73: De vuelta en Londres
Capítulo 73
De vuelta en Londres
En el tren de regreso a Londres conseguimos un compartimiento para los cuatro. Ron y Harry se ocupan los lugares de la ventana antes de que podamos sentarnos, así que Hermione se resigna a sentarse en frente de mí, aunque haya menos luz para leer.
Crookshanks se acomoda en mi regazo y lo acaricio mientras pienso en el último día de clases, ayer mismo. De milagro aprobé todas las asignaturas, y recibí un Sobresaliente en Pociones y en Runas Antiguas. Historia de la Magia y Transformaciones fueron las más desastrosas, pero pasé raspando. Lo más sorprendente fue Adivinación: Muy Bueno. Creo que de verdad convencí a Trelawney de que vi en mi futuro ser profesora. O quizás mi predicción de la nube a la noche fue certera y lo notó.
Percy estuvo todo el día comiéndose los codos especulando sobre sus notas de los exámenes EXTASIS, mientras que Fred y George ni mencionaron sus MHB. Creo que los resultados les llegarán durante el verano. Fue un alivio cuando bajamos a cenar al banquete de fin de año y se repartieron los premios a las casas. Gryffindor ya había ganado el trofeo de Quidditch, pero además ganamos la Copa de las Casas por tercera vez consecutiva.
—Yo creo que podemos lograr ganar la Copa de las Casas los siete años —dice Ron, que estaba pensando en lo mismo que yo—. Tendremos que esforzarnos y tratar de evitar que tu papá nos robe puntos a diario —me dice—, pero creo que lo lograremos.
—Voy a tener que tener una charla muy seria con mi progenitor —me río, pero adentro tiemblo. Pude evitar a toda costa hablar con él durante estos días y todavía temo el momento de verlo a solas. Al final de la última clase de Pociones le comuniqué que iba a pasar el verano con Hermione, pero salí corriendo antes de que me dijera que no o que preguntara más. Obviamente, no le dije ni una palabra sobre lo de Cedric y el mundial.
—Yo por mi parte —dice Hermione— voy a dejar Estudios Muggle. Estaba sobrecargada. Devolví el giratiempo y ya me siento más aliviada. Sin Adivinación y sin Estudios Muggle tendré un horario casi normal.
—Anímate, Harry —dice Ron—, sé que los Dursley no son una fiesta, pero creo que podré invitarte unos días a casa. Te llamaré por fetélono...
La palabra maldita.
—Es teléfono, Ron —dice Hermione—. ¿No quieres ir tú a Estudios Muggle?
—Yo tendré un curso intensivo en tu casa —me río—. ¿Alguien quiere jugar al Snap Explosivo?
Pasamos dos horas jugando hasta que una lechuza diminuta golpea el vidrio del lado de afuera. Harry abre la ventana y la lechuza, que lleva un sobre más grande que ella, revolotea alrededor de Harry con mucha agitación.
—Pobrecita, si tuvo que volar más de un kilómetro han cometido una injusticia —digo, manteniendo a Crookshanks firme en mis piernas para que no salte a comerse a la lechuza—. Solo miren lo pequeñita que es. Seguramente su familia la molesta por ser así.
Harry toma el sobre.
—¡Es una carta de Sirius!
Cerramos la puerta del compartimiento y le pedimos que nos lea lo que dice.
Querido Harry:
Espero que recibas esta carta antes de llegar a Londres. No sé si tus tíos estarían muy contentos con el correo por lechuza.
—Ja-ja —dice Harry y sigue leyendo.
Buckbeak y yo estamos escondidos. Claro que no te diré dónde, es peligroso por carta. No sé si la lechuza llegará a puerto, es muy pequeña, pero es la mejor que encontré y tenía muchas ganas de trabajar.
—Pues bien que ha llegado —digo—, bien hecho, pequeña.
Creo que los Dementores siguen buscándome, pero no me hallarán. Estoy pensando dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que paren un poco con la vigilancia en el castillo. No quiero que vuelva a haber esas criaturas abominables cerca de los alumnos.
