13: La Madriguera
Dedicado a TopyAguirre por su pronto cumpleaños.
Capítulo trece
La Madriguera
Llegamos lo más rápido que podemos a nuestro lote y nos metemos todos en la carpa grande. Afuera aún hay incendios por apagar, carpas derribadas, calderos caídos, banderas y sombreros en el suelo. El señor Weasley cierra la puerta de la carpa, la asegura con un hechizo y nos sentamos a la mesa. Fred, George y Ginny pudieron regresar antes que nosotros y sin problemas, y Percy, Bill y Charlie ya están de vuelta. Charlie tiene algunos golpes en los brazos y Bill y Percy están exhaustos de correr. Todos tenemos hojas y ramas en el cabello y en la ropa.
Ginny mira el suelo sin hablar. Por primera vez veo a Fred y George quietos en sus asientos.
—¿Los atraparon, papá? —pregunta Bill—. ¿Saben quiénes fueron? ¿Quién invocó la Marca Tenebrosa?
—No —dice el señor Weasley y se deja caer en uno de los asientos.
—Lo entrevistaron en el camino —le susurra Ron a los gemelos—. No pudo decir nada que le encantara a la reportera.
—Encontraron a la elfina de Crouch con la varita de Harry —dice el señor Weasley—. Y comprobaron que era la varita que hizo el conjuro.
—¡No!
—¿Tu varita?
—¿El señor Crouch?
Ese fue Percy. Está con los ojos como platos, aumentados varias veces por sus anteojos, y una cara de sorpresa e incredulidad que está para retratar. Mientras el señor Weasley y Hermione reconstruyen la historia, con los correspondientes comentarios indignados, yo pienso qué colores utilizaría para su dibujo. Probablemente rojo ardiente para el pelo y un tono muy blanquecino para la cara de susto. Y la lengua negra, llena de la cera de lustre de los zapatos de Crouch que seguramente estuvo lamiendo cuando tomamos el té con él.
—Ah —dice Percy al final del relato—, el señor Crouch estuvo excelente al deshacerse de la elfina. No puede tener a alguien tan infiel y poco confiable a su lado. Lo ha puesto en ridículo frente a todos los del Ministerio.
—¡QUÉ!
Todos chistamos a Hermione. No queremos atraer la atención a esta hora. La discusión entre los dos continúa entre susurros y golpes de mesa, y Ron mira confundido a su padre.
—Está bien todo lo de Winky... —dice.
—No lo está —se queja Hermione.
—...¿pero alguien puede decirme por qué tanto escándalo por una calavera? Todo el revuelo me parece ridículo, si no le hizo nada a nadie.
—Ron, ya te dije —resopla Hermione—, es el símbolo del Innombrable. Está en Ascenso y caída de las artes tenebrosas, antes de que me acuses tú también de haberla invocado.
—Hace trece años que no aparecía —dice el señor Weasley—. Los Mortífagos la usaban cada vez que asesinaban a alguien. El peor miedo que tenía una persona era llegar a su casa y ver la marca en el cielo sobre su techo, ya sabiendo lo que esperaba adentro... Verla hoy es casi como haber visto al Innombrable en persona.
No debo ser la única que siente un escalofrío en la espalda.
—Bueno, quien lo haya hecho nos perjudicó bastante —dice Bill, mirando la herida de Charlie—. No llegamos a desenmascarar a nadie, todos huyeron apenas la vieron en el cielo. Por suerte pudimos evitar que los Roberts cayeran de cara al suelo.
—Los llevamos a que les modificaran la memoria de inmediato —dice Charlie—. La señora Roberts no paraba de retorcerse y los niños lloraban aterrados. Una crueldad.
—¿Quiénes son los Mortífagos? —pregunta Harry.
—Es el nombre que usan los seguidores del Innombrable. Hoy vimos lo que queda de ellos, los que no han muerto o han sido encerrados en Azkaban.
—No podemos estar seguros —dice el señor Weasley—, pero sí es muy posible que hayan sido efectivamente Mortífagos libres.
—Pero claro —dice Ron—. Nos encontramos a Draco Malfoy en el bosque y por poco firmaba una declaración jurada de que su padre era uno de ellos.
