38: Cumpleaños
MARATÓN de capítulos hasta el final
Durante las primeras horas desde la publicación voy a estar por acá leyendo los comentarios, ¡así que comenten todo lo que quieran!
----
Capítulo treinta y ocho
Cumpleaños
Estoy muy callada estos días, tratando de procesar todo lo que sé. A pesar de toda la información que recibí, Dumbledore me dejó bastante tranquila. Si él confía en que yo no soy una mala persona por mi familia, creo que puede tener razón. Quisiera poder vivir en paz con estas cosas.
El día que fui al despacho de Dumbledore a probar las varitas nuevas, me volvieron un poco los ánimos, ya que es una experiencia que no tuve en Primer año como la mayoría de la gente. No fui nunca a la tienda de Ollivander como el resto de mis hermanos y mis compañeros, no compré mis primeros materiales en el Callejón Diagon... En casa, mis hermanas y mi hermano iban con mi madre y nunca me invitaban, mientras que mi padre (bueno, el padre de ellos, al menos) seguía con sus criaturas mágicas como si no hubiera otra cosa en la vida, y cuando pasé el verano anterior a entrar a Hogwarts en la mansión Malfoy, tía Cissy me dio la varita después de haber hecho lío en la biblioteca de ellos y haberla encontrado, y me quedé dormida el día que fueron a comprar las cosas para Draco y para mí.
Así que después de tantos años poder probar las varitas y encontrar una que me eligiera fue muy hermoso y me hizo sentir que no importa tanto cuándo te sucedan las cosas. ¿Y qué si probé las varitas una semana antes de cumplir quince años, en vez de a los once? ¿Y qué si recién a los doce supe quién era mi padre? Las cosas no son una carrera, creo que si lo pienso así podré vivir más tranquila. Harry no supo nada de sus padres hasta que Hagrid le contó la verdad cuando cumplió once años, y Hermione no sabía que era bruja ni nada del mundo mágico sino hasta que le llegó la carta de Hogwarts. No siempre las cosas pueden salir perfectas.
—Madera de sauce —recuerdo que dijo Dumbledore al alcanzarme la tercera varita, una marrón de tamaño mediano—, núcleo de cabello de ardilla de fuego de la Selva Negra... Veintiséis centímetros, flexible.
Las otras dos varitas, de cerezo y de caoba, iban muy bien, pero esta... la sentí en la mano como si la hubiesen tallado para que yo la sostuviera. Dumbledore señaló un libro sobre su escritorio y lo hice levitar con gran facilidad, y cuando lo devolví a su lugar, de la punta de la varita salieron unas chispas violetas divertidas y me reí por primera vez en lo que se sentía que habían sido varias semanas.
—Vaya, es muy buena —dije con una sonrisa.
—Creo que es la tuya. ¿A menos que quieras probar más? Hice una selección intuitiva con Ollivander, tenía ideas de cuáles podían ir mejor contigo, eran unas cinco apenas...
—No, esta va perfecta. Muchas gracias, profesor Dumbledore. Pero... ¿de verdad no debo pagarla?
—La semana que viene es tu cumpleaños y Severus quiso obsequiártela.
—¿De verdad? —le pregunté con sorpresa.
—Me lo dijo ayer. Quise que viniera a la prueba de las varitas pero pensó que quizá te ponías más nerviosa si estaba él.
Bueno, eso sin dudas.
—La última vez que hablé con él fue cuando me contó todo esto sobre mi madre y sobre mí... —le dije—. Eso fue todo. Se siente raro todavía.
—A mí me parece que esto puede ser un gesto de que está listo para volver a la normalidad contigo cuando quieras.
Suspiré al guardar la varita en la túnica.
—Muchas gracias, profesor.
—Y sabemos que oficialmente no deberían recibir ayuda los campeones, pero el señor Potter no despreciará el apoyo hasta el último momento. En cuanto al señor Diggory, que tengo entendido que es una persona muy especial para ti, estará muy bien.
Me despedí de Dumbledore. Sentir esta varita nueva en mi bolsillo me dio una sensación de control que no sentía hace mucho, que siguió fuerte estos días. Ahora solamente espero que la madera de sauce no sea del Sauce Boxeador.
...
