49: Regalos

Apenas regresamos al castillo vamos directamente a la biblioteca a buscar información para Hagrid. Madam Pince ya no se molesta en poner caras feas para mí porque estuve yendo casi todos los recreos durante la última semana. Solo pone su cara fea normal. Espero que McGonagall no espere que también pase aquí mis ratos libres en las vacaciones.

Luego de revolver diferentes secciones (la sección legal, el libro de los casos judiciales mágicos durante los últimos doscientos años, la sección de criaturas peligrosas, la sección de juicios laborales y escolares, Quidditch con animales voladores de 1810 hasta su prohibición...), cada uno consigue dos o tres tomos que parecen de ayuda.

—Yo los reviso, ustedes sigan buscando —dice Hermione—. Algo tiene que haber.

Mientras Ron y Harry siguen las órdenes de la Sargento Granger, yo me siento en una mesa y saco un pergamino y pongo la pluma en el tintero.

Querido papá:

Tacho. Tacho todo. Doy vuelta el pergamino y empiezo otra vez.

Papá:

Bien, esto va mejor.

Disculpa que te moleste en las vacaciones, pero hay un caso muy urgente y creo que puedes ayudarnos. Recuerda que nunca te he pedido nada, y esto no es para mí, sino para un amigo. Se trata de Hagrid, el guardabosques, que también es nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas. Seguramente lo conoces. Él tiene cuatro hipogrifos, uno de ellos se llama Buckbeak y atacó en clase a Draco. Yo creo que fue todo culpa de Draco por ser descuidado y ofender al animal, pero nadie piensa eso porque, bueno, tío Lucius está metido en esto. Habrá una audiencia el 20 de abril y si no tenemos una buena defensa para Hagrid, le cortarán la cabeza a Buckbeak. Y no queremos eso. Nos gustaría ayudarlo. Si sabes algo que pueda ayudar a defender a Buckbeak, sería genial si pudieras decírmelo.

Gracias. Saludos a las trillizas.

Leyla.


Ahora viene la parte graciosa: no tengo lechuza ni recuerdo bien la dirección de casa. Oh, ¿y si se mudaron y no me lo dijeron? Quizás tiraron todas mis cosas y ahora Selene tiene una habitación toda para ella.

Al menos lo intenté.

Guardo el pergamino en uno de mis bolsillos, lista para tirarlo en la primera oportunidad, y voy a buscar más libros para Hermione. En la sección de Aritmancia me encuentro a Isabella y Violetta, que me chistan al mismo tiempo para que no sea tan ruidosa. Yo estoy a punto de decirles algo feo, pero luego pienso en algo inteligente. Felicítame, Fran.

Muy bien, Leyla, muy bien. Te ganaste una galletita.

—Chicas —les digo, y recién ahora se dan cuenta de que soy yo. Se miran entre sí y resoplan.

—¿Qué?

—Espero que me recuerden, soy su hermana —digo con una sonrisa—. ¿Se van a casa mañana?

Las dos asienten, sin soltar los libros que tienen en las manos.

—Estamos haciendo los últimos deberes —dice Isabella—, y no tenemos mucho tiempo.

—Lo siento, será rápido. Solo quiero pedirles que le den esto a papá. ¿Podrían? Es urgente y no tengo lechuza.

Violetta mira el pergamino con desconfianza, pero luego lo toma y lo abre y lo lee de arriba a abajo. Son unas malditas.

—Muy bien —dice Isabella cuando pasó su turno de leer—, se lo daremos.

—Gracias.

Ambas vuelven a sus libros y yo vuelvo a mi camino, antes de que me pidan una libra de carne a cambio. Vuelvo a la mesa de Hermione, donde les está contando a los chicos que encontró un caso en el que perdonaron al hipogrifo.

—Eso es genial —digo.

—Oh... pero... eso fue porque el mago estaba a punto de morir y pensaban matar al animal después de su funeral —dice con una mueca.

—Acá hay otro —dice Ron, mirando otro libro gordo—. Una hidra fue perdonada aunque había atacado a tres ciudadanos. ¿Qué tal?

—Todos le temían a la hidra —lee Hermione— y ni querían acercarse. No cuenta.

—Esto es un fracaso —declara Harry.

Cuando nos estamos dando por vencidos, Isabella y Violetta se acercan con las mochilas al hombro y los anteojos idénticos bien colocados.

—Fíjate en la sección del fondo —me susurra Isabella—. Tercer estante. Al lado del libro de los dragones.

Luego se van. Al fin. Necesito unas vacaciones de mi familia. Harry va a buscar el libro mientras yo me acuesto a dormir sobre la mesa. Primero Black, luego Snape por todos lados, luego Isabella y Violetta... Mi tío y mi primo causándole males a Hagrid, mi otro padre quizás resolviéndolos. Y yo en el medio.


...


A la mañana, todos los alumnos (que no son Cedric) se van a casa para las vacaciones parten a Hogsmeade para tomar el tren de regreso. Es sorprendente la cantidad de gente que se va. En el almuerzo, solamente quedamos Harry, Hermione, Ron y yo en la mesa de Gryffindor. Se siente muy feo ser tan pocos. Pero no es de sorprender que este año todos se quieran ir a sus casas, si Black está suelto y se mete en el castillo, que supuestamente es lo más seguro que hay.

