4: Ottery St. Catchpole
Capítulo cuatro
Ottery St. Catchpole
En la casa Granger, todos estamos levantados desde las cinco de la mañana para preparar los bolsos. No queremos retrasar a los Weasley de ninguna manera, ya que son tan amables como para venir a buscarnos a Londres. Me pregunto cómo vendrán; no tienen más el coche volador y tampoco pueden venir en escobas. Lo único que falta es que vengan a buscarnos con Charlie y sus dragones.
Cuando terminamos de empacar, nos sentamos a desayunar en la sala para estar atentos al timbre. Crookshanks ya está guardado en su canasta y Barbas, sobre mi falda. Cuando estoy tomando el jugo de naranja, un golpe en la chimenea me hace saltar y tengo que hacer malabares para no tirar el vaso. Barbas se lanza al suelo y se esconde debajo de la mesa.
—¿Qué fue eso? —pregunta la señora Granger—. ¿Hay algo en la chimenea?
—Es extraño —dice el señor Granger—. Puede haberse metido un animal y haber hecho un nido, hace mucho que no la usamos. No le hace bien al piano que esté encendida mucho tiempo. Y estamos en la mitad del verano...
Debajo de la campana surgen unas llamas altas y verdes. Un pelirrojo conocido surge de entre ellas y aterriza en el suelo.
—¡Hermione! ¡Leyla! —exclama Ron y corre a saludarnos. Apenas tiene un poco de ceniza en el cabello.
Los señores Granger se miran y se ponen de pie para recibirlo.
—Buenos días, Ronald —dice la señora Granger—. Un placer.
—Buenos días, señores Granger.
—¡Ron! Podrías habernos dicho que vendrías por polvos Flu —dice Hermione.
—Y nosotros esperando como tontos cerca de la puerta... Realmente el mundo muggle me afectó, una comienza a esperar otras cosas —me río—. ¿Pero cómo hicieron para aparecer por esta chimenea? Pensé que no se podía en casas muggles.
Ron sonríe y no contesta. Supongo que es una de las cosas que el señor Weasley hace sin tener exactamente el permiso adecuado, como cuando encantó el auto para que volara. Espero que nadie se entere en el Ministerio...
Ya parezco Hermione.
Las llamas verdes regresan y esta vez aparece Fred, y donde está uno, debe estar el otro. A los dos segundos aparece George, efectivamente, y también el señor Weasley. Se sacuden la ceniza y el señor Weasley limpia el suelo con un movimiento de la varita. La señora Granger observa todo con compostura e interés. Seguramente ya ha comenzado a lamentar no tener ella una varita. En lugar de eso, suele usar algo llamado aspiradora. Es más cómodo que una escoba de barrer y usa eclecticidad para chupar el polvo. Funciona más o menos como un elefante que al inhalar por la trompa se lleva toda la suciedad al interior. Supongo que el señor Weasley y la señora Granger intercambiarían los métodos de limpieza con mucho gusto.
Los padres de Hermione están mudos y expectantes delante del señor Weasley, que está mirando las luces del techo con asombro y luego vuelve en sí y se presenta, aunque creo que ya se conocían.
—Hola —nos dicen Fred y George.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —digo con las manos en la cintura. Compruebo que han crecido un tanto en este último tiempo. Y Ron, diablos, nos lleva más de media cabeza.
—Nada especial, solamente estamos ejecutando un plan maestro —dice George, encogiéndose de hombros.
—¿De qué hablan? —digo con una ceja alzada.
—Sabemos que irás al Mundial.
—Pero te obligaron a ir con otra gente.
—Pobrecita.
—Así que decidimos que lo mejor es que tengas una escolta doble.
—Para que no puedan llevarte a otra casa que al parecer queda cerca de la nuestra, pero está habitada por gente superior a nosotros.
—¡No se metan! —les digo.
—Especialmente por un muchacho...
—Muy hermoso...
—Y atlético...
—Basta. Si siguen, les pegaré una patada, y yo decido dónde.
Ambos se callan, se paran derechos y hacen un saludo educado.
—Así me gusta más —digo—. Sepan que puedo ir con quien yo quiera a donde quiera por cuanto tiempo quiera.
—Está perfecto. El problema es que tú no quieres ir con el carilindo.
—La amenaza sigue firme, George.
Fred le da un codazo y señala nuestros baúles. El señor Weasley vuelve a poner los polvos Flu en la chimenea.
