3: Cartas, ida y vuelta
- Mis mejores deseos para los lectores afectados por los desastres climáticos recientes :( -
Capítulo tres
Cartas, ida y vuelta
Intenté contestar la carta de Cedric en francés, tres o cuatro veces, pero fui sensata y me di por vencida rápido. Esto de la sensatez es algo nuevo, mérito de la casa Granger. No aceptan reclamos, cambios ni devoluciones, lamentablemente.
En la versión final de la carta, solamente pongo en francés Cher Cédric y Au revoir (porque tampoco sé mucho más que eso). También le paso el número de teléfono (¡ey, me salió!) de los Granger para que podamos comunicarnos más seguido, de ser necesario. Espero que sea necesario, y muy pronto, para volver a oír su voz. En su carta me cuenta que sigue entrenando para Quidditch y que aún no recibió los resultados de las MHB que tomó en Quinto. Si recibe notas altas en Pociones, tendrá mejores perspectivas de carrera, pero tendrá que ver a su querido suegro todas las semanas en las mazmorras. Mi papá solamente acepta alumnos con las dos notas más altas, E y S. No sé qué es mejor, que apruebe o no. Por suerte las notas las asignan los evaluadores del Ministerio y no los profesores.
Al final le digo que pase un buen verano y que lo extraño mucho, pero que no se preocupe por mí, que estoy en buena compañía. Le doy unas palmadas a la lechuza de Cedric, que lleva dos días esperando para llevar mi respuesta, y espero hasta la noche para darle el sobre; no es algo conveniente dejar que las lechuzas vuelen de día frente a los muggles.
—¿Qué comen las lechuzas? —le pregunto a Hermione, que está en su escritorio armando un plan de estudios no solicitado para mí—. Me gustaría darle un premio antes de que parta.
—Ratones, principalmente, a veces arañas e insectos. Y también lagartijas.
—¡Quéeeee! ¿Tuvimos esta lechuza aquí dentro todo este tiempo dejando que Barbas pasara peligro?
—Barbas es más escurridiza que un jabón, habría un gran revuelo antes de que la lechuza la atrapara. No te preocupes.
—Tú pones demasiada fe en la moral de las mascotas, Hermione. Sé que Crookshanks no se había devorado a... Olvídalo. —Siento que el corazón se hunde en mi pecho. No quiero recordar este tema . Le doy la carta a la lechuza en silencio, abro la ventana y sale volando. Pronto se pierde en la oscuridad.
La carta de Hogwarts nos llega un día a mediados de julio mientras hacemos un ensayo para Historia de la Magia.
—Mi papá ya debe saber que estoy aquí —digo, leyendo el sobre—. Solamente debe ir a la lechucería e interceptar la carta que sea para mí para saber la dirección. O simplemente puede preguntarle a Dumbledore. En fin, que sea feliz controlándome, tiene toda la información a disposición.
—¿Toda?
—Bueno, por supuesto que no sabe que iré con Cedric al mundial. Sería suicida contarle eso.
Hermione lo piensa y termina admitiendo que es mejor que quede en secreto. Abrimos las cartas y notamos que la lista de materiales es un tanto más larga que lo habitual.
—Creo que esta vez nos piden más libros que el año pasado —dice Hermione emocionada—. Qué bien, han aprendido que no seguiré con Adivinación, ni siquiera me mandan la bibliografía.
—Sí, no te pierdes de mucho.
—El libro reglamentario de hechizos de Goshawk, qué bien... Nivel 4. Quizás cuando vayamos a comprarlos, pueda echarle un vistazo al 5.
—Si quieres, en Hogwarts puedo pedirle a Cedric su libro de este año, Nivel 6. Para que lo ojees.
—¿De verdad? Oh, Leyla, eres un amor. —Sigue leyendo la carta—. Me parece extraño que la hayan enviado tan temprano, seguramente querrán darnos tiempo a comprar todo antes del Mundial, supongo.
