16: Muertos y petrificados
Capítulo dieciséis: Muertos y petrificados
Durante los días siguientes Hermione está tan ocupada con la edición del periódico que ni tiene tiempo para recordarme de estudiar, así que, como es previsible, no lo hago. Además, no puedo hacerlo sin su ayuda, me mareo, me canso, o me duermo encima de los apuntes. En las tardes, como ella rechaza cualquier tipo de ayuda para sus tareas con el periódico, tengo tiempo para revisar el legajo de mi madre que robé de la oficina de Filch.
Black, Alesia dice la rotulación. Me refugio en el sillón de la esquina que nadie usa para inspeccionar el contenido sin ser molestada. Aunque no tiene mucha utilidad, porque al instante Ron y Harry se sientan en el sofá de en frente.
-¿Qué lees?
-El legajo de mi madre. Parece que no se portaba tan bien como dice -comento-. Aquí dice que tuvo tres castigos con Filch en su primer año. ¡Más que yo! Ah, no, yo tuve cuatro. Diablos.
-¿Es el que robaste de Filch? -pregunta Harry.
-No lo robé. Lo tomé prestado... por un tiempo indefinido. Miren, en su cuarto año fue castigada con mi tía y unos de Slytherin. Me pregunto qué habrá estado haciendo...
-¿Y qué otra cosa habían encontrado en lo de Filch? -pregunta Ron-. ¿Un sobre?
-Sí, de Kwikspell, el Embrujorápido -explica Harry-. Pareciera que Filch necesita ayuda para hacer magia.
-Yo sé lo que es ese programa -digo-. Antes de que me llegara la carta de Hogwarts el año pasado, varios días tarde, yo pensaba que era una squib y me informé sobre este programa.
-¿Squib?
-Son nacidos de magos, pero no tienen poderes mágicos -explica Ron-. No son muy comunes.
-Jamás oí de ellos.
-Es que no vienen a Hogwarts. Viven como muggles, pero sabiendo sobre el mundo mágico.
-Realmente triste -digo-. Sé lo que es vivir sabiendo sobre las maravillas del mundo mágico sin poder participar en él. Durante mi infancia, jamás me dejaron ir al Callejón Diagon, siempre me dejaban sola o en casa de mi abuela o de mis tíos. Y, mientras, todos se iban de compras y hacían cosas divertidas y llenas de magia. Por eso me encanta Hogwarts, es mi refugio.
-Vaya, jamás pensé que alguien podría sentir eso -dice Ron.
-Yo siempre me sentí así -dice Harry-, sólo que sin saber sobre la magia. Creo que tú sufriste más que yo.
-Es posible. Y ahora encuentro que mi madre era traviesa de joven, ¡ja! -Sigo leyendo la tarjeta de castigos de su legajo. -Oh, mira, tuvo tres días de detención en quinto año con... ¡Severus Snape!
-Espera, ¿cuántos años tiene tu madre? -dice Harry.
-Eh... -Muevo los dedos de la mano, contando, calculando algo imposible. -Espera. -No sé su fecha de nacimiento. Me fijo en los datos del legajo y vuelvo a hacer la cuenta. -Treinta y ocho años.
-Entonces tal vez fue compañera de mi madre -dice Harry-; tu madre es solamente unos años mayor, y si estuvo en castigo con Snape... Esto vale oro.
-No sabía que mi madre... oh. Ron, tu mamá dijo que mi madre andaba con un chico de Slytherin un par de años menor que ella. Él... ¡él era Snape!
-¿Por qué siempre Snape está metido en algo raro? -dice Ron, y todos negamos con la cabeza.
Es verdad. Siempre está Snape en el medio.
...
Hoy es la última reunión y el día de la primera tirada de ejemplares de Hogwarts, Hoy. La biblioteca hoy tiene a varios estudiantes más que vienen a vernos en la última juntada. Hermione se para al frente, sobre un banquito, de modo que todos podemos verla. Levanta en alto el ejemplar número uno y comienza a presentarlo. Yo al principio aplaudo y finjo un poco de entusiasmo; pero, excepto por el hiperactivo Colin Creevey, nadie muestra demasiada emoción. Pronto me canso y me siento en una butaca del fondo, entre Harry y Ron.
-No me bañé para esto -me quejo-. Pensé que iba a ser más emocionante.
-No hay nada más aburrido que Hermione presentando algo -dice Ron a mi derecha-. La idea del periódico no está mal, pero es tan aburrido lo que dice que quita todas las ganas de leerlo.
