26: La primera prueba
Capítulo veintiséis
La primera prueba
—¿Listo, Harry? —le preguntan Fred y George, palmeándole la espalda en el desayuno. Harry está pálido y con ojeras, pero asiente sin escuchar.
—Hermione —digo—, ¿estuvieron en la biblioteca toda la noche o qué?
—No —responde ella en voz baja—, pero a último momento Harry vino con la idea de practicar un hechizo... Te cuento en clase.
La primera prueba no empieza sino hasta después del almuerzo, así que por la mañana tenemos clases normales, pero nadie presta atención. O por lo menos yo no. Entre señas y susurros, Hermione me dice que Moody le dio a Harry la idea de usar su habilidad en Quidditch para pasar la prueba y que con un encantamiento convocador piensa atraer la escoba hasta él.
¿Qué plan tendrá Cedric? No puedo dejar de pensar en él en las primeras horas, y en el recreo me escabullo entre la gente hasta llegar a su aula y lo veo salir de clase, firme pero un poco preocupado. Pero la cantidad de gente a su alrededor no me permite acercarme. Todos le están deseando buena suerte, algunas chicas le ofrecen masajes en la espalda para "la tensión" y los muchachos le dedican una canción de Quidditch con la letra cambiada para ajustarla al Torneo.
Selene sale del aula y me mira con sorna.
—¿Perdiste tu acceso preferencial? —se ríe, acomodando su cabello rubio.
—¿Acaso mandaste a dos amigas tuyas a hacerme una zancadilla?
—Ah, puede ser. No pensé que lo harían si estaba Cedric a tu lado, pero claramente son más valientes de lo que pensaba... o Cedric no estaba contigo.
—No me molestes más, serpiente.
—Te equivocaste de casa, somos águilas.
—Si me quedo sin cosas para decirte, voy a golpearte.
—Qué miedo, pelinegra.
Antes de poder sacar mi varita o armar un puño con la mano, aparece mi papá a un costado y nos mira aburrido.
—Andando —dice—, a clase. No me aburran más.
Selene pone los ojos en blanco y se va, y yo sonrío con culpabilidad y me escapo lo más rápido que puedo. Las siguientes horas son fatales. Mi cabeza no puede concentrarse en nada, no puedo dejar de golpear los pies contra el suelo, y Harry no para de convocar cosas por el aire con su hechizo y cada tanto tengo que esquivar una pluma, un rollo de pergamino o un tintero que quieren pegarme en la cabeza.
—Tengo algo más que decirte —me susurra Hermione en la última clase de la mañana.
—¿Más cosas?
—Harry habló con... Canuto... por la chimenea la otra noche...
—¿Canuto como en... ya sabes... el Canuto?
Ella asiente.
—Estaba muy preocupado por saber quién anotó a Harry en el Torneo. Cree que hay alguien en el castillo que trabaja para el Innombrable.
—¿Qué? ¿Qué tiene que ver eso?
—Cree que él pudo haberse enterado y que sería una forma fácil de deshacerse de Harry —murmura.
—¿Y crees que hay un seguidor suyo aquí, justo donde Dumbledore está todo el maldito día? Muy mal plan, si me preguntas.
—Sospecha de Karkarov... Quién sabe, quizá Krum está todo el día en la biblioteca para espiarnos y sacar más información de Harry. Lástima que su gran club de fans le impide hacer mucho.
—Tienes una fijación con él.
—Es ridículo, me molesta tanto que vaya a la biblioteca con esas abejas zumbándole alrededor. ¡Y ni siquiera es tan lindo!
Pansy Parkinson escucha esto y se ríe, diciendo algo como que Hermione no sabría lo que es alguien lindo porque siempre tiene su nariz muggle en un libro. Yo, por mi cuenta, pienso que el muchacho tiene al menos un poco de redención, teniendo en cuenta que compró una insignia de la PEDDO voluntariamente. Aunque quizá tenga algo que ver con que no domina el idioma y no entiende las connotaciones flatulentas que tiene ese nombre.
En el almuerzo, la profesora McGonagall llama a Harry para ir con el resto de los campeones a prepararse para la primera prueba. Todos los de Gryffindor le deseamos buena suerte a Harry (menos Ron, que mira su plato fijamente) y veo que en la mesa de Hufflepuff Sprout también llama a Cedric y los compañeros lo saludan con buenos deseos. En el último momento, antes de salir del Gran Salón, Cedric mira a mi mesa y lo saludo con la mano. Luego él y Harry desaparecen tras las puertas.