—¿Aquí piden una qué?
—¿Dónde?
—Aquí, al final, en el uniforme... ¿Qué diablos esperan que hagamos con una túnica de gala? ¿Viene la reina muggle a visitarnos?
Hermione se sienta en la cama a inspeccionar la carta en todas direcciones.
—¿Crees que haya algo en Historia de Hogwarts que explique por qué los de Cuarto deben llevar túnica de gala?
—Puede ser, puede ser. Realmente ahora no lo recuerdo, es extraño, pero prometo que a la noche me fijaré.
—Odio eso. La túnica de gala seguramente incluye tener un peinado lindo, y es un infierno poner mi pelo de una manera elegante. Oye, ¿solamente Hogwarts tiene un libro de su historia?
—No, todos los colegios mágicos lo tienen. Beauxbatons, por supuesto, solo en ediciones de lujo. Hojas doradas. Tapa dura.
Parece que se le hará agua la boca.
—¿Y ese colegio dónde queda?
—En Francia —dice—. Nadie sabe bien dónde, obviamente. Todas las ubicaciones de colegios mágicos deben permanecer secretas. De todos modos, Hogwarts, así como los otros, tiene protección anti-muggle adicional.
—Yo no me imagino yendo a Beauxbatons, por ejemplo. Seguramente no te dejan entrar si no eres hermosa.
—O hermoso. También van chicos. Hay muchos colegios más; y por lo que sé, puede haber un colegio tan escondido que otros magos no saben de él. Los que sí se conocen abiertamente son Ilvermorny, en Estados Unidos, y hay otro en Sudamérica que se llama Castelobruxo.
—Yo conozco otro colegio, Zauberberg, cerca de Alemania. Dicen que queda en los Alpes. Quizás cerca de Salzburgo.
—¿Sabes que el nombre me suena?
—Por poco a mi familia le tocaba ir allí. Mis abuelos paternos... es decir, mis abuelos Blair, son alemanes. Joseph nació allí pero creció aquí y por eso fue a Hogwarts. Mis hermanos mayores vivieron en Alemania con mis abuelos durante la guerra... Mis padres creían que Karen y Natalie empezarían allí, pero faltaban unos años y se volvieron aquí.
—Claro, Hogwarts te anota en sus registros cuando muestras habilidades mágicas, no al nacer —dice Hermione—. Como Carlos Echeverría, creo que es panameño pero se mudó a Escocia a los cinco años y fue aceptado en Hogwarts. Así que el colegio Zauberberg debe hacer lo mismo, y si en ese momento están en Alemania y no en el Reino Unido...
—Exactamente. Creo que luego se pide una transferencia o algo así. Sé que es mucho papelerío.
—Vaya.
—Pero yo nací aquí y por suerte el sistema de Hogwarts me inscribió de una vez. Eso sí, la carta tardó en llegar, seguramente a mí me llegó última de todo el curso.
—Los hijos de profesores no tienen privilegios, parece —se ríe Hermione.
—Sobre todo cuando no tienen su apellido. Me imagino lo loco que sería si me llamara Leyla Snape. Por Merlín, los rumores que habría por los pasillos... Ya sé por qué mi padre prefiere no publicarlo en El Profeta.
Llega otra lechuza a la ventana, una lechuza parda con un collar elegante que tiene una M, y un paquete grande en las patas. Nos acercamos a ver y vemos que es para mí. De parte de los M... Malfoy. Abro el paquete, temiendo una bomba, y encuentro una bolsa de dinero, un sobre y, al final, una túnica negra con partes verdes que parece de seda de tan suave que es.
