3: Gilderoy Lockhart
¡Especial de Navidad! (Estén atentos a publicaciones sorpresa durante estos días de fiesta...).
¡Feliz cumpleaños a Cris! @CrisLimitedEdition, espero que pases un día genial y que te guste este regalo :).
Dedicado a Kat, @odiandomundis.
Capítulo tres: Gilderoy Lockhart
Harry en serio está asustado, porque pasa corriendo por delante de mí y no se detiene ni para abrir la puerta. Estoy segura de que no tengo una capa de invisibilidad puesta ni nada por el estilo, y temo que se haya vuelto ciego o algo. Corro tras él, no solo para alcanzarlo sino para que Borgin no me alcance a mí, porque estoy segura de que en cualquier momento volverá al negocio. En la carrera por el callejón Knockturn esquivo otra vez a aquella bruja tuerta, que es igual a la estatua que hay en Hogwarts, y termino chocando contra Harry y ambos caemos al suelo con dolorosos golpes. Harry grita, aulla, gime y pide socorro, pero yo le tapo la boca con la mano.
—¡Shhh! Harry, soy yo.
Por suerte me reconoce, a pesar de que en serio no debe verme bien. Ahora comprendo por qué: tiene los lentes rotos, le faltan los vidrios. Espero no habérselos roto recién con el golpe.
—¿Leyla?
—¿HARRY? —dice una voz potente que me hace saltar de mi lugar en el piso—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Hagrid, el enorme guardabosques de Hogwarts, se acerca a nosotros y nos ofrece a cada uno una mano más grande que tapas de botes de basura.
—¿Leyla? ¿Tú también? Diablos, la juventud está perdida hoy en día. —Sacude la cabeza en desaprobación. —No me expliquen qué hacen aquí, primero salgamos de este lugar espantoso.
Calladitos enfilamos detrás de Hagrid, que abre paso y espanta a todos los que están en el estrecho y oscuro callejón hasta que por fin vemos la verdadera luz del sol, acompañada por el cartel blanco y dorado que dice "Gringotts le da la bienvenida al callejón Diagon".
—Ahora sí ya me siento tranquilo. Chicos, explíquenme qué hacían en ese lugar. ¡Está dedicado a las artes oscuras!
—En realidad no sé que hace Leyla —dice Harry—, la acabo de encontrar... Yo vine con los polvos Flu, pero creo que tragué ceniza cuando dije el destino y no me entendió bien y me mandó aquí. Aparecí en Borgin y Burkes.
—Uh —dice Hagrid.
—Y yo estaba allí con mi tío. Ya sabes, Lucius Malfoy.
—Ahora todo tiene sentido. Bueno, espero que nunca más tengan que estar allí dentro.
—Hagrid, me había perdido, ya te dije —le recuerda Harry—. ¿Y qué hacías tú ahí, de todos modos?
—Consiguiendo repelente contra las babosas carnívoras —dice Hagrid—, están destrozando mi huerto. ¿Estabas con los Malfoy, Harry?
—No, con los Weasley, y tuve el problema de la chimenea.
—¿Los Weasley están por aquí? —pregunto yo, tal vez demasiado emocionada—. Ya sabes... extraño a Ron.
En el momento que termino de hablar llegan corriendo Ron, Fred, George, Percy, una niña de cabello pelirrojo que es obviamente Weasley, y los señores Weasley, a quienes vi cuando volvimos de Hogwarts a fin de primer año. Son una pareja extraña, ya que los dos padres son pelirrojos, solo que él es alto y flaco, y ella bajita y rechoncha. Siento un dolor al darme cuenta de que esa es una familia feliz. Preocupada, sí, pero son felices juntos. Ojalá yo supiera lo que se siente pertenecer a una.
—¡Harry! Habíamos esperado que solamente te hubieras desviado una chimenea...
—Estábamos tan preocupados... Te buscamos por todo el callejón, ¡pero no aparecías! —dice la señora Weasley—. Qué bueno saber que estás bien.
—¡Leyla! —dice Ron y viene a saludarme. Los gemelos también me saludan con la mano, y yo les respondo con toda dignidad. George y yo somos amigos. Quizás con setecientas repeticiones logre convencerme de ello—. Qué bueno verte, ya iba a preguntarte si querías que nos encontráramos.
—Yo también me alegro de verlos a todos —digo sinceramente.
