34: Veneremos a Cupido - Parte I
Capítulo treinta y cuatro: ¡Veneremos a Cupido!
14 de febrero. Hoy es San Valentín.
Esa frase se mete en mi sueño, y me despierto de golpe, llena de sudor y con la respiración cambiada. Y todo por un solo recuerdo: hace exactamente un año me escapé con George Weasley del colegio para irme a Hogsmeade.
Salgo de la cama y corro al baño a mojarme el rostro. Los recuerdos me atacan sin piedad: la casa de té, la nieve, las calles y los tejados, el gorro que me bajó hasta los ojos... El túnel. El túnel en el que nos besamos cuando aparecieron McGonagall y Filch, los amantes. Ese era realmente el túnel del amor.
Sé que ya no debería afectarme. George ya me dijo por qué todo terminó así, y yo le dije que no quería nada por el momento. Él sale con Angelina. Rechacé la invitación de Cedric porque ya estaba ocupada, porque mi cita de hoy es Neville.
Neville. Neville. Neville. Tengo que repetirlo varias veces hasta que suena bien en mi cabeza. Cuando vuelvo a la cama ya no tengo sueño, y decido salir a dar una vuelta. Parecen ser las siete de la mañana, por la luz que entra a través de las ventanas de la sala común. No debería meterme en problemas si paseo a esta hora.
George, Cedric, Neville.
Neville, George, Cedric.
Cedric, Neville, George.
Y otra vez.
Luego de andar un rato, me doy cuenta de que mis pies me están llevando hacia las mazmorras. Sin suficiente voluntad como para detenerlos, dejo que sigan, y termino parada delante de la puerta del despacho de Snape. Mis instintos naturales son suicidas.
Veo que mi mano golpea en la puerta y, aunque no espero que haya nadie, oigo los pasos dentro. La puerta se abre...
-Buenos días, Leyla.
-¿Dumbledore? Eh... es decir, ¿director?
El hombre de barba blanca está parado en el umbral, sonriendo y mirándome cálidamente con sus ojos azules a través de los anteojos en forma de medialuna.
-No entiendo...
-Si quieres puedes pasar. El profesor Snape estará encantado de que te unas a nuestro desayuno.
Este viejo está chiflado. No hay otra explicación posible. ¿Quién desayuna con Snape a las siete de la mañana? ¡Y en un domingo!
-Ven, siéntate. Ahora que estamos los tres, ¿alguno quiere una tostada?
Snape hace algo parecido a un gruñido. Por las mañanas bien temprano está aún más malhumorado que de costumbre.
-El profesor Snape quería hablar contigo, pero parece que cambió de idea -dice Dumbledore-. Así que yo hablaré por él. Leyla, es muy bien conocido lo que sucedió en ese armario, pero tanto Severus como yo estamos seguros de que no tuvo nada que ver con la Cámara Secreta.
Asiento con la cabeza, porque no se me ocurre qué decir.
-Pero sospechamos que tenía algo relacionado con tus habilidades especiales.
-La climagia, sí -digo, un tanto aburrida de que me hablen de ello como si fuera una niña-. Ya sé cómo se llama.
-Muy cierto -sonríe el director-. No vamos a preguntarte qué hacías dentro del armario en las mazmorras, porque preferimos no saberlo.
-¡No, no es lo que todos creen...! En serio, les juro que estaba sola.
-Pero sí nos interesa saber otra cosa: sucedió tiempo después de que yo te entregara la poción que preparó Severus. ¿Crees que te cayó mal?
Dumbledore me mira con ojos brillantes, y yo no puedo creer lo que está ocurriendo.
-Disculpe, profesor, director... pero esto es delirante. Usé mis poderes para salir de allí. Parkin... eh, una chica me había encerrado allí, y la puerta estaba trabada. Y me había sacado la varita. Intenté manejar mis poderes para derribar la puerta, pero no pude, y todo se inundó cuando comencé a llorar. Casi me ahogo allí dentro. Fue una suerte que... que alguien estuviera allí para ayudarme a tirar la puerta.
George. Otra vez George. Siempre George.
-Entonces no fue decisión tuya lo que sucedió con el agua.
-No. Para nada. Pero se hicieron las goteras en el techo tal cual había sucedido en el verano.
-Interesante.
Miro a Snape, que no ha dicho una sola palabra (porque Grrrrrrr no cuenta como palabra) y corro la vista hacia otro lado. No soporto su mirada. Y no entiendo qué diablos hago aquí.
Ya sé; esto debe ser una pesadilla. Abro y cierro los ojos repetidas veces, pero nada sucede. Siguen allí, sin desvanecerse. Cómo me gustaría que desaparecieran con un ¡puf!
-¿Alguno quiere pellizcarme? Lo siento, mala idea -me corrijo al instante. No quiero que tengan una mala idea de lo que quise decir-. Pero... ¿ustedes sabían que vendría hasta aquí?
-Tenía la sensación -dice Dumbledore-, como cuando siento que va a llover. Nada seguro, pero suele funcionar. -Se pone serio-. Leyla, queremos probar otra poción. ¿Crees que podrás digerirla bien?
-Sí, aunque no les aseguro que dé dos pasos fuera de este lugar sin que Parkinson me vuelva a encerrar en un armario.
