24: Potter apesta
Capítulo veinticuatro
Potter apesta
Cuando entro a la sala común de Gryffindor, todos están vitoreando a Harry, incluyendo al equipo de Quidditch completo. Los gemelos lo hostigan con preguntas sobre cómo hizo para poner su nombre, mientras que Katie y Angelina lo celebran. Me abro paso entre la multitud, esquivo los carteles de "Potter Campeón" y subo a la habitación de las chicas para dormir lo más pronto posible mientras sigo sintiendo el beso de Cedric en los labios. No bromeaba del todo con lo de la pesadilla y prefiero que me dure el efecto y dormirme rápido antes de soñar algo horrible.
Por la mañana me encuentro con Hermione en el baño.
—Buenos días —le digo.
—Buenos días. Anoche ya estabas dormida cuando subía. ¿Te sentías bien?
—No. Tenía una especie de... fiebre. Y me vino Don Andrés.
—Eso explica el cabello rojo de anoche.
—Eso, y además me enojó mucho lo que hizo Harry.
—¿Lo que hizo? Leyla, si hubieras visto bien su cara...
—La vi sin problemas, quiso hacerse el desentendido, y luego, claro, no le salió bien porque no había una multitud alabándolo y ahí su cara de desagrado era un poco más real. Pero mira si no recibió la atención que quería cuando entró aquí.
—Primero Ron y ahora tú —resopla ella.
—¿Ron?
—Está enojado con Harry porque no le contó cómo hizo para poner su nombre...
—A Cedric tampoco quiso decirle.
—¡Es que no lo hizo!
—Hermione, yo siento que me traicionó, ¿sabes? Me daba lo mismo si ganaba otro en lugar de Cedric, otro que fuera legítimamente campeón. Angelina. Incluso Paula no habría estado tan mal.
—Espera un segundo —dice ella con seriedad—, tú les diste a Fred y George la poción.
—¿Y?
—Los ayudaste a hacer trampa. Si ellos lo lograban y uno salía elegido en lugar de Cedric, ¿estarías así de enfadada? Porque tampoco habrían sido campeones legítimos.
Me lavo los dientes en silencio y me voy sin contestar a desayunar. En el camino me encuentro con Draco.
—Buenas, buenas, prima —me dice con una gran sonrisa.
—Ahora somos primos pero hace tres días te burlabas de Neville y de mí como si fuéramos dos moscas.
—Solo de Longbottom, de ti se encargó Parkinson. Tú sabes que me caes bien. Y por eso —dice, sacando una caja de atrás de su espalda— te regalo una insignia para apoyar a nuestro héroe.
Me muestra una insignia que dice "Viva Cedric Diggory, el verdadero campeón de Hogwarts".
—Te la iba a vender —dice—, pero ya que dudas de mi cariño hacia ti, una confirmación así no viene mal.
—¿Las hiciste tú? ¿Acaso no dormiste para hacer insignias de apoyo para Cedric?
—Cómo crees. Mandé las instrucciones a casa y los elfos las hicieron.
Si Hermione oyera...
—Vamos —insiste Draco—, apoya a tu novio como has hecho siempre.
Paula y sus amigas de Ravenclaw pasan a nuestro lado para ir a desayunar y veo que tienen la insignia puesta. Cuando presto atención, veo que casi todos aquí la tienen.
—Muy bien —digo y la abrocho en la túnica.
En el desayuno me siento otra vez a la mesa de Hufflepuff y se oye un gran aplauso cuando entra Cedric al salón. Él sonríe y saluda con la mano antes de sentarse a mi lado.
—Así que seguimos teniendo a la infiltrada —dice cuando me ve—. ¿Nunca volverás a la mesa de Gryffindor?
—Quiero que se calmen las aguas primero —digo.
—No es que me moleste —dice y me da la mano—, ¡qué más lindo que tenerte al lado más tiempo!
—Son tan dulces —dice Catherine Buswell y trato de mantener la sonrisa en mi cara.
Después del desayuno, salimos con el grupo de amigos de Cedric a dar una vuelta por los terrenos para tomar aire (algo que suelen hacer los de Hufflepuff más que en otras casas). Mientras caminamos, un escarabajo se sube a la insignia que lleva Hans y, al tocarla para quitar al bicho, las letras cambian su orden y su color hasta que se lee: Potter apesta.
—¿Qué? —Me quito la insignia, la oprimo, y al segundo aparece el mismo mensaje. Inmediatamente guardo la insignia en mi bolsillo; apoyar a Cedric no debe significar odiar a Harry, aunque todavía no estoy segura de cómo se metió en el Torneo. No puedo andar con esto en el pecho.
