6: Suegro Diggory

Capítulo seis

Suegro Diggory


Al despertar por la mañana encuentro mi mano en la de Cedric, que duerme aún, y luego de admirarlo a esta distancia privilegiada por lo que parecen horas, retiro cuidadosamente mi mano y busco mis pasteles y mi bloc de hojas. Empiezo a trazar su rostro y disfruto de pintar cada uno de sus cabellos. Para pintar los ojos esperaré a que se despierte y tendré una excusa para mirarlos más de cerca. Sé que son grises, pero no sería capaz de darle al color perfecto de memoria.

Cuando el dibujo está bastante avanzado y ya siento que se me acalambrará el brazo por estar recostada y dibujar a la vez, devuelvo los elementos al baúl para continuar más tarde y me llevo mi ropa al baño. Mientras me cambio, recuerdo que siempre me pareció aborrecible que una chica durmiera con un chico, pero ahora veo que no siempre significa algo malo. Si un día en Hogwarts durante el desayuno escuchara que Selene durmió con un chico o si Lavender me dijera que ella durmió con alguien, escupiría lo que hubiese estado tomando o comiendo y negaría con la cabeza hasta el fin de los tiempos. Incluso me negaría a mirar a los involucrados a los ojos por días. Pero yo sé qué hicimos y qué no hicimos Cedric y yo. Tengo la consciencia limpia.

Este Cedric es un gran chico. Yo misma hubiera dormido antes de oír mi propia historia del último día de clase a esas horas de la noche, en boca de una chica que se nota que no ha dormido bien y parece delirar con cada palabra. Pero él escuchó y me creyó. Aunque si él me pidiera contarme algo a cualquier hora del día, yo estaría más que lista para perder el sueño y escucharlo.

En la repisa del baño veo un perfume que claramente es de él y no resisto la tentación de esparcir un poco sobre la remera de mi pijama (claro que no lo haría en la ropa que voy a ponerme ahora, porque él lo notaría y sería una pregunta incómoda con una respuesta más incómoda aún). Efectivamente es su perfume, conozco este aroma, y ahora podré oler a él cuando duerma las próximas noches. Me fijo de aprenderme el nombre de la fragancia y lo devuelvo a su lugar.

Una vez cambiada, vuelvo a mi habitación y veo la cama hecha y sin ocupantes. Miro de vuelta al pasillo. Nadie. Dejo mi pijama bajo la almohada, me lavo los dientes lo más rápido que puedo (nunca se puede ser demasiado precavida en casa de tu novio) y bajo las escaleras sigilosamente.

Encuentro a Cedric preparando el desayuno en la cocina. Su madre está sentada a la mesa leyendo el periódico y sonríe cuando me ve.

—Buenos días, Leyla —me saluda y Cedric me sonríe furtivamente mientras sigue cocinando.

—Buenos días —respondo.

—Espero que hayas dormido bien —dice ella con una sonrisa que oculta algo. Me pongo roja hasta las orejas.

—¿Quieren que ayude en algo?

—Ya casi termino, puedes sentarte. Yo suelo levantarme a las cinco de la mañana para trabajar en el jardín, así que este sería mi segundo desayuno. No te preocupes por mí.

La señora Diggory se entretiene leyendo El Profeta mientras yo pienso que, si se levanta siempre a esa hora, seguramente pasó por mi puerta antes de que nos levantáramos y nos vio durmiendo juntos. Fuimos lo suficientemente inteligentes como para dejar la puerta abierta. Pero ella no dice nada, y yo tampoco. Supongo que se lo esperaba.

Cuando los tres comenzamos a comer, se abre la puerta de la sala y vemos entrar al señor Diggory, un hombre alto, de cabello castaño más oscuro que el de Cedric y rostro redondo.

—Qué bueno estar otra vez en casa —dice dando un salto para entrar a la cocina.

Luego de saludar a su familia, el señor Diggory me mira y asiente con la cabeza.

—Papá, ella es Leyla —dice Cedric con una sonrisa.