Por suerte Fred y George suben al escenario y, a pesar de que Hermione no parece contenta con ello, la gente ríe con los chistes que comienzan a hacer. Al final, resultan buenos promotores y vendedores, y juntamos varios Galleons.
-Ya era hora -dice Ron-. Es Halloween, la gente no quiere pasar todo el día escuchándote hablar. Sin ofender. -Pero Hermione se ofende de todos modos.
-Estuvieron geniales -les digo a Fred y George-. Los contrataré si alguna vez tengo que vender algo.
-Tenemos que conseguirnos tarjetas para repartir.
-Así seremos profesionales. Es genial dar tarjetas de contacto. Cuando abramos nuestra propia tienda de bromas...
-Mamá los mataría si lo hicieran -dice Ron.
George me da los Galleons.
-Sí, pero no dejaremos que se entere hasta que seamos ricos -dice él.
-Y entonces ya no tendrá de qué quejarse -agrega Fred.
-Tengan. -Le doy un Galleon a cada uno de los gemelos. -Luego les daremos más ejemplares para que repartan, ¿quieren?
-Por supuesto.
Guardo las monedas y tomo el final de la poción del mes. Debo recordar ir a pedir más. Cuando tapo la botella, Madam Pince viene, acechando como un verdadero troll (más que Filch).
-No bebidas en biblioteca. -Inmediatamente nos saca a todos y cierra la puerta, colgando un cartel que dice "Biblioteca Cerrada".
-Ese cartel habla mejor que esa anciana. ¿Acaso no sabe hablar?
-Quizás Filch no puede hacer magia y ella no puede hablar bien. Tal para cual -dice Ron, y Hermione lo fulmina con la mirada.
-Tenemos que irnos -dicen Fred y George.
-¿Tienen citas? -pregunto, tratando de no parecer muy obvia.
-No, no. -Ninguno parece muy contento con la idea. -Vamos a juntarnos con Lee antes del banquete de Halloween.
-No sabemos si robar comida o poner bolsas de gas debajo del asiento de Lockhart.
-Creo que la segunda opción es mejor -digo.
-¿Van a venir al banquete?
-No. Y, de hecho, se nos está haciendo tarde -dice Hermione-. Vamos, Nick nos debe estar esperando.
-¡Al fin! -festejo-. Ya estoy sudando mi túnica. Y yo que me había bañado especialmente para hoy...
-Qué asco -ríe Ron.
La fiesta es es en las mazmorras, y cuando pasamos por la puerta del aula de Pociones pienso en Snape. Tengo demasiada información sobre él, y no sé cuánto sea verdad, tengo dudas, suposiciones...
-Miren, ahí va la Dama Gris -señala Ron-, debe ser por allí.
Llegamos al salón de la fiesta, que está poblado de fantasmas. Jamás había visto tantos juntos, ni había oído una música tan espantosa. Parece polka con algo tétrico mezclado, como esos órganos que se tocan solos, en el mejor de los casos.
-¡Aquí están! -exclama Nick al vernos, dejando caer su cabeza a un costado-. Me alegro de que hayan podido venir.
-Feliz, eh, aniversario de muerte -digo.
-Muchas gracias. Por allí está el director de los Cazadores sin Cabeza, por si quieren... ya saben, mencionar lo tenebroso que soy.
Aquel fantasma se ve de lo menos amigable, sobre todo porque tiene su cabeza en una mano, usando su mano libre para rascar la barba. De todos modos, cuando intentamos acercarnos a él, pasa un fantasma mucho más temible que él. Hermione y yo reaccionamos al instante y damos un salto hacia atrás.
-¿Qué les pasa...?
-Rápido -urge Hermione, y los cuatro nos escondemos debajo de la mesa de la comida, que por suerte tiene manteles que llegan hasta el suelo. La comida está más que podrida, porque los fantasmas no pueden comer y solamente sienten el olor; cuanto peor olor tengan, más delicioso. Es verdad, yo por poco puedo masticar el olor.
-¿Qué pasó? -pregunta Harry. Sus ojos verdes van de un lado a otro, alerta.
-Es Myrtle. -Como los chicos siguen teniendo cara de perdidos, explica: -Myrtle la llorona. Es el fantasma del baño de chicas, nadie va ahí porque es insoportable.
-Por favor, salgamos de aquí, no quiero que nos vea -pido. Gateamos por debajo de la mesa hasta la otra punta de la sala, y corremos los últimos metros hacia el pasillo. En la corrida, atravieso a un fantasma y siento un frío húmedo por todo el cuerpo-. Uh. Espantoso. Creo que pasé por los intestinos del Barón Sanguinario.