El segundo día no aguanto más y le escribo a Cedric una larga carta, contándole que estoy muy aburrida y que busco todo el día en los libros de la biblioteca sin hallar algo que nos sirva realmente. También le pregunto si hay algo que él sepa para ayudarnos a salvar a Buckbeak, y si la fiesta con su padre fue mejor de lo que esperaba.

Me siento tan libre al escribirle. Lo único que aún no he podido decirle es sobre mis poderes y sobre mi padre. Pero creo que se lo diré apenas regrese. Al menos la primera parte.

La víspera de Navidad, comemos como cerdos y nos quedamos charlando en la Sala Común de Gryffindor que es toda para nosotros. Luego nos vamos a dormir contentos a las habitaciones vacías de arriba. Es hermoso estar sola con Hermione, sin Lavender y Parvati.

Por la mañana despertamos con regalos a los pies de la cama. Me arrastro hasta allí y tomo el primer paquete en mis manos.

—Feliz Navidad, Hermione —le digo.

—Feliz Navidad, Leyla —me sonríe—. Las dos tenemos bastantes personas que pensaron en nosotras, ¿eh?

El primer regalo es de la señora Weasley. Otro suéter celeste con una gran L, solo que un talle más grande que el anterior. Hermione no tiene uno porque todavía no pasó suficiente tiempo con la mamá de Ron, y no me gustaría que se sintiera afuera, así que hago el regalo a un lado y voy con el siguiente, que son dos bombas fétidas firmadas Gred y Forge. Pongo los ojos en blanco pero no puedo evitar reír un poco. O no estamos tan mal como creía, o sí están enojados y me mandaron las bombas activadas para que exploten cuando menos lo espere. Solo el tiempo revelará la intención de estos dos. Yo no les envié nada esta Navidad.

—Oh, lo que siempre quise —dice Hermione, abrazando un libro gordo con un moño en la tapa—. Es la Anatomía de Grey —me explica—. Mis padres siempre me prestaban su copia en el consultorio, pero ahora tengo una toda para mí...

—¿La qué de quién?

Ella me muestra que es un libro lleno de dibujos de los huesos y los tejidos del cuerpo. Se ve interesante, quizás copie alguno de los dibujos más adelante.

Mi siguiente paquete tiene una carta.

Para Leyla Blair B.

Torre de Gryffindor, Hogwarts


Remitente: Cedric Diggory

Frogdays Road

Ottery St. Catchpole

Devon, Inglaterra


Qué nervios... Y qué considerado al darme su dirección para que pueda contestarle con cualquier lechuza. Aún no le envié la carta de ayer.


Querida Leyla:

Espero que estés muy bien. No sabes cuánto te extraño, mucho más de lo que hubiera pensado. No puedo esperar a volver a Hogwarts. ¿Cuántos alumnos hay allí ahora?

La cena de cumpleaños de mi papá, como había previsto, se trató bastante sobre mí, durante más de una hora, y me aburrí bastante. Me hubiera gustado oír uno de tus comentarios para animarme un poco. Al menos podía pensar en la carta que te podía escribir sobre eso. Espero que el próximo año pueda quedarme en Hogwarts para las vacaciones de invierno, porque sería lindo estar juntos cuando el castillo está más despoblado y no hay tantos deberes para hacer. Y si veo que es necesario volver a casa... quizás podrías venir tu también, al menos unos días. Tenemos una habitación de visitas con una vista muy linda al jardín. Aunque la vista más linda estará en el espejo.

Mi papá estaba muy interesado en el partido contra Gryffindor, sobre todo porque Harry Potter estaba en el equipo contrario. Quiero que sepas que le conté lo que en realidad sucedió, que Potter se cayó de la escoba y que llovía demasiado, pero creo que no escuchó esa parte con tanta atención. Pero al menos eso alivió la nota del trabajo de Pociones.

¿Cuándo es tu próximo partido? Es contra Ravenclaw, ¿verdad?

¡Espero que el regalo te guste! Fuimos a la ciudad a hacer las compras navideñas y no podía no comprarlo para ti. Por favor, acéptalo.

Nos vemos pronto. Te extraño.

Tu Cedric.


Me llevo la carta al corazón y me dejo caer sobre la cama con una sonrisa.

—¿Qué es eso? ¿Una carta? —pregunta Hermione.

—Cedric... —digo yo—. Vaya. Pensó en mí todo este tiempo. Y yo pensé en él. Lo adoro.

—Qué bien. Mira, creo que ahí hay un paquete.

El paquete que acompañaba la carta contiene una boina roja y dorada, de los colores de Gryffindor. Perfecto. Sobre todo en estos días en los que tengo mechones de cabello Weasley. Me pongo la boina en la cabeza y beso la carta. Yo le envié los chocolates de Hogsmeade, pero simplemente le puse una nota de Feliz Navidad, porque la carta de ayer no pega con el regalo. Si tuviera mi propia lechuza, sería más fácil, pero tuve que usar el correo comunitario de Hogwarts para Navidad, y no se puede enviar demasiado por ahí.

