28: Y que tengas una feliz Navidad

Capítulo veintiocho: Y que tengas una feliz Navidad







El día de Navidad amanece sorprendentemente cálido, y no puedo saber si tengo algo que ver con esto o no. Sospecho que sí. Hace tres días que se me acabó la poción de Snape, pero no me siento lo suficientemente segura como para ir a pedirle otra. No quiero ver sus ojos, omniscientes. Él sabe todo lo que me contó Dumbledore, y más, y no me siento cómoda con alguien tan reservado que sabe tanto sobre mí.

Además, ¿de dónde pudo haber sacado toda la información? ¿Sería mi madre realmente su amiga en Hogwarts? ¿Siguen contactándose y ella le cuenta todo esto? Si tan sólo la gente dejara de guardar secretos... Siempre creen que los chicos somos tontos, que no podríamos entender o aceptar la verdad, y prefieren llenarnos de mentiras. Cuando yo sea adulta, jamás le haré eso a mis hijos.

-¡Leyla! -Hermione está arrodillada a los pies de su cama abriendo sus regalos. Tiene en sus manos una copia de El Encantador, del asqueroso Gilderoy Lockhart-. Oh, Leyla, ¡gracias!

-De nada. Espero que te guste. ¿Ese me lo diste tú? -Señalo un paquete con mi nombre, escrito en su pulcra caligrafía. Cuando lo abro, encuentro un catálogo de un negocio del Callejón Diagon con distintos calderos y elementos para pociones-. Qué hermoso... catálogo. Siempre quise uno así.

-Es para que elijas algo de allí para que te regale -me explica.

-Ya me parecía. De todos modos te iba a decir que era lindo. Ah, mira, Harry me regaló esta cinta...

-Esa cinta envuelve el regalo.

-Definitivamente estoy idiota, Hermione.

Lo que la cinta envuelve es un par de gafas para jugar al Quidditch, de esas para bloquear el viento y poder ir rápido sin cerrar los ojos.

-Son geniales. Ah, mira, la señora Weasley envolvió su regalo con un suéter.

-Leyla. El suéter es el regalo.



...



Las vacaciones de invierno en Hogwarts son hermosas: poca gente, mucho lugar, tiempo libre... y regalos. Y, claro, nunca falta el banquete de Navidad, lleno de comida y con regalos escondidos en los platos.

-Mira, me tocó un petardo.

-Yo encontré otra caja de las bengalas del Doctor Filbuster -dice George-. No sabía que también había de esas.

-No seas tonto, ése era mi regalo -le digo-. Les compré una caja a cada uno -digo, señalando también a Fred-. Espero que no hayan estado cerca de algo muy húmedo.

-No, aún no explotaron.

-Pero no falta mucho hasta que suceda -dice Fred traviesamente, mirando a Filch. Yo sacudo la cabeza.

-Pobre tipo. Pierde a su gata, no puede hacer magia, y ahora dos pelirrojos le tiran bengalas.

-Entonces son ciertos los rumores de que Filch es un squib.

-Tenemos que hablar -dice Hermione, tirando de mi túnica.

-Hermione, siempre estamos hablando, ahora...

-Sí. Ahora.

-Perdón, chicos. Nos vemos luego. Y no quiero oír más sobre sus bengalas hasta mañana.

-De acuerdo, sargento Blair. -Ambos hacen el gesto de obediencia militar, y les regalo una sonrisa. Son increíbles.

Hermione tira de nuevo y empieza a correr. La carrera termina en el segundo piso, frente al baño de Myrtle. El cartel de "Fuera de servicio" sigue colgando, y cada vez nos es más familiar. Dentro están Ron y Harry, mirando la poción. El caldero está metido dentro del retrete (no el de Lockhart, ni el de Myrtle, por suerte), y tiene el color correspondiente, que combina con los usuales colores de los baños compartidos.

-Esta noche es la mejor opción. ¿Vieron a Malfoy?

-Sí, parecía feliz. Y lo mejor es que estaba con Chad Earles y no con sus estúpidos gorilas.

-Ron, Harry -dice Hermione-, tengan. -Les entrega dos pastelitos-. Ya saben qué hacer.

Los dos se marchan a hacer su deber: les darán los pastelitos embrujados a Crabbe y a Goyle, quienes caerán desmayados. De alguna manera, con la ayuda de una fuerza sobrenatural, meterán a los dos gorilas en un escondite y les cortarán un poco de cabello para poner en la poción y transformarse en ellos.

-Yo me transformaré en Millicent Bulstrode -dice Hermione.

-¿Ese monstruo? ¿Y cómo conseguiste cabello de ella sin que te mordiera?

-En el club de duelo se le cayeron varios cabellos sobre mi ropa. ¿Tú ya tienes los cabellos?

-Eh... Mira, pensaba transformarme en Maddeline, pero olvidé tomar los cabellos antes y ahora ya no está más por aquí.

-¿Y qué es lo que harás?

-Mmmm... ¿Cuánto tiempo nos queda?

-Seis horas, todavía es temprano.

-Creo que Parkinson es una buena opción.

-Yo había pensado en ella, como plan B -dice Hermione-. Tenía pensado darle este collar embrujado...

-¿No lo compraste por casualidad en Borgin y Burkes?

-¿Dónde?

-Olvídalo.

-Lo embrujé yo misma. La desmayará, tiene los mismos componentes de los pastelillos. Esos, mientras los comas, estarán en tu estómago creando el efecto. Duran toda la digestión. El collar, en cambio, funciona solamente cuando lo tienes puesto.

-La ahorcaré con el collar si es necesario. Maldita Parkinson.

-Andando, Leyla. Hay tiempo, pero no tanto.

Cuando salgo trotando del baño, contenta de que me vengaré de Parkinson, me encuentro a Dumbledore a mitad de camino y freno con la gracia que distingue mis movimientos. Digamos que el lado positivo es que esta vez solamente me raspé el codo contra la pared.

-S-señor director...

-Qué oportuno encontrarte aquí. ¿Te sientes bien?

-Eh... ¿y-yo? P-pues claro.

Siempre que me siento culpable por hacer algo, me pasa alguna de estas cosas: o tartamudeo peor que Quirrell, o me caigo porque me fallan las piernas.

-¿Estuviste en el banquete?

-S-sí, sí, delicioso, señor. ¿Eligió usted el menú? Me e-encanta el pa-pavo asado.

-Esta vez lo ha elegido la profesora Sprout, ya que está haciendo un trabajo tan bueno con las mandrágoras. Se merece elegir el menú. Volviendo a lo que te quería decir... ¿no me preguntarás por qué te buscaba?

-Eh... yo... c-claro. ¿P-por qué m-me estaba bu...?

-El profesor Snape me dejó esta poción para dártela hoy. No puede presentarse, por supuesto, si no te la hubiera dado él mismo.

-¿Y por qué no puede? -Ya la voz no me tiembla. Espero que esto no signifique que vaya a caer al suelo.

-Tuvo que volver a su casa. Espero que no hayas estado mucho tiempo sin beber tu poción. Sí, también estoy enterado de ella -dice ante mi cara de sorpresa.

-Por supuesto -digo, asintiendo-. Usted es Dumbledore, y está enterado de todo lo que sucede en el castillo.

Mientras bebo mi poción, espero que no sea cierto lo que dije. Espero que Dumbledore jamás se entere de que, a pocos metros, estamos cociendo una poción prohibida con ingredientes robados para interrogar a mi primo sobre el heredero de Slytherin. Delirante, lo sé.



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Espero que les haya gustado, aún no pude decidir el comentario ganador. Ya vendrá la dedicatoria. :)
¡Besos!

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