—Un gusto —dice el señor Diggory—. Qué bien, qué bien... Soy Amos Diggory, a tu servicio. Ahora comamos un poco, por favor, tres días de trabajo ininterrumpido... ¡una semana, si contamos los días que me quedé allí hasta las once de la noche!

El señor Diggory ocupa la silla en frente de la mía.

—Espero que se hayan portado bien ustedes dos —se ríe el señor Diggory mientras come—. Los jóvenes son a veces un poco rebeldes.

—Leyla es una chica muy amable y muy bien educada, Amos —dice la señora Diggory—. Jamás nos causaría un problema. Es más, me agradaría mucho que se quedara hasta el tiempo de volver a Hogwarts, no quisiera que tuviera que viajar tantas veces de una casa a la otra, siendo bienvenida aquí todo el tiempo que quiera.

—Claro, claro, quédate, no hay problema —dice el señor Diggory sin dejar de comer—. Dime, ¿cómo era tu apellido, querida?

—Mi nombre es Leyla Blair-Black.

—Mmmmm, entonces debes ser hija del viejo Joseph, ¿verdad? —Asiento—. Estamos juntos en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Un muy buen tipo, sinceramente, nadie sabe más de hipogrifos que él. ¿Eres de Ravenclaw?

—No, señor. Soy de Gryffindor.

—¡Una Gryffindor! Mi Cedric con una Gryffindor, por Merlín. Espero que no te haya metido en muchos problemas, muchacho —se ríe—. Una Gryffindor, quién lo hubiera esperado...

—Para nada, papá. Leyla es una chica muy responsable.

Yo tomo su mano.

—No soy tan responsable como su hijo, señor, pero intento no meterme en líos.

Si Francesca tuviera cejas...

—¿Y tú también eres prefecta de tu casa?

—Estoy en Cuarto año, así que aún no podría.

—Comprendo. Seguramente te nombrarán el año que viene. Dime, ¿juegas al Quidditch? —Parece que es la última opción que resta para redimirme.

—Sí.

—Leyla es una excelente cazadora —dice Cedric—, ya te he contado varias veces. Jugamos juntos en muchos partidos.

—Por suerte no son los dos buscadores, sería una lucha terrible. Cedric es excelente volando. Y, dime, ¿cuál es tu materia favorita?

—Pociones. Y Defensa, el curso pasado.

—Vaya. Ya veo por qué Cedric mejoró tanto en Pociones, tiene un S en las MHB. Con una chica así para estudiar... Glenda, pásame las tostadas —le dice a su esposa—. Bueno, preparen los bolsos para salir mañana. Hoy nos tendremos que ir a dormir muy temprano para poder salir a la madrugada a buscar el traslador. Aparte de eso, tienen el día libre. Disfruten. Más mermelada, por favor, querida...

Cedric y yo nos retiramos de la mesa y vamos al piso de arriba a preparar los bolsos. Vuelvo a mirar el retrato que comencé en pasteles. No voy a poder continuar hoy, así que lo guardo dentro del libro de Pociones 7.

—Ya acabé —dice Cedric al cabo de unos cuarenta minutos y entra a la habitación—. Hubiese tardado dos segundos si ya pudiera hacer magia.

—No falta tanto. Serás mayor en menos de un mes.

—Ya quiero aprender Aparición. Tenemos que levantarnos tan temprano porque ni tú ni yo podemos aparecernos allí. ¿Ya tienes la túnica de gala?

—Ajá. —Saco la túnica de tía Bella y se la muestro.

—Qué elegante. Te verás hermosa vestida así.

—La reina estará complacida de verme bien presentada —me río—. Quizá tengamos una ceremonia por la jubilación de Dumbledore. Espero que no, por supuesto, Dumbledore debe ser eterno.

—Sería una lástima que se fuera —dice Cedric—, es bastante simpático. Pero tienes razón, ¿cuántos años puede tener ese hombre? ¿Cien?