—Muy bien —dice Fred, frotando las manos—, ahora que ni Harry ni McGonagall están, empiezan las apuestas.
Todos nos preparamos con insignias para apoyar a los campeones y vamos al estadio que prepararon para la prueba. Nos acomodamos en las butacas y nos alistamos; me pongo la bufanda roja y dorada y un gorro de Gryffindor y un cartel de VIVA CEDRIC.
Ludo Bagman se sube a una tarima y, tal como hizo en el Mundial, se lleva la varita a la garganta y el volumen de su voz mágicamente se multiplica para alcanzar todos los rincones del estadio.
—Damas y caballeros, bienvenidos a la primera prueba del Torneo de los Tres Magos en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. En este momento, los campeones se están alistando antes de salir a enfrentarse con la primera tarea de esta competencia: cada uno deberá recuperar un huevo de oro como este —dice, mostrando en sus manos un huevo dorado muy grande, como para contener a Dobby dentro— custodiado por un temible dragón. Se les otorgarán puntos por seguir las reglas, la destreza y el tiempo.
El público emite sonidos de sorpresa por los dragones y Hermione y yo también hacemos "ooooh" para disimular.
Unos muchachos forzudos vestidos con ropajes que les cubren la mayor parte del cuerpo entran a un dragón gigante y azul con hocico corto al centro del lugar cercado y el dragón se pone inmediatamente a custodiar el huevo dorado, que está en su nido entre otros tres huevos de piedra, como si fueran propios.
—Recibamos con un fuerte aplauso al primer campeón en competir hoy: ¡Cedric Diggory, de Hogwarts, contra el hocicorto sueco!
—¡Vamos, Cedric! —exclamo entre los gritos y aplausos de la multitud. Desde mi lugar apenas lo puedo ver, pero parece nervioso al ver por primera vez al dragón. Está armado solo con su varita, como era lo indicado, y tiene puesta una túnica negra y amarilla de la casa de Hufflepuff, muy parecida a la de Quidditch.
Bagman hace sonar un silbato y el enfrentamiento comienza. Cedric avanza caminando con precaución y sin sacar la vista del dragón, que lo mira fijamente. Cuando se acerca demasiado, la bestia lanza una llamarada y Cedric rueda al suelo y lanza un hechizo de escudo para protegerse, pero parte de la túnica se prende fuego y tarda unos segundos en apagarla. El dragón da un paso gigante hacia delante y deja el nido al descubierto. Entonces Cedric comienza a correr a toda velocidad y da un salto para esquivar una de las garras.
—¡Bien hecho! —festeja Bagman—. Lástima que el nido está para el otro lado.
Después de varios intentos de correr alrededor del dragón y esquivarlo para llegar al nido, una de las llamaradas lo alcanza y le prende fuego más tela. Estoy temblando en mi asiento y quiero salir corriendo a ayudarlo, pero no puedo hacer nada. Siento el agua a punto de brotar en mis manos, pero no puedo meterme, no puedo, y me seco las palmas constantemente sobre los pantalones.
—Blair se va a hacer pis de ver a su novio —se ríe Parkinson—. Longbottom, dale uno de tus pañales, por favor.
Me levanto de un salto y el golpe que no le di a Selene se lo doy a Parkinson en medio de la cara; ella no se lo esperaba y cae hacia atrás, creando un tumulto de gente entre los que quieren ayudar, los que se ríen de ella, los que buscan a la culpable y los otros curiosos. Me agacho y gateo por el suelo entre las piernas de la gente hasta que encuentro un lugar más lejos del incidente.
El dragón volvió a sentarse en el nido y Cedric, aún con algo de fuego en el brazo, lanza un hechizo en esa dirección. Al principio parece que le erró a su objetivo, pero a los pocos segundos el dragón se levanta y mira el nido: en el lugar de uno de los huevos hay ahora un gran perro que le ladra y lo quiere atacar. Aprovechando la distracción, Cedric usa el resto de sus fuerzas para correr hasta el nido, esquivar las patas del dragón que prácticamente está bailando para esquivar al perro, y, con una manga aún encendida, recoge el huevo de oro y lo mantiene alto en el aire.
—¡BRAVO! —digo, dando un salto a la vez que una gran marea de gente se alza a festejar y suena el silbato, y entonces veo que Parkinson me señala y un grupo de amigos suyos mira en mi dirección para venir hacia mí. Rápidamente salgo de la fila de asientos y esquivando a los fotógrafos escucho que Bagman anuncia que están dando el puntaje de Cedric, pero no llego a ver los carteles.
