22: Quién no fue una mean girl
Milagro, otro capítulo. No se acostumbren, no creo que pueda subir todos los días, pero sí trataré de hacerlo lo más frecuentemente que pueda. :)
Disfruten
BMW
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Capítulo veintidós
Quién no fue una mean girl
El sábado, Angelina y yo vamos temprano a una parte lisa y bien cuidada de los terrenos de Hogwarts para entrenar, como habíamos acordado.
—No has seguido los consejos de esa niña, ¿o sí? —me pregunta cuando llegamos al lugar.
—¿De Lavender? —digo—. No, ni recuerdo cómo era su dieta.
—Bien. Necesitas estar bien alimentada para poder entrenar de verdad. Daremos tres vueltas por aquí, pasaremos cerca del castillo, luego por el borde del lago hasta llegar a la cabaña del guardabosques, seguiremos hasta estar a unos metros del bosque y volveremos aquí.
Asiento en silencio, pensando de dónde sacaré la resistencia: correr no es lo mismo que volar en la escoba, y no confío en mi coordinación pierna derecha-pierna izquierda. Luego de unos saltos en el lugar y de ajustarnos las zapatillas, salimos a correr. A los pocos minutos ya casi no tengo aire, pero Angelina va tan decidida y fuerte a mi lado que no me atrevo a parar. Siento que moriré en cualquier momento, pero no me detengo y mantengo la dignidad. Cuando llegamos al lago, el agua comienza a agitarse y Angelina para a ver qué sucede, así que aprovecho para volver a respirar.
—¿Es el calamar gigante? —pregunta.
—Oh, seguramente —digo con un hilo de voz, segura de que la agitación del agua tiene algo que ver con mi propia agitación.
—¿Fuimos muy rápido? —Niego con la cabeza—. Iremos más lento. Podemos caminar hasta la cabaña en lugar de correr, ¿te parece?
Comenzamos a andar y Angelina me mira de reojo.
—¿Crees que ya puedes hablar?
—Sí —digo, llevándome una mano al bazo.
—Me gusta Fred.
—Eso fue directo —digo.
—En la vida no hay que perder tiempo.
—Como digas.
—¿Sabes si le gusto?
Me quedo en silencio unos minutos mientras caminamos y vuelvo a sentir el aire en los pulmones.
—Perdón que te pregunte —digo—, ¿pero no te gustaba George hace unos años?
—Sí, salimos mucho tiempo en Cuarto año. Creo que me porté horrible contigo en ese tiempo.
—Quizá... no recuerdo bien —miento.
Ella estira los brazos para elongar los músculos.
—Te pido disculpas, no sé en qué tenía la cabeza —dice—. Hay veces que pienso en lo que hacía a los doce, o incluso a tu edad, y me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared.
—Recuerdo que cuando entré al equipo de Quidditch fuiste bastante dura conmigo.
—Ahora que lo dices, puede ser. Qué celosas podemos ser a veces las chicas. No hacemos más que atentar contra nosotras mismas cuando tendríamos que apoyarnos. En ese entonces me pasaba todo el día con Lauren Blue e igual hablábamos mal de nosotras a nuestras espaldas. —Sacude la cabeza—. Sabes que significa mucho para mí que quieras que yo gane para el Torneo cuando fui tan mala contigo.
—Yo tampoco fui un ángel.
Llegamos a la cabaña de Hagrid y a los pocos pasos nos sentamos en el césped a hablar, dejando olvidado el entrenamiento.
—Podemos estirar las piernas mientras tanto —dice—. En fin, sí, me gustó George, luego terminamos. No sé si me gustaba tanto o era que Fred salía con Dala y era lo más lógico que nosotros también. Él terminó conmigo, en realidad, y yo me enojé bastante. Creo que le gustabas tú.
—Pero fue hace mucho.
—Sí, creo que ahora le gusta otra chica, no sé si es Cho Chang... Hagamos estiramiento de espalda ahora. En fin, estábamos hablando de Fred. ¿Tú no sabes si le gusto?
—La verdad, no estamos hablando tanto últimamente. Los ayudo con esa poción y cada tanto me hacen chistes y me molestan, pero no es como que nos sentamos a hablar de la vida. Pero creo que podrías gustarle.
—¿Crees que debería decirle algo?