La carta la envía tía Cissy; dice que es un vestido de gala de tía Bella, ajustado a mi talle (y a mi altura...) por Madam Malkin. Me pide que guarde su origen en secreto, y por supuesto que lo haré. No iré por ahí diciendo que uso ropa de gala de una más que posible seguidora de Voldemort. Aunque tengo muy buenos recuerdos de tía Bella, no sé cuánto era real, no sé cuánto me lavaron el cerebro los Malfoy, y cuántas de las cartas que recibía decían la verdad. Dejó de mandarlas hace mucho, supongo que se volvió completamente loca o la descubrieron haciendo eso en Azkaban o algo parecido. No quiero enterarme. Pero acepto la ropa.
Doblo la carta hasta que no es más grande que la uña de mi pulgar y la guardo en mi baúl.
—Qué hermosa tela —dice Hermione—. Qué bien, no deberás ir a probarte túnicas al Callejón Diagon.
—Y ahora tengo dinero para comprar los materiales. Increíble. Seguramente tía Cissy lo hizo sin decirle a tío Lucius. Y Draco explotaría si se enterara que me está ayudando.
—Creo que tu tía te quiere de verdad.
—O no se enteró de las cosas que hice. Y de tu puñetazo a su hijo. Te felicito por eso.
Levanto los pulgares y Hermione se sonroja.
...
A finales de julio, los señores Granger nos llevan al centro de Londres, al Caldero Chorreante. Siempre me sorprendió que a los padres de Hermione les gustara pasar con nosotros al Callejón Diagon; aunque su hija sea una bruja, ellos siguen siendo muggles. Deben tener una mente muy abierta para querer pasar al otro lado. Me pregunto cuánto les habrá contado Hermione acerca del frecuente desprecio de los magos hacia los muggles; quizás ellos no estén enterados al respecto salvo por lo que pasó con mi tío Lucius hace dos años, cuando estábamos comprando los libros para Segundo año y Gilderoy Lockhart firmaba ejemplares en Flourish & Blotts. Vaya, qué viejos tiempos. Yo vivía con los Malfoy lo más tranquilamente, tenía el corazón un poco destrozado por George y Angelina, y no sabía que Snape era mi padre. Creo que era una persona completamente diferente a la que soy ahora, no me siento como esa niña, aunque quizás eso le pasa a todo el mundo y todos siguen adelante como si nada.
—Buenos días, señor, señora y señoritas —nos saluda un mesero del Caldero Chorreante mientras limpia una mesa y acomoda cuatro sillas. No es Tom. El bar está bastante lleno y el calor de la gente crea sopor—. ¿Buscan una habitación para hospedarse?
—No, gracias, pasamos atrás —dice Hermione—. Tenemos que comprar los materiales.
—Pero a la vuelta consumiremos algo —promete el señor Granger, siempre correcto.
En el patio trasero, Hermione corre los tachos de basura y con la varita toca el ladrillo de la pared que activa el portal. Creo que es una de las únicas cosas que puedes hacer de magia en las vacaciones. Mientras tanto, trato de despertarme respirando el aire fresco del patio trasero. Creo que había demasiado whisky de fuego en ese bar.
Atravesamos el portal en fila india y nuestra primera parada es, por supuesto, Flourish & Blotts. Pasamos unas buenas dos horas adentro, aunque solo tardamos veinte minutos en conseguir nuestros libros. Hermione necesita estar un poco más en su hábitat natural.
—Aquí está... el Libro reglamentario de hechizos, Nivel 5... de Miranda Goshawk. Y aquí, Pociones 7. ¡Nivel 7, Leyla! ¡Nivel 7!
—Bueno, eso se ve más interesante. —Es un libro de un tamaño importante, que da la sensación de que no entra en una mochila escolar cualquiera. ¿Y tiene los bordes de las páginas doradas? Esto ya es demasiado. Lo abro en una página cualquiera y las ilustraciones son magníficas. De tan solo verlas siento el vapor de los calderos, el ruido del líquido calentándose, las ampollas de vidrio llenándose... Hace mucho que no hago una poción, desde el examen de Tercero, probablemente. En casa de los Malfoy alguna vez intenté hacer una, y en la Morada del Hipogrifo, a pesar de ser perseguida todo el tiempo, sí tenía momentos de quietud cuando Selene se iba un tiempo a casa de una amiga... o amigo... y tenía el cuarto todo para mí. Allí no había riesgo de que me detectaran por magia en menores. Pero ahora debo contenerme mientras vivo con los Granger.
