36: Traicionera tranquilidad
Capítulo 36: Traicionera tranquilidad
Lo único que me gusta de este mes de marzo es la quietud. No hay ataques, y todos están tranquilos. Al parecer, el heredero se tomó unas vacaciones y nos dejó en paz. No hay necesidad de hablar con Hagrid, y ya nadie sospecha de mí ni de Harry. Y, realmente, ya no sospecho nada de Draco. Es un pobre inútil que vive para molestar a Harry.
No sé qué salió de la "cita" entre Ernie Macmillan y Hermione, pero parece que no fue muy mal, porque en Herbología se sienta con nosotros. Yo termino dándole mi asiento para sentarme con Neville, porque ese chico no me termina de caer bien, y veo que se sienta en mi lugar sin pensar que está infectado. Eso es progreso.
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿tú? He oído que sigues ayudando a Sprout con las mandrágoras.
-Sí, son esas de allí. Ah, le mandé la foto a mi abue. Dijo que eres linda. Y que no deberías estar conmigo.
Esto me pone nerviosa. Primero, no sé si lo habrá dicho la abuela o si es una indirecta de Neville. Y, segundo, ¿una indirecta de qué? ¿De que soy linda o de que no debemos estar juntos?
Por las dudas sonrío.
-Yo puse mi copia en la pared de la habitación -le digo-, pero taché a Lockhart. No quiero que arruine la vista.
Sprout me mira con el ceño fruncido. Diablos, había olvidado que en su clase hay que hablar bien de Don Ojos Azules-Sonrisa Blanca-Cráneo Vacío.
-Espero que Colin pueda recuperarse pronto. Pobrecito. Estaba haciendo un buen trabajo en el periódico, y era tan entusiasta... es tan entusiasta -me corrijo-. No murió... no murió...
-¡Leyla, Neville! -nos llama Hermione, y ambos vamos a la mesa con los chicos-. Miren lo que me dio McGonagall...
Nos muestra un montón de papeles que tienen por todos lados listas de materias. Las que ya tenemos, como Pociones y Encantamientos, y nuevas. Muchas nuevas. Son las que debemos elegir para tercer año. Es un poco apresurado, me parece, tener que escogerlas en marzo de segundo año, pero a McGonagall no le parece así, y a Hermione tampoco. Ella está de lo más entusiasmada por todo lo que ofrecen.
-Aquí hay Aritmancia, y Cuidado de Criaturas Mágicas, y Adivinación, y...
-¿Y eso hay que agregarlo a las materias que ya tenemos? -digo, mirando con miedo la lista-. No, gracias. Estoy bastante mal así, no necesito más.
-...y hay Estudios Muggles...
-Eso es ridículo, Herms. Tú lo sabes todo sobre la vida muggle.
-Sí, ¿pero no sería fascinante verlo desde el punto de vista de los magos?
-No.
-A mí me están mandando montones de lechuzas con recomendaciones -dice Neville-. Toda mi familia quiere elegir, y me están volviendo loco. Que Aritmancia, que Adivinación, que esto, que lo otro... Ya no sé qué hacer.
-Yo te ayudaré -propongo de inmediato.
-Pero ni siquiera sabes qué quieres para ti -apunta Hermione.
-Pero se me da bien aconsejar a la gente.
-No es verdad.
-Te aconsejo que te calles ahora mismo.
Más tarde en la sala común, Percy trata de ayudarnos a escoger (a todos menos a mí) según lo que se nos da bien. Hermione termina eligiendo todas, como era de esperar, y Ron escoge la menor cantidad posible de todas las que le recomienda su hermano. Harry se apunta en las mismas, y yo termino copiando lo que ellos pusieron. Al menos estaremos juntos. Y Hermione estará en todas para ayudarnos.
-Pero eso no es lo que quieres -replica ella al ver mi lista-. Tienen que saber qué les servirá para el futuro.
-Yo solo sirvo para el Quidditch -dice Harry-, y no hay nada aquí que se le parezca, así que me da lo mismo.
-Ídem -digo, y la palabra es suficientemente buena como para asombrarla y que me deje.
...
El primer partido del mes es el sábado, Gryffindor contra Hufflepuff.
Wood nos tuvo practicando como locos, y eso que no se enojó porque bailé con él el día de San Valentín. No fue nada personal, simplemente tortura de equipo. Pero mejoramos. Estoy volando mucho mejor, y sospecho que estoy menos torpe porque tengo algún tipo de control sobre mis poderes. Antes me sobrecargaban, pero ahora que puedo manejarlos un poco y sigo tomando las pociones, es como que se calmaron finalmente.