—Pero, Harry, ¿dónde apareciste?
Cuando él cuenta que estábamos en el callejón Knockturn todos estallan en envidia, ya que nunca los dejaron ir. Hagrid dice que no deberían envidiar esa experiencia, pero solamente los señores Weasley coinciden.
—Soy Leyla —le digo a la pelirroja que debe ser la hermana de los chicos, la menor de los Weasley—, ¿cómo te llamas?
—Ginny.
—Yo soy Molly Weasley, Leyla, es un placer conocerte —dice la señora Weasley—. Él es mi esposo, Arthur.
—Un gusto.
Recuerdo lo que dijo tío Lucius sobre él y me da un enojo tremendo. El señor Weasley parece la mejor persona en el mundo.
Hagrid se despide de nosotros para irse a conseguir por fin el repelente para babosas carnívoras, y nosotros vamos en grupo a hacer las compras. En el camino a Flourish y Blotts Harry y yo le contamos al señor Weasley lo que estuvo vendiendo mi tío (se lo merece por hablar mal del señor Weasley), a lo que él responde:
—Ah, así que Lucius está asustado... Ya quisiera encontrar a Malfoy en algo sucio de una vez por todas.
Después Harry y Ron comienzan a contarme sobre cómo fue el rescate de los muggles: Harry no podía salir de la casa, estaba encerrado y no podía comunicarse con nadie del mundo mágico. Entonces Ron y los gemelos condujeron, o más bien volaron, el Ford Anglia del señor Weasley hasta la casa y volvieron con Harry a la Madriguera, la casa de Ron.
Antes de que Ron pueda terminar su relato llegamos a la librería, donde nos encontramos a Hermione y a sus padres, que son muggles pero pasaron por la barrera del Caldero Chorreante con la magia de su hija. La saludo con alegría, y también a los padres, con quienes el señor Weasley entabla rápidamente conversación. Es verdad que adora a los muggles, pero yo no lo veo como algo malo. Uso el término como insulto de vez en cuando.
Como ahora está Hermione, Ron censura la historia y habla de cómo estuvieron repasando para Historia de la Magia, pero ella está tan entusiasmada de que estemos juntos que ni siquiera escucha.
—No saben lo feliz que estoy de que mis padres hayan podido venir aquí —dice—. Al principio pensé que, como no son mágicos, no los dejarían entrar. ¡Pero sí!
Ahora que nos callamos nos damos cuenta de la multitud que hay en la puerta de la librería, haciendo cola para entrar, con una enorme pancarta violeta que dice:
GILDEROY LOCKHART
Firmando ejemplares de su autobiografía
EL ENCANTADOR
Hoy, de 12:30 a 16:30
No puedo evitar un poco de hiperventilación, y veo que Hermione y la señora Weasley también se sonrojan al leer el cartel. Porque, ¡por favor, es Gilderoy Lockhart! El valiente combatiente del mal, el aventurero, el encantador...
La señora Weasley parece contenta de que su esposo esté entretenido con los padres de Hermione, porque nos indica que pasemos con mucho entusiasmo y la cara del color de su cabello. No me sorprendería encontrar a mi madre en esta fila, y a tía Cissy, que probablemente esté aquí con la excusa del Ministerio. Hasta es posible que aquí esté mi futura profesora de Defensa.
—Señoras.... —dice el pobre hombre de seguridad en la puerta—. No empujen... Cuidado con los libros...
Una vez adentro copiamos al resto de la gente, tomamos un ejemplar de Recreo con la Banshee, y nos ponemos en la fila. Delante de todo, sentado a una mesa con mantel púrpura de macho, está el apuesto Gilderoy Lockhart.
—Leyla, ¿tienes problemas para respirar? —dice Ron, molesto por toda la atención que recibe Gilderoy.
—Posiblemente —digo, y luego todas las mujeres (y algunos hombres) de la sala damos un grito ahogado al ver que se levanta y nos guiña un ojo a toda la multitud. Diablos, ¡qué sonrisa! ¡Qué dientes tan blancos!
—Por favor, sólo es un mago tonto que hizo cosas grandiosamente tontas —se queja Ron.
—Tontamente grandiosas —lo corrijo, pero la fila avanza antes de que él proteste y prefiere quedarse callado. Mientras Hermione lee el primer capítulo del libro y suspira cada tanto, y la señora Weasley se peina una y otra vez, veo que Percy está en un rincón despoblado de la librería con un libro usado en la mano, que tiene el título Prefectos que conquistaron poder.