—Parece mayor. ¿Ciento veinte?

—No parece posible, pero quién sabe... Tengo los Cromos de las Ranas de Chocolate casi completos, si te quieres fijar.

—Dudo que diga la fecha de nacimiento. Pero igual me encantaría verlos.

Pasamos el resto de la tarde viendo sus Cromos y riéndonos de algunas vidas.

—Mira, aquí está Newt Scamander —dice Cedric—. Un Hufflepuff famoso, para variar.

—¿Es el que escribió Animales Fantásticos?

—El mismo. Nacido en 1897. Ahora está jubilado y vive con su esposa Propertina.

—Hermione debe saber todo sobre él, siempre está al tanto... Mira, Gwenog Jones de las Arpías de Holyhead. Ella sí que vuela. Oh, y aquí Cassandra Vablatsky —resoplo—. La tatarabuela o lo que sea de Trelawney, y la que escribió el libro que usamos. Violetta e Isabella parece que son muy buenas en esa materia. Mira si acabo siendo hermana de dos gemelas videntes. Me pedirán autógrafos por la calle.

—Eres más que la hermana de ellas, si te piden autógrafos, no será por eso.

—Ah, claro. Lo olvidé. Me pedirán autógrafos por ser la novia de Cedric Diggory. O la amiga de Harry Potter, el niño que vivió. O de Hermione Granger, la mejor alumna del año. O prima de Draco Malfoy, el engreído más rico de...

Cedric me calla con un beso y me doy por vencida. Seguimos mirando los Cromos hasta la cena y luego nos vamos a dormir, todo antes de las seis de la tarde. Unos minutos antes de las dos de la mañana suena el despertador del señor Diggory y me levanto de un salto para no retrasar a nadie, aunque siento que toda la noche ha pasado en un parpadeo. Nos preparamos todos en silencio y le doy un besito a Barbas antes de salir. No la llevaré conmigo hasta allá, sería demasiado fácil perderla. La señora Diggory no parece muy espantada de que Barbas se quede con ella, al contrario, parece contenta, y le informo que ni siquiera deberá alimentarla, se arreglará por sí sola comiendo insectos por la vida.

Finalmente nos cargamos las mochilas al hombro y la señora Diggory nos despide en la puerta. La oscuridad es casi total y el señor Diggory ilumina el camino con su varita. Cedric y yo vamos de la mano y con la mano libre me tapo la boca cada vez que bostezo.

—¿A dónde vamos exactamente? —pregunto.

—Ahora estamos buscando el traslador —informa el señor Diggory—. Está cerca de la montaña, ¿la ven desde aquí?

Cedric y yo asentimos en la penumbra y seguimos caminando.

—¿Has viajado alguna vez en traslador? —me pregunta Cedric y yo niego con la cabeza—. No te preocupes, será divertido.

—¿Y alcanzará un traslador para tres personas?

—Querida —dice el señor Diggory—, ¡no creas que somos los únicos que lo utilizarán! Válgame el cielo. Si fuera así, no tendríamos que ir a buscarlo al medio del campo, lo tendríamos en casa.

Bajo la cabeza y trato de olvidar lo sucedido. Cedric me sonríe pidiendo disculpas.

—Es así normalmente —susurra—, nada personal.

—¿Quién crees que gane? —le pregunto para cambiar de tema—. ¿Irlanda o Bulgaria?

—Irlanda tiene un equipo muy bueno. Muy bueno. Le ganó a Perú en la última ronda.

—Inglaterra jugó bastante mal, me parece. Hay que ver si Oliver Wood no entra como reemplazo al equipo dentro de poco, le veo futuro.

—Él es el que no te eligió para el equipo el año pasado hasta que Hillary se fue.

—Quizá soy demasiado buena con él. Bien, digamos que se casará con Karen y listo, adiós carrera internacional de Quidditch. ¿Ahora sí?

—Yo diría que podría ser jugador en un equipo zonal.

—Ahora tú eres demasiado bueno.

—Siempre lo soy.