El resto del día lo paso afuera con los de Hufflepuff, y cuando volvemos al castillo, después de cenar, Cedric y yo damos una vuelta por el cuarto piso y miramos los tapices, limpios por primera vez en muchos años por la realización del Torneo. Los colores se ven más vivos y encontramos figuras que nunca habíamos visto. Pero nuestro paseo de museo se ve interrumpido constantemente por chicas que saludan a Cedric, chicas de todas las casas, de Beauxbatons y Durmstrang también. A la sexta interrupción le digo a Cedric que debo terminar un ensayo para Hagrid para Cuidado de Criaturas Mágicas (la peor excusa del año) y me voy a la Torre Gryffindor y me encierro en la habitación a pintar, porque voy atrasada en el taller de art. Dejo la insignia, que aún dice "Potter apesta", al fondo de mi baúl.
Al día siguiente, lunes, tenemos clase con Hagrid y los de Slytherin. Tenemos que pasear a los amorosos escregutos de cola explosiva atados a una correa y después ponerlos en cajas, y nos dividimos en grupos para fracasar. Me junto con Ron y Neville, mientras que Harry trabaja con Hermione y ambos tratan de ignorar las burlas de los de Slytherin, que llevan todos la insignia puesta en su modo ofensivo.
Ron está callado toda la hora, Neville está nervioso por si Draco y Parkinson atacan de nuevo, y yo estoy preocupada por haberme dejado llevar. Harry no se ve nada contento. No parece gustarle su situación. Pero la gloria de Cedric...
BUUUUM.
Un escreguto explotó muy cerca de Lavender. Todos salimos corriendo lejos de nuestros escregutos y soltamos las correas, y Hagrid nos llama para volver a trabajar. Al menos eso hace callar a los de Slytherin por ahora, pero no se dan por vencidos. Antes de la clase de Pociones, Draco se pone a repartir insignias por los pasillos y se ríe en la cara de Harry.
—Decidí que sean gratis, así hasta los Weasley pueden usarlas —dice—. ¡Granger, querida! ¿Quieres una? Solo no me toques la mano al agarrarla, no quiero manchas de una sangre sucia en mí.
Harry mira a Draco con odio y saca su varita.
—No lo hagas —dice Hermione.
—Vamos, Potter —dice Draco—, a ver si te atreves ahora que no está Moody para protegerte.
Mi primo saca su varita y los dos se miran con odio.
—Paren, chicos —digo, pero ninguno me escucha. Ambos alzan las varitas y me tiro al suelo para abrazarle las piernas a mi primo y hacerle perder el equilibrio, a la vez que ambos se lanzan hechizos. Draco trastabilla por la fuerza que hago y su hechizo golpea a Hermione, mientras que el rayo de Harry, que apuntaba a Draco antes de que perdiera el equilibrio, le llega a Goyle, que estaba parado directamente atrás.
—Suéltame —me dice Draco molesto.
—Guarda tu varita primero. Eres un maldito, ¿sabes?
—¡Hermione! —dice Ron.
Hermione está en un rincón tapándose la cara. Goyle tiene forúnculos en toda la cara y las manos y parece hinchado como un globo.
Draco me hace caso y guarda la varita justo en el momento en que llega Snape. Suelto sus piernas, me levanto de mi postura poco honrada y me alejo de mi primo.
—¿Qué están haciendo? —pregunta mi papá.
—Potter me atacó —dice Draco—, y le dio a Goyle. Mírelo, profesor, solo mírelo...
—¡Ambos atacamos! —se queja Harry, que todavía tiene la varita en la mano—. Malfoy embrujó a Hermione.
—Mire, le están creciendo los dientes —dice Ron y Hermione se descubre la cara. Efectivamente, los incisivos le están creciendo a una velocidad importante y pronto le llegan hasta el mentón.
—Yo no veo nada diferente —dice Snape, para la risa de Pansy Parkinson—. Goyle, a la enfermería. Cincuenta puntos menos para Gryffindor. Weasley y Potter quedan castigados. Blair —dice y siento un frío en el cuello—, diez puntos menos para Gryffindor. En el futuro, deje los pantalones de sus compañeros en paz.
Pansy explota por la risa y sus amigas de Slytherin se unen. Miro a mis compañeros y veo que Lavender y Parvati también se tapan la cara por la risa. Hermione se va a la Enfermería y los restantes entramos al aula de Pociones. Harry y Ron caminan juntos hasta una mesa vacía, y luego Ron frena bruscamente y se sienta con Dean y Seamus.
Me siento al lado de Harry y él me mira de reojo.
—Lo siento —le digo—. Por todo. Tú no querías esto.
