1: Visitas en la Mansión Malfoy
Capítulo uno: Visitas en la Mansión Malfoy
Siempre me gustó la mansión Malfoy. Sé que debería parecerme escalofriante, sobre todo por su imponente tamaño y su color pálido, contrastado con el estanque oscuro que hay en el jardín delantero; pero, al contrario de lo esperado, siempre me siento cómoda cada verano al aparecerme con tía Cissy frente a la casa. Debe ser porque todas las veces, como hoy, vengo directamente desde mi casa, y hasta Azkaban parece acogedor luego de pasar unos días en la casa Blair-Black.
Tía Cissy abre las enormes rejas encantadas que rodean el terreno y las cierra detrás de nosotras. El camino hasta la puerta principal es largo, pero lo conozco tan bien que hasta sé dónde está cada piedra, de modo que puedo correr hasta allí sin tropezarme. Y créanme que ese es un gran logro para Leyla Blair. Pronto ambas estamos frente a las dos serpientes cruzadas de la puerta. Están hechas de metal, pero de pequeña pensaba que eran reales, y aún a mis doce años me siguen causando escalofríos.
—¿Por qué no nos aparecimos directamente dentro de la casa, tía? —le pregunto en el pasillo que lleva al comedor.
—Tenemos visitas —explica en voz baja, caminando con cautela—, y no sé dónde están ahora.
—¿Y quién vino a honrarnos con su presencia? —digo pomposamente, sabiendo que se trata de alguien aburrido. Justo cuando mi tía está por contestar veo que su cara se tensa, y decido que sería una buena idea mirar hacia delante. Freno justo a tiempo para no chocarme contra quien debe ser la visita: un hombre horrendo de mirada aterradora. Tiene la piel y el cabello grises, pero no como Dumbledore, que lo tiene casi blanco; este tipo tiene un color gris sucio, asqueroso, repugnante...
Frunce el ceño cada vez más a medida que menciono más adjetivos, y sospecho que sabe leer mentes. Tío Lucius aparece al lado y el tipo pregunta:
—¿Quién es ésta?
Lo dice con tanta repugnancia que me dan ganas de pegarle una patada, pero hasta yo sé que sería demasiado desubicado. En cambio, pienso con toda mi fuerza:
"Tipo asqueroso, vuelve al basurero, maldito muggle".
Sí, lo sé, mis venganzas son geniales.
—Nadie importante —responde tío Lucius y le hace un gesto desesperado a tía Cissy, quien me toma del brazo y me acompaña para subir la escalera. Volteo a ver cómo mi tío y el tipo asqueroso, que desentona con el lujo de la casa, murmuran. Los pierdo de vista cuando la escalera dobla y nos lleva al familiar primer piso, donde están las habitaciones.
—¿Quién era ése? —digo cuando llegamos a mi habitación, imitando la pregunta del invitado asqueroso. Sonrío cuando entro. Aquí tengo un cuarto enorme para mí sola, mientras que en mi casa "legal" comparto habitación con Selene, un grave error. Por algo me encanta tanto este lugar.
—Ése —dice tía Cissy, copiando mi tono y expresando preocupación— es Greyback. Fenrir Greyback.
—¿El chupasangre?
—Se dice vampiro, y no. Es un licántropo. Un hombre lobo —agrega ante mi expresión de asombro.
—Sí, ya había entendido. Lo que no comprendo es qué hace aquí, parece un vagabundo.
—Tiene que arreglar un par de cosas con tu padre... eh, tu tío —se corrige—. Lo siento, Draco me preguntó lo mismo hace pocas horas y se me mezcló la respuesta.
Es obvio que da por terminado el tema, y tampoco me interesa mucho, así que dejo que se vaya. Me siento sobre la cama y me reclino hacia atrás. No le viene mal a mi espalda un poco de estiramiento después de tres días escondida en el armario de Natalie y Karen para huir de Selene. Por suerte Karen ni siquiera estuvo en casa durante mi estadía en el infierno. Natalie dice que es porque está saliendo con un chico un tanto menor que ella y no quiere que nadie se entere (obviamente se lo dijo a una amiga en su cuarto mientras yo estaba escondida en el armario).
Oigo un ruido a los pies de mi cama y veo que es Dobby trayendo mi baúl de Hogwarts, en el que todas mis cosas siguen empacadas. Ni siquiera me molesté en sacarlas en casa porque ya sabía que huiría en cualquier momento.
