42: A casa

Capítulo final de Leyla y el Torneo de los Tres Magos

Espero que les guste :) No olviden votar y comentar, que voy leyendo los comentarios.

No se esperaban dos capítulos hoy, ¿no?


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Capítulo cuarenta y dos

A casa

A la mañana siguiente, los baúles de todos están ordenados al lado de la puerta del vestíbulo del castillo, listos para cargarlos en los carruajes sin caballos que nos llevarán a Hogsmeade, al tren a casa. Será duro ir a la casa Blair-Black después de tanto tiempo, pero no me animo a hablar con mi papá para pedirle que me deje ir con los Weasley, y creo que habla en serio cuando dice que es peligroso que haga algo sin compañía.

Los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang entran al castillo para saludar y veo que Fleur se acerca y me saluda.

—Lo lamento tanto —dice ella y me da la mano—, ega un ggan chico.

Yo asiento sin mucho entusiasmo y trato de sonreír. Detrás de ella viene Krum y sin más me besa la mano con una reverencia.

—Esto me apena mucho —dice—. Cedrric siemprre muy atento conmigo. Muy buen chico, aunque erra mi competencia. Un honorr conocerr a él, Leyla.

—Gracias, Viktor —le digo.

Él asiente y mira a Hermione y los dos se van a hablar a un costado. Harry está saludando a Fleur, y Ron está mirando a Krum de cerca, pero cuando él termina de hablar con Hermione, en realidad parece que le pide un autógrafo y Krum le firma una hoja de pergamino.

Siento una mano en mi hombro y me giro para ver a Selene. Lo que faltaba.

—Hola —me dice.

—¿Ahora qué?

—Nada.

Espera unos segundos y me da un abrazo muy fuerte y cuando se va les dice a unas chicas que no se les ocurra molestarme. Nunca me había abrazado así. Me toco la espalda pero no me ha pegado ningún cartel.

—Yo que tú igual me cuidaría de que no me tire el equipaje por la ventana en el tren —me dice George, al que no había visto. Fred aparece junto a él.

—Hola, chicos.

—Puedes venirte a nuestro carruaje, vas a estar muy tranquila ahí. Tu baúl es ese, ¿no?

—Sí.

—No se diga más. ¡Ron, ven a cargar el baúl!

No puedo evitar una risa cuando Ron nos mira perplejo y sigue sujetando con fuerza su autógrafo. Fred y George cargan sus baúles y el mío en un carruaje y nos subimos, y luego se suben Angelina y Katie y por un segundo me siento en un partido de Quidditch y pienso cómo me gustaría volver a cuando podíamos jugar y todo era tan simple.

En el tren, los cinco encontramos un compartimiento y viajamos juntos. Prefiero dejar a Harry con Hermione y Ron, para que hable tranquilo y no se preocupe por mí. Angelina y Katie pronto se sienten incómodas conmigo para un viaje tan largo, al parecer, porque Katie dice que tiene que ir a buscar algo y no vuelve más, y luego Fred le dice a Angelina si lo acompaña a dar una vuelta y solo quedamos George y yo.

—Supongo que te gusta el silencio ahora —me dice él cuando cierra la puerta del compartimiento y se sienta a mi lado—, así que no te preocupes. Puedes descansar.

Me ofrece su hombro y antes de saber qué hago apoyo mi cabeza, y no me despierto sino hasta cerca de Londres cuando hay un alboroto en otro compartimiento y George se levanta a ver qué pasa y sale al pasillo. Escucho la voz de mi primo hablando, pero no entiendo lo que dice, y luego una explosión y cuando llego al lugar veo a Fred y George, cada uno con un pie encima de Crabbe y Goyle, que están tirados en el suelo, y mi primo está igualmente petrificado en el pasillo.

—Ups —dice Fred cuando me ve—, solo veníamos a ver qué pasaba.

—No quieres escuchar lo que estaba diciendo —dice Ron. Al parecer habían venido a molestar a mis amigos. Probablemente a Harry.

—Mejor los sacamos de aquí —dice Harry y entre todos corremos a los tres y los dejamos tirados en el pasillo.