—Silencio en el fondo —gruñe Snape.
—Y me disculpo por él también —susurro, torciendo la cabeza para señalar a mi papá.
—Preparen los materiales, hoy vamos a ver antídotos. Espero que todos tengan sus recetas preparadas. Al final de la clase, probaremos su efectividad en uno de los alumnos —dice con los ojos fijos en Harry.
—Te presto mi receta —le susurro.
Cuando terminamos de sacar los ingredientes, hay un golpe en la puerta. Se asoma la cabeza de Colin Creevey.
—¡Profesor! —dice con nerviosismo—. Vengo a buscar a Harry Potter.
—En el recreo. Fuera.
—Lo llama el señor Bagman, tiene que ir arriba.
—Potter tiene dos horas de Pociones.
—Es para El profeta, todos los campeones tienen que ir.
—Ah, los campeones... Muy bien. Fuera de mi vista, Potter. Fuera, ¡fuera!
Harry se levanta de un salto y se va corriendo detrás de Colin, mientras los de Slytherin se ríen y aprietan sus insignias para que cambien varias veces su mensaje.
Durante el resto de la clase de Pociones me quedo sola. Preparo el antídoto sin problema y prueban el veneno en Neville, y le doy mi antídoto lo más rápido posible aunque no sea mi turno. Snape no parece contento de que funcione tan bien y de que me haya saltado la parte de levantar la mano.
—Parece que alguien no puede controlar sus impulsos últimamente —dice con amargura—. Otros diez puntos menos para Gryffindor.
Lavender me mira enojada, pero cuando veo a Neville sonreír aliviado, siento que valió la pena actuar por los amigos.
Cuando termina la clase, encuentro a Colin en el segundo piso y le pido que me lleve a donde están los campeones, justo en el momento en que Bagman sale de un aula. Camino hasta allí y veo que Fleur, Krum, Cedric y Harry se están sacando una fotografía con una mujer de grandes rizos rubios (que parecen falsos), anteojos verdes y una cartera de cocodrilo más grande que su gran escote.
Al terminar la sesión de fotos, Cedric me ve y sale a saludarme, pero apenas intercambiamos dos palabras siento las uñas largas de la mujer clavándose en mi brazo.
—¿Quién es esta muchacha, Cedric? —pregunta con interés y una mirada pícara.
Cedric se aclara la garganta.
—Es mi novia. Leyla. Ella es Rita Skeeter.
—¡Pero qué dulce! Estoy conociendo a la señora Cedric Diggory, quién lo diría. ¿Cuándo arreglamos la entrevista, Lila?
—Leyla —la corrijo.
—¿El miércoles?
—Eh...
—Leyla —me llama Harry—, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¡Oh! —exclama Rita—, pero qué tenemos aquí, ¿acaso un triángulo amoroso? ¿Dos campeones que compiten además por la misma chica?
—¿Qué? No...
Pero Rita ya sacó una pluma y un pergamino y la pluma escribe sola, como si le dictara con la mente, y ya ha llenado varias líneas. Harry me mira y hace un gesto con la cabeza hacia la derecha y lo sigo. Cuando estamos lo bastante lejos, dice:
—Listo, era para librarnos de ella.
—¿Me perdonas por ser tan estúpida? —le digo.
—¿Ya no estás enojada conmigo?
—No.
—¿Me crees que yo no fui?
—Creo que sí. No queda otra opción. Y aun así, no la estás pasando muy bien.
—No... Gracias por tratar de frenar a Malfoy.
—Pero le dio a Hermione. Qué gran amiga soy.
—Lo intentaste. ¿Entonces me crees?
—Sí. ¿Me perdonas? Se me subió a la cabeza todo, me pareció que querías robarle la gloria... pero no puedo dejar de apoyar a un amigo por un novio. Aunque ese novio sea Cedric Diggory.
Nos damos un abrazo de reconciliación y vuelvo a buscar a Cedric y lo arranco de las garras de Rita. En la cena, vuelvo a sentarme con los de Gryffindor, pero no es gratis.
—Cuidado que Leyla está obsesionada con los pantalones de los chicos —susurra Lavender bastante fuerte—. Ya pasó por los de toda la mesa de Hufflepuff y ahora viene a esta.
Le vuela un pedazo de comida al cabello y empieza a chillar. Miro los rostros en nuestra mesa y veo que Angelina me guiña un ojo.
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Espero que les haya gustado. Leyla vuelve en razón y se enfrenta a las consecuencias de tomar una postura frente a cada situación.
Cuando lo sepa, les aviso la fecha de publicación del próximo capítulo.
¡Felices fiestas!
BMW
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