62: El sauce boxeador
¡Repito que no está editado! Si ven alguna barbaridad, pueden avisarme para que la corrija, pero por el resto, no se preocupen, lo voy a editar cuando termine la historia.
¡Disfruten!
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Capítulo 62
El sauce boxeador
Luego de cenar, nos escondemos bajo la capa en un pasillo poco transitado y vamos a la cabaña de Hagrid. Nos aseguramos de que realmente no esté el verdugo adentro antes de llamar a la puerta y quitarnos la capa.
—Les dije que no vinieran —murmura Hagrid al vernos, pero se hace a un lado para dejarnos pasar. Nos sentamos en la cocina y vemos el rincón donde solía estar Buckbeak.
—¿Dónde lo tienen? —pregunta Hermione.
—Afuera. Quería... quería que sintiera el aire fresco antes... antes de... Y también pensé que podía liberarlo, p-pero sería obvio que fui yo... y me llevarían otra vez a Azkaban —dice sacudiendo la cabeza como si sintiera un escalofrío—. ¿Q-quieren un té?
Cuando nos empieza a servir la leche, le tiembla tanto la mano que la jarra se cae y se hace añicos.
—Deja, yo lo hago, Hagrid —dice Hermione y se levanta a buscar la escoba y un trapo.
—Hay otra jarra en el estante —dice Hagrid.
—¿No hay nada que se pueda hacer? —pregunta Harry—. ¿Le hablaste a Dumbledore?
—Dumbledore está muy ocupado, ya les dije. Pero le pareció que era necesario venir a la eje... a la cosa de esta noche. Él ya intentó convencer al Comité de cambiar la sentencia, les dijo que Buckbeak no es peligroso, pero nada los hace cambiar de opinión.
—No puede ser, no pueden opinar sobre la vida de Buckbeak —me quejo—. Que opinen sobre los panqueques de sus madres.
Hagrid se encoge de hombros y suspira.
—Nosotros también estaremos contigo, Hagrid —dice Hermione, volviendo con una jarra nueva—. Nosotros...
—No. Deben volver al castillo. Si Fudge o Dumbledore te encuentran fuera del castillo sin permiso, Harry, tendrás problemas...
Hermione solloza un poco y sirve la leche en una de las tazas, pero se detiene y pega un grito.
—¡Ron! ¡Ron! Mira, no puedo creerlo, es... ¡es Scabbers!
—¿Qué?
Hermione inclina la jarra y Scabbers cae sobre la mesa, pero al instante salta e intenta volver a esconderse.
—¿Cómo puede ser? —dice Ron, tratando de atrapar a la rata. Cuando la tiene, la pone a la luz. Está flaca, pelada en algunos lugares, y no para de retorcerse de un lado a otro en la mano de Ron, quien la guarda en su bolsillo—. Tranquilo, Scabbers —murmura él—, no hay nada que temer. Los gatos no llegan aquí.
Hagrid se pone de pie de un salto y va hacia la ventana.
—Están viniendo... es la hora. Váyanse, ya mismo.
Hermione toma la capa y Hagrid nos señala la puerta de atrás de la cabaña. Al salir, esquivamos a Buckbeak y luego lo miramos de reojo. Nos mira con sus ojos colorados y su pico puntiagudo.
—No temas, Buckbeak —dice Hagrid—, son amigos. No te pasará nada, no te... —Hagrid se traga sus palabras y sus ojos se llenan de lágrimas—. Váyanse —murmura.
—No, Hagrid, no te dejaremos aquí.
—Vamos a contarles lo que en verdad sucedió.
—Es totalmente injusto, no pueden...
—Por favor —dice Hagrid—, tienen que irse ahora.
Nosotros retrocedemos un par de pasos y Hagrid entra a la cabaña a la vez que alguien llama en la puerta delantera. Oigo la puerta, pasos, y la voz de Fudge, pero no distingo lo que dice.
—Qué familia maldita tengo —digo con el corazón oprimido. Hermione pone una mano en mi hombro.
—Vámonos, por favor —dice—. No puedo ver esto.
Nos echamos la capa encima y nos dirigimos al castillo bajo un cielo que está cada vez más oscuro. Nadie se da vuelta a ver lo que sucede atrás. Tengo miedo de desmayarme si veo algo.
De repente, Ron se detiene y todos frenamos para no perder la capa.
—Ron, vamos —dice Hermione—. Por favor, vamos...
—No puedo, es Scabbers... se mueve...