No volví a hablar con papá, pero él sabe que me enteré de estas cosas de los juicios y me dio sin decirme nada, en una parte desierta del castillo, un frasco del mismo líquido que me había dado Dumbledore el día de la reunión con Harry, junto con una nota que aclaraba que podía tomar un trago a la noche si no podía dormir. Por suerte así logro dormir bien, y los exámenes nos tienen tan ocupados que casi no puedo preocuparme por cómo actuar cerca de Neville. Entre eso y las prácticas con Harry, ya llegamos como volando al último examen, el día de mi cumpleaños. A la mañana estamos todos concentrados en aprobar Transformaciones, y aunque no me acostumbré del todo a mi varita nueva, los resultados son muy buenos y McGonagall parece sorprendida.
Después del almuerzo tenemos la tarde libre y Cedric viene corriendo a saludarme.
—¡Feliz cumpleaños, linda!
—Gracias, Cedric —le digo con un abrazo, y Harry, Hermione y Ron, que están desayunando conmigo, lo saludan distraídos.
—¿Qué podemos hacer hoy? —pregunta Cedric con entusiasmo—. Yo también terminé mi último examen.
—¿Pero los campeones no están exentos de los exámenes finales? —pregunta Ron y mira a Harry para recibir apoyo, y él asiente en contestación mientras toma su jugo de calabaza.
—Sí —admite Cedric—, pero ya que de todas formas tengo que estar en el aula en esos períodos, preferí también dar los exámenes en vez de mirar el techo. Supongo que para Harry no sería mucho problema en Cuarto año, pero en Sexto no puedes simplemente no rendir tus exámenes, luego tendría que hacerlos por correo en el verano o hacerlos en la primera semana del ciclo próximo y la verdad preferiría estar sin cosas pendientes...
Hermione lo escucha con atención y parece que le salen corazoncitos de los ojos.
—Tú ya tienes un campeón —le digo a ella por lo bajo y luego me vuelvo hacia Cedric—. ¿Entonces quieres hacer algo? No quiero que te distraigas mucho con esto, mañana tienes la Tercera Prueba.
—Ven, vamos a dar un paseo.
Me da la mano y salimos a caminar por los terrenos del castillo, que ya están verdes y florecidos. Le muestro mi nueva varita y las cosas que puedo hacer con facilidad y que antes no podía.
—Qué bueno esto. ¿Pero qué pasó con tu varita vieja?
—Bueno, verás... te sorprenderías de ver lo torpe que soy a veces. Se... se me quemó en la clase de Pociones y tuve que buscar una nueva con urgencia.
—¿Y fuiste al Callejón Diagon desde aquí?
—No, mi papá me consiguió esta que me va perfecta.
—Oh. Bueno, qué bien, qué suerte. Hablando de tu papá, espero que me haya aprobado su materia —se ríe—, nunca parece muy contento conmigo. No sé si alguna vez me perdonará que sea tu novio otra vez.
—Creo que la balanza podría estar a mi favor a esta altura, pero ni pienses en eso.
—Tampoco quiero pensar en el Torneo, si te soy sincero —dice con una risa nerviosa—. Creo que di los exámenes por eso, para estar ocupado.
—¿Tienes miedo de que te vaya mal mañana?
—No... Bueno, no sé.
—Has llegado tan lejos. Y eres tan bueno.
Nos miramos y veo que el sol está brillando justo detrás de su cabeza, y su cabello cobrizo reluce con los rayos que asoman a los costados, como un aura dorada... Ay, ya no sé qué pienso, solo siento mucho calor en las mejillas y sonrío. Nos damos un beso, un beso de esos que están compuestos de muchos besos pequeños, y él me alza en sus brazos y nos reímos.
—¡Hijo! —dice una voz a la distancia.
Volteamos a mirar y vemos a Amos y Glenda Diggory acercándose a nosotros, al parecer recién separados de un grupo de gente que se dirige al castillo. Cedric me devuelve al suelo y nos acomodamos la ropa.
—Papá, mamá, qué bueno verlos —dice él con una sonrisa y su tono siempre tan amoroso—. ¿Qué hacen aquí?
—Es una sorpresa —se ríe la señora Diggory—. Las familias de los campeones estamos invitadas a ver la Tercera Prueba.
La cara de Cedric pierde un poco su entusiasmo.
—Qué genial, me encanta —dice con una sonrisa poco convincente.
—Así que estaremos en primera fila —dice el señor Diggory con entusiasmo.
