Harry y Ron. Ya los vi el año pasado hablando así, en secreto, a fin de año. Y luego desaparecieron y salvaron a todo el mundo.
-Y casi morimos en el intento.
-No sé qué estarán por hacer ahora -sigue-, pero esta vez no me voy a interponer como el año pasado. Sé que nada los puede convencer de lo contrario. Les deseo suerte. Y... cuídate, Leyla.
Yo asiento una y mil veces, muda. Nos abrazamos. Al final logro susurrar algo, con un hilo de voz:
-Gracias.
...
Por la noche, cuando estamos todos encerrados en la sala común de Gryffindor, los tres nos juntamos detrás de un sillón alejado de la gente. Harry tiene la capa de su padre escondida bajo la túnica, y Ron hizo un dibujo ininteligible y lleno de garabatos con su plan.
-Me tiembla la mano de solo pensar en las arañas -dice, justificando el trazo espantoso sobre el pergamino.
-No te preocupes, es hermoso, y eres un gran artista -digo, pero Ron ve a través de mis mentiras. No sé cómo se habrá dado cuenta...
-Suenas como mi madre cuando Ginny le llevaba dibujos horribles y fingía que le gustaban.
-Yo tampoco estaba tranquilo en la habitación -dice Harry-. Si alguien pudo entrar y robó el diario de Riddle, no es muy seguro.
-Entonces aquí menos.
-Sí, pero no podemos salir de aquí con la capa y frenarnos en el medio del pasillo a discutir planes. Seríamos unos idiotas al hacer eso. -Ron espera un momento-. No digo que esto sea muy inteligente, pero... al menos es un plan.
Desciframos los palitos, espirales y otros garabatos varios de Ron y ponemos manos en acción. McGonagall entra a hacer guardia a la sala, y usamos la oportunidad para pasar por el orificio del cuadro. En el quinto piso, aún invisibles, estamos cerca de una zona poco transitada, y por lo tanto llena de polvo, y me agarra un ataque de estornudos. Desesperada, meto mi cabeza dentro de la túnica y espero amortiguar de esa manera el ruido. Cuando termino, Harry y Ron están sudados hasta los pies por los nervios, y yo estoy empapada por estornudar en un lugar tan cerrado.
-¿Creen que alguien me haya oído?
-No sé. No hay mucha gente aquí, pero...
-¡Ya te tengo, Peeves! -dice alguien con una voz espantosa.
-Oh, no, Filch no...
Damos vueltas en círculos como un perro persiguiendo su propia cola hasta que damos con un pasadizo secreto y le ganamos a Filch en la carrera. Pronto nos encontramos fuera del castillo, en los fríos terrenos de Hogwarts, en plena oscuridad.
Y entonces cae sobre nosotros el verdadero peso del plan. Hasta ahora, parecía incluso posible. Pero ahora que salimos, ahora que hay que ponerse en acción y empezar a hacer cosas de verdad, vemos lo difícil que es.
Ron sigue temblando cuando encontramos el camino de arañas, que guía aún al misterioso y por siempre enigmático Bosque Prohibido. Todos tragamos nuestros miedos y damos el primer paso, que es el más terrorífico. Y seguimos. Nos damos las manos, luego nos soltamos y nos comemos las uñas, luego nos tomamos de las manos otra vez.
-Leyla, esas son mis uñas.
Escupo todo y me limpio la boca.
-Lo siento, Ron.
Repetimos esto mil veces hasta que llegamos de verdad al bosque, y entonces no nos permitimos parar.
Pasamos por muchos caminos estrechos, otros inexistentes, enganchándonos la túnica con ramas y espinas. Ya no estamos con la capa de invisibilidad, así que podemos separarnos, lo cual no me hace precisamente sentir mejor. Con los chicos cerca (y mis CICEA funcionando a la perfección), venir hasta aquí fue hasta fácil, incluso al traspasar la barrera de "Oh, cielos, estamos haciendo algo". Estábamos todos en esto. Ahora, en lugar del calor (y el sudor) de nosotros tres, siento el frío viento de la noche. Y no es bueno estar sudada con todo este viento. Espero no tener otro ataque de estornudos, porque ahora sí vendrán las criaturas de las profundidades más recónditas del bosque.
Harry nos indica que doblemos a la derecha, y volvemos a estar juntos. Ya me estoy sintiendo segura de nuevo cuando varias ramas se parten detrás de nosotros.
-¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! -grita Ron.
-¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! -grita Harry.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! -grito yo, porque siempre soy una exagerada.
Pero cuando distinguimos la figura en la oscuridad, vemos que es un perro. Uno muy grande, que mueve la cola y nos olfatea los pies. Y no, no es Fluffy, por suerte.
-Fang, eres tú -dice Harry, tan agitado como nosotros.
-Esto me hace acordar a que, si Hagrid sale de Azkaban, yo mismo lo mataré -dice Ron.
Yo acaricio la cabeza de Fang, que por suerte no ladra ni aulla más. No necesitamos más ruido.