Hay algo que no llegué a decirte el día que nos encontramos: yo te regalé la Saeta de Fuego.
—¡Ja! ¿Vieron? —dice Hermione—. Al final yo tenía razón.
—A medias —dice Ron—, porque la escoba no estaba embrujada.
Hermione se cruza de brazos y mira el suelo. Harry sigue leyendo.
Crookshanks llevó el pedido a la oficina de correos. Usé tu nombre, pero pedí que sacaran el dinero de la bóveda de Gringotts 711, la mía. Considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.
También quería disculparme por el susto que te di aquella noche cuando abandonaste la casa de tus tíos. Quería verte antes de comenzar mi viaje al norte. Pero creo que no fue muy agradable para ti.
Te envío en esta carta algo que espero que te ayude a disfrutar un poco más tu próximo año en Hogwarts.
Envíale un gran saludo a Leyla, al parecer la única Black que no me repudia. Dile que la única razón por la que no quiero ver a Snape encerrado en la Casa de los Gritos o golpeado por el sauce es porque la respeto a ella.
Si alguna vez me necesitas, dímelo por carta. Tu lechuza me hallará.
Te escribiré pronto.
Sirius.
—Oh, eso fue tierno, para venir de un convicto prófugo —digo.
Harry saca otro papel del sobre.
—Por Dios, miren esto —dice—. "Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana".
—Vaya, Sirius es un genio —digo—. Con eso te dejarán salir, no pueden discutirlo.
—Y miren... "Posdata: He pensado que a tu amigo Ron le gustaría la lechuza, ya que por mi culpa se quedó sin mascota". ¿Quieres quedártela?
—Yo... —Ron observa a la bola de plumas que vuela nerviosa de un lado a otro—. ¡Claro! Al fin podré mandar mis cartas sin usar a Errol o tener que suplicar para usar a Hermes. Mientras Crookshanks no lo devore en la próxima hora...
Cuando llegamos a la plataforma 9 3/4 de King's Cross, somos de los últimos en bajar. La señora Weasley está allí y nos saluda con alegría. Bajo mi baúl y me siento en él a esperar a que Hermione vea a sus padres. Estoy segura de que mi madre no aparecerá de este lado de la estación, siempre busca a mis hermanas más cerca de la locomotora.
—Hola, señorita —dice George, situándose frente a mi baúl—. Creo que usted nos debe una explicación.
—¿Yo?
—Usted misma —dice Fred.
—Bueno, adelante.
—¿Qué hiciste exactamente el 6 de junio por la noche?
Me pongo roja. Los oí hablar en el pasadizo a Hogsmeade sobre mí y sobre cómo seguramente me escapaba con Cedric para celebrar el fin de los exámenes. Por supuesto que no hallaron rastro de mí esa noche.
—Bueno, yo...
—¿Y cómo es que acabaste en la Enfermería? Eso es lo más grave.
—¿Diggory te hizo daño?
—¿Cortaste con él y te puso un ojo morado? Porque si es así, cada uno de nosotros le romperá...
—No, no, no se preocupen —digo—, Cedric no me ha hecho nada. Los golpes me los di yo misma.
—¿Eres masoquista?
—No, soy un poco torpe, por si no lo habían notado.
—Solo un poco —dice George.
—Salí a la noche y me golpeé con un par de cosas.
—Saliste a encontrarte con él —dice Fred, asintiendo.
—Quizás —digo.
—Bueno, por lo menos nos deja más tranquilos que no te haya lastimado él.
—Jamás lo haría, es un dulce... y me cuida siempre.
—Nunca está de más tener otro par de ojos sobre ti. O dos pares.
Los gemelos se cruzan de brazos y se paran uno a cada lado de mí como guardaespaldas, y en ese momento exacto aparece Cedric y frena sobre sus talones.
—¿Y ahora qué pasó? —pregunta.