Así que me siento preparada cuando llega el sábado. Y también segura, con confianza. Tanto, que decido ir a desearle suerte a Cedric. Así que me siento preparada cuando llega el sábado. Y también segura, con confianza. Tanto, que decido ir a desearle suerte a Cedric. Él es el buscador de su equipo, el que hace el cierre del partido.
Lo busco por los pasillos, cerca de las cocinas, e incluso pregunto a varios Hufflepuff que veo. Hasta les pregunto a Debby y Abby, que están paseando cerca de las puertas de entrada al castillo, tonteando antes del partido.
-¿Cedric Diggory?
-¿El guapo?
-Creo que... -empieza Abby.
-...está... -sigue Debby.
-...allí -concluyen las dos en su rara forma de hablar, señalando el Gran Salón.
-Eh... sí, gracias.
Ahora entiendo por qué a Maddy, eh, Maddeline, no le molesta estar lejos de ellas. Ser parte de un trío así debe ser bastante agotador y aburrido. ¡Todas siempre diciendo lo mismo!
Entro al Gran Salón con varios alumnos vestidos de los colores de las casas que compiten, algunos de amarillo y otros de rojo, y me dejo llevar entre la multitud hasta la mesa Gryffindor. Me paro en uno de los bancos y finalmente diviso su hermoso cabello marrón.
Sin sentimientos ni adjetivos de admiración, Leyla. Ahora tienes que dejar los sentimientos hasta que te encuentres más estable.
Sabio consejo.
Me corrijo: su completamente normal y para nada atrayente cabello marrón.
Pero no es lo único que veo. A su lado está *¡resiste la palabra, resiste la palabra!* Cho Chang. La maldita discípula de *¡otra vez!* Angelina. Y me robó la idea. Está allí, junto a él, deseándole suerte.
Pero no debo estar celosa, porque Cedric no me interesa de esa manera. Ni de ninguna otra manera. Somos amigos. Quizás sería mejor si no lo fuéramos.
Tonterías. No exageres.
Es verdad. Bueno, espero que él reciba mi mensaje mental de buena suerte. Y si no lo hace, es su culpa.
A mitad de camino en mi viaje sin rumbo por el Gran Salón, que presumiblemente se trata de dar vueltas en círculos como un perro persiguiendo su cola, me encuentro con Fred y George.
Mi corazón da un vuelco. Trato de ignorarlo.
-¿Harry no está contigo? -me pregunta George, decepcionado-. Esto es grave.
-Vamos a buscarlo otra vez.
Comenzamos a caminar ligeros hacia la Torre de Gryffindor, que queda demasiado lejos del Gran Salón.
-¿Cuál es el problema con Harry?
-Estaba en su habitación hace más de una hora, y pensamos que ya habría salido. Ya tiene que ir al vestuario, Wood explotará si no llega pronto.
-¿Le dijeron a Ron? Quizás el sepa...
Cuando entramos a la sala común, no es necesario preguntar nada. Todos corren hacia nosotros y nos señalan la habitación de chicos. Entre la multitud aparece Hermione y tira de mi brazo, llevándome escaleras arriba hasta que entramos al cuarto de chicos de segundo, donde Harry y Ron están mirando todo con horror y despeinados.
Y con razón. Su baúl y su cama están patas para arriba, desarmados, con todo desparramado por el piso. Hay sábanas rasgadas y almohadas colgando del dosel de la cama de Dean Thomas.
-¿Estuviste salvaje, Harry? -no puedo evitar preguntar. Agradezco que esté sumido en sus pensamientos y no me escuche.
-No entiendo... -murmura para sí-. Parece que alguien estuvo buscando algo...
-¿Por qué ustedes pueden subir aquí y nosotros no podemos ir a su habitación, eh? -pregunta Ron con enfado-. No es justo.
-Ya discutimos esto el año pasado -taja Hermione-. ¿Te falta algo, Harry? ¿Se llevaron algo?
-El diario de Riddle. No está.
-Oh, no...
-Oye, Harry... -digo-. No es por poner presión, pero si no estás en el vestuario dentro de dos minutos, Wood te matará.
Sus ojos verdes brillan, bajo su ceño fruncido. Mientras caminamos juntos hacia los vestuarios, seguidos de lejos por George y Fred, Harry sigue pensando en voz alta.
-No entiendo, en verdad que no tiene sentido... Tiene que haber sido alguien de Gryffindor, porque nadie más conoce la clave. Pero... ¿quién lo haría? Dean y Seamus, no, lo dudo. Neville jamás. Los chicos de cuarto pueden ser un poco pesados a veces, pero tampoco creo que revolverían todo y me robarían ese diario vacío.
-Quizás fue alguien que sabe que no está vacío. Alguien que conoce cómo funciona -propongo-. ¿No se te ocurre nadie?