—Prueba el terreno primero —digo—, pero lo veo bastante seguro.
—Bien. ¿Y qué tal vas con Cedric? Es muy lindo chico.
—Muy bien, gracias. Mejor que nunca, en realidad.
—Vamos por el resto de la vuelta, hay mucho para trotar.
Angelina y yo seguimos entrenando en nuestros ratos libres entre tareas y estudios para los primeros exámenes. Durante las comidas, noto que Angelina le está hablando más a Fred y trata de llamarle la atención, pero este muchacho está más lento con esas cosas que un perezoso recién despertado. Parece que el Torneo le ocupó demasiado lugar en la cabeza.
Por otro lado, Cedric y yo vamos mejor que nunca. Tuvimos un episodio una noche en los pasillos cuando nos quedamos hasta muy tarde comiendo ranas de chocolate y Filch nos encontró por la risa y me castigó. Cedric quiso explicarle que era una especie de tarea extra que él estaba vigilando como buen Delegado que es, pero los Hufflepuff no mienten bien. Al día siguiente, mi papá no estaba nada contento en la clase de Pociones de mi año, y según Cedric, en la de su año tampoco. Pero no recibí ningún comentario paterno; no hemos hecho más que saludarnos con la mirada en los pasillos desde que Moody me encontró en su oficina.
Una semana antes de Halloween, el tablero de la sala común de Gryffindor tiene un gran letrero que anuncia la llegada de los representantes de Durmstrang y Beauxbatons el 30 de octubre.
—Oh, qué mal —dice Hermione al leer el panfleto—. Cancelarán las clases de la tarde para recibir a los colegios.
—Ojalá las cancelaran toda la semana —dice Ron—. Con lo que nos mandó a hacer Snape...
—No seas tonto, Ron —dice Hermione—. Nos queda un montón para practicar con Moody y no debemos perder más clases.
Ron pone los ojos en blanco y la imita sin voz, pero pronto nos damos cuenta de que ella tiene más razón de la que pensábamos. Las siguientes clases con Moody son prácticas del hechizo Imperius, y puedo decir desde ya que somos un verdadero fracaso.
El Imperius es el hechizo que somete tu voluntad a la del otro mago, y Moody dice que no hay mejor manera de aprender a defenderse de él que enfrentándose al hechizo en carne y hueso. O sea, que nos tiene en fila para embrujarnos y mandarnos a hacer cosas mientras intentamos resistirnos.
—Yo tengo miedo de que me haga levantarme la túnica y enseñar algo —dice Lavender.
—Lo has hecho sin que nadie te lo pidiera —dice Parvati, a lo que Lavender contesta con un codazo. Dean se ríe.
Angelina tiene razón, las chicas podemos ser tan malas entre nosotras, y al final solamente montamos un show para que disfruten los chicos.
—Señorita Brown, estamos en un colegio, no en un cabaret —gruñe Moody—. Nos mantenemos dentro de la normativa escolar.
—Disculpe, profesor —dice Hermione—, pero ni siquiera entra dentro de la normativa legal mágica. Los hechizos imperdonables no pueden practicarse sobre personas...
—El profesor Dumbledore está de acuerdo con que aprendan lo que son —dice Moody—, y eso es aval suficiente. Es eso, o espera a que venga alguien a atacarte con eso. No obligaré a nadie a participar de la clase, pueden irse.
Hermione baja la mirada y se cruza de brazos, pero se queda en la fila.
Como llama por orden alfabético, soy la primera en pasar. Me da miedo ver a Moody con su ojo que gira sin parar y la varita apuntándome directamente. Respiro hondo y mantengo la mirada.
—¡Imperio!
No sé nada más hasta que me encuentro sentada en un escritorio con las piernas cruzadas y las palmas extendidas hacia delante.
—Poca fuerza de voluntad —dice Moody—, y eso que pareces bastante cabeza dura —agrega con una risa—. Con un poco más de práctica saldrá. Señorita Brown, pase al frente, no debe mostrar nada. ¡Vamos!
Moody realiza el hechizo y Lavender comienza a imitar a una ardilla, luego Seamus canta una parte de una canción irlandesa, Neville da unos saltos impresionantes y Parvati aplaude como una foca durante dos minutos. Pero cuando le toca a Harry y lo manda a saltar sobre el escritorio, vemos que hay resistencia en su cara. El resultado final es desastroso, Harry salta y a la vez intenta quedarse en el suelo, por lo que se da de cabeza contra el escritorio y cae sobre sus rodillas.