—Señorita —dice Moody detrás de mí—, este lugar no es bueno para ocultarse de sus crímenes.
—No fue un crimen, fue un puñetazo muy merecido.
—Cinco puntos menos para Gryffindor. Ahora, a tu novio se lo llevarán a esa carpa de primeros auxilios, por si quieres ir.
—¡Gracias!
Cuando llego a la carpa que me señaló Moody, veo que la entrada está cuidada por dos guardias del Ministerio. Doy la vuelta y me escabullo por un rincón al levantar la tela y reptar por el suelo. Es la sala de enfermería ambulante, y en una de las camillas está Cedric. Madam Pomfrey le cortó la tela del brazo chamuscado y veo grandes quemaduras en la piel y una en la cara.
—¡Cedric!
Al principio no me oye, pero luego gira la cabeza a mi lado y sonríe al reconocerme.
—Ven —me dice y voy a darle un beso—. Auch.
—Lo siento... lo siento. Fuiste genial. Pero fue tan arriesgado... no sabes lo que sufrí viéndote...
—Salieron mal tantas cosas —se ríe y luego se toca las costillas con una mueca de dolor.
—¿Te hiciste mucho daño? ¿Qué son estas luces?
Oh, qué más podrían ser... sino cámaras. Rita Skeeter aparece con una gran sonrisa falsa, seguida por su fotógrafo que no para de tomar fotografías de nosotros.
—La señora Cedric Diggory viene a ver a su campeón... Dinos, Lila, ¿estás orgullosa de tu novio?
—¡Fuera de aquí! —exclama Madam Pomfrey, que vuelve con remedios para Cedric—. No tienen autorización para estar aquí, fuera, fuera.
Se oyen los gritos de la gente en el estadio y Bagman anuncia que Fleur ha conseguido el huevo contra el galés verde.
—Dije que se vaya —repite Madam Pomfrey.
Rita Skeeter pone los ojos en blanco y sale por la puerta principal, empujando a los guardias. El fotógrafo hace una última toma y sale con ella.
—Señorita —me dice Madam Pomfrey—, necesito atender al muchacho ahora. Vuelve al campo y cuando termine la prueba lo verás ya sanado.
—Adiós —le digo—, voy a ver a Harry.
—Es el cuarto —me dice con una mueca, aun dolido.
Salgo de la carpa y me acomodo en el único lugar libre que encuentro lejos de Parkinson, que es justo en medio de las chicas de Beauxbatons, que aplauden con cara de aburridas las hazañas que hace Krum en su turno. Una de las chicas nota mi presencia y empieza a aplaudir con más fuerza solamente para darme un codazo disimulado cada tanto. Otra de ellas me mira y dice con el ceño fruncido:
—¿Tú conoces a ese garçon Diggory?
—Sí...
—¿Es disponible?
—Claro que n...
—¡Y así Krum logra obtener el huevo! —celebra Bagman y acto seguido aparece el festejo de las tribunas—. El puntaje de los jueces, por favor... —Karkarov le da un 10, cómo no, maldito—. Bien hecho, Krum. Y, por último, nuestro cuarto campeón, del colegio Hogwarts... ¡Harry Potter contra el colacuerno húngaro! Si hay algo difícil en el mundo de los dragones, es el colacuerno...
Con furia me acomodo el sombrero de Gryffindor en la cabeza y me paro sobre el asiento a gritar para recibir a Harry, tratando de molestar lo más posible a la muchacha que me preguntó por Cedric. Tanto, que empiezo a menear la cadera de un lado a otro en un baile y cada tanto le doy en la cabeza.
Harry se ve mucho más pequeño que los otros competidores, pero parece seguro. Apenas comienza su turno, levanta la varita y murmura algo, pero aparentemente no sucede nada. Todos nos quedamos expectantes ante esta escena. El suspenso nos va a matar. Algunos de Slytherin se burlan de que el hechizo no le funcionó, hasta que algo pasa sobre nuestras cabezas con tanta fuerza y velocidad que por un segundo parece que uno de los dragones se soltó; pero luego vemos que es la Saeta de Fuego de Harry, que vuela hacia su dueño. Harry la monta y se eleva en el aire con unos giros ágiles y comenzamos a aplaudir su ingenio... o el de Moody. En fin, el ingenio en sí.