—Es un gusto verlos de vuelta —les digo.
—¿Cómo se llamaba? —le pregunta el señor Diggory a su esposa.
—Leyla —dice ella por lo bajo.
—¡Ah! La misma que vino a casa. ¿no? Pero, hijo, ¿no probaste nada con la campeona francesa? —dice con tono aparentemente divertido y siento que el corazón se me estruja en el pecho—. Dicen que es en parte veela, ¡qué tal eso!
—Papá...
—Bueno, solo bromeaba, no vivan con tanto estrés. ¡Pero no lo distraigas de la meta, jovencita! ¡Ja ja!
Entrecierro los ojos y comienza a llover en los terrenos exactamente a partir del centímetro donde están los padres de Cedric, mientras que él y yo permanecemos en la zona seca. Los tres miran con curiosidad la nube que llueve de manera tan peculiar, y antes de que Amos diga nada, su esposa dice como si con el agua hubiese llovido también un recordatorio:
—Cielo, Dumbledore ya nos debe estar esperando, aparte no quiero perderme de ver los puntos de Hufflepuff en los relojes de abajo. ¡Hace tanto que no vengo a Hogwarts! —y se lo lleva del brazo—. ¡No se queden mucho tiempo bajo el agua! —se ríe ella mientras se aleja.
—Nosotros sabemos estar mucho tiempo bajo el agua, ¿no? —se ríe Cedric, pero al parecer yo lo miro con cara poco feliz, porque agrega—: Disculpa a mi padre. No sabe lo que dice, y aparte me puso tan nervioso que vaya a estar mañana acá... ¡hasta olvidé decirle que era tu cumpleaños!
Le doy un abrazo.
—No te preocupes.
—¿No es curioso que el agua no nos esté mojando a nosotros? Mira, hasta se formó un círculo...
Me encojo de hombros, y tras un beso en la mejilla dejamos la lluvia atrás y volvemos al castillo, donde encontramos al resto de las personas que venían con los Diggory. Hay un hombre rubio con un inmenso bigote y a su lado una señora de cabellos brillantes espectaculares, que no puede ser otra que la señora Delacour, y en efecto, compruebo que detrás de ella está su hija Gabrielle. Luego hay una pareja de un hombre y una mujer, ambos con cabello negro y lacio, y hablan en una lengua que no reconozco pero debe ser búlgaro, pues no pueden ser otros que los padres de Krum. Su padre tiene las mismas cejas gruesas que Viktor. Y detrás de ellos está... ¿la señora Weasley? ¿Y ese de la coleta y los aritos en la oreja es Bill?
—¡Hola, Leyla! —dice la señora Weasley cuando me reconoce—. ¡Ah, Cedric, qué bello jovencito! Todavía me acuerdo de lo colaborador que fuiste en el verano, si tan solo Fred y George pudieran aprender un poco de ti —se ríe—. Al parecer no todos los hijos pueden ser Prefectos... Ah, él es William, mi hijo mayor.
—Cedric Diggory —se presenta.
—Un gusto. Dime Bill. Hola, Leyla.
—Hola, Bill —lo saludo—. Lindas botas. ¿Pero qué hacen ustedes aquí?
—Vinimos a ver a Harry —dice la señora Weasley con dulzura—. Ya saben, hoy vienen las familias para la prueba de mañana y no queríamos que Harry... en fin, se quedara sin visitas. Por suerte pudimos venir los dos.
—Charlie quería venir —dice Bill—, pero no le dieron permiso para salir del trabajo esta vez. Con lo que le gustó ver a Harry en la primera prueba...
—¿Mamá? —se oyen las voces de Fred y George detrás de nosotros.
—¿Te llamaron por lo que hicimos el otro día en Herbología? —pregunta Fred.
—¿O por el examen de Artes Oscuras de hoy? Moody quería sacarnos del aula —se ríe George.
—Anota sus crímenes, mamá —se ríe Bill—, es la primera vez que confiesan libremente.
—Espero que hayan estado bromeando, por el bien de ambos —dice la señora Weasley con el índice derecho en alto—. Vamos, vamos, den un abrazo a su madre. Vinimos a ver a Harry en la Tercera Prueba, no a reprenderlos a ustedes dos.
Fred y George la abrazan. Luego George me mira y le susurra algo a la señora Weasley, y ella me mira con una gran sonrisa.
