18: Plan de recuperación de novio

Capítulo dieciocho

Plan de recuperación de novio

El sábado me levanto más temprano que las chicas y voy a ducharme. Al salir, en lugar de envolverme el cabello en una toalla como de costumbre, uso el hechizo de Lavender del día de la tormenta. No está mal, es mejor que andar una hora con un turbante como Quirrell, pero preferiría usar mis manos para producir calor si pudiera controlar la temperatura. Sé que me quedaría sin cabello si lo intentara.

Con el cabello seco bajo las escaleras al Gran Salón, pero en el segundo piso mi papá me encuentra y me detiene con la mirada.

—Hola —lo saludo—. Justo iba a desayunar. Hablamos luego, no nos perdamos la comida.

Levanta la mano para que me calle.

—No estuviste en casa de tus tíos en el verano y tampoco estuviste con tus amigos Weasley.

—Me fui del tren directamente con los Granger. No era peligroso, viven en Londres...

—Sé que estuviste con Diggory.

—No sabía que tenía que pedir permiso. Todos sabemos que no iré a casa con mis hermanos, y tampoco es como si tú me consiguieras un lugar donde estar. Ni siquiera me llevas a tu casa y me encierras en el altillo.

Me mira con seriedad y señala un aula vacía. Entramos, cierra la puerta y enciende la luz.

—Leyla, no voy a dejar que vayas a casa de gente desconocida solo porque se te ocurrió que te gusta un renacuajo de Hufflepuff.

—Si él fuera de Slytherin no me harías este problema —digo con los brazos cruzados.

—Voy a tener que vigilarte más de cerca.

Suspiro y miro al techo, como si con eso desapareciera de en frente mío.

—Ya estoy bastante vigilada. No sabías que te hablabas con mi mamá. ¿Siempre se hablan o solo este verano?

—Es obvio que estamos en contacto, dos ojos no alcanzan para controlarte.

—¡Si no hago nada malo!

—Es el tiempo en el que estamos. Ahora no cambies de tema y dime qué hiciste en casa de los Diggory.

—Nada, papá. Absolutamente nada.

Noto que sueno frustrada y trato de mejorar un poco el tono. Me mira a los ojos unos segundos y mantengo la mirada firme. Luego asiente.

—Está bien. Pero que no se repita.

—Dime que esto no influirá en sus notas —digo—. Él no tiene nada que ver, fue idea mía, yo me quise ir a su casa para no estar con Draco y así podíamos ir al mundial.

—Las notas bajas no se las debe a nadie.

—En serio. Es terriblemente injusto. Si quieres quítame todos los libros de pociones o prohíbeme hablarle, pero no te metas con sus notas.

—Lo pensaré.

—Lo de prohibirme hablarle no te lo tomes tan en serio —agrego—. Y gracias por salvarme en el mundial —digo de repente—. Tenía miedo.

—Yo no fui —dice con la voz cansada.

—Pero le avisaste a ella.

—Información de segunda mano que me llegó; solamente le advertí por si quería pasar a ver.

Me muerdo la lengua para no sonreír. Creo que no quiere decirme que estaba preocupado por mí. Meto la mano en mi bolsillo y saco mi varita.

—Mira... Esta es mi varita. No sé... Quizá quieras verla, a mi mamá le pareció problemática.

Con un rápido movimiento me la saca de la mano y la examina a la luz; hace un par de pruebas con su propia varita y salen varios halos y formas de luz de la mía, pero no veo exactamente cómo son. Su rostro está serio cuando me mira otra vez.

—¿Está muy mal? —le pregunto.

—No, guárdala. No tiene nada. Pero no dejes que nadie te la saque. Cuida tus pasos. Trata de no llamar más la atención con tu habilidad. Moody ya me hizo un comentario sobre el golpe que recibió Draco sin que nadie lo tocara.

—Pero si Moody no estaba...

—Ve a través de todo. Necesito que me tomes en serio; cuídate. Casi lo olvido, iba a conseguir que te dieran una escoba nueva este año, pero el Quidditch se canceló.

—¿Ibas a darme una oportunidad de ganarles a los de Slytherin con sus Nimbus 2001?

—Un poco de orgullo familiar siempre se necesita.