Moody sonríe a su manera, con su boca-cicatriz.
—Miren eso. Potter se resistió, luchó, se impuso. Poco más y lo logrará por completo. La próxima clase lo repetiremos y quiero que le presten atención a la expresión en su rostro y sus puños. ¡Alerta permanente!
El 30 de octubre, después de almorzar, tenemos una hora libre hasta la llegada de las delegaciones de los colegios. Todos nos arreglamos y nos ponemos las mejores túnicas del uniforme y los sombreros de punta para recibirlos con la mejor elegancia que podemos ofrecer. McGonagall nos reúne en la sala común de Gryffindor y caminamos en fila, encabezados por ella y rodeados por los prefectos, Ruby Darcy y Theo Keats al frente y Margaret Adkins y Ryan Sanders al final.
—Creo que me quedó una mancha —dice Neville con preocupación mirando su manga.
—¿Te doy una mano? —le ofrezco. Él parece nervioso pero no contesta, y en la planta baja, cuando pasamos cerca de una pequeña fuente, muevo la mano y la pongo como un cuenco para contener el líquido—. Esto debería alcanzar —le digo, mojando la tela.
—No sé si me manché en el banquete de inicio o si es más viejo, me parece raro —dice él.
—¿Todavía te manchas? —pregunta una voz cargosa a la derecha. Neville y yo alzamos la vista y dejo caer el agua que tenía en la mano.
Draco se ríe de Neville, que está rojo como un tomate y sigue fregando su manga. Mi papá está bastante más adelante, encabezando la fila, pero estoy segura de que tiene el oído aguzado para disfrutar de la escena.
—¿Quieres que llamemos a tu abuela para que te cambie? —sigue Draco.
—Te puede traer un par de calzones —dice Pansy, con un codo apoyado en el hombro de mi primo—. Leyla, tú seguro sabes qué calzones usa, sé que anduvieron juntos hace unos años y dudo que esté usando nuevos...
—No los escuches —le digo con las orejas casi prendidas fuego. Me acomodo el sombrero en la cabeza y miro hacia otro lado, mientras Pansy sigue burlándose.
—No sé cómo ascendiste de Longbottom a Diggory, seguramente lo tienes sobornado, cada unos meses que pasa contigo, puede tener a Selene una noche...
—Suficiente —dice McGonagall, que interrumpió la marcha y está furiosa como una leona—. Veinte puntos menos para Slytherin. ¡Severus! Más control a los estudiantes, por favor. No hagamos un escándalo frente a los colegios invitados.
—Al frente, Parkinson —dice mi papá sin darse vuelta—, y se sentará con los de primero en el salón.
—¿Qué?
—Boca cerrada —agrega. Pansy patea el suelo y obedece, mientras Margaret sacude la cabeza varias veces.
—Impresionante. Nosotras no éramos así —le dice a su grupo de amigas.
—Créeme que sí —dice Angelina.
—Señorita Granger —dice McGonagall al darnos una segunda mirada—, ¿qué significa esa insignia? ¿Es un chiste?
—Es a favor de los derechos de los elfos domésticos —explica ella, mostrando su pin—, la P.E.D.D.O...
—Sea lo que sea, solamente parece una vulgaridad. No queremos que todas las delegaciones traten de adivinar por qué una estudiante tiene una insignia a favor de las flatulencias.
Formamos cuatro filas frente a las puertas de roble y salimos de a una casa al exterior, donde Dumbledore, Hagrid, Cornelius Fudge, Ludo Bagman y el señor Crouch están ya listos. Lástima que Hermione ya se sacó el pin, sería gracioso ver la cara de Bagman leyendo el nombre y tratando de no estallar a carcajadas en medio de tanta solemnidad.
A los pocos minutos de estar formados, alguien señala el cielo y vemos cómo una carroza celeste, tirada por caballos alados gigantes, va descendiendo hasta aterrizar en el césped. Hagrid corre a atender a los caballos, que se ven grandes incluso a su lado, y cuando están todos tranquilos se abre la puerta de la carroza y baja una mujer que parece un gigante al lado de Hagrid, vestida de negro con un collar de ópalos tan grandes que podrían ser del tamaño de mi cara, pero que en ella se ven como piedritas pequeñas.