—A partir de ahora, caballero, las citas serán con acompañantes.
—Dos acompañantes.
Yo me río pero niego con la cabeza. Me levanto y le doy la mano a Cedric.
—Ni lo sueñen, Weasley y Weasley —les digo—. Sé que están enamorados de mi novio, pero deberán conseguirse otra excusa para salir con él.
Fred y George hacen una mueca, pero me palmean la espalda y hacen un saludo militar.
—Tengan un buen verano —les digo.
—Igualmente —dice George y agrega por lo bajo—: Y recuerda que siempre nos puedes llamar si necesitas refuerzos.
—Ya váyanse —les digo. Cuando nos dejan solos, abrazo a Cedric y le doy un beso en la mejilla. Debo estar roja como un tomate y ahora recordé que no me peino desde que salimos de Hogwarts. Los viajes en tren no dejan buenos peinados—. Ten un buen verano.
—Tú también. Prometo escribirte.
—Igual yo. Si la mamá de Hermione tiene éxito, quizás te escriba una carta en francés, ¿qué dices?
—Será un honor recibirla.
Vamos juntos hasta la barrera y pasamos al otro lado, a la plataforma muggle, donde veo a Hermione que aún busca a sus padres.
—Por favor —le digo—, haz la vista gorda a los errores y a la letra fea.
—Con gusto, Madam.
—Te amo. Nos vemos. Si sabes usar el tefélono, puedes llamarme a la casa de Hermione.
—Creo que se dice telófeno. Claro, creo que mi papá instaló uno en algún lado de la casa para cuando lo llaman por emergencias y no tienen acceso a los polvos Flu.
—Perfecto, te pasaré el número por carta.
Es hora de separarnos, pero me cuesta soltar su mano. Suspiro y sonrío. Luego oigo que el padre de Cedric lo llama.
—¿Hasta el mundial? —me dice. Yo asiento y nos separamos finalmente.
Me doy la media vuelta para tomar mi baúl y comprobar que Barbas de Merlín siga en mis alrededores y veo al señor y a la señora Granger mirándome. No esperaba empezar nuestra relación con ellos viéndome con Cedric. Ya deben tener malas ideas de mí.
—Papá, mamá, ella es Leyla —dice Hermione—. Leyla, ellos son mis padres.
—Un gusto —digo.
—El gusto es nuestro, querida.
—¿Me permites llevar tu baúl? —pregunta el señor Granger.
Hermione y yo saludamos desde lejos a Harry y a Ron, vamos con nuestras mascotas hasta la calle y nos detenemos frente a un auto azul. Cuando entro, me sorprendo de lo pequeño que es: solamente tiene los dos asientos delanteros y tres atrás. El baúl también se ve pequeño.
—¿Por qué no le hacen un hechizo de expansión? —pregunto.
—Nos traería algún problemita con la policía y los inspectores de autos —dice la señora Granger con naturalidad desde el asiento del acompañante—. Escucha, Leyla, sé que estás de vacaciones y todo eso, pero si no te molesta, ¿quisieras que te enseñara algo de francés? Un poquito cada semana, nada demasiado pesado.
Ella sonríe con sus dientes perfectos de dentista y siento que mi corazón se derrite. Esta familia es tan diferente a la mía y todo funciona tan bien...
—Claro, señora, me encantaría.
El padre de Hermione acomoda los baúles en la parte de atrás y arranca el motor. Hermione tiene una amplia sonrisa y comienza a contarme dónde pondrá mi cama y dónde podemos leer juntas y dónde hay una pileta comunitaria donde los chicos no gritan mucho y que hay una biblioteca a pocas cuadras y que la tarea de Pociones... Y yo sonrío y la escucho hablar. En otra ocasión, me habría bajado del auto de inmediato, pero ahora estoy más que contenta de pasar el verano con los Granger.
----
FIN
----
Este espacio esta exclusivamente dedicado a los feelings lectores. Dejen sus comentarios sin filtro ;)
----
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top