-Toma la poción sin miedo. El profesor Snape se encargará de que la señorita Parkinson no se cruce en tu camino, ¿no es cierto, Severus?
-Grrrrrrrr.
...
Después de tomar la poción, todos mis pensamientos se aclaran y ya no me siento como un zombi. Yo elijo a dónde ir sin que mis pies me manden a cualquier lado, y me decido a ir al festival con Neville.
-¿Me queda bien?
Lavender y Parvati están hace varias horas en nuestro dormitorio, probándose ropa de todo tipo, tanto moda muggle como túnicas. En eso, debo admitir, los muggles tienen mejor gusto que nosotros; ¡con las túnicas no puedes distinguir a una chica de un chico!
-¿Conseguiste... a alguien? -le pregunto a Hermione al abrir mi baúl. Revuelvo todas mis cosas para encontrar algo que ponerme, pero todo se trata de túnicas, túnicas, y más túnicas. Y pergaminos viejos, algún tintero medio vacío y, al final de todo, lo que queda de la poción de Snape. Bebo un sorbo rápidamente y vuelvo a esconder la botella, pero mis precauciones son inútiles: las chicas están tan ensimismadas que no creen que me estoy emborrachando-. ¿O quizás quieres ir de chaperona?
-Ja ja -dice sin ánimos con una sonrisa torcida mientras se sienta en mi cama. No me contesta la pregunta, y hace un gesto hacia las otras camas. Nuestras compañeras de cuarto están ahora atentas a nuestros movimientos, y Lavender se acerca cautelosamente a nosotras. En verdad espero que no haya visto la botella.
-¿Buscas algo para ponerte? Porque puedo prestarte ropa -me ofrece.
Yo la miro con sorpresa. Parvati, como si recibiera órdenes mudas, se levanta de un salto de su cama y comienza a excavar en el baúl de Lavender, tirando ropa por todos lados.
-Oh... -digo-. Esto... gracias, Lavender, pero...
-Créeme, mi ropa es linda. Tengo de diseñador. ¿Conoces la marca Corletti?
-No dudo que sea hermosa, pero no sé si me vaya a entrar. Sabes que soy un poco más grande que tú.
-No eres más alta.
-Hablaba de otra cosa -murmuro-. Sé que no soy más alta que nadie.
-Deja las tonterías y pruébate esto. -Me da una pila de ropa que Parvati separó-. Y esto también -dice, señalando unos pantalones de todos los colores del arco iris. Hago una mueca.
Después de mucho probar, finalmente me queda un pantalón azul marino, mi color favorito, con unas botas marrón claro, y un suéter beige. Nada mal.
-Ahora déjame que te trence el cabello -dice Lavender, haciéndome lugar para que me siente.
-¿Trenzas?
-Tranquila, no parecerás la paisana que juega con cabras -dice Parvati-. Confía en nosotras.
-¿Y yo? -dice Hermione. Las tres las miramos y se hace un silencio.
-Tengo algo para ti.
Esto termina convirtiéndose en una pijamada, pero durante la tarde, y sin pijamas. Todas nos trenzamos el cabello, la una a la otra, y Lavender nos enseña a hacer trenzas llamadas "espiga", en las que el cabello queda muy bien. Con el pelo de Hermione es más difícil, pero al final Parvati logra hacer un rodete que domina su salvaje cabellera.
-Nuestras citas enloquecerán cuando nos vean -ríe Parvati-. ¿Con quiénes van ustedes, chicas?
-Yo primero -dice Lavender-. Iré con... -Espera demasiado tiempo para crear suspenso, y bostezo al menos una vez antes de que exclame-: ¡Dean!
-¡¿Dean Thomas?!
-Sí. Me invitó hace unos días. Creo que le gusto.
-No lo hubiera esperado -digo-. Seguramente te hizo un dibujo, ¿verdad?
-¡Sí! Dibuja tan bien...
-Yo iré... con Ernie Macmillan -dice Hermione, sonrojada.
-¿DE VERDAD? -estalla Lavender, llena de emoción. Esta chica tiene más energía que yo-. ¡GUAU! El pobrecito quedará a-som-bra-do.
No puedo evitar reírme, y trato de disimularlo como si fuera un feo catarro. Lavender me acaba de hacer acordar a Fred y George en los entrenamientos de Quidditch, cuando eran divas de telenovelas.
Me sorprende que, por alguna razón, pensar en George ya no me cause dolor. No estoy triste, solamente tengo un poco de añoranza, pero nada que no pueda superarse con el paso del tiempo.
Suspiro con alivio, y las chicas suponen que lo hago la pensar en nuestras citas.
-Mi cita es Seamus -dice Parvati, como si no fuera lo más obvio del mundo cómo quedaron las parejas: ella y Lavender son un paquete, y Seamus y Dean el otro.
Pero claro, ellas encajan en todos lados. No son una pieza incompatible como yo. Ni los que me aguantan saben realmente lo pesada que soy. Me pregunto si alguien sabrá alguna vez todo lo que pienso, y no saldrá corriendo después de enterarse.
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¿Les gustó la actualización sorpresa del jueves? El sábado subo la parte dos :)
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