—Yo iré primero para asegurarme de hacer lugar para los baúles —dice—. Y llamaré a Molly para que baje a ayudarnos. Pórtense bien —dice, mirando especialmente a los gemelos—. ¡A la Madriguera!
El señor Weasley desaparece en las llamas.
—¡A la Madriguera! —lo imita Fred cargando el baúl de Hermione.
Hermione saluda a sus padres y lo sigue con la canasta de Crookshanks en los brazos, repitiendo las mismas palabras frente al fuego. Luego va Ron. Al final quedamos los señores Granger, George y yo. Él me mira divertido y carga mi baúl a la chimenea.
—Te diría que las damas van primero, pero nadie sabe cuánto puede moverse el baúl, no quisiera que te golpeara en el camino.
—Eres todo un caballero —digo con los ojos en blanco.
—¡A la Madriguera!
George desaparece con mi baúl en las llamas verdes y yo me quedo negando con la cabeza. Si tardo mucho en llegar a la casa, él tendrá completo control sobre mi baúl. No creo que se entrometa en mis cosas voluntariamente (el año pasado no sabía que era mi baúl cuando lo revisó en el Caldero Chorreante), pero de todos modos no quiero que esté demasiado cerca de las cartas de Cedric.
Me doy media vuelta y miro a los señores Granger.
—Muchísimas gracias por ofrecerme este lugar —les digo—. Me encantó quedarme con ustedes.
Barbas se arrastra hacia mí y la tomo en mis manos.
—Fue un placer —dice la señora Granger y su esposo asiente. Parecen contentos de que Barbas se haya portado bien, incluso mejor que yo.
—Au revoir! —digo y la señora Granger se ríe.
—Au revoir, Leïla!
Tomo un puñado de polvos Flu y guardo la bolsa con el resto en mi bolsillo.
—¡A la Madriguera!
...
Apenas nos ve, la señora Weasley insiste en que debemos desayunar otra vez y pide disculpas porque su familia haya interrumpido la comida en casa de los Granger.
—No es problema —dice Hermione—, gracias por buscarnos.
—Leyla, te llevaremos a la casa de los Diggory pronto, no te preocupes. Pero primero la comida...
Ahora parece que todo el mundo se ha metido en mi vida amorosa. Miro a Hermione de reojo.
—No sabía que todo el mundo leería la carta —me dice, pidiendo disculpas con la mirada—. Y yo tampoco escribí tanto, dije que irías a la casa de otra familia que está cerca. No soy tan indiscreta.
—Sí, podrían haber sido los Lovegood —dice la señora Weasley—, Ginny es amiga de la niña, Luna. Pero mis muchachos supusieron que irías a la casa de los Diggory, y por eso lo dije, pero tal vez hablé sin saber, disculpa.
—No, está bien, adivinaron. Son unos cerebritos aunque no lo quieran admitir.
—Bah, no me hables de cerebritos; ya llegaron sus MHB y no estoy para nada contenta. Y ahora se la pasan en su habitación haciendo no sé qué cuando podrían estar estudiando. Ayer explotó algo en su habitación y aún no he podido averiguar qué. Percy estaba tan molesto, le impedían concentrarse, pobre. Oh, no sé si sabes, ¡Percy está trabajando en el Ministerio!
—Sí, Ron lo mencionó en su carta —dice Hermione.
—Es una alegría inmensa, ya ha conseguido un puesto como asistente del señor Crouch, un hombre muy respetable y de un puesto muy alto, y ahora se ha llenado de trabajo por todo el revuelo de los preparativos del Mundial de Quidditch y, bueno, otras cosas más. Mientras, estos dos no hacen nada productivo y solamente pierden su tiempo haciendo volar cosas en el cuarto de arriba.
—Quizás Hermione pueda ayudarlos con la productividad; en este tiempo que estuve con ella, logró que hiciera toda mi tarea, y solamente necesitó una agenda, un horario y muchos, muchos, muchos recordatorios.
La señora Weasley sonríe y parece que realmente considera la opción de poner a Hermione como institutriz de los gemelos, pero Hermione no parece tan convencida.
—Puedo regalarles una agenda para el cumpleaños y personalizarla —dice—. ¿Cuándo cumplen?
—El primero de abril —respondo de inmediato y luego quiero morderme la lengua.