En la caja de cobro, la empleada sonríe al vernos llegar con pilas y pilas de libros. Además de los de Cuarto año, Hermione lleva el libro 5 de Goshawk y un par más. Incluso creo que se lleva una novela de la vida muggle medieval, escrita por Cratylus Babbling.
—¿No será pariente de la profesora Babbling, de Runas? —le pregunto.
—Es posible. Leeré la biografía al final del libro. ¿No sería genial que de verdad estuvieran relacionados?
—Supongo. Esa mujer es excelente. No puedo creer que haga que me gusten las Runas.
—¿Llevan también este libro? —pregunta la empleada mientras hace las cuentas. Está señalando el libro de Pociones 7. Debe creer que lo trajimos por equivocación, dado que la mayoría de los libros son de Cuarto.
Pensé que no lo destacaría. Miro hacia otro lado, me rasco la oreja...
—Ah, no me di cuenta, ¿es de los libros que están por allí?
Ella asiente.
—Bueno, pues ya que lo traje hasta aquí... Cóbreme, por favor.
Intento mantenerme seria, pero cuando salimos del negocio tengo una sonrisa en el rostro. Me compré el libro con el dinero de los Malfoy, supongo que podré ahorrar en alguna otra cosa o pedirle ingredientes a mi papá en la escuela, pero necesitaba este libro realmente.
—¡Estás feliz por el libro, lo veo! —se ríe Hermione—. Solo espera a que le cuente a Ron. Por fin alguien entiende mi entusiasmo.
Yo la miro con lágrimas en los ojos y dejamos los libros en un banco para abrazarnos. Los señores Granger toman los libros y los llevan por nosotras para que podamos caminar libres.
Mientras Hermione va a comprar ingredientes para pociones, me meto en una tienda de artículos de escritura y demás y veo un stand de tarjetas. Hay una que tiene una Snitch en la tapa. Harry cumple dentro de pocos días, seguramente le haríamos una linda sorpresa con esto. Compro la tarjeta, le escribo un mensaje tan poético como me caracteriza (en fin, "Feliz cumpleaños" y cosas parecidas) y luego se la doy a Hermione para que la firme conmigo. Agregamos una gran bolsa de caramelos a la tarjeta y la enviamos por correo, esperando que no le llegue antes ni después del 31 de julio. Ojalá eso le dé algo de alivio durante la estadía con sus tíos. Ya no los llamaré los muggles; ellos son despreciables por ser ellos, no por ser muggles.
Cuando regresamos a la casa (después de una parada en el Caldero para que el padre de Hermione cumpla su promesa), tacho otro día en el calendario que Hermione me regaló para mi cumpleaños hace más de un mes y veo que no falta demasiado para irme a lo de Cedric. Me da lástima dejar a Hermione sola, porque la paso muy bien con ella y creo que me extrañaría, pero también quiero estar con él. Quisiera poder hablar más del Mundial con ella, pero, que yo sepa, no tiene modo de ir, y yo tampoco quiero ser una egocéntrica despiadada y hablar todo el día de algo en lo que ella no está incluida. Y ni siquiera sé si le gusta tanto el Quidditch.
Cedric y yo nos escribimos varias veces (siempre él primero, porque no tengo lechuza) y ya tengo una hermosa colección de cartas de él. Suelo releerlas antes de ir a dormir, y el otro día Hermione me contó que me dormí con una de ellas sobre el pecho.
—Eso suena muy cursi —le dije, y ella se encogió de hombros y se fue a practicar al piano. Claramente fue un "sí".