—¡Dobby! —lo saludo con entusiasmo—. Te extrañé en Hogwarts.
—Hola, señorita Blair.
—Por favor, llámame Leyla. Además, odio mi apellido. Odio tener cosas en común con mis hermanos.
—Por supuesto, señorita B...
—¡Dobby!
—Leyla —se corrige—. Lo siento, Dobby no quiso ofenderla...
—Está bien —me apresuro a decir antes de que se golpee la cabeza contra algo—. Eh... para recompensarlo puedes traerme un vaso de jugo.
—Por supuesto, ya mismo, señ... Leyla.
Desaparece con un crack. Dobby es muy bueno, pero no sé si todos los elfos domésticos son así o si es porque aquí lo tienen muy controlado.
Me debí haber dormido en algún momento (suelo caer dormida cuando estoy feliz y relajada), porque de repente abro los ojos y veo a un chico rubio platinado sentado en mi sillón, revisando unas tarjetas...
—¡Draco!
Lo agarré desprevenido, porque da un salto y suelta los papeles, que caen como una lluvia. Se apresura a juntarlos y los deja sobre el escritorio.
—Leyla, hola. —Su voz está tranquila y arrastra las palabras como siempre. Debo aprender a manejar mi voz como él, ya que me suelo delatar al hablar. —Espero que no te moleste que me haya bebido tu jugo.
Hago una mueca, pero luego sonrío.
—¿Has estado muy aburrido?
—Un poco —admite—. ¿Quieres hacer algo? ¡Dobby! ¡Dobby! —Aplaude, pero el elfo no aparece. Yo tampoco aparecería si él me llamara. —De veras que es estúpido.
—Oye, a mí me cae bien.
Inspecciono mi baúl para ver cuánto más revolvió, pero no veo que haya sacado algo más. Barbas de Merlín, mi lagartija, está durmiendo entre mis túnicas. Es una fiel compañera, pero prefiero que se quede dentro del baúl durante mi temporada aquí. Seguramente recibirá aire allí dentro, de todos modos, ya que parece que Draco abrirá la tapa todo el tiempo. Guardo las tarjetas en el cajón de mi mesa de luz y lo cierro con llave para asegurarme de que al menos no husmee ahí.
—Así que... Cedric Diggory, ¿eh? —dice él con una sonrisita.
—Sí, somos amigos.
Las tarjetas son de tía Bella, Cedric, y el mismísimo Severus Snape. Los tres me las mandaron cuando terminaba mi primer año en Hogwarts, mientras me encontraba en la enfermería (o más bien tendida en un pasillo porque Harry Potter ocupaba todo el lugar) por haber luchado contra un troll gigantesco para salvar la Piedra Filosofal. Por suerte Snape no firmó la suya, así que si Draco la leyó no puede haber sacado ninguna conclusión. La de Cedric no es tan comprometedora, pero la de Bella...
Nadie, absolutamente nadie excepto Neville Longbottom sabe que me comunico con Bellatrix Lestrange, mi tía, que vive en algún lugar lejano. Tampoco me hablan jamás de ella, aunque conseguí fotos en la antigua casa de mi abuela Druella el día que fuimos a buscar la herencia. Fue bueno ver las caras de mis hermanos y de mi madre cuando leyeron el testamento en el que me dejaba las fotos y un anillo de plata. Ninguno de ellos recibió nada. Fue un día glorioso (excepto por la pérdida de mi abuelita. Me caía bien a pesar de ser excéntrica).
—Leyla, no evadas la pregunta —dice Draco, devolviéndome a la realidad—. ¿Qué hay entre tú y Diggory?
—Ah... Nada, somos amigos. —Draco abre la boca para decir algo, pero yo me adelanto. —Y sí, me gusta. Me atraen los jugadores de Quidditch, y Cedric es malditamente hermoso. Punto. Ahora, ¿quieres hacer algo o no?
Con eso evito más preguntas sobre Cedric y hago que se olvide del resto de las tarjetas. Él levanta las manos, dando por acabado el tema, y vamos al patio trasero de la casa. Vamos por un pasadizo secreto para que ni mis tíos ni la asquerosa visita nos vean. El pasadizo es oscuro, pero ya eso es algo común para mí después de los atajos en el colegio.