Dumbledore se adelanta a saludarla y le extiende la mano.
—Madame Maxime, un gusto verla otra vez —dice.
—Dambldog, placegg. Aquí mis alumnos...
Con un gesto señala la puerta del carruaje y de él bajan quince alumnos y alumnas con atuendos de seda celeste y sombreros pequeños a tono. Las chicas tienen pequeñas capas y faldas, y los chicos tienen elegantes pantalones, mucho más lindos que nuestras túnicas negras. Mientras, Fudge, Crouch y Bagman se acercan a saludar a la mujer enorme, directora de Beauxbatons.
Mientras la delegación de Beauxbatons se ordena y comienza a caminar al castillo, dirigida por uno de nuestros delegados, alguien exclama que algo se mueve en el lago.
—No es buen momento para que nos ataque el calamar gigante —dice Ron.
—¡Son ellos! ¡Durmstrang!
Cedric viene de la fila de Hufflepuff, para "inspeccionar" en su rol de delegado, y me sube a su espalda para poder ver lo que todos señalan. Efectivamente, la mitad del mástil de un barco ya se asoma de la superficie negra del lago, y al poco tiempo asoma el casco completo. La bandera de Durmstrang nos saluda agitándose y una rampa se extiende desde el barco, por donde desciende un grupo de alumnos vestidos con abrigos rojos que parecen llenos de piel animal. Al frente marcha un hombre alto y de cabello plateado como su abrigo.
—¡Dumbledore! Tanto tiempo —dice, estrechándole la mano al director.
—Karkarov, qué placer volver a verte.
—Qué bueno volver aquí. ¡Viktor! Ven. Disculpa, Dumbledore, Viktor tiene un resfrío leve y es mejor que esté al calor, si no te molesta que entremos ya...
Uno de los alumnos se acerca a Karkarov y, cuando aparece a la luz, oímos varios gritos agudos, uno de ellos proveniente de Ron.
—Es Viktor Krum —dice con un hilo de voz.
—¿De verdad? —digo, mirando con más detenimiento.
—Te recuerdo que estás sobre mi espalda —dice Cedric—, la etiqueta indica que al menos debes disimular si te interesa otro.
—Sabes que tú eres mi buscador favorito de aquí al infinito.
...
En el Gran Salón, cada casa se sienta a su mesa y los de Beauxbatons se suman a la mesa de Ravenclaw, mientras que los de Durmstrang se sientan con los de Slytherin.
—Qué mal —digo, mirando a unas chicas de Beauxbatons que están hablando con algunas de mis hermanas—, se llevarán una muy mala impresión de Hogwarts...
—Y Malfoy ya se lanzó a hablar con Krum —gruñe Ron—. Maldito. ¿Saben dónde dormirán? Podemos ofrecerles nuestra habitación, yo puedo dormir en el baño...
—Creo que nosotros podemos ofrecerles a las chicas de Beauxbatons nuestra habitación —dice Fred y George asiente.
—Sigan soñando —dice Angelina con tono gruñón.
A la mesa de profesores se suman Madame Maxime (que le ponen un sillón para sentarse), Karkarov, Fudge, Crouch y Bagman. Dumbledore se para a hablarnos antes de que comience el banquete de bienvenida y nos indica que el Torneo comenzará oficialmente al terminar el banquete, además de desearnos que disfrutemos la comida.
—Pegggmiso —dice una voz cantarina detrás de mí, que pertenece a una chica de Beauxbatons que es alta y esbelta y tiene una cortina de cabello dorado con brillos plateados que cae como una cascada de oro. Hasta su piel tiene un brillo plateado—. ¿Van ustedes a comeg eso?
Varios están mirándola en nuestra mesa, y Ron está sin aire.
—Ya comimos —dice Harry, pasándole la fuente que señala.
—Una delicia —asegura Ron y me da la duda de si habla de la fuente o de ella.
—Ggggggacias —dice con una sonrisa y vuelve con la fuente a la mesa de Ravenclaw, dejando detrás de sí un leve resplandor en el aire.
—Es una veela —dice Ron cuando vuelve a respirar—. Merlín, vi a una veela tan de cerca... Necesito su nombre.