A mediados de agosto, suena el teléfono (ya aprendí) por la tarde y la señora Granger atiende, como de costumbre, pero a los pocos segundos me llama a la planta baja. Bajo corriendo las escaleras y me pongo el tubo a la oreja.
—¿Hola?
Oigo una voz muy lejana y no entiendo lo que dice. La señora Granger me toca el hombro y me dice que tengo el tubo al revés. Luego de arreglarlo, vuelvo a saludar y entonces reconozco la voz de Cedric, que tanto esperaba. Siento un salto en el corazón y me empieza a sudar la mano en el tubo.
—Hola, Cedric.
—Hola.
—Hola.
—Es tan raro hablar por aquí. Me gustaría verte.
¿Que quién está roja como un tomate? ¿Quién? Ah, sí. Yo.
—¿Cómo estás, Cedric? ¿Es la primera vez que hablas por... teléfono?
Siento que Francesca me aplaude.
—Una vez hablé con mi tía —dice—, pero mi padre había marcado. Ahora tuve que hacer todo yo y creo que la primera vez fallé y llamé a una anciana.
—Entonces el teléfono es igual de peligroso que los polvos Flu.
Cedric se ríe.
—Oye, ¿sabes cuándo puedes venir?
—Cuando menos moleste, claro.
—No molestarás, por favor. Además, mi madre tiene ganas de conocerte. Y, por Merlín, ¿crees que no estuve esperando dos semanas para llamarte porque sabía que no podía invitarte todo un mes?
—Qué bello. Pero, sí, mi padre me hubiese matado.
—Exacto. ¿Entonces qué te parece venir alguno de los próximos días? La final es el dieciocho. El día anterior es casi exclusivamente de viaje.
Hermione baja corriendo la escalera (aprendió de mí) y me trae una carta de los Weasley, donde le avisan que tienen entradas para ella y para Harry y que la pasarán a buscar mañana para ir a la Madriguera.
—¡Fantástico! —le digo, alejando el tubo—, ahora podrás ir tú también.
La señora Granger lee la carta mientras le explico la situación a Cedric. Hermione le habla en voz baja a su madre, y luego Hermione dice que seguramente los Weasley pueden llevarme con ellos hasta La Madriguera.
—Cedric vive cerca de Ron, según me dijiste —agrega ella.
—Sí. ¿Pero no crees que sería mucha molestia?
—Leyla, somos las mejores amigas de Ron; si me pueden llevar a mí, te pueden llevar a ti. Aunque no vayas a quedarte con ellos. Ahora mismo les contesto la carta y espero que llegue a tiempo; esta vez mandaron a Hermes, así que hay esperanza.
—Fantástico, Hermione. —Me vuelvo al tubo—. ¡NOS VEMOS MAÑANA!
Cedric se ríe, probablemente le he dado un susto luego de no hablarle por unos minutos.
—Fantástico, Leyla, ¿dónde te dejan?
—Emmmm, en La Madriguera, ¿sabes dónde es?
—¿La casa de Fred y George Weasley?
—Sí.
Pasan dos segundos que me parecen eternos.
—Sí, sé dónde es. Te busco allí. No puedo esperar más para verte.
—Yo tampoco. Te quiero, Ced.
—Te quiero. Estaré por allí desde temprano.
—Adiós.
—Adiós.
—Ya pueden cortar —dice Hermione, que ha levantado el tubo de algún otro teléfono de la casa y se ha metido en la conversación. Ambos nos reímos y finalmente yo cuelgo el teléfono.
Hermione baja corriendo la escalera con la carta terminada para los Weasley y nos abrazamos.
Espero poder dormir hoy. No puedo creer que mañana veré a Cedric finalmente.
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Esta semana me fue muy bien (también me fue bien en el examen del viernes pasado, gracias por los buenos deseos) y pude escribir bastante. Seguramente podré subir el capítulo 4 el viernes 22 de septiembre. :)
Tengan un buen fin de semana.
PD: Los capítulos me están quedando más largos, alégrense. xD
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