-No. Además, si lo tiraron a un inodoro...
-No me hagas acordar.
-¡Vamos, tortolitos! -dice Fred al pasar corriendo a nuestro lado-. ¡No quieren que Wood explote!
Nos unimos a la carrera y llegamos. En dos minutos estamos listos para salir, escuchando en equipo la charla habitual de Wood. Cuando termina, Harry y yo nos quedamos atrás del grupo asegurando las escobas, y es ahí cuando me dice algo que justifica el miedo que muestra hace un rato largo.
-Leyla... Cuando salí de desayunar y volví a la Torre... en el camino... oí la voz.
-¿La que susurra que quiere matar y dice cosas horribles?
Duda por un momento, pero luego entiende que no me burlo de él, y sigue:
-Sí. Se lo dije a Hermione, y ella fue a la biblioteca a investigar, pero no llegó a decirme nada. Vinieron a buscarme. Eso y el diario, a la vez... me siento atacado.
-Creo que te entiendo...
No es muy consolador decir eso, y como no sé que más agregar, paso un brazo por su espalda y trato de abrazarlo.
-Esto es muy incómodo -digo-. Haz de cuenta que fue reconfortante.
-Claro.
-¡TORTOLITOS! -nos llaman los gemelos.
Corremos hacia la pista, y Madam Hooch nos pone en dos filas: los siete de Gryffindor contra los siete de Hufflepuff. Entre los jugadores veo a Cedric, tan apuesto, tan alto, tan... ahhh.
-A sus escobas -ordena Madam Hooch-. Cuando suene el silbato...
-Sí, ya sabemos -se impacienta Wood y se adelanta para estrechar la mano con Cedric, ambos capitanes.
Sí que se ve guapo.
-Tres, dos, uno...
-¡ALTO!
Algunos nos caemos de la escoba (los tramposos, que nos subimos antes de que sonara el silbato), y todos miramos hacia McGonagall. Está en la punta de la cancha, caminando hacia nosotros y moviendo los brazos.
-¡El partido se cancela! -anuncia-. Vuelvan ya mismo todos a las habitaciones.
-Oh, profesora...
-¡Practicamos tanto!
-Iba a hacer trizas al carilinda de Diggory...
-Son órdenes del director -dice McGonagall. Percy aparece atrás y repite las indicaciones, dándose importancia.
Me levanto del suelo y busco a Harry con la mirada.
-Nada nos sale bien hoy, ¿verdad? -le digo, justo cuando siento la mano de McGonagall en mi hombro-. ¡Yo no hice nada, profesora! ¡Lo juro! ¡No dije nada malo! ¡Y no me peleé en en pasillo el otro día, son inventos de Percy Weasley!
-Potter y Blair, vengan conmigo -dice ella sin inmutarse-. ¿Dónde está el señor Weasley?
Señalo a Fred y a George, pero ella sacude la cabeza.
-Busco a Ronald Weasley. Hay algo que ustedes tres tienen que ver.
Cuando hallamos a Ron, que está tan perdido como nosotros, McGonagall nos hace subir un par de escaleras que pronto son un camino que conozco.
-Estamos yendo a la enfermería -les digo a los chicos-. Sé demasiado bien dónde queda.
Frente a las puertas de la sala, McGonagall se frena y nos mira seriamente.
-Sepan que lo que van a ver puede impresionarlos -dice, y algo se revuelve en mi estómago. Supongo que el desayuno.
Harry y yo seguimos en nuestras túnicas de Quidditch, y nos revolvemos dentro de ellas, nerviosos. Ron se revuelve en su túnica de Hogwarts. Y mientras mi desayuno sigue como si mi estómago fuera un lavadora de ropa funcionando.
Las puertas se abren y asoma la cara de Madam Pomfrey.
-No recibimos visitas, Minerva.
-Es necesario. Estos tres chicos tienen que pasar.
Alguien se suma a la fila de espera. Percy Weasley. Parece nervioso, como a punto de llorar, y realmente no comprendo qué diablos está pasando.
-¡Tengo que entrar! -dice, a pesar de que la enfermera niegue con la cabeza-. ¡Soy prefecto!
-Y yo soy quien manda aquí -responde ella-. Pasen ustedes, pero no se tarden demasiado. Y usted, señor prefecto, váyase. Necesitamos quietud.
-Pero... ella...
Ron, Harry, McGonagall y yo entramos y la puerta cerrada a nuestras espaldas apaga el sonido de la voz de Percy. La profesora nos guía a las filas de atrás de todo, con las camillas de los pacientes que se quedan por más tiempo, y se frena delante de una cama con cortinas alrededor.
McGonagall respira profundamente y corre las cortinas, y todos nos tapamos la boca al ver a Hermione petrificada.
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