Ron tiene una mano sobre el bolsillo de su camisa y trata de retener a la rata, que se sacude de un lado a otro y trata de escapar. Scabbers saca la cabeza y le muerde la mano a Ron.
—Tonto, soy yo —le dice—, ¿no me ves?
Oímos una puerta abrirse y aparecen voces de hombres. Siento un escalofrío y me agarro del brazo de Harry para no caer.
—Están saliendo —digo, tratando de no llorar.
Ron aferra a Scabbers con fuerza y seguimos caminando, pero al rato Scabbers chilla tanto que es posible que alguien nos oiga.
—Calla, calla rata estúpida —dice Ron—. No puede ser, ¿no ves que somos nosotros? Ay, no la puedo sostener...
Aún se oyen algunas voces de hombres, cada vez más, hasta que se callan. Hay un largo silencio, y luego, sin dudas, el ruido de un hacha descendiendo. Ya sucedió. Hermione y yo estamos llorando y Harry se muerde el labio, mientras Ron atrapa a Scabbers y nos mira con tristeza.
—No puedo creer que lo hayan hecho...
—Así de fácil, así de rápido.
Estamos en silencio mientras la luz termina de irse del cielo. A lo lejos oímos a Hagrid gritando algo y las voces de los otros. Entonces Scabbers vuelve a retorcerse y Ron patea el suelo.
—¡Ya para! Rata estúpida, deja de moverte, ¿no ves que...?
—Ron, silencio —dice Hermione—, Fudge estará aquí antes de que podamos irnos y nos encontrará...
—No puedo, no se queda quieto...
En la oscuridad aparecen dos ojos felinos, y el cuerpo de Crookshanks se hace visible a medida que se acerca. Scabbers, como si fuera un jabón mojado, se escapa de las manos de Ron y huye por el pasto. Ron se sale de abajo de la capa y va tras su mascota, y Crookshanks se lanza también en persecución de Scabbers.
—¡No, Crookshanks! ¡Ven aquí! —llama Hermione.
Ron, Scabbers y Crookshanks desaparecen en la oscuridad, mientras Harry, Hermione y yo tratamos de seguirles el rastro. No podemos correr rápido bajo la capa, así que nos la sacamos y Harry la lleva ondeando detrás de nosotros.
—¡Ron! ¿Dónde estás?
—¡Vete, vete! —le grita Ron a Crookshanks—. ¡Déjalo, gato estúpido!
—Crookshanks, ven aquí, basta de hacer eso...
Después de una larga corrida, Ron aparece con Scabbers en la mano y se lo guarda en el bolsillo mientras Scabbers chilla desesperado.
—Metámonos abajo de la capa antes de que venga el ministro —dice Hermione, pero se queda congelada en el lugar y mira por sobre mi hombro. Me doy vuelta y veo a un perro gigante y oscuro que nos mira listo para atacar.
El animal salta sobe Harry y lo tira al suelo. Con el envión, Harry gira por el suelo y queda bastante lejos de nosotros. El animal se prepara para atacar otra vez. ¿Es el Grim? ¿Nos va a matar a todos?
Ron se interpone ente el perro y Harry, pero el animal salta y muerde el brazo de Ron. Harry se lanza sobre el perro y se aferra a su pelo, pero el animal arrastra a ambos como si no pesaran nada.
Hermione y yo corremos hacia ellos y busco mi varita, pero antes de sacarla siento un golpe en la cara que me derriba. Caigo de espaldas al suelo y me toco el rostro para comprobar si sigo teniendo mis ojos. Cuando quito las manos, veo sangre.
—¡AYYY! —grita Hermione y la oigo caer a mi lado. Harry también se queja y siento cómo las patas del perro se alejan.
—¡RON! —grito—. ¡ROOOON!
Hermione susurra Lumos y su varita produce luz. Vemos que estamos frente al sauce boxeador. Seguimos al perro hasta aquí. ¿Nos trajo para que terminemos golpeados a muerte? ¿No le alcanzan sus dientes de carnívoro para despedazarnos a todos?
—Ron, ¿dónde estás? Perro maldito.
Con las tres varitas iluminando el lugar, vemos a Ron al pie del sauce, y el perro lo arrastra hacia el tronco, llevándolo por la pierna.
Me levanto para ir tras Ron, pero el sauce vuelve a tirarme. El perro se lleva a Ron por un agujero entre las raíces y al segundo los dos se pierden de vista.
—¡Tenemos que ir tras él! —dice Harry.
—¿Cómo pasaremos?
—Si ese perro enorme pasó, nosotros también.