Abro la boca en sorpresa por su falta de modestia y amago darle un puñetazo en el hombro, pero luego estiro mi brazo y le despeino el cabello.

Cuando el cielo comienza a clarear y vemos mejor nuestros pies, el señor Diggory se detiene al pie de la montaña y recoge una sartén del suelo. Luego de examinarla la tira de nuevo. Repite el procedimiento con un balde rojo de playa, un flotador muggle de pileta (me da escalofríos recordar al chico que tiré de la colchoneta), una trompeta oxidada y aplastada y una tapa de inodoro hasta que finalmente sostiene en alto y con aire triunfal una bota vieja.

—¿Ese es el traslador? —le pregunto a Cedric, contenta de que nos hayamos detenido. Mis piernas no dan más de tanto caminar.

—Al parecer, sí —me contesta—. Siempre son objetos comunes para los muggles para que no les llame la atención y los agarren por equivocación. No podríamos usar una bola brillante, por ejemplo. Acabaría en un desastre.

—¿Y no hay un hechizo para hallarlo? ¿Es necesario buscarlo como muggles perdidos?

—Supongo que podríamos usar el encantamiento convocante. —Lo miro sin comprender—. Creo que lo aprenderás este año. Pero no sabíamos dónde iba a estar exactamente, y la incertidumbre crea imperfecciones en el encantamiento.

Del otro lado de la montaña se oyen voces y pasos. Cedric y yo vamos de la mano detrás del señor Diggory, que va con emoción a buscar a la otra gente. Cuando llegamos al punto de encuentro, no puedo creer lo que veo. Y luego no puedo creer que no lo haya esperado.

—¡Arthur! ¡Ya lo tenemos, Arthur!

—¡Amos! Qué bien que llegaron.

—Llevamos desde las dos de la mañana levantados —dice el señor Diggory secándose el sudor de la frente.

—Muchachos, este es Amos Diggory, trabaja en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas del Ministerio. Aquí está Leyla. Y este es Cedric, supongo que ya lo conocen.

Detrás del señor Weasley aparecen las caras sudorosas de Ginny, Hermione, Harry, Ron, Fred y George. Miro mi mano entrelazada con la de Cedric y luego les sonrío.

—Hola —saluda Cedric.

Todos le responden el saludo menos Fred y George, que repentinamente deben atarse los cordones.

—No sabes cuánto deseo que ya cumpla diecisiete y pueda aparecerse, nunca más pienso usar un traslador —dice el señor Diggory—. Pero no nos podemos quejar, ¿verdad, Ced? Tener la oportunidad de ver la final no es algo para tomarse a la ligera. No me la perdería ni por un saco lleno de galleons... que es más o menos lo que costaron las entradas. Pero no nos salieron tan caras como a otros. ¿Todos ellos son tuyos, Arthur?

—Solo los pelirrojos. Son Fred, George, Ron y Ginny.

Cedric les hace un gesto con la cabeza y Ginny sonríe.

—Y ellos son amigos de Ron —continúa el señor Weasley—: Hermione y Harry.

—¿Harry Potter? ¿Es él de verdad?

—Eh, sí —dice Harry—. Soy yo.

El señor Diggory da un paso hacia delante y lo observa más de cerca con una amplia sonrisa.

—Mira qué bien. Cedric me ha hablado de ti. Jugaron juntos el año pasado, ¿verdad? Hufflepuff ganó el partido, si mal no recuerdo... —dice, riendo.

Fred y George tienen el ceño fruncido y Harry mira el suelo.

—Ya te dije, papá —dice Cedric—, hubo inconvenientes en el partido, Harry se cayó de la escoba y luego se negaron a repetir el juego...

—Tan modesto y caballero como siempre, muchacho —dice Diggory—, pero todos sabemos que ganó el mejor. Seguramente Harry está de acuerdo. Uno se cae de la escoba, el otro no; no hace falta ser un genio para saber quién es mejor. Piénsalo, Cedric, ¡podrás contarles a tus hijos que venciste a Harry Potter! ¡Y luego a tus nietos!