-Aún no entiendo qué pasa con Marta -dice Harry.
-Myrtle. Siempre está quejándose, sollozando, y no le preguntes jamás si le sucede algo, porque, te juro, leerá su testamento...
-Oooooh. -Peeves está flotando alrededor, y sus ojos fantasmagóricos brillan. - ¡MYRTLE! ¡MYRTLE! ¡ESTÁN HABLANDO DE TI!
-Shhhhhh...
-¿Quién? -Tarde. Myrtle ya asomó la cabeza al pasillo y se acerca a nosotros. Tiene unos espantosos anteojos, con vidrios más gruesos que los de Harry, y el espeso cabello negro atado en dos coletas bajas. -¿Quién habla de mí? Seguramente están burlándose, ¿no? -Su voz es chillona, ya me duelen los oídos de escucharla.
-No, no -dice Hermione-, estábamos diciendo qué linda que te ves esta noche...
-¡MENTIRA! Myrtle jamás es linda. Siempre es la gorda, la fea, la quejosa...
-Olvidaste los granos -dice Peeves.
Myrtle chilla por última vez y se pone a llorar.
-Nadie es jamás bueno con Myrtle... -Flotando en el aire, se aleja hasta desaparecer.
-Maldito Peeves -digo, pero Ron me tapa la boca. Tiene razón; no necesitamos que Peeves esté en contra de nosotros. Indirectamente, él nos salvó a Harry y a mí del castigo de Filch al destruir ese armario negro. Ahora que recuerdo, se parece bastante al de Borgin y Burkes, en el que se escondió Harry durante mi visita con los Malfoy.
Espiamos hacia dentro de la fiesta. Nick está dando un discurso, totalmente concentrado en ello, y todos lo oyen. No tiene sentido volver a la fiesta y, como las mazmorras no son nada acogedoras, preferimos pasar por el Gran Salón para ver cómo va el banquete. Yo no pienso perderme la cara de Lockhart cuando se siente y suene la broma de Fred y George bajo su trasero.
Pero, a mitad de camino, Harry se detiene, tieso.
-¿Escucharon eso?
-No. ¿Otra vez las voces?
Él asiente.
-Yo también oigo voces a veces -digo-, pero están sólo en mi cabeza.
Ron parece querer preguntarme más sobre el tema, pero Harry levanta una mano para callarnos.
-Esto es distinto. Es una voz que susurra... ¿no la oyen?
-¿Qué dice? -pregunta Hermione.
-Matar... Dice que es hora de matar.
-¿Y de dónde proviene la voz?
Harry señala a nuestro alrededor.
-¡ENTONCES SALGAMOS YA MISMO DE AQUÍ! -grito, y corremos los cuatro hacia la otra punta del castillo, aún en la primera planta. Nos detenemos cuando el corredor principal se acaba, frente a una ventana, y miramos la escena sin poder creer lo que hay delante de nuestros ojos: una enorme inscripción en la pared, escrita con sangre.
La Cámara Secreta ha sido abierta. Enemigos del Heredero, temed.
Y la sangre sigue fresca.
-¿Qué diablos...?
-¿El heredero? ¿Quién es el heredero?
-El hermano de la heredera Paris Hilton -digo. Ella estudió en Beauxbatons. O al menos asistió a alguna clase.
Hermione me mira aterrada.
-Tranquila, Paris Hilton no está realmente aquí, así que puedes ser su enemiga. O de su hermano. Da lo mismo, no creo que alguno de los dos note la diferencia.
-¡Leyla, esto es grave!
-¿Y qué es eso?
Todos giramos hacia la ventana y vemos algo colgando de la argolla para antorchas. Hermione la reconoce con horror como la señora Norris, la gata de Filch, que está rígida como una tabla y con los ojos abiertos. ¿Estará muerta? Entiendo que la odien, yo misma quise siempre pegarle una patada y hasta bromeé con matarla el otro día... ¿pero hacerlo de verdad? Lo único que le falta a Filch, además de ser un squib y estar obligado a tener encuentros secretos con McGonagall, es que le maten a su amada gata. Si algo le llegara a pasar a Barbas... No, ni quiero imaginar el dolor que sentiría.
Doy un paso adelante y me encuentro en un charco de agua.
-Juro que no fui yo -digo, señalando el agua. Veo una hilera de arañas pequeñas y oscuras atravesando el charco y huyendo por la ventana. Ron también las ve y parece estar a punto de vomitar.