Creo que tengo lágrimas en los ojos. Él sale del aula y cuando asomo la cabeza no lo veo más.

El Gran Salón ya está llenándose de alumnos cuando yo llego, y lo único que se oye son conversaciones sobre el Torneo.

—Leyla, qué bueno que llegaste —dice Fred.

—Siéntate con nosotros.

—Disculpen, no tuve tiempo para empezar con los formularios —digo cuando me siento—. Pero para compensar tengo una idea de cartas de póquer...

—Fantástico, luego nos cuentas.

—Ahora estamos con la mente en otra cosa.

—Tú eres la mejor alumna en Pociones, ¿verdad?

—Seguro Hermione es mejor —digo, tratando de sonar modesta, pero sinceramente creo que soy la mejor en la materia.

—Sabemos que tienes un libro de pociones avanzadas y que siempre te salieron bien.

—Necesitamos tu ayuda. —George mira alrededor en busca de gente que espíe, pero están todos bastante ocupados con sus propias conversaciones—. Necesitamos una poción para engañar al árbitro.

—¿Creen que eso bastará? Dumbledore parecía muy seguro de que nadie iba a poder burlarlo.

—Dumbledore no nos conoce a fondo —dice Fred—, y no sabe que tenemos un as bajo la manga, que hace pociones mejor que Snape.

Me pongo roja y espero que olviden el comentario pronto.

—Hicimos una lista de cosas para probar, y creemos una poción de envejecimiento nos bastaría. Con unas gotas, tendríamos la edad necesaria.

—No te preocupes por los ingredientes; si consigues una buena receta, te traeremos todo lo necesario. Podemos ir a Hogsmeade mañana si hace falta.

—Y tendrás una parte del premio, por supuesto.

—Basta de echarme flores, muchachos. Intentaré ayudarlos.

Por la tarde Hermione se va a la biblioteca y quedo sola ordenando mi baúl en la habitación y separando la ropa del verano para la lavandería, ya que hace muy poco recuperé mis cosas. Lavender y Parvati entran y salen varias veces, pero no me dicen nada y me dejan tranquila. Pienso que debería decorar un poco más mi parte de la habitación; Hermione tiene siempre una pila de libros en su mesa de luz y un póster de Londres en la pared, y su habitación en casa de sus padres también es hermosa; Lavender tiene un póster del jugador irlandés Lynch, que vuela con su escoba y guiña un ojo, además de todo un kit de accesorios y maquillaje en la mesa y varias flores de papel pegadas en la pared; Parvati también tiene una decoración bonita. En cambio, yo nunca me preocupé por cómo se veía mi parte hasta que pasé por tantas habitaciones distintas.

Mientras Barbas trepa por las cortinas de la cama, reviso mi baúl y encuentro mi boleto de entrada del mundial y lo fijo a la pared arriba de mi cama. Al menos eso es algo. Pongo mi nuevo libro de pociones en la mesa de luz y me voy a servir un vaso de agua a la ventana, desde donde se ven los terrenos de Hogwarts. Quizás algún día pinte el paisaje y también lo agregue a la pared.

Mirando el césped verde y aún mojado, me pongo a pensar. ¿Mi padre habrá reconocido la varita? Su cara no es compatible con lo que me dijo. Parecía que me la quitaría. Lo que me sorprende es el poco rencor que tiene; yo sé que está convencido de que nosotros ayudamos a Sirius a escapar y eso le impidió ganar la Orden de Merlín. Y me dijo que pensaba en la nueva escoba...

Mis pensamientos van inevitablemente a Cedric. Me preocupa este distanciamiento, pero yo también colaboro y no encuentro una manera de frenarlo. Quiero estar con él, creo que lo amo realmente, cuando estoy con él me siento muy feliz... Quizás pueda recuperarlo. No quiero seguir en la incertidumbre.

—¿Lavender? —Las chicas, que entraron recién para traer ropa limpia, me miran con curiosidad—. ¿No me prestarías un poco de maquillaje?

—Te vas a arreglar para cierto muchacho, ¿no? —dice ella—. La leona se decide a ir tras su... tejón.

Parvati arruga la nariz por la frase mala.

—Solo quiero probar algo —le digo.