—¿Sabes que hay un hombre lobo en tu casa? —le pregunto—. ¿Y que apesta? ¿Y que tiene cara de borracho? ¿Y que lee mentes?
—Espera, una cosa a la vez. Greyback es un hombre lobo, sí, y es un viejo amigo de la familia. Y dudo que lea mentes, ya que dudo que sepa leer en papel.
—Ahora eres tú el que evade mi pregunta, Draco —digo con tono místico—. No me respondiste lo del olor —bromeo, y él me da una palmada en la espalda.
En el patio nos sentamos en un banco blanco y Draco llama de nuevo a Dobby, que no aparece. Cuando digo que probablemente se consiguió una elfina doméstica no se ríe. Este muchacho no tiene sentido del humor. Pero aún así prefiero estar aquí con él que en casa, huyendo de Selene.
Pasan los días y me siento relajada. Ya no hay más visitas extrañas (ni apestosas), y tengo tiempo para pasarme por la biblioteca de la casa y sacar algunos tomos sobre pociones. El año pasado me sentía perseguida e hice un verdadero desastre, tirando todos los libros, y de ese modo encontré la varita de Bellatrix, que ahora es mía. Pero esta vez voy relajada y saco todos los libros que me llaman la atención y me los llevo a mi habitación. Los apilo en el piso al lado de mi cama y abro el primero. Al empezar a leer los ingredientes me acuerdo de Snape dando sus clases de Pociones, y también de él mandándome notas secretas. Saco la llave que tengo colgando en una cadenita alrededor de mi cuello y abro el cajón de la mesa de luz. Su tarjeta. La abro y releo por millonésima vez sus palabras:
Sé que quieres saber la verdad, pero no fui capaz de contártela. Aún no he podido contarte todo sobre tus poderes, sobre el origen de ellos, sobre tu origen... Espero que el año que viene podamos encontrarnos sin mayores problemas. Tienes derecho a saber la verdad. Recupérate pronto.
Una tarjeta que contiene tanto... Misterio, promesas, secretos... Por dentro debo estar más revuelta que los calderos de Snape, porque creo que estoy ocasionando una tormenta afuera. Hasta hace unos minutos todo estaba soleado y perfecto para cantar por la pradera, pero ahora todo está gris y juro ver un relámpago a lo lejos.
Apoyada contra el alféizar de la ventana muevo las manos desesperadamente delante de mí, tratando de arreglar esto. No sé si lo logré yo o simplemente me quedé sin energía, pero las nubes se retiran y el sol vuelve a brillar. Me encojo de hombros y vuelvo a la cama, y me horrorizo al ver que la tinta de las páginas abiertas está toda corrida. Está cayendo agua del techo de mi habitación, a pesar de que hay muchos pisos por encima de éste. Salgo corriendo al pasillo, donde está todo terriblemente seco, y corro al piso de arriba, afirmándome en la baranda. Aquí tampoco se ve nada extraño. Entro a la habitación que debería estar arriba de la mía para revisar el techo, que está seco, y noto que el agua está debajo de mis pies. Sí, justo encima de done estaría mi cama. Reviso la habitación de arriba de esta, en el tercer piso, pero está completamente en perfectas condiciones. Debe ser un problema exclusivo de mi dormitorio.
"Mira el lado bueno: es exclusivo como un cuarto VIP".
¡Ya estaba extrañando a mi voz interna! Durante mi estadía de tres días infernales en mi casa no la oí ni una sola vez. Es lindo tenerla de vuelta.
Regreso a mi habitación y me encuentro con un buen charco sobre la colcha de mi cama. Hago los mismos movimientos raros con las manos, los que me sirvieron para detener la tormenta, pero no ayudan y temo causar otro diluvio. Saco mi caldero del baúl y lo pongo como recipiente temporal para tener el agua. Esto me sirve durante un par de horas mientras busco la manera de frenar las goteras. Supongo que un buen "Reparo!" me ayudaría, pero no podemos hacer magia fuera del colegio. Bueno, al menos no con la varita, porque lo que hice yo me valdría una expulsión de Hogwarts.
Finalmente, justo cuando el caldero va a rebalsar de agua, recuerdo que hay un sótano en esta casa, en el que logro escabullirme y encuentro unos baldes magníficos para contener el agua y ocultar mi gran problema. Si sigo buscando puede ser que encuentre algo aún mejor, como una piscina flotante o un gran paraguas, ya que la mala suerte de abrir uno de esos bajo techo no puede aumentar la mala suerte que ya tengo.