Yo me tapo la cara y Hermione pone una mano en mi hombro.
—Todos sabemos qué cómodo se siente el señor Malfoy con el Innombrable y su grupo —dice Ron—, ¡tenía su diario!
Ginny parece que vomitará y yo empiezo a sentir las náuseas.
—¿Pero qué querían los seguidores de Vold... el Innombrable? —pregunta Harry—. ¿Qué ganaron al levantar a los muggles por los aires?
—Ese es justamente el gran atractivo —dice el señor Weasley—. Hacen eso por diversión. La cantidad de muggles asesinados durante los años fuertes del Innombrable te asustarían, Harry, y la mayoría fue solamente por diversión. Hoy simplemente bebieron un poco de más para festejar y no pudieron evitar una reunión amistosa... para recordarnos que siguen entre nosotros.
—¿Y por qué huyeron al ver la calavera?
—Todos los que se salvaron de Azkaban lo lograron mintiendo. Dijeron haber sido hipnotizados, obligados a actuar así en contra de su voluntad. Lo último que necesitan es estar enmascarados bajo la Marca Tenebrosa y rodeados por el Ministerio. Deben salvar su reputación. La mayoría de ellos ocupan cargos importantes y son personas reconocidas en la sociedad.
—Me imagino entonces que ni el Ministerio debe querer saber quiénes estaban debajo de las máscaras —dice Hermione—. Quedarían mal.
Bill asiente un par de veces.
—¿Entonces el que hizo el conjuro apoyaba o quería espantar a los Mortífagos? —pregunta Fred.
—Podría ser cualquiera de las dos opciones, pero hay que tener en cuenta que solamente los Mortífagos saben conjurarlo. Es algo que se aprende en los círculos del Innombrable.
—Basta —digo con las manos en la frente—. Por favor.
Mi cabeza no para de dar vueltas. Tía Bella, tía Bella... ¿Qué Mortífago nos estuvo respirando en la nuca?
—Lo siento, veo que están todos muy cansados —dice el señor Weasley—. Iremos todos a dormir. Nos quedamos aquí, no es seguro que las chicas duerman solas en la carpa pequeña.
—Ginny puede usar mi cama, yo dormiré en la bolsa de dormir —ofrece Bill.
—Leyla y Hermione pueden dormir en el sillón.
—Claro.
—¿Está bien cerrada la puerta?
—Cualquier intento de abrirla nos despertará y al menos nos dará tiempo de agarrar la varita —dice el señor Weasley—. Traten de descansar.
Nos acostamos y comienza a apagar las luces de la carpa.
—Hablando de varitas; Leyla, tu madre me dio tu varita para que te la devolviera.
Termina de apagar las luces y se hace silencio. Hermione y yo estamos en el sillón, con las cabezas en lados opuestos, y trato de que nadie me escuche llorar. La varita de tía Bella. Me siento un monstruo teniendo esto entre manos; hubiese preferido que se la llevara mi madre antes que tener algo que ver con los Mortífagos. Ella tenía razón. Menos mal que no la revisaron los del Ministerio. ¿Quién sabe qué cosas se hicieron con esta varita?
...
A las pocas horas de habernos dormido, el señor Weasley nos levanta, desarmamos las carpas y marchamos detrás de él como un ejército de zombis hasta el traslador. No recuerdo haber soñado nada, por suerte. Hay mucha gente levantando el campamento, niños llorando porque es temprano, y los daños de anoche se ven en todos lados. Cuando nos dan un pañuelo usado como traslador para volver a la Madriguera, ni siquiera me estremezco del asco ni me importa aferrarme fuerte a él (aunque no sé cómo resistirá transportar a tanta gente).
Cuando llegamos a la colina de donde habíamos partido con la bota vieja, aún es de madrugada y marchamos en silencio hasta la verja de la Madriguera, donde nos recibe la señora Weasley en bata, corriendo con el periódico en la mano y unas ojeras terribles.
—¡Arthur! ¡Arthur! ¡Chicos! ¡Están todos bien!
Nos cuenta con la mirada y, al cerciorarse de que hay más gente de la que partió, se cuelga de su marido y respira más tranquila.