—Efectivamente —dice la señora Weasley—. Creo que por eso salieron tan bromistas; su padre siempre hacía bromas muggles el primero de abril y parece que les quedó la costumbre de por vida. Ya le decía yo a Arthur que se guardara eso para sus compañeros del Ministerio y que no metiera cosas raras en casa, pero no me hizo caso, como de costumbre. Si tan solo los hombres escucharan un poco más...
A las doce en punto, mientras la señora Weasley prepara el almuerzo, alguien toca a la puerta. Busco mi baúl y agarro a Barbas antes de que pueda escurrirse, pero los gemelos llegan a la puerta antes que yo, y eso que estaban en el piso de arriba.
—Hola, Diggory —dicen los dos en el umbral.
—Hola, buen día. Disculpen la interrupción, vine a buscar a Leyla, ¿ya está aquí?
—¡Aquí estoy! —exclamo antes de que puedan responder algo diabólicamente inapropiado. Cedric estira el cuello y me sonríe por encima de la cabeza de Fred. Empujo a los gemelos a los lados y, dejando a Barbas en mi hombro, le doy las manos a Cedric—. Podemos irnos ya —le digo.
—Muchachos —los llama el señor Weasley sin comprender la situación—, tenemos que ir ya a buscar a Harry, ya casi es la hora.
—¿No podemos comer primero? —se queja Ron desde la puerta de la cocina. Detrás de él aparece la señora Weasley con cara de súplica.
—Disculpen la interrupción —dice Cedric alzando la voz y soltando mis manos—, ¿quieren que colabore con algo?
Fred y George ponen los ojos en blanco, pero la señora Weasley sonríe ampliamente y lo hace pasar a la casa.
—Qué modales —le digo, sentándome en mi baúl—. Sin ironía.
—Entonces tú debes ser Cedric, ¿no, cariño? —dice la señora Weasley, tomándolo de la muñeca—. Ven, pasa, claro que puedes ayudar en la cocina...
Parece que Cedric estuviera conociendo a mi familia en lugar de la familia de sus compañeros de clase. En la cocina veo que la señora Weasley ya le ha puesto un delantal y le ha dado una cuchilla.
—Te ayudo —le digo y me paro al lado de él. La señora Weasley me da otro delantal y me pongo a separar los vegetales en el lavabo y a acomodarlos por tamaño para que Cedric los corte.
—Deberían aprender de los enamorados —dice la señora Weasley entre dientes a sus gemelos mientras encanta las ollas para que se revuelvan cada una a velocidad distinta.
—Pfffff —dice alguno de los gemelos a nuestras espaldas.
—Dime, Cedric, ¿es verdad que eres capitán del equipo de Quidditch?—pregunta la señora Weasley.
—Sí, señora —responde Cedric sin dejar de trabajar—. Soy buscador de Hufflepuff.
—Qué bien. Charlie, el segundo de mis hijos, también fue capitán. Un orgullo.
—Y también es Prefecto —digo con una sonrisa y pisándole el pie a Cedric.
—Seguramente el año que viene te harán Delegado, cariño. Percy fue ambas cosas. Todavía me emociona recordar el día que recibió su insignia en Quinto. Ahora trabaja para Barty Crouch en el Ministerio. Pero mi marido sabe más sobre eso. ¡Y tú eres capitán y Prefecto! Dime, seguramente te fue excelentemente en las MHB, debes haber tenido más de ocho...
—No otra vez, mamá —se quejan Fred y George.
La comida se termina de hacer antes de lo que pensábamos y la señora Weasley no puede tomar más a mi novio como ejemplo para inspirar a sus hijos. Cedric insiste en que no sería justo quedarnos a comer y que ya hemos molestado suficiente, pero la señora Weasley insiste igualmente en lo contrario, y ella es la dueña de casa, así que ella gana. Nos sentamos a comer a la superpoblada mesa de la cocina. Cedric está a mi derecha y a mi izquierda está Percy, vestido formalmente (seguro partirá pronto al Ministerio,) y a la derecha de Cedric está Ginny, que está un poco sonrojada. Absolutamente todos los Weasley (excepto Charlie y Bill, que parece que llegarán mañana) y Hermione están sentados a la mesa, y aunque comen normalmente y conversan un poco con el de al lado como siempre, siento que todos nos lanzan miradas furtivas a Cedric y a mí.
Al final del almuerzo, Cedric y yo devolvemos los delantales y busco a Barbas por la sala de estar y la meto en mi baúl.