Entre las dos sacan los cosméticos de Lavender y me maquillan la cara, y hoy al ser sábado no debo usar la túnica y me pongo algo más lindo que lo que uso normalmente.

—Ve por él —dice Lavender, poniendo las manos como zarpas.

Antes de salir, paso por el baño y controlo que no me hayan pintado como un payaso, pero no tengo que preocuparme, realmente me hicieron ver bonita. Voy a la biblioteca a mirar por la ventana para ver si encuentro a Cedric adentro y Madam Pince viene a abrir la puerta para dejarme pasar. Seguramente no me ha reconocido por el maquillaje, porque no creo que haya olvidado que yo era la temible heredera de Slytherin que tiraba agua cerca de sus libros y atacaba a los alumnos.

—Gracias —digo y paso lo más rápido que puedo sin correr, para que no traerle recuerdos.

Hermione levanta la vista de su lectura y me mira con curiosidad; yo hago unos gestos intencionalmente incomprensibles y me encojo de hombros cuando dice que no entiende. Cedric no parece estar aquí, pero tenía que empezar la búsqueda por algún lado, y al menos puedo pasar a buscar la receta de la poción para envejecer y la de cambio de fisonomía para los gemelos.

Cuando paso por la sección de historia de la magia veo a Cedric leyendo la biografía de un mago. Me acerco sigilosamente como pocas veces lo logro y lo abrazo por atrás.

—Hola, hermoso.

Cedric suelta el libro con un sobresalto y me mira por sobre su hombro. Cuando me reconoce se relaja y se da vuelta para estar de frente.

—Hola —me dice con una risa.

—Hace mucho que no hablamos —digo apoyando mi frente en su hombro.

Me mira y pone una mano en mi mejilla. Siempre tiene que inclinar la cabeza para verme y parece que sus ojos están solo para mí. Se prepara para decir algo y lo miro con una sonrisa. Está dando resultado; me siento como si fuera Selene, pero si esto ayuda, valdrá la pena.

—Dime —le digo—, dime si hay algo especial que estés pensando... algo que tengas en mente desde hace un tiempo... y que no hayas podido decirme hasta ahora.

—Sí, en realidad... yo... —Mira de reojo a las mesas de lectura—. Preferiría hablarlo solos. Nos vemos el seis en el baño de prefectos.

Bueno, eso no me lo esperaba.

—A eso de las once de la noche —dice—. ¿Te parece?

—Por mí está bien, pero tú eres el chico responsable, según dicen.

Cedric mira el techo.

—Está bien —le digo—, nos vemos. Muero por ir.

—Ya sabes dónde es. El año pasado saqué una toalla de ahí cuando rompiste una canilla en el baño de chicas y te mojaste hasta los huesos.

—Yo no rompí nada —me río—. Fue un accidente, no voy por la vida destruyendo baños.

Nos besamos y luego, cómo no, viene Madam Pince a pedir amablemente que nos separemos. No nos pega con un libro, así que creo que aún no me ha reconocido.

—Me gusta tu blusa —me dice Cedric, tocando la tela.

Madam Pince interviene otra vez aclarándose la garganta y me voy a la sección de pociones, no sin antes mirar una vez más a Cedric y sonreírle.

...

El lunes a primera hora tenemos Pociones con los Slytherin y la tensión entre Draco y Ron se siente en el aire, pero mi primo no se anima a hacer nada durante las dos horas. A pesar de estar en clase con mi papá, que es su patrono protector, debe temer que Moody aparezca repentinamente en algún rincón y lo transforme otra vez en hurón. No me quiero imaginar qué charla tuvo el viejo con mi papá y Draco el viernes; ya sé que Moody habló bastante. Todavía me pregunto por qué llamó un "viejo amigo" a mi papá; Moody es demasiado mayor para haber sido compañero de mi padre en Hogwarts (que casi no compartió años de escuela con mi madre) y tampoco fue profesor durante esos años.

Comparto mesa con Neville, Lavender y Parvati mientras que Ron, Harry y Hermione están en las mesas de adelante con Pansy, a quien mi papá sentó allí porque hablaba demasiado con Amy Dolohov y Lauren Rosier.

—¿Te fue bien con tu príncipe? —me pregunta Lavender mientras cortamos raíces.