—Santo cielo, luego de lo que pusieron en el Profeta... Ginny, cariño, ¿estás bien? ¡Y ustedes dos! —les dice a Fred y George—. Si algo les hubiese pasado, nunca me lo habría perdonado; lo último que hice fue gritarles porque no tenían suficientes Matrículas de Honor... Están todos, todos, todos.
Abraza a Ginny y a Ron varias veces, luego a Harry también y vuelve a abrazar a Ginny.
—Si hubiesen aparecido nombres o algo, hubiese sabido que estaban todos vivos. Nadie piensa en las pobres madres, nadie...
Entramos a la cocina y los que encuentran lugar se sientan a la mesa. Yo me dejo caer en el sillón y trato de mantenerme despierta a pesar del sueño que tengo. Saco mi varita y la examino mientras Bill lee el periódico.
—"Escenas de horror en el mundial de Quidditch"... Blablabla. Errores monstruosos del Ministerio. Blabla. Culpables en libertad. Falta de seguridad. Magos oscuros sueltos. Vergüenza nacional.
—¿Quién lo escribió?
—Rita Skeeter.
—Entonces no se podía esperar otra cosa —dice el señor Weasley.
—¡Esa mujer se las trae contra el Ministerio desde el primer día! —se queja Percy—. Nunca nos deja en paz. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo estableciendo las normas para el grosor de los calderos cuando deberíamos estar erradicando a los vampiros. ¡Los calderos también son importantes!
—Y aquí me mencionan —dice el señor Weasley, viendo el diario.
—No es posible; hubiese sabido que estaban bien si te nombraban —dice la señora Weasley—. Leí el artículo cinco veces, querido.
—No está mi nombre. Dice "Un funcionario del Ministerio salió del bosque poco después de la aparición de la Marca Tenebrosa diciendo que no había heridos y negándose a dar más información. Sin embargo, hay varios rumores de que varios cadáveres fueron arrastrados fuera del bosque una hora más tarde".
—Los rumores aparecerán ahora —dice Bill.
—Mortífagos sueltos —dice la señora Weasley—, qué horror.
Yo miro el suelo y guardo mi varita otra vez.
—Tengo que ir a la oficina —dice el señor Weasley yendo a la cocina para prepararse un desayuno—. Hay que arreglar esto...
—¡Pero estás de vacaciones!
—Mamá, esto es grave —dice Percy, como si ella no hubiese comprendido la situación con la llegada del diario—. Ya mismo voy a escribirle al señor Crouch para expresar mi repudio por la acusación que le hicieron y decirle que lo admiro por mantener siempre la seguridad en primer lugar, antes que el afecto o las costumbres. Con permiso.
Se va a su cuarto corriendo y los anteojos le saltan sobre la nariz. Charlie va a ponerse algo que tape su nueva herida antes de que su madre tenga un ataque por eso y Bill va a hacer té para todos.
—Señora Weasley —dice Harry—, ¿no vino Hedwig con una carta?
—No, no recibí correo, cariño. ¿Entonces te quedarás con nosotros, Leyla?
—Sí, mi madre dijo. Si no es molestia.
—En absoluto. Por suerte esta zona es muy tranquila. Hay lugar para ti, ya lo sabes.
—Sí, creo que tenemos lugar en nuestra habitación —le dice George a Fred.
—Ni lo piensen, la habitación de Ginny alcanzará para las tres. Y ya que hablan de su habitación, con mucho gusto haré una inspección allí, muchachos. Si llego a encontrar otro formulario de Sortilegios Weasley, estarán en graves problemas.
—Tranquila, mamita.
—No hallarás nada.
—Y si lo hallas, luego te sentirás culpable si algo nos pasara y tus últimas palabras a nosotros hubiesen sido para castigarnos.
La señora Weasley hace un rollo con el periódico y les da un golpecito correctivo a cada uno en la cabeza antes de ir a ayudar a Bill con el desayuno.
—Qué raro —digo, mirando una varita sobre la mesa ratona—, pensé que la había guardado.
Cuando la agarro, explota en mi mano y con un "cocóooo cocóooo" se transforma en una gallina de hule. Todos estallan en carcajadas, y George me arrebata la gallina momentos antes de que su madre asome el ceño fruncido por la puerta, pero todos ponemos cara de inocentes y vuelve a la cocina.