Uf, es como la versión Weasley de Violetta e Isabella, mis hermanas de trece años. Son realmente mini-Percys.
Cuando estamos a ya pocos metros de Gilderoy y las chicas comenzamos a ponernos más nerviosas que chihuahuas vemos que hay un pequeño hombrecito parecido al profesor Flitwick, de Encantamientos, sólo que este tipo es un maldito gruñón que tiene cara de que le pagan poco por estar todo el día aquí, sacando una foto de cada admirador junto a Gilderoy. Estoy segura de que el hombrecito ya quisiera ser tan genial como el encantador Lockhart.
Estoy tan emocionada que causé una gotera en el techo de la librería. Por suerte me doy cuenta rápido y, con el susto, deja de crecer; de todos modos, eso no impide que el agua caiga sobre las personas que están cerca de mí.
—¿Está lloviendo aquí dentro?
—Se mojó mi copia. ¡Mamá, haz algo!
—Oh, no, mi fotografía especial de Lockhart se borró...
Miro hacia otro lado haciéndome la distraída. Al parecer el alboroto llamó también la atención de Gilderoy, que levanta la vista y dirige sus hermosos y profundos ojos azules como el mar...
"Ya, Leyla, vuelve a la realidad".
Ah, sí. En resumen, Gilderoy nos vio y tiene una expresión extraña en el rostro. Pero se sigue viendo hermoso.
—¿No será...? —dice con una media sonrisa que nos hace hiperventilar aún más—. ¿No será ese el famoso Harry Potter?
Con un gesto llama a Harry a la mesa púrpura-macho, y él se pone rojo cuando todos lo aplauden para que pase. El fotógrafo nervioso los captura en una foto, y Gilderoy exclama:
—¡Gilderoy Lockhart y Harry Potter para la primera plana! ¡Jajá! Nunca se ha visto algo semejante.
Luego procede a firmar una foto extra grande y se la da a Harry. También aprovecha para hacer un anuncio con su voz atronadora y a la vez dulce y melodiosa. No entiendo ni una palabra de lo que dice, pero Hermione no tarda en informarme.
—¿Oíste? ¿Oíste? —chilla, y yo niego con la cabeza—. ¡Será nuestro profesor en Hogwarts! ¡De Defensa!
—¿Quién? —pregunto, perdida.
—¡Gilderoy Lockhart!
—Oooooooh. Claro. Ahora entiendo por qué los libros son todos de él.
—Sí —escupe Ron—, y también dice que algún día Harry llegará a ser como él. Qué tonto.
—Sí, ¿verdad? —dice Hermione distraída, como en un trance, por primera vez desde que la conozco.
Harry por fin vuelve con nosotros, cargando con la colección completa de los libros de Gilderoy que el autor le acaba de regalar. Deja todos en el caldero nuevo de Ginny y le dice que se los quede. Harry sí que es un dulce. Y Ginny es un tomate, solamente hay que ver cómo se sonrojó...
El señor Weasley llega, abriéndose paso entre la multitud y trayendo consigo a los señores Granger, que miran todo con bastante interés.
—Ah, así que aquí estabas, Leyla. —Mi tío aparece detrás de nosotros y tira de mi brazo para sacarme de aquí. —Si vuelves a desaparecer así... —De repente ve a los Weasley y hace una media sonrisa bastante terrorífica. Yo aprovecho para soltarme de él. Draco aparece a un costado como un clon de su padre. Su minion.
—Debes estar fascinado, ¿eh, Potter? —dice mi primo, arrastrando las palabras y mirándonos con superioridad. Actúa tan distinto cuando quiere parecer importante... —. El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería dejas de ser el protagonista.
—¡Déjalo en paz, él no quería esa atención! —contesta Ginny con un valor súbito, y desde su baja estatura mira a Draco con sus ojos marrones, llenos de odio.
—Oh, Potter, ¡tienes novia! —se burla.
—Vete de aquí, Malfoy —dice Ron—. ¿Te sorprende verlo aquí?
—No tanto como me sorprende ver a tu familia en un negocio. Pero claro, tu hermano está viendo libros de segunda mano —dice, señalando despectivamente a Percy—. Supongo que pasarán hambre un mes para poder pagar todo esto, ¿no es verdad?