—El tejón —se ríe Parvati.

—Luego les cuento —digo entre dientes. Lo último que necesito es que mi papá se entere de estas cosas.

—Seguro te ayudó el maquillaje. Deberías usarlo más a menudo —dice Parvati—, te quedaba bien.

—Silencio —gruñe mi papá.

—Quizá debería llevarme una de estas raíces para mi dieta —susurra Lavender con emoción—. Nadie sabe cuándo usaremos la túnica de gala y quiero que me quede fabulosa. Quiero adelgazar cerca de medio kilo por semana, más o menos, creo que así llegaré en forma.

—Pero si ya eres delgada —digo.

—Aún tengo que estilizar mis piernas. No son como las de Parvati...

Parvati levanta un poco su túnica y modela sus piernas para nosotras.

—Mi mamá tiene piernas bonitas —explica.

—Cinco puntos menos para Gryffindor —dice mi papá—. Si siguen, serán cinco menos por cada uno. Sí, usted también, Longbottom, mire su caldero y no a su compañera. Ya lo derritió otra vez.

Los de Slytherin largan una buena carcajada y Neville se pone rojo hasta las orejas. En realidad Snape se refería al caldero derretido, pero cómo desaprovechar la oportunidad de humillarlo más. Al final de la clase Neville se va rápidamente antes de que nadie pueda hablarle.

—Pobre Neville —digo cuando estoy de vuelta con Hermione, Ron y Harry en el pasillo—. No es su culpa que Parvati haga algo que llame la atención.

—Yo creo que le gusta y lo pusieron en evidencia —dice Hermione, moviendo su cabeza en desaprobación.

—Ahora tenemos Defensa, seguro le levantará el humor —dice Ron—. Además, ustedes no entienden, los chicos no vamos por la vida enamorados mirando chicas de reojo. ¿No es verdad, Harry?

—¿Eh? Ah, sí. Claro.

Examino el pasillo y veo por qué Harry estaba distraído; por la escalera están bajando las chicas de Ravenclaw de quinto año, entre ellas mis hermanas Violetta e Isabella, que llevan una pila de libros bajo el brazo. Solo una de las dos tiene la insignia de Prefecta. Me imagino que para la otra debe ser difícil aceptarlo; las notas y las medallas son todo para ellas.

Al final del grupo viene Dala Henderson y me saluda alegremente con la mano, y yo levanto los pulgares para desearle un buen año. Desde que cortó con Fred casi no volvimos a hablar, excepto cuando Sirius se metió en el castillo y atacó a la Dama Gorda del retrato.

—¿Tienes novedades de... de Sirius? —le pregunto a Harry por lo bajo.

—No. Hedwig no ha regresado —dice y empezamos a caminar al aula de Defensa—. Ya me arrepentí de haber mandado la carta, lo único que falta es que venga para aquí y lo atrapen...

—Oye, ¿hiciste la tarea de Adivinación? —le pregunta Ron.

—No. Recién comencé a dibujar los tallos para Herbología.

—Tenemos que juntarnos a la tarde a escribir alguna tontería que le guste a Trelawney —dice—. No puede ser que sea el segundo día de clases y ya tengamos tanto para hacer, nos tratan como elfos domésticos.

—¡Ja! —dice Hermione—. Qué curioso que lo menciones. —Mete la mano en su mochila y saca una caja cerrada.

—¿Fred y George te dieron una a ti también?

—No. Y a esos dos les convendría dejar sus experimentos a un lado; tienen suerte de que Percy ya no esté más como Delegado. No puedo esperar a que Ruby o Margaret los encuentren en la sala común haciendo algo y les confisquen todo. Si yo fuera prefecta, ya lo habría hecho.

—¿Tanto te molesta? —le pregunto—. A mí no me parece que hagan nada muy malo.

—Van en contra de las reglas...

—Ni siquiera viste exactamente qué están haciendo; no puedes saber si es ilegal. Está bien que te preocupes por todos, pero creo que sin saber realmente...

—¿Entonces quién te dio la caja? —pregunta Ron.

—Ron, yo puedo tener una caja propia sin que nadie me la haya dado, ¿no te parece? —dice Hermione—. En fin, me gustaría que cada uno se pusiera una de estas.