...
Mi baúl quedó en casa de Cedric, y como tengo terminantemente prohibido por mi madre salir de la Madriguera, y los señores Weasley se encargan de que su mandato se cumpla, Ginny me presta su ropa más grande. Barbas de Merlín también quedó allí, pero no me preocupa; está en manos de la señora Diggory, que seguramente sabe cuidarla mejor que yo.
Compartir la pequeña habitación de Ginny con ella y Hermione resulta bastante más divertido de lo que esperaba y me alegra el ánimo. Solamente pienso en mi madre cuando ayudamos a cocinar y me encuentro sola con mis pensamientos, y a la noche hago todo lo posible por no soñar con mi tío vestido de Mortífago o con tía Bella.
Dos días después de llegar, Harry nos pide por lo bajo que Hermione y yo subamos al cuarto de Ron después del desayuno para escuchar algo que debe decirnos. Luego de levantar la mesa y actuar como niños responsables, nos vamos al piso más alto y los cuatro nos encerramos en la habitación.
—No tenemos mucho tiempo antes de que venga mi mamá con ropa para guardar o Ginny nos busque para quejarse de que la abandonamos —dice Ron.
Los cuatro nos sentamos sobre la cama de Ron, que tiene un cobertor naranja, excelente para calentar traseros en un día pesado de verano, y escuchamos lo que Harry tiene para decir.
—Perdón por armar tanto secreto —dice Harry—, debo contarles esto a los tres. El domingo antes del mundial, en casa de los Dursley, desperté con dolor en la cicatriz.
—¡Harry! —dice Hermione y se tapa la boca. Luego comienza a enumerar libros de consulta y dice que de inmediato hay que avisar a Dumbledore.
—Pero... —dice Ron—, eso no puede ser. Quiero decir, él no estaba allí... ¿o sí?
—Quizás... quizás había otro Mortífago suelto —digo—, cerca de ti.
—No era solo el dolor. Soñé algo. Voldemort no estaba cerca de la casa, pero sí estaba en el sueño. Y Colagusano.
Aprieto los puños al oír su nombre.
—Seguramente fue un sueño nada más —dice Hermione.
—No, yo creo que puede significar algo importante —digo—. ¿Sabes si decían algo?
—Hablaban... hablaban de matar... a alguien.
—Estoy seguro de que fue un sueño —afirma Ron con el rostro pálido.
—No sé. Es raro; me duele la cicatriz un día, y a los tres días hay una reunión de Mortífagos y aparece la Marca Tenebrosa en el cielo —dice Harry—. Me parece más que una pesadilla. Creo que lo que vi tenía algo de real. ¿Recuerdan lo que dijo Trelawney a final del curso?
—No vas a tomarte en serio lo que dice esa mujer —protesta Hermione.
—No creas que Trelawney siempre delira o miente —le digo—. Si recuerdas lo que dijo Harry y haces tus prejuicios a un lado...
Hermione agranda los ojos y mira hacia otro lado. Me dan ganas de pellizcarme el brazo como mínimo. ¿Qué hago hablándole así a mi mejor amiga en el mundo?
—Lo digo en serio —retoma Harry la conversación—, cuando lo dijo, estaba en trance, ya les conté. No era como sus otras predicciones. Y dijo que el más devoto vasallo de Voldemort se reuniría con él esa misma noche...
—Deja de decir su nombre, ¿quieres? —se queja Ron.
—Y que por eso Vol... él... se alzaría más grande y más poderoso que antes. ¿Por qué no puede ser cierto? Esa misma noche Colagusano se escapó de nuestras manos, el traidor más grande que conozco.
—No sé. Quizás Leyla sí sepa qué es lo que hay que pensar, ya que su mente está pura y libre de prejuicios.
Me muerdo el labio sin saber qué decir. Ron está pálido y hurga con su dedo en un agujero del cobertor naranja. Harry está serio y nos mira de uno en uno.
Una lechuza entra por la ventana y Harry se levanta a recibirla, pero luego me da la carta a mí. Es de Cedric.
—¿Estás esperando correo, Harry? —le pregunta Hermione—. Ya preguntaste por Hedwig antes...
—Sí. Ese día le escribí a Sirius sobre la cicatriz.