-Vámonos de aquí -urge Hermione, también verde; pero no llegamos a hacer un solo paso antes de que se escuchen el ruido de cientos de personas corriendo desde todas direcciones hacia nosotros. Todo Hogwarts está abandonando el banquete y sus otras actividades para acudir aquí.
-Maldita sea -dice Ron-, no tenemos escapatoria.
Pronto estamos rodeados por cientos de pares de ojos curiosos y aterrados.
-"Enemigos del heredero, temed". ¡Ja! -ríe alguien que, a pesar de la risa, sigue arrastrando las palabras. Draco-. ¡Los próximos serán ustedes, sangre sucia!
-Cállate -le espeto.
Estamos los cuatro solos en el centro, somos el objetivo de todas las miradas; nosotros y la gata. Pronto Filch se abre paso entre la multitud y ve a su gata.
-¡No! ¡NO! Señora Norris, mi preciosa... -Corre a su gata tiesa y la besa en el cuello. -¿Quién? ¿Quién ha sido? -Nos mira a Harry y a mí y sus ojos brillan con odio y maldad. Y dolor, mucho dolor. -¡Ustedes dos! ¡Potter y la chica! ¡La han matado, la mataron ustedes! Oh, yo mismo me encargaré de despellejarlos...
-Argus. -La voz del director está calma, pero es indiscutible su autoridad. Filch lo mira, sin soltar a la señora Norris (que aún cuelga como un pescado de exposición), y tiembla.
-Ven conmigo, Argus. -Dumbledore se adelanta hacia nosotros y nos mira con sus ojos azules a través de sus anteojos de medialuna. -Y ustedes también, muchachos.
Lockhart se abre paso entre la gente y da un saltito de cabra en la pradera para llamar su atención.
-Señor, mi despacho es el más próximo -dice con una sonrisa brillante-, solamente un piso hacia arriba. Puede utilizarlo.
-Sí. Gracias, Gilderoy.
-Gilderoy Lockhart, siempre a su servicio, trabajando arduamente para la comunidad mágica desde tiempos inmemorables...
-No me imagino la edad que debe tener -digo en voz un poco alta, y él frunce el ceño. No pensé que me escucharía, pero no me molesta. Si me meteré en problemas, mejor que sean importantes.
Dumbledore nos guía a Ron, Harry, Hermione, Filch y yo hacia el despacho de la maldita cabra Lockhart, y Snape y McGonagall cierran el desfile. Y Lockhart da saltitos detrás, guiñándole el ojo a las chicas. Ugh. Pobres alumnas.
Nos encerramos los nueve en el despacho, que está lleno de fotografías del modesto Lockhart, y Filch parece haber sacado a la gata de la argolla, porque la tiene en sus brazos. La deja sobre la mesa y Dumbledore la examina.
McGonagall parece muy consternada; supongo que se debe a que puede transformarse en una gata y se preocupa por sus colegas felinos. Snape, por otro lado, tiene una extraña mueca en el rostro, que no sé si es de felicidad, preocupación o simple intriga. Lockhart simplemente parece un niño al que le han prometido una caja llena de dulces.
-He visto ataques así, en Honolulu hubo una vez una masacre. La historia completa, por supuesto, está en mi autobiografía, la cual ustedes podrán adquirir en cualquier lugar donde se vendan libros...
-De mala calidad -murmuro yo, y esta vez no me escucha.
-...y también podrán proveerse de los amuletos necesarios para repeler las...
-No está muerta, Argus -decreta Dumbledore.
-Pero... ¿no murió? -pregunta Filch, mirando a su gata-. ¿Y por qué está rígida?
Genial. Lo único que falta es que la gata siga viva y molestándome, y nosotros salgamos castigados de todos modos. Oh, Snape, ¡ayuda a tu alumna favorita! O al menos a tu aprendiz o lo que sea.
-Ya me parecía a mí que estaba petrificada -dice Lockhart seriamente. Creo que ahora quiero pegarle una patada a su hermosa cara en lugar de a la señora Norris.
-¿Pero cómo pudo suceder?
-No me explico -dice Dumbledore.
-¡Pregúnteles a ellos dos! Esos malditos han estado el otro día mirándola con malicia y haciendo travesuras, revolviendo mis cosas...
-Por más que Potter y la señorita Blair-Black hayan sido detenidos -dice Snape-, dudo mucho que un alumno de segundo año sea capaz de hacer un embrujo semejante. La capacidad de Potter es mediocre, por ejemplo.