Saca tres insignias redondas con un pin para la ropa; todas tienen grabadas unas iniciales... poco afortunadas.

—¿Pedo? —se ríe Ron, llamando la atención de algunos estudiantes que lo miran con curiosidad.

—No, es P. E. D. D. O. Con doble "d". ¿No lees? Es una sigla.

—Pedo —repite Harry y se ríe con Ron. Yo inflo un poco los cachetes y me tapo la boca.

—Qué inmaduros —resopla ella y se pone un pin en la túnica—. Es la Plataforma Élfica de Defensa de los Derechos Obreros. Es algo muy serio. No pensaba presentarlo ahora, pero veo que es más necesario que nunca, ahora que Ron ha notado cuán duro trabajan los elfos para nosotros sin recibir ninguna compensación y sin que se respeten sus derechos.

—Nunca había escuchado sobre la... la plataforma —digo para evitar más risas.

—Por supuesto que no, la acabo de fundar —dice ella.

—¿Y cuántos afiliados hay? —pregunta Ron.

—Constará de cuatro miembros... si ustedes firman. —Busca en su mochila y saca pluma, tintero y pergamino—. Solo pongan sus nombres y firmen al lado. Creo que una contribución de dos sickles es una suma justa para ingresar a la plataforma.

—¿Crees que vamos a usar insignias que dicen "pedo" por los pasillos? —dice Ron.

—Muy lindo proyecto, pero tengo una reputación, aunque no lo creas —digo—. No puedo empezar a ser el hazmerreír cuando parece que con Cedric todo vuelve a estar bien.

—¿Por qué? ¿Se habían peleado? —pregunta Harry.

—Olvídenlo. Ahora todo va bien. Tenemos una cita mañana.

—Pero mañana es martes. ¿a dónde piensan ir? —pregunta Ron.

—No te lo diré, lo único que falta es que aparezcas allí —me río—. Cuando tengas novia, buscarás tú mismo los lugares a donde ir en días de semana.

Ron murmura algo como "tonterías" y Harry parece pensativo.

—Me parece bien lo que has hecho —le digo a Hermione—. Firmaré, pero nada de usar insignias esta semana. Y el dinero lo tengo arriba.

—De acuerdo —dice, mostrándome dónde poner mi nombre—. Aquí tienes una pluma.

—No, deja, yo tengo. —Saco un bolígrafo de mi cartuchera. Click—. Mucho más rápido. Y no necesitas esperar a que se seque.

—¿Qué es eso? ¿Una mini varita? —pregunta Ron, para la risa de Harry.

—Es un bolígrafo —digo—. Son súper prácticos, los muggles los usan para escribir.

—Espera a que mi papá oiga sobre esto —dice Ron, cómicamente parecido a mi primo mientras examina la lapicera.

Click click.

—Es genial que te unas —me dice Hermione—. Tienes mucha experiencia con elfos; tú estabas con Dobby en casa de los Malfoy cuando trabajaba, puedes aportar información de sus condiciones de trabajo, requerimientos, castigos...

Click. Click... click... click click click click click.

—Podemos hacer boletines informativos para repartir entre los alumnos, y también entre los profesores, por supuesto, para generar conciencia y ampliar la base de apoyo...

El timbre suena y Ron y Harry se van a toda velocidad a Defensa, no sin antes devolverme el bolígrafo. Me quedo atrás para ayudar a Hermione a guardar sus cosas.

—¿Entonces esto es lo que hacías todos estos días en la biblioteca? ¿Trabajabas para fundar la plataforma?

—Sigo trabajando. Me queda mucho por hacer.

—Trataré de ayudarte. Dobby no la pasaba nada bien en lo de mis tíos. Cada vez me da más miedo imaginar lo que le hacían cuando yo no estaba.

—¡Mira la hora! Vamos, vamos.

—Sí, antes de que Moody nos lance un maleficio por llegar tarde. ¿Crees que si le doy mi bolígrafo aplaque su ira?

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Espero que les haya gustado :) Subo el siguiente capítulo el próximo sábado.

Si quieren pueden contarme qué otros libros están leyendo aparte de este jajaja. Siempre me interesa saber con quiénes comparte Leyla el estante de cada lector.

BMW

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