El resto del viaje, que no es mucho, pasa de manera placentera, pero finalmente llegamos a King's Cross, abrazo a mis amigos y bajo con mi baúl al andén, esperando ver a mi madre. Y allí la veo, alta, de cabello rubio con mechones negros intercalados, mirando con seriedad uno de los vagones. Isabella y Violetta ya están con ella, con sus insignias de prefectas, y me miran con desconfianza. Abby y Debby, que son de Hufflepuff, se ven muy tristes.

—Hola, mamá —digo y ella deja de mirar al tren y se vuelve a mí rápidamente. Hay unos segundos de silencio y luego ella me abraza y me doy cuenta de cuánto la extrañé. Yo también la abrazo y luego me suelta y pone una mano en mi hombro.

—Vamos allí —dice y señala con la cabeza un rincón detrás de una columna. La sigo y una vez allí mira alrededor y me dice—: Lamento mucho lo que pasó con Cedric.

—Lo sé... Gracias.

—Yo sé que seguramente quieres ir con tus amigos en el verano, pero este verano no será como los otros. Para nadie. Ahora es muy importante...

Su vista se pierde en algo y nos quedamos en silencio.

—Ma... Me enteré de algunas cosas en el castillo. De ti y... mi padre... em... lo que hiciste. O por qué lo hiciste. No entendía nada antes.

—¿Estás enojada conmigo?

—No. Ahora que lo sé... no.

—Sé que no fui la mejor. Tuve momentos muy egoístas y tuve mucho miedo al criarte. Pero no podemos hablar de estas cosas acá, no es seguro.

—¿Crees que podemos hablar en casa? Me di cuenta de que la verdad no duele tanto. Ya no sé qué más me puede doler, en realidad.

—No. No estarás con nosotros. Severus, ven.

Como si saliera de una sombra, mi papá aparece junto a nosotras y pone una mano en mi hombro. Creo que nunca los había visto juntos antes. Se miran unos segundos y parecen hablar con los ojos.

—Vendrás conmigo —me dice él finalmente—. Vamos.

—Pero... ¿qué?

—Estarás bien —dice mi mamá.

—¡Lessy! —oigo que llama Joseph, al que tampoco veo desde el mundial de Quidditch—. Lessy, linda, no encuentro a Maddy. Pero aquí está tu cuñado diciendo que ella le hizo algo a Draco y que tuvieron que despetrificarlo y no se ve muy contento... Jaja, bueno, podemos tomarnos esto con calma, Lucius, no es necesario...

Mi mamá se da vuelta para contestarle y entonces la mano de mi padre en mi hombro me lleva hasta un lugar más lejano.

—¿Cuál es tu baúl? —me pregunta casi sin mover los labios.

—Ese.

Con un movimiento de varita lo hace esfumarse en el aire. Mis hermanas, que estaban alrededor de mi baúl, se miran extrañadas. Luego saca de un bolsillo de su túnica un libro y parece que se pondrá a leer, pero me dice por lo bajo que lo tome con fuerza. Lo tomo y cuando se empieza a mover, noto que es un traslador. Antes de sentir el anzuelo en el ombligo, veo cómo los ojos de tío Lucius se clavan en mí y me ven desaparecer con mi papá en el aire. Me agarro con fuerza al libro y aterrizo en un callejón oscuro. Miro alrededor y mi padre sigue conmigo.

—¿A dónde...?

Por un momento tengo miedo de que esté del bando malo, que me quiera entregar... que termine como...

—Ven y no hables.

Caminamos por el callejón, evitando objetos que hay en el piso, y veo del otro lado una calle poco iluminada. Como salimos tarde desde Hogwarts, ya casi es de noche aquí. Salimos a la calle oscura y caminamos dos cuadras cerca de las casas, lejos de las luces de los postes, y veo que este es claramente un barrio muggle. ¿Qué hacemos aquí? Aunque no es como el barrio de Hermione. Las casas parecen más pequeñas, más viejas y más pobres. Las luces no son tan fuertes.