—Es solo una chica —dice Hermione con mufa.
—No, lo sé —digo—, mira la cara de Selene. No está muy contenta con tener competencia en la misma mesa.
—Les aseguro que es una veela —dice Ron—, no es normal. No hay chicas así en Hogwarts.
—Ron —se queja Hermione.
—Hay chicas muy lindas en Hogwarts —dice Harry con la mirada perdida en la mesa de Ravenclaw.
—Menos mal que no se sentaron en la mesa de Hufflepuff —digo, agarrando los cubiertos con nerviosismo.
Cuando terminamos de comer y la vajilla y los restos de comida desaparecen (o, según dice Hermione, los elfos se encargan de alguna manera de ellos, porque son las fuerzas esclavas ocultas de Hogwarts), Dumbledore presenta a los organizadores del Torneo y a los directores de las otras dos escuelas, que con él forman el panel de jueces para asignar puntos a los campeones cuando realicen sus pruebas.
Se siente en el aire la tensión y la adrenalina. Fred y George están con los ojos abiertos como platos y las manos firmemente agarradas a la mesa. Varios alumnos están igual de atentos y expectantes.
—Se presentarán tres pruebas a lo largo del año escolar —dice Dumbledore— que demostrarán en cada campeón la valentía, la inteligencia lógica, la habilidad mágica y la capacidad de enfrentarse a riesgos. El Torneo es para tres campeones, uno de cada escuela, todos mayores de edad. Cada uno realizará cada una de las pruebas y recibirá un puntaje por cada una, y quien tenga más puntos al final del Torneo, será el ganador del trofeo. Y el juez imparcial que los elegirá será el Cáliz de Fuego.
Filch se acerca con un cofre bastante grande y lo apoya sobre la mesa de profesores. Dumbledore toca el cofre con su varita y este desaparece, dejando en su lugar su contenido: una gran copa de madera, bastante tosca y con un círculo de llamas azules en el borde.
—Los postulantes que cumplan con los requisitos deben escribir su nombre y la escuela a la que pertenecen en un papel e introducirlo aquí. Tienen para ello veinticuatro horas. Al finalizar este plazo, es decir, mañana aproximadamente a esta hora, nos reuniremos aquí para esperar el resultado de los elegidos. El cáliz estará en el hall de entrada y tendrá alrededor un círculo con la Línea de Edad que yo mismo marcaré, para encargarme de que ningún estudiante menor de edad pueda pasarla para introducir su nombre. Por favor, recuerden que no hay vuelta atrás una vez que pongan su nombre en la copa. Es un contrato mágico; si resultan seleccionados, no hay manera de romperlo. Es una gran responsabilidad. Ahora, mucha suerte y a dormir, y buena suerte a los que se presenten mañana.
—Una tontería —dice George—. Leyla, la poción va perfecta, con eso podremos engañar a la línea y pasar a poner nuestros nombres.
—Gracias, te debemos una —dice Fred.
Angelina lo mira y Fred se encoge de hombros.
—El mejor ganará, amiga —dice él.
—No lo dudes.
Miro al amontonamiento de gente que hay alrededor de la chica francesa alias veela y siento náuseas. Pero pronto veo a Cedric, lejos de ella y haciéndome gestos a mí.
—Quédate conmigo un rato. Ya verás —me promete. Yo asiento y me quedo atrás del grupo mientras se vacía el Gran Salón. Damos una vuelta por el pasillo y cuando regresamos, vemos que el Cáliz de Fuego está en su pedestal, con la Línea de Edad marcada alrededor. Cedric saca un trozo de pergamino, escribe su nombre y el de la escuela y me mira—. ¿Lista para que vaya?
—Adelante.
Cedric respira hondo y camina con decisión. Traspasa sin problemas la línea y alza la mano por sobre las llamas para dejar caer su nombre. El cáliz parece tragarse el papel y luego vuelve a verse como antes. Cedric regresa a mi lado y nos besamos.
—Mañana sabremos —digo—, pero recuerda que, pase lo que pase, sigues siendo mi campeón.
—Bonita, gracias. Ahora, vamos antes de que Karkarov nos lance algo.
—¿A ti también te dio mala impresión?
—Apenas. Un beso más. Ahora sí, vamos.
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