—Es una lástima que tengas que irte tan pronto —dice Fred—. Teníamos algo para mostrarte.
—Saben que me pueden mostrar en Hogwarts. O incluso si nos vemos en el Mundial...
—"Si nos vemos en el Mundial" —se ríe George—. ¿Olvidaste que somos tus guardaespaldas?
—Sí, no olviden llevar los bates —digo—. En fin, nos vemos.
El señor Weasley nos ofrece utilizar los polvos Flu antes de que ellos vayan a buscar a Harry a la casa de sus tíos. Nos ponemos todos en fila con un puñado de polvos Flu en la mano.
—Mándenle saludos a Harry de mi parte —les digo.
—Claro —dice Ron.
—Iré primero con tu baúl —dice Cedric, cargándolo a un lado—. ¡Frogdays Road!
Cuando lanza el polvo, las llamas crecen y se tornan verdes. Cedric desaparece al entrar al fuego. Lanzo mis polvos y me preparo para entrar.
—¡Frogdays Road!
...
Salto y caigo en la alfombra de la sala de estar de la casa de Cedric. La mayoría de los muebles son de madera y las paredes son bordó. Cedric me da la mano para enderezarme y, cuando veo que no hay nadie más aquí, lo abrazo y le doy un beso.
—¿Por qué no viniste a buscarme con polvos Flu directamente? —le pregunto—. Te hubieses ahorrado todo el camino desde tu casa al sol del mediodía. Y la comida incómoda que vino luego. Sé que soy tu princesa, pero no hace falta que hagas tareas de caballero medieval.
—No me molesta caminar, y no puedo entrar a la casa de alguien por primera vez por la chimenea. No es muy agradable que digamos.
—Me imagino que no. Supongo que hay que darles la posibilidad de que no te abran la puerta, al menos una vez.
—Exactamente.
—Etiqueta Hufflepuff.
—¿Los Gryffindor no acostumbran a hacer eso?
—No sé; los Weasley pasaron a buscarnos a Hermione y a mí a su casa directamente por la chimenea. Y creo que nunca antes habían ido. Y los Granger son muggles.
—Supongo que tuviste un curso intensivo del mundo muggle, ahora tienes que enseñarme. ¿Usaste electricidad?
Ah, con que esa era la palabra.
—Los padres de Hermione no están locos, jamás me dejarían hacer andar algo enchufado. Solamente el teléfono. Ni siquiera quise probar prender el televisor. Claro que tampoco hubiésemos tenido tiempo para ver nada, tenía el horario lleno y bastantes deberes para hacer. Pero eso significa que ahora tenemos tiempo para estar juntos.
—Esa es mi chica —me sonríe—. Eres impresionante, a mí todavía me queda un ensayo por escribir. Luego podremos ir a volar un rato. No te preocupes, tenemos dos escobas —dice, viendo que todo mi equipaje se reduce a un baúl.
—¿Tus padres no están?
—Mi padre está en el Ministerio; el Mundial lo mantiene muy ocupado. Y parece que además están buscando a un empleado que hace más de dos semanas que no aparece. Mi madre está arriba ordenando ropa. Siempre donamos antes de que empiecen las clases.
—Adivino, ¿tu mamá también es Hufflepuff?
Cedric sonríe y asiente.
—Mi padre dice que me parezco más a ella —dice encogiéndose de hombros.
—¿No me haces un recorrido por la casa?
Luego de ver la cocina, los baños de abajo y un rincón del jardín, vamos al primer piso y Cedric sube mi baúl por la escalera caracol, lo cual no se ve para nada fácil.
—Cuando cumpla diecisiete extrañaré estas acciones muggles —se ríe.
—Gracias por subirlo, pero yo podía, no pesa tanto. No tengo tantas cosas.
—Apuesto a que tienes al menos la mitad llena de ingredientes y libros de pociones.
—¿Esta cara de inocencia es convincente?
—No. Pero es hermosa.
Llegamos al rellano del primer piso y hacemos un tour rápido; se nota que no quiere sonar egocéntrico hablando tanto de sí mismo. Parece que los Hufflepuff no acostumbran a hacer cosas así. Ahora, pídele a un Slytherin que te muestre su casa y te convencerá de que es un palacio. (Aunque la mayoría de ellos sí viva en semipalacios.)