Harry es demasiado optimista; creo que engordé en las vacaciones de Pascua.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —grita Hermione, golpeando el suelo—. ¡Alguien sálvenos!
—Espera —dice Harry.
Los ojos brillantes de Crookshanks se ven en la oscuridad y yo lo ilumino con mi varita. El gato se desliza por debajo de las ramas violentas del árbol y las esquiva una a una, y luego pone su pata sobre un nudo del tronco. Hermione trata de llamarlo para que vuelva, pero en ese momento las ramas se inmovilizan de inmediato y el gato nos espera al pie del árbol.
—¿Cómo supo qué hacer? —pregunto.
—Es amigo del perro —me recuerda Harry—, los vi juntos. Vamos.
Los tres esquivamos las ramas, que parecen de una estatua, sin poder creer que hasta recién se movían como un pulpo. Llegamos al agujero y bajamos uno a uno. Crookshanks baja con nosotros y al instante oigo cómo las ramas, otra vez en movimiento, cortan el viento como con un cuchillo.
Debajo del agujero hay un pasillo largo, oscuro y bajito. Tenemos que pasear gateando para no golpearnos las cabezas contra la tierra y las piedras del túnel.
—¿Ron? —llama Harry al frente, pero no obtiene respuesta. Nos frenamos a pensar dónde puede estar, pero Crookshanks nos mira con impaciencia y sigue marchando al frente.
—Hay que seguirlo.
Después de una larga distancia, ya con las rodillas destruidas y las manos llenas de pocitos por todas las piedras que me clavé, le pregunto a Harry si de verdad no tiene una idea de dónde estamos.
—Bueno, en realidad sí —dice—. Creo que es uno de los túneles a Hogsmeade que nadie puede usar. Ya me imagino por qué, si hay un sauce boxeador arriba.
Me llevo la mano a la mejilla y creo que dejó de sangrar, pero cada segundo me duele más.
El camino serpentea y sube y baja, por lo que tenemos que tener cuidado de no aplastarnos los pies entre nosotros. En una curva, Crookshanks desaparece y no lo vemos más. Al final del camino hay una tenue luz que se filtra por un orificio. Es una puerta entreabierta. Pasamos al otro lado y nos encontramos en una habitación.
Las ventanas están tapadas con madera, los pocos muebles que hay se ven viejos y algunos están tumbados. Todo está lleno de polvo y el empapelado de las paredes está amarillo y a punto de despegarse.
No veo a Ron por ningún lado. Harry señala una puerta a la derecha y en silencio nos acercamos. Nos detenemos y Hermione nos toma a cada uno del brazo.
—Estamos... estamos en la Casa de los Gritos —susurra.
Ambos asentimos. Por supuesto, es muy probable que haya un túnel que te traiga aquí, y la Casa es el único lugar de Hogsmeade que puede parecerse a esto.
—Pero los fantasmas no son los que destrozaron los muebles —dice Harry y se calla al oír un crujido en el piso superior. Hermione y yo nos clavamos las uñas una en el brazo de la otra.
Al otro lado de la puerta hay un vestíbulo y una escalera. Nosotras nos miramos asustadas, pero Harry ya está en el tercer escalón, así que nos apresuramos a ir tras él. La escalera cruje bajo nuestros pies y respiramos pesadamente por el polvo y por el miedo. Me tropiezo antes de terminar de subir y Hermione me ayuda a levantarme.
Todos apagamos las luces de nuestras varitas y vamos a la única puerta abierta, pero desde una cerrada se oye un gemido y un ronroneo. Harry nos mira y asentimos con la cabeza. Él abre esa puerta de una patada y entramos los tres corriendo.
En la habitación hay una cama adoselada, donde Crookshanks descansa como un rey, y en el suelo está Ron, con la pierna en un ángulo nada cómodo. Debe habérsela roto el perro.
—¿Estás bien? —le pregunta Hermione—. ¿Dónde está el perro?
Ron se mueve y cierra los ojos por el dolor.
—Au... No hay perro... Harry, esto es una trampa, el perro...
—¿Qué dices?
—No es un perro, es un animago, nos engañó...
La puerta se cierra de un golpe detrás de nosotros y un hombre está parado a su lado. Pierdo el equilibrio al verlo por segunda vez en el día. Es Sirius Black. Y esta vez es de verdad.
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¡Espero que les haya gustado! Pasarán cosas muy interesantes en los siguientes capítulos...
¡Hasta el próximo viernes!
PD: Hoy tengo exámenes, deséenme suerte. :)
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