—¡Oh, felicidades, querida! ¡Feliz cumpleaños! —dice y me da un abrazo—. ¡Y por qué no a ti también! —y abraza a Cedric.
—Sí, ¿por qué no? —dice George—. ¡Feliz cumpleaños a ti también, Cedric!
—Gracias, señora Weasley —le digo con una sonrisa.
—No sé cuáles serán tus planes para el verano —dice ella, ignorando a George y mirando de reojo a Cedric con una sonrisa—, pero si pasas cerca de nuestra casa, ya sabemos por qué, ja ja, podríamos prepararte un pastel como la otra vez. Las clases terminan la semana que viene, supongo que no te importará esperar tan poquito para celebrar tu cumpleaños con nosotros en casa.
Le sonrío y le aprieto la mano a Cedric. La profesora McGonagall aparece para conducir a las visitas a otro lado y nos envía a Cedric, a los gemelos y a mí al Gran Salón para cenar. Me despido de Cedric, que va a la mesa de Hufflepuff, y me siento entre Fred y George en nuestra mesa. Harry, Ron y Hermione llegan al poco tiempo y le cuento a Harry sobre sus visitas, lo que lo alegra.
—¿Recibiste algún regalo hoy? —pregunta una voz fría detrás de mí, cortando el clima feliz.
—Draco, no me molestes ahora...
—¿Entonces no? —dice divertido.
—No, no recibí nada. Estamos todos muy ocupados, es comprensible, y además suelo cumplir en vacaciones, ahora se estiró el año escolar seguramente todos se confundieron... Quizá cumplir en el castillo es así siempre.
Hermione, Ron, Fred y George asienten como confirmación.
—Quizá lo es para los pobres —se ríe Draco—, yo cumplí hace veinte días y creo que no me alcanzarán los baúles de Crabbe y Goyle para llevarme todo. ¡En fin! En realidad venía a hacer un acto de caridad, ten mi regalo —dice con una gran sonrisa y me da una copia de El Profeta abierta en una noticia con la cara de Harry—. Es para toda la mesa —dice guiñando un ojo y se va rápidamente a la mesa de Slytherin.
HARRY POTTER, TRASTORNADO Y PELIGROSO
Por Rita Skeeter
—¡Ah, basura! ¡Basura total! —dice Hermione y Harry quiere hacer un bollo el papel, pero ella pone el diario sobre la mesa.
—Nosotros creemos en ti, Harry, y la última vez que vimos a Skeeter le dimos su merecido —se ríe George, mirándome de reojo, y le sonrío.
—¡De veras que sí! Así que si nos disculpas, no tenemos nada que leer aquí —dice Fred y los dos se levantan y salen del Gran Salón, dándome una palmadita en la espalda.
—¿Qué dice ahí? —digo.
—¿No sabes leer? —me dice Hermione.
—Es mi cumpleaños y di un examen por la mañana, no me hagan trabajar de más.
—Pues, básicamente —dice ella con las cejas en alto—, aquí dice que Harry padece de locura a causa de su cicatriz, que quiere llamar la atención, que los expertos de San Mungo dicen que no tiene remedio... ¡oh, maldito, maldito, maldito!
—¿Qué?
—¡Aquí habla tu primo! —resopla ella—. ¡Tu odioso, odioso primo! Dice que Harry habla pársel y cuenta lo que pasó con la serpiente en el club de duelo y los ataques contra alumnos en Segundo año... Que Harry está conectado con el lado oscuro. ¡Ja ja! ¡Si supieran! ¡Si supieran que era un basilisco que recibía órdenes de Riddle a través de un diario que poseía a Gin...!
—Bueno, quizá no lo saben —digo yo, haciendo que baje la voz—, la verdad a nadie le quedó muy claro qué pasó en nuestro segundo año con la Cámara Secreta. O con la Piedra Filosofal. O con... ya saben... Canuto y Colagusano...
—Sí, eso es verdad —dice Harry—, nadie se encarga de limpiar los nombres cuando pasa algo así. Pero no me importa nada de lo que diga esa mujer —y vuelve a amagar hacer un bollo con el periódico, pero Hermione lo agarra con firmeza.
—Aquí dice que es un problema que seas amigo de gigantes y hombres lobo —dice ella con los puños apretados y con un golpe gira el cuello y mira a Draco, que saluda con una gran sonrisa desde su mesa— y que no deberías participar en el Torneo. Ni estudiar aquí, de hecho.