—¡Miren cómo vuela! —dice Bagman, viendo cómo Harry distrae al dragón yendo de un lado a otro a la altura de sus ojos, y luego subiendo y bajando para hacerle perder el objetivo—. Krum, ¡toma nota de esto! —se ríe.
No es una batalla fácil, por favor, ¡es un dragón!, pero Harry vuela tan bien que los mordiscos que lanza el dragón al aire no son gran cosa de evitar; luego de varias vueltas, cuando parece que se está acercando al nido, una de las garras da contra su brazo, le rompe la manga de la túnica y le hace desviarse en su camino.
—¡Eso debió doler! —dice Bagman.
Harry cambia de dirección y comienza a subir, a subir, a subir...
—¡Se igggá a l'estgatósfega! —exclama una de las francesas.
Al parecer es un buen plan, porque el dragón expande las alas y comienza a subir tras él, pero no podemos comparar la ligereza de Harry y su Saeta con lo que pesa este dragón, así que apenas ve que está siguiéndolo, desciende otra vez en picada, como el amague de Wronski, y endereza la escoba a último momento para tomar el huevo dorado.
—¡INCREÍBLE! —dice Bagman—, ¡el campeón más joven fue el más rápido!
Suenan los silbatos, se llevan al dragón fuera de la pista y McGonagall le hace señas a Harry para que baje de la escoba. Él aterriza al mismo tiempo que yo llego al pie de las gradas y escucho que Moody lo felicita.
—Gracias —dice Harry.
—A la carpa de primeros auxilios, Potter —insiste McGonagall y yo los sigo—. Madam Pomfrey debe curarte antes de que los jueces evalúen tu desempeño.
Me escabullo detrás de ellos en la carpa y miro si está Cedric, pero en este lado solamente hay una camilla vacía. Madam Pomfrey ve el brazo de Harry, con el tajo lleno de sangre, y comienza a murmurar contra el Torneo y los dementores del año pasado y el basilisco y la Bludger loca y todas las cosas que le tocan soportar a Harry año tras año.
—Bien hecho, Harry —le digo.
—Señorita Blair, ¿qué hace aquí? —se escandaliza McGonagall.
—Vine a ver a Harry... y a Cedric... por favor. Fue tan duro verlos desde allí.
—Que pase, que pase —dice Madam Pomfrey—, esta chica tuvo sus buenas dosis de accidentes que yo misma curé, que disfrute que esta vez no le tocaron a ella los dragones.
Señala una puerta y me lleva a la sala donde está Cedric. Lo veo sentado en la camilla, con mejor semblante y las quemaduras del brazo en mucho mejor estado.
—¿Sigues bien?
—Mucho mejor —dice con una sonrisa—. Duele sonreír —agrega, señalando la quemadura en la cara.
—Unos días y se irá —le asegura Madam Pomfrey.
—Le fue bien a Harry —digo.
—Sí, de aquí pude oír.
—Rápido —dice McGonagall desde la sala de al lado—, ¡anunciarán los puntos finales!
Cedric se levanta de la camilla y lleva el huevo de oro consigo; salimos de la carpa al mismo tiempo que Harry, acompañado por Hermione y Ron (¿se reconciliaron al fin estos dos?), y detrás de nosotros vienen Fleur y Krum. En el estadio, los cuatro campeones dan un paso al frente de sus acompañantes y esperan el veredicto.
Harry debe recibir sus puntos antes de que se decidan los puestos, y los cinco jueces anuncian sus resultados; Madam Maxime le da un 8, el señor Crouch le da un 9, Dumbledore otro 9, Bagman un 10 y Karkarov un 4.
—¡Buuuuuuu! —grito junto a varios otros, pero Hermione me mira como si me hubiera lanzado al vacío.
—Ahora tienes cuarenta puntos —le dice Hermione a Harry.
En una pizarra aparecen los puntajes y el orden. En primer lugar, empatados, están Harry y Krum; luego Cedric y última Fleur.
—Vengan aquí un segundo, campeones —dice Bagman cuando llega a donde estamos—, les daré unas instrucciones rápidas. Primero, felicidades por haber pasado la prueba tan bien, todos fueron excelentes. Ahora, tienen un buen descanso hasta la segunda prueba, que será el 24 de febrero, es decir, dentro de tres meses. Pero no estarán como vagos; ¿ven que estos huevos se abren? Tienen unas bisagras. Deben resolver el dilema que hay dentro; es una pista para la segunda prueba. Eso es todo. ¿Alguna pregunta? ¿No? Bueno, están libres.