-Lumos -dice Harry, y su varita ilumina el camino. Yo lo imito con mi varita, pero Ron nos mira con una mueca.
-¿No te unes al club de los iluminados? -le pregunto.
-Mi varita explotaría y... nadie quiere eso.
-Con esto bastará -dice Harry-. Síganme por aquí, creo que encontré por dónde va el camino. Fíjense que Fang venga atrás.
Después de más de media hora de caminar, probablemente en círculos, por la espesura, siento que tengo una bikini puesta en lugar de la túnica. Está tan rasgada y entra tanto frío por todos lados... Además de que ahora me raspo la piel en lugar de la tela.
Llamo a Fang a mi lado para que respire cerca y caliente el aire, pero apenas está logrando entibiar mi rodilla cuando se detiene y aulla con todas sus fuerzas.
Harry y Ron me miran con horror.
-¡No fue mi culpa!
-¡Al arbusto! -grita Ron, y tira de nosotros para escondernos. Fang aulla más y más, y tratamos de ver en qué dirección lo hace.
-Hay algo allí... se mueve... y es enorme.
En efecto, esa cosa gigante se mueve, abriéndose paso hacia nosotros, rompiendo ramas y haciendo un ruido espantoso.
-Auxilio auxilio auxilio auxilio auxilio auxilio auxilio auxilio...
-Ron, ¿quieres parar...? Va a oírte.
-¡AUXILIO! ¡VA A ATACAR!
Yo no puedo hablar, tengo el grito atascado en la garganta. Tiemblo. ¿Qué demonios tenemos delante? ¿Una araña gigante? ¿Un elefante? ¿Un rinoceronte con cuerno de colores?
Silencio.
La cosa ha dejado de hacer ruido, y Ron también. Los tres temblamos. Fang también tiembla, ahora acurrucado entre nosotros.
Y entonces una luz nos deja ciegos por unos instantes. Tenemos que taparnos con las manos, y Fang da un salto, raspándome la pierna con sus uñas, y cae al otro lado del arbusto, pero a la mitad de la carrera se engancha en unas ramas. Queda allí, aullando y aullando.
-¿Qué... qué...? -balbucea Ron-. Espera... Harry, Harry, es mi auto... el de mi padre.
-Ron, yo misma pensé que era un rinoceronte con cuerno de colores, pero es poco probable que un auto...
Ron me corta.
-Suenas como Hermione. Vamos, abre los ojos y mira.
Le hago caso (porque estuve ahora con los ojos cerrados y escondida detrás del arbusto, de modo que no veía un reverendo pepinillo y le estaba hablando al tronco del árbol) y veo que, en efecto, hay un auto turquesa delante de nosotros, y que la luz proviene de sus focos.
En realidad, de uno solo. El otro está roto, al igual que el resto del auto. Le faltan piezas y tiene muchas abolladuras.
-Así que este es el famoso auto -digo-. Muy mal que no me hayan invitado en septiembre para andar con ustedes, y es inaceptable que hayan escondido el auto aquí para andar sin mí. Una cosa es que no inviten a Hermione, ¡pero ustedes saben cuánto me gustan las cosas tontas y arriesgadas!
-No sabíamos que estaba aquí -dice Harry-. Le habíamos perdido el rastro.
-Sí, claro.
-Solo míralo -dice Ron-. Se ha vuelto salvaje aquí...
Lo único que nos saca del estado de piedras en el que estamos es la bocina del auto, que empieza a sonar sola. Y eso no es todo. Las puertas delanteras se abren y se cierran, y entonces Ron da un salto.
-¡Hay que salir de aquí! ¡El ruido nos delatará!
Pero no tenemos tiempo de nada, porque unas pinzas peludas aparecen y nos agarran a cada uno por la cintura y nos despegan del suelo.
¡Estás volando!
Se suponía que mi voz interna era la madura y cuerda de este equipo... ¿Qué hago si ella también vive en las nubes? Oh. Maldición...
Estoy volando.
Francesca (de repente mi voz interior se llama así, y eso no se cuestiona) está ahora haciendo ruidos raros, y no me sirve tener eso en la cabeza, así que trato de apagarla sacudiéndome.
Para, para, te va a dar tortícolis, dice Francesca.
Al fin vuelves a ser tú, le digo. Yo soy la única soñadora aquí. Tú eres mi mini-Hermione.
Francesca gruñe, pero no dice nada más. Ella sabe que debo prestar atención a lo que sucede.
Entonces, de vuelta a la escena...
¡Maldita sea! Tres arañas gigantes, una para cada uno, nos llevan por los aires como si fuésemos muñequitas. No les importa si chocamos la cabeza contra una rama. O dos. O con cada árbol que hay en este bosque.
Ron está a punto de desmayarse (como yo), y no llego a ver a Harry. Ninguno puede gritar.
Y en estos momentos, por única vez en mi vida, deseo ser Percy, que es licenciado en Aracnología.
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