El último paquete es de los Malfoy. Tía Cissy me manda una tarjeta de felicidades y un anillo de plata con la B de los Black. Guardo el anillo en el baúl. No voy a usar algo que me una tanto a los locos.

—¿Escuchas eso? —dice Hermione.

—Parece que los chicos la están pasando bien —digo, al oír sus risas. Nos ponemos las túnicas y nos calzamos, Hermione toma a Crookshanks en brazos y bajamos a la Sala Común. No han salido de las habitaciones, así que subimos la escalera de los muchachos y entramos en la que tiene un gran tres en la puerta.

—¿Qué es tan divertido? —pregunta Hermione.

—No traigas esa cosa aquí dentro —dice Ron y busca a Scabbers con la vista.

—¿Eso es... una Saeta de Fuego? —pregunto.

Harry asiente con una sonrisa mientras Ron encuentra a Scabbers y lo guarda en el bolsillo de su pijama. Hermione mira la escoba con interés y deja a Crookshanks sobre una de las camas vacías. Yo también la miro y exclamo:

—¡Una Saeta de Fuego!

—Es una buena escoba, ¿no? —pregunta Hermione, y Ron finge golpearse la cabeza contra un poste de la cama.

—Es la mejor escoba que hay, la usa el equipo de Inglaterra —dice Harry.

—¿Y quién te regaló esto, por todos los cielos? —pregunto—. Así ya sé a quién pedirle la próxima Navidad —agrego con una risa.

—Pues... no sé. No dejó tarjeta.

—Maldición —digo, y el rostro de Hermione se ensombrece.

—Pero seguramente es una escoba muy cara —dice Hermione.

—Daaaa —dice Ron, poniendo los ojos en blanco.

—¿Y? —dice Harry.

—No sé, no me gusta. ¿A ustedes no les parece raro?

Todos negamos con la cabeza y ella suspira.

—¿Quién le enviaría una escoba a Harry sin decir quién es? —dice ella.

—¿Y a quién le importa? —dice Ron—. Harry, ¿me dejas dar una vuelta?

—Creo que por el momento nadie debería montar la escoba —dice Hermione.

—Ohhhh, vamos —digo—, no sabes lo que es volar. La Saeta debe sentirse como tener alas. ¿Luego de Ron la puedo usar yo? Prometo que la cuidaré bien.

—No, lo digo en serio —dice Hermione, y Crookshanks salta de la cama antes de que pueda seguir hablando. Ron pega un salto y cae de la cama y el gato aterriza sobre su pecho. Una mancha gris corre por el suelo en círculos, y pronto una bola de pelos anaranjados lo persigue por toda la habitación.

—¡MALDICIÓN, HERMIONE!

Todos intentamos intervenir, y logro tener la cola de Crookshanks, que se da vuelta y clava sus garras en mi mano. Lo suelto por el dolor y él se escapa. Ron se tira sobre Scabbers y lo atrapa, pero cuando intenta darle una patada al gato, le da al baúl de Harry, que cae de costado y se abre.

De repente, un ruido agudo y metálico nos sorprende a todos y nos tapamos los oídos. Del baúl de Harry cayó un falsoscopio (algo parecido a un trompo de cristal que suena cuando hay alguien poco confiable cerca) que no deja de chillar. Harry se lanza sobre él y lo guarda dentro de una media grande y gris.

—No me acordaba de que tenía tu regalo aquí —le dice a Ron—. Por suerte no uso estas medias si puedo evitarlo. Eran de tío Vernon.

—¿Quieres sacar a ese gato de aquí? —dice Ron fastidiado—. Y tú haz que pare el falsoscopio, me está volviendo loco.

Hermione se va con Crookshanks en brazos y Harry mete la media dentro del baúl mientras yo miro las tres rayas que dejó el gato en mi mano.

—¿Scabbers está bien?

Ron está con el rostro por el piso cuando saca a Scabbers otra vez. La rata está flaquísima y casi no tiene pelo.

—No estaría así si no fuera por ese gato estúpido —dice amargamente.

Me acomodo la boina y los saludo antes de irme. Cuando vuelvo a nuestro dormitorio, veo a Hermione sobre su cama, abrazando a Crookshanks y diciéndole tristemente que todo estará bien. Me guardo la mano en el bolsillo para que no vea las tres líneas rojas que me dejaron sus garras.



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¡Espero que les haya gustado! No olviden dejar sus votos y comentarios. El próximo capítulo lo subo el 9 de diciembre. :)

¡Nos leemos!


(No había podido subir antes la foto porque tuve que irme y no tengo internet en el celular jajaja, porque vivo en una caverna. En serio. Escribo los capítulos con una pluma de ganso y se los mando por lechuza a mi secretaria para que los transcriba y los suba a Wattpad.)

Y como es diciembre y todos queremos que nos regalen libros, les regalo unas fotos del paraíso:

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