Luego de cruzar unas calles, leo que llegamos a la Calle de la Hilandera. Del otro lado de la calle hay un edificio grande con las ventanas rotas y chimeneas de las que no sale humo. De este lado, las casas tienen tablones en las ventanas. Tengo miedo, pero él sigue marchando firme, hasta que se detiene delante de una casa que se ve un poco mejor que las otras. Saca la varita y conjura en silencio un hechizo y veo que las luces de las habitaciones se prenden. Estamos en el número 22. La puerta se abre sola y, por primera vez desde que nos fuimos de King's Cross, él se voltea a mirarme.

—Adelante.

Paso mientras busco mi varita en mi bolsillo. Él pasa y la puerta se cierra detrás.

—No temas. Puedes tomar asiento.

El diminuto vestíbulo conduce a una igualmente diminuta sala de estar. El fuego del hogar se prende cuando me acerco y mi papá me señala un sillón, pero me quedo de pie. Él suspira y se sienta en un sillón enfrentado.

—No tienes que temer aquí dentro. Esta es mi casa. También la tuya —dice y mira de reojo a mi baúl, que parece estar esperándome.

—¿No... no pasa nada más ahora? ¿No hay nadie más aquí?

—No, puedes dejar la varita. Te dije que confiaras en mí.

—Hay cosas que no se pueden cumplir como órdenes. Todo es muy raro.

—La casa tiene un hechizo de aislamiento. La gente afuera no puede ver la luz ni escuchar lo que digamos. La casa para ellos no es muy distinta de las otras.

—Es un barrio muggle, ¿no?

—Sí.

—¿Por qué vives en un barrio muggle?

—Crecí aquí. Mi madre... No importa ahora. Lo importante es que esta es mi casa y nadie te buscará en un barrio así.

—¿Alguien me busca entonces?

—Creo que ahora sí puedes tomar asiento.

Miro el sillón y hago caso.

—Es evidente que el Señor de las Tinieblas ha regresado. Por supuesto que los imbéciles del Ministerio ahora creen que Potter delira, aunque no los culpo, siendo sincero, si lo han visto hablar... Y a Crouch le dieron el Beso del Dementor antes de que pudiera declarar, porque Fudge estaba asustado. Pero tú y yo sabemos que regresó, y no tardará en volver a reclutar a quienes podrían estar de su lado y hay una gran posibilidad de que vuelva a su plan con la climagia.

Siento un vuelco en el corazón.

—Ay, no... Pero igual... Nadie...

—Hablé con Dumbledore sobre lo que pasó en tu segundo año, en la Cámara Secreta. No estamos seguros de cómo funcionaba el recuerdo del Señor Tenebroso que vivía en el diario, si tiene alguna comunicación con él y conoce lo que pasó.

—Es verdad... ese recuerdo supo que yo era clímaga... y fue quien me dijo...

—Exacto. Sabe de nuestro parentesco. No sabemos si nuestro temor se corresponde con la realidad, pero queremos ser precavidos. Ya viste cómo Lucius Malfoy te miró cuando desaparecimos.

—¿Tú también viste eso?

—Tu madre debe estar encargándose de él ahora, lo cierto es que pensamos que tal vez quería usarte para ganar puntos con su señor, porque no ha quedado muy bien parado luego de su juicio donde juró que actuaba bajo influencia... Pero eso no importa ahora. Estás segura aquí dentro. Y estarás segura en Hogwarts. No te puedo explicar todo lo que haré ni lo que vaya a pasar, y hay cosas que escapan a lo que puedo prever. Solo repito que debes confiar en mí.

—Está bien. Confío en ti, papá.

Él me mira unos segundos y asiente. Luego se levanta del sillón y al pasar por mi lado crea una ventisca helada con su túnica, y luego se va por unas escaleras angostas al piso de arriba. Miro la sala de estar vacía y luego miro el fuego. Debe haber polvos Flu aquí, con un poco de estos podría irme a la Madriguera en dos segundos.

Pero no, dije que confiaría en él. Lo voy a hacer. Me alejo del fuego y voy a mi baúl. Lo abro y veo el retrato de Cedric, la foto del baile de Navidad con George, mis tinteros, mis túnicas... y el diario rojo y dorado. Parece que voy a estar sola mucho tiempo este verano. Tomo una pluma, me siento nuevamente en el sillón y comienzo a escribir.

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