—Esta es la habitación que preparé para ti —dice, abriendo la puerta de un cuarto rosado—. Mi prima suele dormir aquí cuando viene. Encontré un escudo de Gryffindor cuando ordenábamos el altillo y pensé que te gustaría tenerlo aquí —dice señalando la mesa de noche—. Y si te gusta, puedes quedártelo, me imagino que en tu casa no tienes muchos símbolos de Gryffindor.
—Oh, muchas gracias. Y no, todo es Ravenclaw. Hasta los baños tienen águilas por todas partes. Aunque eso puede ser por influencia de mi abuela en la decoración. A los alemanes les gusta poner águilas por todas partes.
—¿Sigues compartiendo cuarto con Selene?
—Teóricamente, sí, pero hace años que tiene el cuarto para ella sola casi todo el tiempo. Apenas paso por mi casa. Seguramente ya la pintó completamente de azul y usa mi cama para invitados especiales. ¿Esta es tu habitación?
Está separada de la mía por un baño, y adentro no es muy diferente a la mía. Tiene un escritorio debajo de la ventana, una cama con cobertor amarillo, pósters de Quidditch y una biblioteca con libros, fotos y trofeos.
—Uuuh, permiso —digo emocionada. El suelo está cubierto con una alfombra que amortigua los pasos. Esto en invierno debe ser fenomenal—. Vaya, medalla al compañero, 1993-1994.
—Sí —dice, pasando una mano por su cabello y sonriendo—. ¿Quién la ganó en Gryffindor? ¿Harry Potter?
—No tenemos nada de eso en nuestra casa. Pero creo que los profesores nos dan puntos extra si hacemos tonterías valientes. Dumbledore siempre nos regala puntos a fin de año por meternos en problemas.
—¿A ti también te pidieron una túnica de gala en la lista de materiales?
—¡Sí! Pensé que era solo para Cuarto.
—Pues no. Es la primera vez que lo veo. Yo creí que tal vez fuera para Prefectos, pero no tenía sentido, a menos que fuera parauna visita formal del Ministro o algo por el estilo. Y hace poco me pareció oír a mi padre hablar sobre un evento en Hogwarts. Parece que eso también lo tiene bastante ocupado.
—Nada de eventos, déjennos en paz un año. ¿Ya tienes la túnica?
Él abre su ropero y pone sobre la cama varias túnicas de Quidditch amarillas y negras, con DIGGORY, 7 escrito en su espalda. Son cuatro, una para cada año en el que jugó. Las de este año las encargarán a Madam Malkin cuando estemos más cerca de la temporada y todos los jugadores hayan sido elegidos.
—Tendremos cambio de capitán este año —le digo—. Wood terminó Séptimo. No me sorprendería que se casara con Karen el año que viene.
Veo que Cedric me mira de reojo y luego sigue buscando en el ropero.
—A mí todavía no me llegó la insignia de capitán. No sé si lo consideraron mejor y eligieron a otro...
—Cedric, por favor, eres excelente capitán. Deben estar retrasados. Si no, ¿a quién elegirían?
—Si tú lo dices... Ah, aquí está.
Saca una túnica negra que se ve tan elegante como la mía y tiene hasta un moño negro para poner sobre la camisa de abajo.
—Guau —digo—. No puedo esperar al día en que tengas que usarla.
—Quizás hayan agregado clases de baile —dice Cedric— y tengamos una exposición a final de año. ¿Te parece una hipótesis aceptable?
—Clases de baile... —Doy dos pasos y me paro delante de él—. Sería un espectáculo muy lamentable.
Nos damos las manos y tratamos de bailar en pareja, pero la habitación es pequeña, el ropero sigue abierto y yo no soy ninguna bailarina. Al final, antes de darnos por vencidos, Cedric me hace dar una vuelta.
Al girar, vuelvo a mirar sus fotos y se ve tan hermoso en todas ellas, pero luego lo miro a él y compruebo que la versión original es mil veces mejor. Me pongo en puntas de pie y nos besamos una vez más mientras le revuelvo el cabello, como figura final del pobre baile que improvisamos.
Luego hay un ruido en la puerta y nos separamos. Cedric carraspea.
—Leyla, te presento a mi madre —me dice—. Mamá, ella es Leyla.
....
Chan chan chaaaaan... ;)
Espero que les haya gustado y que no haya dedazos muy ofensivos en el texto. Estoy bastante enferma. Pero no se preocupen, sigo escribiendo.
Les deseo un buen fin de semana.¡Hasta el próximo viernes!
BMW.
(no tengo la fotito hoy...)
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