—Draco, cierra la boca —le espeto, pero él no me mira. Tío Lucius también se hace el desentendido, mirando hacia otro lado, aunque sé que está oyendo todo.
Finalmente, el señor Weasley, los padres de Hermione, Fred y George llegan a nuestro lugar. Esto se va a poner feo.
—Ron, vámonos de aquí ya mismo, esto es una locura... Ah, Lucius.
—Bueno, bueno, ¡si es Arthur Weasley! —Mi tío no soportó la tentación. —Espero que todas esas horas extras de allanamientos a casas de familias respetables te paguen bien, Arthur. —Señala la pila de libros de todos los Weasley y mete la mano en el caldero de Ginny, revolviendo, y saca una copia destartalada de un manual de encantamientos. —Claramente no. Arthur, ¿de qué sirve deshonrar a los magos si ni siquiera te pagan bien por ello?
—Creo que tenemos una idea muy distinta de lo que es una deshonra, Malfoy.
Se miran con odio, y luego el caldero sale volando hacia la cabeza de mi tío por la mano del señor Weasley. Él lo esquiva, pero es solamente el principio de la pelea. El caldero hace un ruido tremendo y con el impacto desarma todo un estante de libros que caen con estrépito.
Draco y yo nos miramos con horror y salimos del medio, cada uno a un lado distinto: yo del lado de los Weasley, y él del lado de su padre. Hemos marcado la división. Fred y George están a mi lado, animando a su padre, y la señora Weasley se horroriza y se encarga de gritarle que pare. Pero el señor Weasley hace oídos sordos a los dos y se queda preparado para atacar. Tío Lucius es el que vuelve a la pelea, y entonces ambos comienzan a golpearse. Todos en la tienda (o al menos la mayoría de las señoras cuarentonas) piden que paren, pero solamente Hagrid, entrando como un dios, con la gente apartándose de su camino, logra separarlos.
Tío Lucius, con el labio partido, le devuelve el libro a Ginny como si le diera asco que su mano se impregne de cosas usadas, y sus ojos grises brillan.
—Ten. Es lo mejor que puede darte tu padre. —Se vuelve a mí. —Leyla, vámonos.
—No.
Su expresión es amenazante, pero yo me paro firme delante de él.
—¿No?
—No. Quiero quedarme con ellos.
—¿Con esa gentucha? Me das vergüenza.
—Y no me importa. Si me obligas a ir, me escaparé.
Me mira por una última vez y le indica a Draco que lo siga hacia fuera del local. Yo los vigilo hasta que salen. El señor Weasley, con un moretón en el ojo, también lo mira con odio. Cuando al fin suena la campanita de la puerta anunciando su salida, Ginny y yo juntamos sus libros, los dejamos en el caldero, y Hagrid nos abre paso también a nosotros para salir.
—No te preocupes por él, Arthur —dice Hagrid cuando estamos ya afuera—. Esa familia está podrida por dentro, todos lo saben. Son una mala estirpe. —Luego me mira y se corrige rápidamente. —Todos menos Leyla, por supuesto. Parece que ella viniera de otra familia.
—No serías el primero en decirme bastarda —río y ayudo a cargar con las bolsas de túnicas.
Pero la señora Weasley no parece para nada feliz.
—¡Qué buena enseñanza para tus hijos, Arthur! Oh, santo cielo, peleando en público... ¿qué habrá pensado la gente? ¡Y Gilderoy Lockhart!
—Bah, Lockhart estaba encantado —dice George.
—Sí —sigue Fred—, lo oímos hablando con el reportero ese de El Profeta para que agregara eso a la noticia. Dice que todo se trata de publicidad...
Llegamos al Caldero Chorreante. Los señores Granger y Hermione se despiden de nosotros. Hermione no viene porque quiere pasar más tiempo con sus padres y estudiar para todas las materias, para tener "los temas frescos en la memoria". Cuando enfilamos delante de la chimenea para viajar por los polvos Flu, Ron, sonrojado, me dice:
—Fue muy valiente lo que hiciste. Defendiste a mi familia, en cierto modo. Gracias.
—No fue nada. Adoro a tu familia.
—¡A la Madriguera! —exclama Percy, y desaparece en la chimenea.
Sonrío, y pienso yo también: A la Madriguera.
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