—Ey, ¡un momento! —dice Ron, estirando el cuello para leer un párrafo—. ¿Cómo sabe Skeeter que te dolió la cicatriz en Adivinación y que te fuiste del aula el otro día...?
—Habrá mirado por la ventana —dice Harry, encogiéndose de hombros y comiendo bruscamente las papas horneadas.
—No, eso no puede ser, si estaban en la Torre —dice ella.
—¿Tal vez con una escoba?
—¿No creen que la hubiesen visto, de ser así?
—Bueno, entonces usó mirófonos.
—Micrófonos, Ron. Pero no, ¡siempre les recuerdo que los artefactos muggle como esos no sirven en Hogwarts!
—No me extrañaría que fueran micrófonos —dice Harry por lo bajo—, hace unos días vi a Malfoy en los terrenos hablando a su mano con aire de conspiración, como si tuviera un walkie talkie... Quizás así le dio la nota a Skeeter.
—¡Pero si eso no funciona aquí! ¿NADIE ESCUCHA LO QUE DIGO?
—La verdad es que todos escuchamos lo que dices —contestan de mala manera de la mesa de Ravenclaw y Hermione se pone roja, y veo que Draco escucha la situación y se cae de su asiento por la risa.
Hermione, que se había puesto de pie y parecía al borde de la desesperación, se queda callada y vuelve a sentarse con la cara colorada. Después de unos segundos dice:
—¡Lo tengo! ¡Oh, sí, ya lo tengo! Pero qué sucio que es su juego, si lo tiene completamente prohibido... ¡Jo, jo, ya verá!
Ron mira a Harry con cara de preocupación, y yo también temo que se haya vuelto un poquito loca, pero Harry no quiere oír nada más y se va a la Torre de Gryffindor, y nosotros vamos detrás.
—Iré mañana tempranísimo a la biblioteca. Ja, ja, la tengo, la tengo, ¡la tengo! Muy astuta, oh sí... —dice ella a nadie en particular.
En la sala común, Fred y George me llevan a un lado y me dan una gran caja de plumas de azúcar de Zonko y, debajo de ese colchón de plumas, una insignia que dice SOCIA WEASLEY.
—Feliz cumpleaños. Lo mandamos a hacer y quedó justo a tiempo para dártelo —dice Fred.
—Nosotros tenemos unas insignias iguales —dice George—. Así que ya sabes, si en el verano después de comer el pastel que dijo mamá quieres pasar a ejercer tu trabajo de consultora, tenemos realmente muchas cosas para mostrarte.
—Muchas gracias, chicos —les digo y les doy un abrazo. Me guardo la insignia en el bolsillo y me preparo para subir a la habitación de las chicas, cuando siento una mano en mi hombro.
—Feliz cumpleaños, Leyla —dice Neville.
—Oh, Neville. —Me quedo callada unos segundos y veo que su sonrisa es muy alegre—. Muchas gracias.
Vacilo unos instantes, sin saber si acercarme o no, y él me da un abrazo. Le doy las buenas noches y subo rápidamente al cuarto, me pongo el pijama y me acuesto a dormir aunque las luces sigan encendidas, aunque Parvati y Lavender sigan hablando, aunque Hermione esté sentada al borde de su cama pensando sin parar y frotando sus manos.
Me siento muy mal, pero no puedo tomar la poción ahora, me van a ver, y además no puedo tomarla todas las noches... Con los ojos cerrados trato de respirar para estar mejor y en la muñeca del brazo siento la pulserita que me regaló Cedric luego de la Segunda Prueba y que he usado sin parar desde entonces. Y solo así logro dormir tranquila y terminar mi primer día con quince años.
---
Hola a todos y todas, así empieza oficialmente la maratón de capítulos de LEH 4 hasta el final.
Espero que les haya gustado y gracias por volver después de tanto tiempo. :) Gracias por la paciencia.
El próximo capítulo lo subiré mañana más o menos a la misma hora. Para tener las actualizaciones más rápido, me pueden seguir en instagram (madameweasley), donde hago encuestas, subo fan art, pongo avisos y demás. El link está en mi perfil también.
Un abrazo grande y nos seguimos viendo por acá. Mucha salud para todos/as en estos tiempos raros, también para sus familias y amigos/as.
BMW (Lucía)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top