—¡Qué buen corte de pelo que tienes, Harry! —digo en voz bastante alta para tapar mi vergüenza. Estoy roja hasta la coronilla y veo que Cedric se tapa la cara y se ríe por lo bajo.

El señor Diggory parece comprender lo que dijo, pero se encoge de hombros sin inmutarse, acomoda la bota bajo el brazo y sigue hablando con el señor Weasley.

—¿Cómo la has pasado estos días? —me pregunta Hermione.

—De maravillas —digo, poniendo la cabeza contra el brazo de Cedric—. Ya sabes, hizo un muy lindo tiempo.

Ginny y Hermione asienten y Fred y George ponen los ojos en blanco. Ron saca una lámina con catorce cromos pegados y nos muestra a los dos equipos que competirán en la final. Hay un cromo para cada uno, y me llama la atención el de un muchacho de cejas gruesas y nariz ganchuda que mira a todos como desafiándonos a muerte.

—Ese es Viktor Krum —explica Ron, viendo que casi todos reparamos en él—. Es el mejor buscador del momento, ¡y tiene tan solo dieciocho años!

—¿También te aprendiste cuál es su color favorito? —pregunta Fred.

—¿Y sus preferencias románticas? —agrega George.

—¿O crees que no te hace falta porque eres irresistible para todo parámetro?

Ron los mira con seriedad.

—Es increíble. Es el jugador. Ustedes solamente temen admitirlo. Es todo un artista.

—¿Y tú qué piensas? —me pregunta Cedric amablemente.

—Bueno, no está mal. Sabes que me gustan los buscadores.

—¡Muchachos, muchachas! —llama el señor Diggory—. Ya se activará el traslador, ¡quedan pocos segundos!

Todos corremos hacia la bota y el señor Weasley nos indica que debemos agarrar cada uno una parte de la bota.

—¿No falta nadie más? —pregunta el señor Weasley.

—No, los Lovegood están allí hace días y los Fawcett no consiguieron entradas —contesta el señor Diggory—. Somos todos.

El señor Weasley mira su reloj.

—Entonces agárrense fuerte. Tres... dos... ¡uno!

Siento un tirón en mi ombligo, como si un gancho jalara de mí hacia arriba, y siento mis pies despegarse del suelo; todos comenzamos a girar en torno a la bota, o todo gira en torno a nosotros. Tengo los hombros apretados entre Cedric y Ginny y siento que se me secan los ojos por la velocidad. Ginny grita y Fred y George se ríen, y luego nuestros pies golpean tierra firme y prácticamente todos caemos al suelo.



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Espero que les haya gustado y se hayan divertido un poco...

Hoy les quiero decir un par de cosas:

1. Estaba corrigiendo el capítulo y Francesca me susurró que "acalambrará" suena terriblemente árabe, ¿no les parece? ¿No? ¿Qué dicen? ¿Que nadie se fija en...? Ah. Okay. #SheNeedsToSortOutHerPriorities

2. Sigo enferma y me cambiaron los remedios, creo que esta vez va mejor. Veremos. Por suerte el capítulo no se contagió.

3. Simplemente, recordarles que estoy muy agradecida de tener lectores como ustedes (de todas las clases: los que comentan con paraguas en cada párrafo, los que me mandan saludos hermosos por privado, los que me cuentan todos los deberes que dejaron de hacer para leer el capítulo -por favor, vayan y háganlos, ahora que terminaron-, los que me mandan teorías graciosas, trágicas o descabelladas de cómo seguirá el libro, incluso los que comentan spoilers... siempre y cuando avisen en letras muy grandes que es spoiler y dejen espacio en blanco, sin arruinar la historia para lectores con ojos traviesos que leen comentarios que no deberían. Si no, van a mi lista negra).

En fin, gracias. Todavía estoy feliz por el Watty de LEH 3 y sigo en modo de discursos para recibir premios.

BMW.

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