Cedric se vuelve y me sonríe, pero antes de llegar a él, una oleada de chicas se arroja a felicitarlo y saludarlo y a tocar el huevo y todo lo que tienen a mano. Los fotógrafos acosan a los cuatro campeones y pierdo a Cedric de vista en la masa humana.
Más tarde, en la sala común de Gryffindor todos están de fiesta, paseando el huevo por todas las manos y cantando canciones para celebrar a Harry. Quisiera estar contenta también, pero me encuentro sentada en uno de los sillones con el ánimo por el suelo.
—¿Estás bien? —me pregunta Ginny.
—Sí, sí... Muy bueno Harry, ¿no?
Ella se sonroja y mira al suelo antes de asentir.
—Flitwick le pondrá un diez por ese Accio seguramente —comento con la mirada perdida—. ¿Me disculpas un momento? Necesito aire fresco.
Salgo de la sala común y comienzo a bajar piso tras piso hasta que llego a la puerta de la sala común de Hufflepuff. Me siento a esperar a que alguien entre o salga, pero no hay movimiento, y justo cuando me estoy dando por vencida veo que sale Cedric y se detiene al verme.
—Hola —le digo—. Felicitaciones, otra vez.
—Gracias —dice con una sonrisa.
—Quise hablarte luego de los puntos, pero es como que se metió tanta gente en el medio que ni te veía.
La entrada a la sala común se cierra y Cedric se acerca más.
—Bueno, es el Torneo, esas son las cosas que pasan —dice—. Es el apoyo de la escuela. ¿O no quieres que me apoyen?
—Claro que sí. Pero no es la primera vez que pasa. Siento que ya no nos vemos. Siempre pasa algo.
—¿Qué?
—Te siento muy lejos, Cedric.
Se toca la quemadura en la cara, que está más pequeña, y piensa.
—Creo que tienes razón —dice.
—¿Sí?
—No está funcionando.
—Espera, no sé si quise decir eso...
—No estás contenta conmigo. Y lo del Torneo me ocupa muchísimo tiempo.
—Bueno, pero lo podemos resolver...
—Leyla, las cosas van a ponerse más difíciles. Si lo de Las Tres Escobas te pareció mucho, o lo de hoy, espera a que sea la próxima salida, o que me hagan más entrevistas o que tenga que pasar horas delante de ese huevo para adivinar qué significa. Son cosas que tengo que hacer y vas a sentirte dejada de lado.
—Ya me siento así.
—Entonces creo que es claro lo que sucede.
Doy un paso adelante y pongo una mano en su mejilla.
—Cedric... ¿acaso estás...?
—Estamos. Tú misma me dijiste que no estás bien con las cosas como están.
—Pensé que se podían cambiar.
—El Torneo no parará. Tú estabas de acuerdo con que me anotara.
—Bueno, se supone que debo apoyarte, ¿qué iba a hacer? —digo, bajando los brazos.
—No quiero que estés mal. Solamente... veamos qué pasa separados. Yo podré dedicarme al Torneo sin culpa y tú podrás estar libre de las chicas que te ponen celosa.
—¡Cedric! Estás cambiando las cosas, yo no dije que el problema fueran mis celos por las chicas...
—¿Cómo te sientes realmente?
—Mal. Muy mal. Y ahora, peor.
—¿Querías seguir como hasta ahora?
—No.
—Entonces estamos haciendo lo mejor. Vas a estar bien.
Asiento y pongo las manos en los bolsillos.
—Bien. Entonces así queda... Buenas noches —digo, dándome la vuelta.
—Leyla, te quiero, ¿sí? Pero esto es lo mejor.
—Claro —digo sin voltearme y camino lentamente hacia la escalera, y una vez que llego me lanzo a correr. Para cuando llego al séptimo piso, agradezco a mi memoria que me guió hasta aquí, porque tengo los ojos tan nublados por las lágrimas que de otro modo no podría haber llegado entera. La Dama Gorda me abre sin preguntar la contraseña y cuando entro a la sala común, varios me ven en mi estado deplorable y la fiesta se detiene.
—Tráiganle agua —dice Angelina—, y háganle un lugar en los sillones.
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Capítulo extra largo y muy cargado. Espero que les haya gustado a pesar de que fue *sad*.
Espero actualizar pronto.
BMW.
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Espacio adicional para dejar comentarios con heartbreak stories a voluntad. :)
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