Buscando y revolviendo los cachivaches encuentro un pequeño diario de color azul oscuro, casi negro. Siempre quise tener un diario, pero nunca encontré un cuaderno apropiado para eso. Este, en cambio, dice bien claro "DIARIO" en la tapa, así que sé que es el indicado. Lo abro y parece completamente en blanco (¡mejor para mí!), pero no entiendo qué haría un diario así aquí debajo, sin siquiera una página escrita. Tal vez sea un regalo de Navidad que a nadie le gustó y lo escondieron aquí. Mamá suele hacer eso con los regalos navideños de cierto hombre que nunca nos quiere decir quién es.
Decido llevarme el diario y lo meto en uno de los baldes que encontré. Pero como soy Leyla Blair y no podía ser de otra manera, al tener las manos ocupadas en siete baldes tengo demasiadas posibilidades de sobrevivir una de mis caídas habituales. Tropiezo en la escalera y ruedo hacia atrás. Mi caída no es muy terrible, pero todos los baldes metálicos rebotan por los escalones haciendo un ruido insoportable que retumba por todo el sótano, y probablemente también por la casa.
Tío Lucius no tarda en llegar, con Draco pegado a sus talones. Pobre chico, debe estar realmente aburrido. Me incorporo y me masajeo la espalda mientras bajan hacia mí.
—¡LEYLA!
Bueno, creo que sí debería preocuparme un poco. Tío Lucius está furioso, y su perfecto y lacio cabello rubio está comenzando a despeinarse. Draco se da cuenta de ello y lo peina con rostro serio. Si mi situación no fuera tan peligrosa estaría partiéndome de la risa en el suelo. Pero sí lo es, y en su lugar me partí la espalda en el suelo.
—¡Leyla! —repite—, ¿qué diablos estás haciendo aquí?
—Eh...
—Fuera, ¡fuera! ¡Los dos! ¡Salgan de aquí!
Los ojos grises de Draco parecen a punto de salirse de sus órbitas.
—Pero padre...
—¡Dije que fuera! ¿Qué haces revolviendo mis cosas, Leyla? —La luz que entra por la puerta abierta ilumina el lugar, y tío Lucius ve el diario en el piso. De repente parece más pálido que de costumbre. Se agacha y lo levanta, y ahora que hay más luz puedo ver que tiene inscrito un nombre en dorado: T. M. Riddle. Quizás ese Riddle era amante de Lucius...
Antes de que nos grite de nuevo, Draco y yo nos ponemos de acuerdo sin palabras. A la velocidad de los rayos que yo misma causo tomo mis baldes y los dos salimos corriendo y cerramos la puerta detrás de nosotros.
—Eso estuvo cerca —le digo, agitada—. ¿Me ayudas a subir esto?
Pero Draco no está oyéndome. Está tan pálido como su padre y tiene la mirada perdida y el ceño fruncido. Lo agarro del brazo y lo arrastro escaleras arriba hasta mi habitación, donde coloco los baldes en lugares estratégicos para contener el agua. Espero que la alfombra del suelo no tome mucho olor por el agua podrida en ella. Mientras rocío un poco de mi perfume sobre ella, Draco, que sigue quieto como una estatua, dice:
—¿Cómo...? ¿Cómo puede ser que yo jamás me enterara de ese lugar?
—¿Qué quieres decir? —digo mientras termino de vaciar mi perfume—. ¿Nunca habías estado ahí?
Él niega con la cabeza y me recuerdo anotarme en el diario que jamás tendré que este fue el día en que dejé mudo a Draco Malfoy.
————-
¡Sí, Leyla está de regreso! Espero que les haya gustado este primer capítulo. Por favor, no olviden votar, y comentar si les gustó, pero sobre todo votar. De ese modo demuestran que les gustó la historia, y con un solo click pueden ayudar a que Leyla crezca. :)
Muchísimas gracias a todos ustedes por acompañar a Leyla durante todo su primer año y seguir con ella en este segundo curso en Hogwarts. Los lectores fieles son mis favoritos <3.
ACTUALIZACIONES: Tengo previsto actualizar cada viernes, por lo tanto:
El próximo capítulo estará disponible en Wattpad el 19 de diciembre de 2014.
¡Nos vemos!
Madame Weasley.
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