Jamás desaprovecha la oportunidad de hablar mal de Harry. Pero se lo perdono, porque nos está salvando.
-Esto es magia negra muy avanzada -decreta Dumbledore, pero Filch no está feliz con ello y comienza a saltar en su lugar como antes hacía Lockhart; sólo que el celador está frustrado y no emocionado por dulces.
-¡Yo sé que fue alguno de los dos! O ambos. Lo que escribieron en la pared... ya lo vieron... Los dos estuvieron revolviendo mis cosas, ya lo dije... saben que soy... que soy... ¡un squib!
-Por favor, señor, ni me atrevería a tocar a la señora Norris -digo yo.
-Y no ni siquiera entendí lo que decía la carta, no sabía qué era un squib -dice Harry.
-Otro ejemplo de mediocridad en Potter. ¿En serio creen que él puede petrificar algo? -dice Snape con malicia-. Yo creo que Potter y sus amigos se encontraban justo en el lugar equivocado, en las circunstancias equivocadas, y que no tienen nada que ver con esto.
Hermione y yo suspiramos con alivio, pero volvemos a estar tensos cuando sigue hablando:
-Aunque, también hay que tener en cuenta ciertos factores... ¿Qué hacían en esa parte del castillo a estas horas? ¿Por qué no estaban en el banquete de Halloween?
-Nick casi decapitado nos invitó su fiesta de quinientos años de muerte...
Contamos toda la historia, pero no parece suficiente. Insiste e insiste, y Harry y Ron tratan de tapar los agujeros en la historia con malas mentiras.
-Es obvio que el señor Potter no está siendo totalmente sincero, y creo que privarlo de algunos de sus privilegios podría a ayudarlo a refrescar su memoria. -Snape sonríe antes de seguir. -Yo creo que una temporada lejos del Quidditch podría hacerlo recapacitar sobre sus acciones e impedir nuevos errores y desobediencias en el futuro.
-No creo que sea necesario, y decreto a estos cuatro muchachos como inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Snape no parece muy contento con esto, pero no dice nada más. Filch no puede morderse la lengua.
-¡Petrificaron a mi gata! ¡Deben castigar a los culpables!
-La recuperaremos, Argus, con las mandrágoras de la profesora Sprout en cuanto hayan madurado.
Snape me hace un gesto para llamarme afuera de la oficina. Me levanto y todas las miradas se posan en mí.
-Sí, Leyla, puedes salir -dice Dumbledore, para mi sorpresa.
-¿Qué? -chilla Filch, arrancándose los pocos pelos que le quedan en la cabeza-. ¡Deben castigarla! ¡Es culpable, es culpable! ¡Es igual a su madre! ¡Y a su tía! No me sorprende que el forajido Sirius Black sea parte de su familia...
Snape señala la puerta y me sigue hacia afuera, cerrando la puerta detrás de nosotros.
-¿No has sido tú?
-¿Qué? -digo-. Usted mismo ha dicho que yo no podía ser capaz...
-Dije que un alumno de segundo año no podría conjurar ese hechizo. Pero puede ser que no hayas conjurado nada y que la petrificación sea parte de tus poderes. ¿No lo has pensado?
-Oh... No, en realidad no. Juro que cuando llegué al pasillo, ya estaba colgando y petrificada, y la inscripción en la pared también.
-¿El agua en el suelo?
-En eso sí pensé, pero también estaba desde antes.
Snape tuerce la boca, pensando. Mientras da un golpeteo con el pie.
-Gracias -digo con un hilo de voz, y luego hablo más fuerte-. Gracias por defenderme. Diciendo que soy incapaz, pero fue una defensa de todos modos.
Hace un gesto con la mano, quitándole importancia, y se rasca el cabello grasoso.
-Bueno, creo que por ahora no tengo nada más que decir. Sigue tomando tu poción, cada día, e infórmame de los cambios que notes. Y trata de no meterte en problemas.
-Gracias. Muchas gracias, instructor.
-Ahora ve a tu habitación. Ya mismo.
A pesar de la dureza de su voz, sé que debajo se esconde la preocupación. Snape me ha salvado. De nuevo.
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¡Ganadores del capítulo 15!
Primer comentario: @FaustWagner
Mejor comentario y dedicatoria de este capítulo: @superwholock_125
Felicitaciones a la animadora oficial de LEH #2, @Magic-is-real, por batir su récord. ¡Otra vez!
¡Felicidades! :) Saludos.
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