—Oh, bien pensado.
—Pero aún no me contesta.
—No te preocupes. Sirius puede estar en cualquier lugar; Hedwig necesita tiempo para ir y volver. Mira si está en África....
Abro la carta y la leo. Cedric dice que a pesar de lo que yo diga, le gustaría conocer mejor a mi madre algún día y que no me preocupe por mis pertenencias, que empacará todo lo que esté afuera y me las dará si logra escabullirse de alguna manera en la Madriguera (supongo que no quiere ser visto, porque lo harán cocinar más verduras o Fred y George armarán un escándalo por tener al enemigo en casa y la señora Weasley le hará un pedestal) o me lo devolverá en King's Cross. Al final dice que me extraña y que esperaba pasar más días conmigo.
Yo también. Si ahora estuviera Cedric conmigo, podría apoyar mi cabeza en su hombro y contarle que estoy preocupada... ¿Pero cuánto le podría revelar? ¿Y de cuánto estoy segura? No puedo jurar que tío Lucius sea un Mortífago, a pesar de que Draco lo dejó más que claro, y tía Bella...
Unos golpes en la puerta nos sobresaltan a todos.
—Vamos, abran —se oye desde afuera—. No tarden.
Ron se levanta a abrir y entran Fred y George, cargados con varias cajas apiladas y más que sospechosas. Cierran la puerta y cuando dejan las cajas en el suelo, se oyen pasos en la escalera.
—¿Ron? ¿Harry? ¿Está todo bien? —pregunta la señora Weasley haciendo girar el picaporte.
Fred y George miran a su hermano y levantan un dedo en amenaza.
—Eh, sí, mamá. Todo igual de aburrido que siempre.
—Me pareció oír mucho ruido aquí. No están Fred y George escondidos por ahí, ¿o sí?
—No, no lo creo, mamá.
—Quizás entraron mientras estabas desayunando y volvieron a salir.
—Tal vez.
—¿Y no ves nada fuera de lugar?
—No, nada —dice Ron impacientándose.
—¿Quieres que te ayude a buscar? —pregunta, haciendo girar el picaporte.
—¡Espere, señora! —dice Harry, dando un salto—. Me estoy cambiando, aguarde un minuto.
Fred y George están tapándose la boca para ahogar la risa y sus caras están rojas como su cabello. Yo agarro la almohada de Ron y me tapo la cara. Lo último que necesito es que la señora Weasley oiga voces de chicas en esta situación.
—Ay, lo siento, lo siento —dice ella, soltando el picaporte y dejando la puerta cerrada—, ahora los dejo. Voy a buscarlos afuera entonces.
Se oyen sus pasos alejándose y los gemelos toman una bocanada de aire y ríen lo más silenciosos que pueden.
—Qué ingeniosos —se burlan.
—Les salvamos el pellejo —dice Ron.
—Muchas gracias —dice Fred y ambos hacen una reverencia antes de abrir la puerta.
—No tan rápido —les digo. Le doy mi carta a Hermione y me paro al lado de la puerta; ya estaban intentando salir—. Ahora nos dicen qué traían en las cajas.
—El contrato de confidencialidad Weasley solamente nos permite informar a una de las personas aquí reunidas —informa Fred en una imitación de Percy.
—No importa —nos dice Ron—, yo les cuento luego.
—Por mí, desaparezcan las cajas y a ustedes mismos —dice Hermione—. Estábamos hablando de algo importante.
—En realidad —dice George—, la que tiene derecho a saber es Leyla.
—¿Qué?
—Es nuestra socia. Ven, vamos, te mostraremos.
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Este capítulo celebra también el cumpleaños de Jane Austen, nacida el 16 de diciembre de 1775.
Espero que les haya gustado. Terminé mis exámenes y tuve notas altísimas, así que estoy feliz. :) Gracias por los mensajes de buenos deseos.
Seguiré avisando sobre la publicación y otras cosas muy importantes por Twitter. (Bueno, mínimamente interesantes). Soy MiChiamanoLucia allí. Sepan que también sigo el hashtag #LeylaBlair, así que si twittean con eso, lo veré.
Felices fiestas y mis mejores deseos a quienes todavía tienen exámenes y trabajos por entregar.
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